“Tenemos
muchas opciones para Venezuela, incluyendo una posible opción militar si es
necesario”.
Por Carlos E. Lippo
Donald Trump, agosto 11 de 2017
Un despacho de la agencia de
noticias estadounidense Associated Press (AP), fechado en Bogotá, Colombia,
este miércoles 04 de julio, profusamente replicado bajo los más sugerentes
titulares por otras agencias noticiosas y por una gran cantidad de medios con
diferentes líneas editoriales, da pie para argumentar de entrada que siempre
hemos estado en lo cierto cuando hemos sostenido en numerosos artículos
anteriores que ese inefable personaje que se cree a pie juntillas que es en
realidad el máximo jefe del imperio, de nombre Donald Trump, ha estado resuelto
a intervenir militarmente en Venezuela desde el mismo momento de su ascenso a
la presidencia de los Estados Unidos.
El despacho en cuestión,
firmado por Joshua Goodman, un viejo enemigo de la Revolución Bolivariana desde
sus tiempos de director de la AP en Caracas, y elaborado según “El Nuevo
Herald” con la colaboración de Jill Colvin, reportera de la agencia en la “Casa
Blanca”, está basado fundamentalmente a decir de los autores, en las
confidencias de un alto funcionario de gobierno que habló bajo condición de
anonimato por lo delicado del asunto.
Sin más preámbulos pasaré a
señalar los hechos inéditos reseñados en el despacho, según la versión del
“Nuevo Herald” (1), por ser este pasquín, que es un reconocido enemigo de la
Revolución Bolivariana, el único de los que leído que hace mención expresa de
sus autores. He aquí los hechos:
Durante una reunión con sus
principales asesores en política exterior, convocada para tratar sobre las
sanciones ya tomadas en contra de Venezuela así como las acciones por tomar,
celebrada en la “Oficina Oval” en fecha 10 de agosto de 2017, según se deduce
del texto, Trump hizo de improviso la siguiente pregunta: ¿por qué Estados
Unidos no puede invadir el país sudamericano? Los atónitos asesores entre los
cuales se encontraban Rex Tillerson y el general H.R. Mc Master, a la sazón
secretario de estado y asesor de seguridad nacional respectivamente,
argumentaron a su turno sobre las consecuencias negativas de una invasión, que le
costaría a Washington el apoyo de los gobiernos latinoamericanos, ganado con
gran esfuerzo, sólo para sancionar al presidente Nicolás Maduro “por llevar a
Venezuela por la senda de la dictadura”. Se dijo también que pretendiendo
fundamentar su pregunta, Trump citó los casos de Granada y Panamá, en la década
de los ochenta del siglo pasado, como ejemplos de invasiones exitosas en la
región.
Poco después, habló del mismo
asunto con el presidente colombiano Juan Manuel Santos, según dijo el mismo
alto funcionario estadounidense, quien además agregó que tal hecho fue
confirmado por dos altos funcionarios diplomáticos colombianos, que también
hablaron bajo la condición de anonimato para evitar contrariar a Trump.
En septiembre del mismo año,
en ocasión de la Asamblea General de la ONU, según dijeron las mismas tres
fuentes anónimas antes mencionadas, Trump volvió más extensamente sobre el tema
en una cena privada con Santos y otros tres presidentes latinoamericanos
aliados, presumiblemente Temer, Varela y la vicepresidenta Gabriela Michetti,
en representación de Macri, además de otros altos funcionarios y diplomáticos
de otros países de la región. El caso es que Trump específicamente preguntó a
cada uno si estaba seguro de que no quería una solución militar, recibiendo
como clara respuesta, que sí, que estaban seguros de no querer la intervención
militar.
