Por Marco Teruggi
Estamos ante la
profundización de tendencias. Si el transporte parecía en una situación difícil
a finales del 2017 ahora ha entrado en zonas de colapso con busbarandas y
perreras. Si el aumento de precios era de alta velocidad ahora es del cien por
ciento mensual. Si la frontera como territorio de contrabando de extracción y
ruta económica para miles de personas ante la violencia económica era grande
ahora su dimensión es mayor. Sucede en casi todas las variables. Algunas se han
mantenido en su estabilidad de crisis, otras se han modificado, como los
medicamentos, donde se han conformado una combinación de desabastecimiento y
aparición a precios inaccesibles.
Son los movimientos en la
superficie, a lo que estamos enfrentados día tras día, en los cuerpos, los
pensamientos de lo inmediato y lo que está por venir. Una gran parte de la
población, ante ese escenario, encuentra diferentes formas de resolución: se va
del país, migra dentro del territorio en búsqueda de las minas oro y las
fronteras, cambia de oficio -abandona el Estado y los sueldos regulados- se
reacomoda con remesas, busca cómo generar un puñado de dólares con trabajos
super-explotados para quien pague desde fuera, ingresa de mandala, o lo que
pueda inventarse. La creatividad ante el cuadro es larga, los resultados
diversos.
Es una corriente que
arrastra, con la paradoja de ser un movimiento permanente que genera la
impresión de que nada se mueve. Todo sigue igual y en ese igual el fuego
avanza.
*
En las profundidades se producen otros movimientos. Son complejos de analizar
por falta de información, números que permitan darles mayores pilares a los
diagnósticos. Y también porque la explicación pública del plan económico no es
clara -¿es claro el plan?- el discurso oficial gira alrededor de la repetición
de ideas fuerza -como los motores económicos- que no contienen lo que sucede,
ciertas orientaciones que están en marcha. Las profundidades suelen ser
invisibles hasta que emergen por su evidencia.
Parecen existir decisiones
tomadas puertas adentro que no se anuncian, pero se traducen en políticas
concretas. Uno de los ámbitos donde puede verse es en el agrícola, donde la
constatación es la disminución de políticas hacia los productores pequeños,
medianos, comunales. Se expresa en la falta de acompañamiento para la
producción, en insumos, maquinarias, junto con un escenario de freno del avance
democratizador de las tierras, ocurren respuestas parciales a algunos rescates
por parte de la institución luego de conflictos que se tornan públicos por la
violencia de los terratenientes -amenazas, ataques y asesinatos- o los cuerpos
de seguridad del Estado.
Una manifestación de esta
situación está en el estado en el cual se encuentran las instituciones y
empresas estatales que deberían acompañar al campesinado. Agropatria es la
muestra más evidente: su desfuncionamiento es un hecho que gana por nocau, los
insumos corren en su mayoría por las vías del mercado paralelo. El cuadro de
Pedro Camejo, empresa estatal que debería apoyar con la preparación de tierras
y la cosecha, es similar.
Disminuye la arquitectura
diseñada en revolución para fomentar, apoyar y empujar al campesinado, y en
simultáneo la apuesta está centrada en la agroindustria, que tiene varios
protagonistas: empresarios que conforman el oligopolio -las diez empresas
responsables de producir y distribuir el 80% de la harina de maíz, de trigo, la
pasta, el arroz, el aceite, el café, la leche, los huevos y el pollo- los
empresarios emergentes aliados al gobierno, y funcionarios/dirigentes que son
ellos mismos nuevos empresarios.
Los resultados pueden medirse
en lo concreto: escasean los productos de la agroindustria mientras que los del
campesinado siempre han estado en los mercados. Se lo puede medir también en
términos de proyecto, el redireccionamiento de la política agraria hacia la
agroindustria, el fortalecimiento/ampliación de ese mismo actor, y el
campesinado en situación crítica para producir. No en cualquier momento sino en
este, de guerra.
Esta política no tiene
formulación oficial. La discursividad se mantiene intacta. Es una de las
transformaciones que suceden en las profundidades, una reconfiguración que
avanza, ¿una tendencia restauradora? Otro punto, conectado, es de las empresas
estatales: tanto la opacidad en el manejo, su situación -Agropatria y Pedro
Camejo parecen más regla que excepción- como la política hacia ese sector. ¿Se
está ante una posible reprivatización bajo diferentes figuras? Podría
entenderse por la necesidad de capitales, pero ¿cuál es el plan, el balance de
lo (no)hecho, los nuevos actores?
En la política económica de
profundidades se juega una parte central del proyecto revolucionario, la
posibilidad de estabilización de esta caída, el mapa de perdedores y ganadores
-¿quiénes ganan, emergen, acumulan, en esta crisis? Es allí donde menos se sabe
qué sucede, donde la corrupción, que se combate por zonas desde la Fiscalía
Pública, carcome con más poder, y los intereses económicos deshacen fronteras
políticas.
*
Estos movimientos de superficie y profundidad no ocurren en el vacío. Mientras
eso sucede los Estados Unidos buscan el ángulo, afinan la puntería y preparan
nuevos asaltos contra este, su objetivo central en el continente. Por otro
lado, varias iniciativas populares trabajan para ver cómo revertir las
tendencias en desarrollo, desde las capacidades de alcance que tienen y buscan
ampliar. Una de ellas sucedió hace pocos días en Apure, frontera con Barinas,
donde la Ciudad Comunal Campesina Socialista Simón Bolívar -conformada por ocho
comunas sobre 116 mil hectáreas, muchas de las cuales fueron rescatadas-
cumplió diez años de fundada y realizó una asamblea extraordinaria para
reorganizar su modelo de autogobierno.
Participaron mil doscientos
hombres y mujeres, campesinos, productores, pescadores, miembros de los Clap,
las Ubch, militantes de la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora, el
movimiento que acompaña la experiencia de la Ciudad Comunal, y comuneros de la
comuna El Maizal que fueron hasta allá a intercambiar, unirse entre iguales. Se
debatió sobre el poder comunal, la producción, la estrategia en esta etapa de
una revolución asediada que necesita ser defendida, debatida, peleada desde
dentro para que predominen sus mejores prácticas y horizontes.
Se trata de un cuadro
complejo, con un chavismo que en sus bases busca cómo frentear la situación en
lo económico y político -pelea, por ejemplo, por lograr un congreso del Psuv en
el que puedan participar representantes con liderazgos reales y no de
maquinaria, y expresar los debates que se dan aguas abajo- unas tendencias de
retroceso que se profundizan -¿hasta dónde llegarán?- y una pregunta central
por las políticas económicas que deciden quienes tienen en sus manos la
posibilidad de tomar esas decisiones.
En esta última dimensión, la
dirección real -civil y militar- que puede decidir sobre rumbos
macroeconómicos, agrícolas, importadores, productivos, cambiarios, es donde se
encuentran el punto neurálgico, el que puede (des)balancear, orientar. Las
comunas y el abanico entero de organizaciones populares no tienen hoy ese poder
de decidir. Si el centro de gravedad del conflicto venezolano está en lo
internacional, el epicentro en el cuadro nacional está ahí, en los movimientos
profundos que se producen sin anuncios, lo invisible que emerge de a poco y
trae más preguntas que certezas.