Por Eric London
En un artículo intitulado
“Los trabajadores acogen aumentos salariales, pero empresas se sienten
estrujadas”, el vocero del sector corporativo estadounidense, el Wall Street Journal,
advierte que los incrementos salariales demandados por los trabajadores están
amenazando con poner fin al periodo de bonanza del mercado bursátil.
El
artículo reconoce que la lucha de los trabajadores por revertir años de caída o
estancamiento de remuneraciones entra en conflicto con el impulso de las
empresas estadounidenses en busca de mayores ganancias. Implícitamente, admite
que la clase obrera y la clase capitalista están sujetas a una guerra de clases
de suma cero.
“El
aumento en los salarios está comenzando a carcomer las ganancias de algunas
empresas estadounidenses”, inicia el artículo. “Compañías que van de tiendas
minoristas a operadoras hoteleras y cadenas de comida rápida han advertido en
meses recientes que el aumento en los costos laborales ha constituido un peso
para sus ganancias—un viendo adverso para la racha de nueve años en el mercado
bursátil en un momento en que pierde ímpetu antes de la temporada de ingresos
del segundo trimestre”.
Los trabajadores saben que el
aumento salarial promedio de 2,5 por ciento en los últimos 16 meses no es
suficiente para mantenerse al ritmo del coste de vida. Sin embargo, en lo que
concierne al Wall Street
Journal, este leve aumento es una “amenaza”.
El
artículo cita un reporte de Goldman Sachs que indica que un aumento en los
costos labores de uno por ciento reduce las ganancias empresariales 0,8 por
ciento. En otras palabras, la bonanza en las ganancias corporativas ha
dependido de la supresión de salarios y la intensificación de la explotación de
la clase trabajadora.
El artículo sigue la
publicación de las minutas de la reunión en Junio de la Reserva Federal
estadounidenses, las cuales dejan claro que la principal inquietud de los
banqueros centrales del país es un aumento en la inflación, refiriéndose, ante
todo, a los aumentos salariales. El Wall
Street Journalreportó el miércoles que una mayoría de los
directores de la Reserva Federal favorecen ahora el aumento en las tasas de
intereses a un ritmo más rápido. El propósito de este giro es atenuar el
crecimiento económico y la tasa de contrataciones a fin de socavar cualquier
señal de que la clase obrera estadounidense esté presionando por mayores
salarios.
Durante
la década desde la crisis financiera de 2007-2008, la clase capitalista ha
propinado golpes poderosos a la clase trabajadora. Como resultado, la clase
obrera en EUA, el “país más rico” del mundo, encara niveles de dificultades
económicas no vistos desde los años treinta
Mientras
que las ganancias empresariales alcanzan nuevos niveles, la realidad para
decenas de millones de trabajadores se define por aumentos en los índices de
miseria social: el crecimiento del abuso de opiáceos, el aumento en las muertes
maternas, las condiciones precarias y agotadoras en los centros de trabajo, la
caída en la expectativa de vida, el colapso de la infraestructura y las
montañas de deuda estudiantil.
Este
es un fenómeno internacional. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE) publicó recientemente su Reporte de Expectativas sobre el
Empleo Global, el cual indicó: “A fines del 2017, el crecimiento de los
salarios nominales en la zona de la OCDE fue tan solo la mitad de lo que fue
antes de la Gran Recesión para niveles comparables de desempleo”. Como
resultado, “la pobreza ha aumentado en la población de edad laboral”.
Los
salarios no solo se han mantenido por debajo de los aumentos de las ganancias
empresariales, sino que también por debajo del incremento en la productividad.
El reporte de la OCDE indica, “Si el salario real promedio se hubiera mantenido
al nivel del aumento en la productividad entre 1995 y el 2014, sería 13 por
ciento más alto que en el periodo actual”.
Las
clases gobernantes de EUA y Europa se aprovecharon de la crisis financiera y el
subsecuente desempleo masivo para suprimir los salarios, darles un impulso a
las ganancias corporativas e intensificar la explotación. Esto ha continuado
durante el último periodo pese a las tasas de desempleo nominalmente menores.
Entre
1995 y el 2013, la participación total de remuneraciones laborales en el
producto interno bruto en la OCDE se redujo un 3,5 por ciento, una cifra que
representa una transferencia de riqueza equivalente a aproximadamente $1,89
billones por año para el fin del periodo.
En
EUA, la participación de los trabajadores en el ingreso nacional, excluyendo la
producción agrícola, se redujo de 66,4 por ciento a 58,9 por ciento entre el
2000 y el 2018. Esto significa que para el 2018 hubo una transferencia de riqueza
de $1,4 billones.
Estos
cambios masivos no son el producto de procesos económicos “accidentales”, sino
políticas deliberadas implementadas por las clases gobernantes de las
principales potencias financieras de EUA y Europa. Comenzando en el 2008, la Reserva
Federal de EUA comenzó a inyectar cientos de miles de millones de dólares en
los cofres de los bancos y corporaciones, manteniendo las tasas de intereses en
cero o cerca de cero e inflando el mercado bursátil.