En relación al primero de
estos hechos debo decir que el mismo pone claramente en evidencia lo muy poco
que tomaba en cuenta Trump a sus anteriores asesores en materia de política
exterior, al menos en lo atinente al caso de las relaciones con Venezuela, no
sólo por la naturaleza contradictoria de los hechos subsiguientes, sino por
algunas decisiones que sobre el mismo tema tomase posteriormente, tales como:
· Unas muy infelices
declaraciones ofrecidas al día siguiente, 11 de agosto de 2017, en presencia de
sus principales asesores en política exterior (Tillerson, Mc Master y su
embajadora ante la ONU, Nikki Haley), según las cuales, a juicio suyo, “La
gente (en Venezuela) está sufriendo y muriendo”, y que para intentar solucionar
tal crisis “… tenemos muchas opciones, incluyendo una posible opción militar,
en caso de ser necesario” (2).
La inclusión del mismo tema
de la “solución militar” en la agenda de la primera gira latinoamericana del
vicepresidente Pence, que iniciándose en Colombia el día 13, lo llevaría a
Argentina, Chile y Panamá.
La destitución, algún tiempo
después, del secretario Tillerson y el asesor Mc Master, funcionarios que
aunque no se oponían frontalmente a la intervención militar, si le plantearon
el impacto adverso que tal decisión habría de comportar.
Al segundo de los hechos
debieron responder unas declaraciones ofrecidas por el presidente Santos en
ocasión de la primera visita de Mike Pence a la región, el 13 de agosto de
2017, según las cuales: “… la posibilidad de una intervención militar en
Venezuela no debe ser contemplada (…) ni Colombia ni América Latina podrían
estar de acuerdo” (3).
Resulta evidente que otras
declaraciones de Santos, ofrecidas en Washington tras reunirse con Trump, junto
con Temer, Varela y Gabriela Michetti, a un grupo de periodistas colombianos el
día 18 de septiembre de 2017, en las cuales señalaba que: “Reiteramos al
presidente Trump, se lo reiteré yo y los demás países también, que cualquier
intervención militar no tendría ningún tipo de apoyo de América Latina” (4),
responden cabalmente al tercero de los hechos señalados en el despacho de AP.
Aceptando la verosimilitud de
los hechos señalados en el fulano despacho a partir del razonamiento antes
esbozado, no deja de sorprenderme el que un periodista de la ralea de Joshua
Goodman, magistralmente descrito en una nota del portal venezolano
www.misionverdad.com (5), enemigo probado de la Revolución Bolivariana, sea
quien lo haya elaborado. Admitiendo reconocer que ignoro cuáles han sido sus
reales motivaciones al mostrar a su propio presidente como un hombre
obsesionado con Venezuela y su revolución, empeñado en provocar un conflicto de
tales proporciones aun en contra de las recomendaciones de sus más lúcidos
asesores, no me queda más que pensar que el periodista intenta por esta vía
levantar el ánimo de la alicaída y casi auto extinta contrarrevolución
venezolana, cuya dirigencia toda lleva años clamando por esta intervención,
bajo la absurda creencia de que los invasores gringos no sólo es que no les
harían daño alguno, sino que les entregarían el poder después de su macabra
labor de destrucción y muerte; en apoyo de esta hipótesis he de señalar que
Goodman, desliza sibilinamente en su artículo el siguiente señalamiento falaz:
“… pero en el asediado movimiento opositor venezolano, la hostilidad hacia la
idea de una intervención militar ha empezado a ceder…”, cuando alguien como él,
que la conoce a fondo, tiene por fuerza que estar enterado de que su dirigencia
no sólo es que apoya la invasión sino que no se cansa de implorarla, de la
manera más directa y rastrera, en todos los escenarios en la que es recibida.
Aunque Trump ha desistido
hasta los momentos de ordenar lo que él personalmente debe considerar más
apropiado para “resolver el problema Venezuela”, que no es otra cosa que
ejecutar una intervención militar, evidentemente ha actuado así sólo porque su
alto mando militar no estaría dispuesto a asumirla en solitario y porque
ninguno de los gobiernos de los países de la región, ni aun los agrupados en el
“Cartel de Lima”, ha aceptado integrarse a una fuerza militar conjunta.
