“Os horrorizáis de que queramos abolir la propiedad privada. Pero en vuestra sociedad actual, la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes de sus miembros (…) Nos reprocháis, pues de querer abolir una forma de propiedad que no puede existir sino a condición de que la inmensa mayoría de la sociedad sea privada de propiedad.”
Marx y Engels, Manifiesto del Partido Comunista
Por Roberto Parodi
Con
los orígenes del proceso de trabajo capitalista aparece la cooperación simple.
Esto es, una cantidad determinada de trabajadores, interrelacionados
recíprocamente entre sí, bajo la dirección de un mismo capital, cuyo trabajo se
ajusta a un plan de producción de un mismo tipo de mercancías. El carácter
simple de la cooperación en los comienzos de la producción capitalista está
dado por la escasa división del trabajo. Esta cooperación simple resulta una
forma particular de la cooperación, puesto que ya existía en etapas anteriores
del desarrollo histórico, y aparece ahora como un aspecto fundamental del
proceso de trabajo en el modo de producción capitalista. Esta forma simple de
la cooperación presupone ya la compraventa libre de la fuerza de trabajo, es decir,
se necesita que la fuerza de trabajo haya asumido la forma de una mercancía.
Con
la mercantilización de la fuerza de trabajo el obrero ingresa a la relación
capitalista como individuo, vende su capacidad de trabajar como fuerza de
trabajo individual. Esto implica que la cooperación aparece cuando el obrero
individual ya no se pertenece a sí mismo, cuando su fuerza de trabajo ha sido
vendida, y por lo tanto se ha transformado en una de las formas del capital. El
capital somete a tales condiciones al obrero individual que en el proceso de
producción, junto al resto de sus compañeros, y bajo la forma de la
cooperación, pierde esa individualidad para transformarse en un obrero social
(o colectivo). La fuerza colectiva que el obrero despliega como obrero social
en la cooperación cobra la apariencia de una fuerza productiva propia e
inherente al capital, puesto que en la producción capitalista no emerge hasta
que el obrero entra en la relación asalariada con el capital.
2.
“El proceso productivo capitalista se
desarrolla en sus distintos estadios históricos como proceso de desarrollo de
la división del trabajo, y el lugar fundamental de este proceso es la fábrica…”
(Panzieri 1980; p. 41). El obrero en el taller, que con la cooperación se
convertía en obrero social, con la división del trabajo y la parcelación de la
tarea que realiza, toma una nueva forma: a la vez que social, el obrero es
ahora un obrero parcial. Y más parcial cuanto más fragmentado es el tipo
particular de acción que ejerce trabajando.
El
saber, el conocimiento y la acción voluntaria que en su desempeño podían tener
como un bien propio el artesano o el agricultor libre de dependencia, en la
producción de tipo capitalista se traslada a la fábrica comunidad. En ella el
obrero parcial pierde aquello (saber, conocimiento, acción voluntaria, etc.)
que va concentrando su opuesto, el capital: “En
la manufactura el enriquecimiento del obrero colectivo -y por ende del capital-
en fuerza colectiva social se halla condicionado por el empobrecimiento del obrero
en fuerzas productivas individuales” (Marx 1991; p.440).
En
la producción capitalista la capacidad intelectual del trabajo se enajena del
obrero, enfrentándose a éste con una voluntad exterior, “como propiedad ajena y poder que los
domina” (Marx). Con la industria el proceso se agudiza separando “…del trabajo a la ciencia como potencia
productiva autónoma, y la compele a servir al capital” (Ibid.).
3.
En
la manufactura el capitalista ha reunido en un mismo taller a muchos obreros
pero aún el proceso de trabajo no se ha visto afectado por la irrupción de la
maquinización a gran escala. El trabajo de cada obrero es un ejercicio
artesanal. No hay una gran infraestructura (máquinas) independiente y exterior
a los obreros. La presencia del poder del trabajo muerto, ya solidificado en
maquinarias es minúscula en la manufactura. El control parcial del proceso de
trabajo aún, en cierta medida, en manos de los obreros determina, de alguna
manera, la generalización de actos pequeños y cotidianos de indisciplina.
Con
la aparición y entrada de la máquina se da el paso de la manufactura a la gran
industria. Este paso puede ser entendido como una doble superación: superación
de la base técnica sobre la que se sustenta la división del trabajo y
superación de las bases materiales del dominio del capital.
Con
la máquina la división del trabajo deja atrás su vieja forma manufacturera,
para parecer como una nueva división del trabajo mucho más vigorosa, en donde
el obrero parcial es ahora el obrero parcial de una máquina particular. Aquel
es sometido a esta, deja de ser el obrero parcial una herramienta y de una
división del trabajo un tanto incipiente, y pasa a ser incluido en el proceso
productivo como apéndice consciente de una máquina en una división del trabajo
mucho más compleja asentada sobre la base de nuevas fuerzas productivas. El
número de órganos de la anatomía del obrero que se desarrolla y las capacidades
que despliega en el proceso productivo es cada vez menor, puesto que en su
propia práctica productiva el horizonte se reduce a movimientos cada vez más
simples y repetitivos.