El
Gobierno de Obama, después de colaborar con la Administración de Bush en
presidir un rescate bancario, implemento una estrategia para recortar los
salarios y las prestaciones de los trabajadores. Tras el rescate de las
empresas automotrices en el 2009, la Casa Blanca de Obama, con el apoyo pleno
del sindicato automotor United Auto Workers, impuso un recorte salarial
generalizado del 50 por ciento para nuevos contratos.
Con
la promulgación del programa de seguros médicos Obamacare en el 2010, los
demócratas facilitaron incentivos para que las compañías aumentaran los costos
de salud para los trabajadores y les recortaran beneficios o eliminaran por
completo la provisión del seguro de salud por parte del empleador. La quiebra
de la ciudad de Detroit entre el 2013 y 2014 constituyó un hito en el asalto
contra las pensiones y los beneficios sanitarios de empleados públicos.
Los
nuevos empleos desde el colapso del mercado bursátil han sido abrumadoramente
de medio tiempo y salarios bajos. Como lo reconoció la Reserva Federal de San
Francisco la semana pasada, “se espera que se mantengan fijas las altas tasas
de trabajo a tiempo parcial involuntario”. La desigualdad ha alcanzado niveles
sin precedentes: la riqueza de las tres personas más ricas de EUA equivale el
patrimonio neto de la mitad más pobre de la población estadounidense.
Lo
que posibilitó tal contrarrevolución social fue la supresión de la lucha de
clases, en lo que los sindicatos desempeñaron un papel clave. El nivel de
huelgas en EUA durante la última década se fue el más bajo desde que el Gobierno
comenzó a mantener un registro en 1947.
El
resurgimiento de la actividad huelguística este año, encabezada por los paros
docentes en West Virginia, Oklahoma y Arizona, y ante todo el hecho de que las
huelgas se realizaron bajo la iniciativa de las bases magisteriales, no de los
sindicatos, han atemorizado a la clase gobernante, instándola a tomar medidas
económicas para socavar la militancia de los trabajadores.
La
contrarrevolución social es un hecho global. En Europa, los Gobiernos están
implementando medidas aceleradamente para eliminar lo que queda de sus redes de
seguridad social: los recortes al Servicio Nacional de Salud y a las viviendas
públicas en Reino Unido, la aprobación de leyes laborales punitivas y los
ataques contra los trabajadores ferroviarios en Francia, nuevas políticas de
austeridad en Alemania y los regímenes de austeridad dictados por la UE en
España, Italia y Grecia.
Los
trabajadores de todo el mundo, quienes están cada vez más conectados por medio
de comunicaciones internacionales y cadenas de producción, están avanzando
demandas para aumentos salariales cada vez mayores. En EUA, los docentes de
Arizona demandaron aumentos salariales de $20.000. En Alemania, los
trabajadores metalúrgicos exigieron un incremento salarial del 6 por ciento
para 3,9 millones de trabajadores. En Francia, los trabajadores ferroviarios
continúan su huelga contra ataques contra sus salarios y prestaciones. Los
trabajadores petroleros noruegos iniciaron una huelga el martes exigiendo un
aumento salarial del 8 por ciento.
En
Brasil y China, los camioneros han realizado huelgas por aumentos salariales,
mientras que los camioneros en Argentina piden aumentos del 30 por ciento. En
Sudáfrica, miles de trabajadores de utilidades púbicas votaron el viernes en contra
de una oferta de su empleador, Eskom, de un aumento salarial del 7 por ciento.
Los trabajadores en las maquilas textileras de Bangladesh están realizando
protestas exigiendo el pago de un salario mínimo.
La inquietud del Wall Street Journal es
que cualquier presión alcista en los salarios pueda traerse abajo el mercado
bursátil como un castillo de naipes. Sin embargo, con cada huelga y protesta,
la cuestión fundamental para la clase obrera es: ¿Quién controla la
distribución de la riqueza mundial?
El
Partido Socialista por la Igualdad llama por la expropiación de las principales
corporaciones y bancos y su transformación en utilidades públicas.
Las
inmensas capacidades económicas y tecnológicas empleadas actualmente para
explotar a los trabajadores y aumentar la riqueza de la oligarquía financiera
deben transformarse en herramientas para la reorganización de la economía
global para satisfacer las necesidades humanas. Los billones de dólares
extraídos de los salarios y beneficios y acaparados en el mercado financiero
deben ser reinvertidos en programas de obras públicas para proveer viviendas,
salud, educación, una nutrición adecuada, agua potable y acceso a la cultura
para los miles de millones de personas en todo el mundo.
Esto
requiere el derrocamiento revolucionario del capitalismo y el establecimiento
del socialismo.
Fuente: http://www.wsws.org/es/articles/2018/07/13/pers-j13.html