Jorge Majfud
Cuando
aprendimos a cultivar la tierra, descubrimos que el arado lo hacía mejor que
nuestras manos desnudas. Por entonces, nos pareció bueno, porque nos aliviaba
el trabajo de agacharnos para abrir la tierra, aunque ya no pudimos dejar de
caminar por muchas horas cada día, tambaleándonos, detrás de ese maravilloso
instrumento de hierro y madera.
Cuando aprendimos a hilar
para cubrir nuestra desnudez y abrigarnos del frío, descubrimos la rueca. Por
entonces, nos pareció bueno, aunque nos sirvió para dejar a nuestras mujeres
sentadas por interminables horas cada día.
Cuando descubrimos que el
algodón era mejor y más económico que la lana, debimos esclavizar razas
inferiores para que produjesen suficiente de esas flores fibrosas para
alimentar las insaciables máquinas textiles.
Cuando aprendimos a calcular
y descubrimos las maravillas de las matemáticas superiores, el cálculo
diferencial y el cálculo infinitesimal, descubrimos las calculadoras. Por
entonces nos pareció bueno, porque nuestra inteligencia se había liberado para
realizar operaciones menos mecánicas, aunque ya no supimos cómo dividir un
número de tres cifras sin echar mano a alguno de esos prodigios de la
electrónica.
Cuando las máquinas fueron
capaces de hacer cualquier trabajo monótono, ya sea físico o intelectual, y
finalmente nos quedó tiempo para pensar de verdad, como lo habían hecho los
antiguos filósofos griegos, descubrimos la inteligencia artificial. Por
entonces nos pareció bueno, aunque ya no recuerdo qué pasó después.
Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/194107