Sin embargo, persistiendo en
la idea de lograr la invasión no han sido pocas las medidas que en esa
dirección ha ido tomando desde el mes siguiente al que formulase a sus asesores
la malhadada pregunta a la que nos refiriésemos al comienzo de este artículo,
plenamente demostrativas todas ellas de que su obsesión con Venezuela ya se ha
hecho crónica, pasando a convertirse en una auténtica neurosis. Entre las
medidas tomadas por Trump en contra nuestra durante los últimos meses merecen
ser destacadas las siguientes:
· La suscripción de tres
Órdenes Ejecutivas contentivas de severas sanciones de carácter económico-financiero,
destinadas a restringir en grado extremo el acceso de nuestro gobierno a las
divisas requeridas para pagar las necesarias importaciones de alimentos,
medicinas e insumos industriales, por lo que se han constituido en un auténtico
bloqueo financiero de nuestro país, con las funestas consecuencias para nuestra
población que una medida de esta naturaleza comporta.
· El envío a varios países de la región del secretario de estado Tillerson y el
vicepresidente Pence, en febrero de 2018, con el propósito de convencer a sus
gobiernos de integrarse a la pretendida fuerza militar multiestatal invasora,
así como el envío del almirante Tidd, jefe del Comando Sur, en funciones de
coordinación militar.
· El intento de expulsar a
Venezuela de la OEA, como paso previo a la invasión, tanto en la VIII Cumbre de
las Américas (Lima, Perú) como en la 48° Asamblea General (Washington),
intentos que resultaron frustrados debido al valiente comportamiento de
nuestros aliados en el ALBA-TCP y Petrocaribe.
· El nombramiento de Mike
Pompeo, exdirector de la CIA, y principal promotor de las sanciones en contra
de Venezuela (6), como sustituto de Tillerson en el departamento de estado, así
como el del impresentable John Bolton, como asesor de seguridad nacional, en reemplazo
del general Mc Master, siendo Bolton un “halcón republicano” de amplia
trayectoria injerencista, que tuvo que abandonar la ONU por no ser ratificado
por el congreso a causa de su extenso prontuario criminal, cuya opinión en
contra de Venezuela, que él mismo se ha encargado petulantemente de divulgar
(7), lo retrata como otro que está obsesionado con nosotros.
Pero si alguien aún pusiese
en duda le existencia de esa neurosis de Trump en contra de este pequeño pero
valeroso y digno país, que lo lleva compulsivamente a seguir insistiendo en
hacerle objeto de una intervención militar, debería tomar en consideración las
declaraciones emitidas el día de ayer por un vocero del Consejo de Seguridad
Nacional (CSA), que es el máximo órgano encargado de centralizar la política
exterior, militar y de inteligencia de Washington, en patética respuesta a la
nota de AP cuyo análisis ha sido el objetivo central de este artículo. La nota
del CSA reconoce que la invasión militar de Venezuela sigue sobre la mesa como
una opción (8), tal como lo exige Trump en medio de su neurosis, aunque señala
de manera vergonzante, que ellos no planificaron ninguna invasión a Venezuela
en el 2017 (¿!).
Ya para finalizar, considero
oportuno señalar el amplio respaldo brindado por nuestra aliada Rusia en esta
compleja coyuntura, reflejado en unas declaraciones altamente auspiciosas del
director del departamento latinoamericano del ministerio ruso de exteriores,
Alexandr Schetinin, fechadas el mismo día de ayer (9), en las cuales en obvia referencia
al hecho de la planificación de la invasión señalado en la nota de AP, se
señala textualmente: “Lo consideramos absolutamente inadmisible, en primer
lugar, porque nos oponemos por convicción a la política de sanciones,
limitaciones y restricciones respecto a un país soberano”, y porque “Estamos
profundamente convencidos de que la tarea de la comunidad internacional
consiste en ayudar a los venezolanos interesados en el desarrollo constructivo
y dinámico del país, a sentarse a la mesa de negociaciones en el marco del
diálogo nacional al que llama el Gobierno”.
Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/2018/07/06/la-muy-peligrosa-neurosis-de-trump-con-venezuela/