Luís Manuel Arce
Después del criticado
lenguaje atroz y prosaico usado por Donald Trump para amenazar a Irán con un
golpe militar, parece que llegó la hora de atajar su gobierno que se proyecta
como un híbrido nazi-sionista, y frenar sus guaperías de barrio.
La administración
Trump no puede continuar su chantaje aunque sea solo un subterfugio para
desviar la atención de su política doméstica como opinan algunos de sus
críticos, ni seguir regando gasolina por el mundo con una antorcha encendida en
la mano.
Es hora de que Trump
y su tropa se comporten como estadistas, respeten la dignidad de su propio país
y del Estado que representan, hablen el lenguaje de las personas civilizadas y
no los gruñidos de hordas para enfatizar una política del miedo que ya no les
funciona tan bien.
La aplicación en las
relaciones internacionales de ese recurso detestable y cobarde –instigar el
miedo- es una repetición de la política que aplicaron en la campaña electoral
más sucia que recuerde la historia de la Unión, en las acciones anti
inmigratorias, y la que ya usaron también sin éxito contra Corea del Norte, y
desarrollan ahora frente a China mediante una guerra comercial proteccionista
que le tiene parados de punta los pelos a Europa.
Es un miedo para
confundir a sus conciudadanos y hacerles creer que están amenazados desde el
exterior para justificar nuevas y descabelladas aventuras, incluidas las
militares.
Estados Unidos es el
país más agresor de los siglos XX y XXI, y un dato curioso: después de los
colonialistas europeos, es la nación que ha guerreado más lejos de sus costas,
lo cual no deja dudas de su carácter hegemónico y de conquista, y un mentís
rotundo a su degradada propaganda justificativa de “amenazas a la seguridad
nacional”.
Otro hecho
interesante. A Estados Unidos no se le conoce históricamente ninguna guerra
ganada, y aunque fue el que mejor salió de la segunda conflagración mundial
porque no sufrió en absoluto sus embates, no fue el vencedor de la contienda
belicista contra el nazi-fascismo aunque Hollywood se la atribuya. En cambio,
fue el que más aprovechó la derrota hitleriana.
Las amenazas a Irán
lanzadas por Trump y su paquidérmico secretario de Estado, Mike Pompeo, han
sido muy criticadas en importantes círculos políticos y económicos de los propios
Estados Unidos donde las han calificado de lo peor y más indigno de la
diplomacia norteamericana.
Trump tuiteó: Al
presidente iraní Rouhani: nunca jamás amenace a Estados Unidos o sufrirá
consecuencias que muy pocos han sufrido antes en toda la historia. Y
añadió de forma grosera: Estados Unidos no soportará más sus
demenciales palabras de violencia y muerte.
Pompeo redondeó la
cavernícola idea: Estados Unidos está llevando a cabo una campaña de
presión diplomática contra Irán. No tenemos miedo de enfrentar al régimen (de
Teherán) a su más alto nivel y apoyamos las protestas contra el Gobierno y sus
líderes y funcionarios.
Benjamin Netanyahu
usó el mismo guion de sus colegas norteamericanos y también en lenguaje procaz
de guapo de esquina reclamó al canciller ruso, Sérguei Lavrov, el fin de la
presencia de Irán en Siria, incluidos todos sus misiles de largo alcance, sus
sistemas de defensa aérea y poner fin a la producción de misiles guiados de
precisión.
Por supuesto que
Teherán refuta la campaña propagandística contra la presencia de asesores en
Siria que se funda en una petición de Damasco para potenciar su lucha contra
los grupos terroristas, entre ellos el Estado Islámico (Daesh, en árabe).
Teherán respondió
serena, racionalmente y sin aspavientos a las acusaciones y amenazas de Trump,
Pompeo y Netanyahu y la Casa Blanca y los sionistas deberían tomar su
advertencia muy en serio de lo que sucederá si las amenazas militares se
concretan.