Homar Garcés
Rebelión
Si se estableciera un símil entre la realidad del mundo contemporáneo y
los tiempos del patriarca bíblico Noé quizás el mismo fuera catalogado de
incongruente y poco convincente. Exagerado. Sin embargo, salvando las
referencias teológicas de los cuales algunos estarán más pendientes, se podrá
afirmar que el capitalismo global pretende algo parecido a la decisión de Noé
que permita sobrevivir a una catástrofe de iguales o mayores efectos que el
mítico diluvio universal.
Sólo hay un detalle: las intenciones de
los representantes de este capitalismo global no están demasiado motivados en
salvar la vida de toda especie existente sobre nuestro planeta. Sólo la de
quienes conforman su círculo exclusivo. Ya no sería al modo de los muros con
que protegen sus propiedades del resto del mundo. Se trata de hacer de países
enteros un coto cerrado al tránsito y sobrevivencia de personas “indeseables”,
ajenas a su “cultura” y estilo de vida. Como ya ocurre en la frontera entre
Estados Unidos y México, entre Israel y lo que queda de Palestina o entre
Europa y África (además de otras regiones menos publicitadas, pero con igual
impacto). O con las legislaciones que restringen y condenan todo flujo
migratorio, aduciéndose para ello los más disparatados argumentos, pero todos coincidentes
en propósitos. Entre éstos la calificación de terroristas y delincuentes que se
les endilga a quienes se ven forzados a expatriarse, ya sea por causa de las
guerras que, precisamente, propician los Estados que les impiden el acceso a
sus territorios, o por necesidades económicas. Todo ello bajo unas condiciones
que degradan considerablemente la condición humana. Incluso, con actitudes y
procederes que recuerdan en mucho lo hecho por el nazi-fascismo durante su
apogeo en Europa.
Esta arca de Noé capitalista no carece
de visos de realidad. Se dispone de un gran depósito de semillas extraídas de
todas las latitudes con el presunto objetivo de dotar de alimentos a la
humanidad de producirse una hambruna de magnitud apocalíptica. Lo que no se
dice y es muy poco difundido por la opinión pública es que tal banco de
semillas, también conocido como Bóveda del Fin del Mundo o del Juicio Final,
existe y se encuentra en Noruega, a 1.300 kilómetros al norte del Círculo Polar
Ártico. Entre sus principales patrocinadores se incluyen no sólo gobiernos sino
también empresas privadas, lo que hace presumir que su provisión no será en
modo alguno gratuito y altruista. Sería una forma más de asegurar el estado de
sumisión e incondicionalidad que, desde hace décadas, persiguen con afán las
clases dominantes gringas y europeas, constituidas en un frente común contra
cualquier pretensión de soberanía que amenace sus intereses capitalistas.
No es descabellada la
realidad que se desprende de todo esto. Un imperio o dictadura corporativa
mundial donde “convivan” una minoría gobernante (con disfrute de muchos
privilegios) y una mayoría subordinada (sobre la cual recaerá la exigencia del
sacrificio total de sus derechos civiles a cambio de la posibilidad incierta de
sobrevivir). Lo que se obvia (y se debe divulgar) es que las desigualdades
sociales y económicas, sin omitir lo referente a la catástrofe ambiental que se
cierne sobre nuestro planeta y, por consiguiente, sobre el destino humano,
tiene sus causas u origen en las estructuras que sostienen y caracterizan el
modelo civilizatorio capitalista contemporáneo. Se debe comprender -como
concluye Albert Recio Andreu en su artículo “Imperialismo defensivo: de
populismos y migraciones”- que “luchar contra el capitalismo hoy, responder a
su modelo explotador y depredador, requiere más que nunca de un pensamiento
cosmopolita, orientado a elaborar propuestas de desarrollo viable, justo y
deseable para el conjunto de la sociedad. Si algo bueno nos debería dejar la
fase neoliberal debería ser que nos sitúa inevitablemente frente a la necesidad
de pensar una economía en clave planetaria, de humanidad. A volver a la senda
que trataba de esbozar el ‘proletarios de todo el mundo, uníos’ pero sin caer
en su optimismo ingenuo”. Esto no significa cerrarse a cualquier posibilidad
que entrañe diluir por completo las pretensiones hegemónicas del capitalismo
global sino sumarse al esfuerzo común de evitar la calamidad que ellas
representan para el género humano y todo vestigio de vida.
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=243801