Por
otro lado, según Marx,
el desarrollo de la utilización de la maquinaria en el proceso de producción es
pensado por el capitalista como indisolublemente ligado al monopolio de su
voluntad sobre ellas: “El
proceso de industrialización, a medida que se adueña, de estadios cada vez más
avanzados de progreso tecnológico, coincide con el aumento incesante de la
autoridad del capitalista. Con el crecimiento del volumen de los medios de
producción, contrapuestos al obrero, crece la necesidad de un control absoluto
de parte del capitalista” (Panzieri 1980; p. 43).
4.
El
patrón, para poner en marcha el proceso productivo, ha comprado fuerza de
trabajo. Pero como no lo ha hecho con el objetivo de que la humanidad
desarrolle todas sus capacidades (ni ninguna otra consideración filantrópica)
sino que lo ha hecho para hacer profesión de fe al culto de la ganancia, ha de
esperar que sus obreros produzcan más valor de lo que han insumido bajo la
forma del salario. Para que esto ocurra es necesario que los esclavos a tiempo
parcial no hagan lo que les plazca, sino lo que le place a él. El conjunto de
los obreros parciales de una unidad productiva actúa en forma coordinada.
Cooperan, pero no por la propia voluntad, sino bajo las órdenes de una voluntad
ajena a ellos. Voluntad del capital que somete a las voluntades individuales de
los obreros individuales, para que en el proceso de trabajo se ajusten al plan
prefijado por el mando único del capitalista.
El
uso de la máquina, la cooperación, la división del trabajo social, bajo la
forma capitalista de producción, se corresponde a las directrices de la
planificación privada. Todo se tiene que ajustar a las intenciones del
autócrata. Este “ajuste”
de la operatividad de los diferentes factores es, de esta manera, despótico.
Resulta así que este despotismo es inherente a la producción capitalista misma.
Pero
de todas las mercancías que el capitalista compra para ser consumidas en el
proceso productivo hay una de la cual no tiene garantizada la suma obediencia.
Por esto en el mismo proceso de producción existe un conflicto, una contradicción
que se expresa en “…que el
vendedor de la fuerza de trabajo es, por definición, un hombre libre (sino, no
podría venderla); y que el comprador de esta mercancía, para disponer de su
valor de uso -el trabajo- debe disponer de la voluntad del hombre libre como su
«cosa» durante el tiempo por el cual le ha sido vendida es fuerza de trabajo.
Siendo el hombre libre e indivisible, entra a la producción como no-propietario
de su fuerza de trabajo (que acaba de vender), pero también como hombre libre
que piensa, sin cuyo pensamiento su fuerza de trabajo no puede convertirse en
trabajo, es decir en valor de uso para el capitalista que la adquirió”
(Gilly 1980; p. 33).
Esta
contradicción ha generado las más groseras y las más sutiles formas de
disciplinamiento. Disciplinamiento que no puede ser saldado en un acto
inaugural sino que necesita ser reproducido constantemente. Esta acción de
vigilar y castigar no se origina en la ambición de poder inherente al ser
humano sino que emerge como una necesidad (ahora sí inherentes) que tienen las
clases dominantes de controlar las condiciones de producción para proyectarles
sus intereses.
5.
Estos
pocos elementos planteados respecto a la producción capitalista pueden mostrar
cómo “el capital es un
producto colectivo [porque] no puede ser puesto en movimiento sino por la
actividad conjunta de muchos miembros de la sociedad y, en último término, sólo
por la actividad conjunta de todos los miembros de la sociedad”
(Marx-Engels 1973; p. 52).
En
el “Manifiesto“, Marx y Engels llegan a la
conclusión de que el capital no es una potencialidad personal de su
propietario, sino que es “una
fuerza social” (p. 52). Lo que ocurre entonces, es que esta fuerza
social, esta capacidad transformadora del trabajo social, es apropiada por el
capital.
No
es que la humanidad no se haya dado los medios para superar el estado de
escasez para mejorar lo penoso del trabajo y de la vida; lo que sucede es que
esos medios están cubiertos por la forma de capital, y se plantea como único
objetivo su valorización. Todo lo que aumente la eficacia del proceso de
trabajo no es sino el aumento de la eficacia en la acumulación privada. En las
crisis esta esencia se muestra en su plenitud, se tensan todas las contradicciones.
Las tendencias a la concentración y a la centralización de los capitales, la
tendencia a la proletarización y pauperización de capas humanas cada vez más
extensas se acrecientan. El trabajo es cada vez más social en tanto que la
apropiación es cada vez más privada.
El
trabajo es cada vez más social porque la masa de desposeídos, desprovistos de
cualquier forma de ganarse la vida que no sea mediante la venta de su propia
capacidad de trabajar, es cada vez mayor. La proletarización de las clases
medias, de los profesionales, de los pequeños comerciantes, de los pequeños
productores independientes arrastra a cada vez más personas al trabajo en gran
escala, a la cooperación a gran escala, a esa interrelación mutua que aniquila
las viejas formas del trabajo independiente y de escasa productividad.
El
fenómeno de la cooperación (tal como definimos antes) no ha hecho más que
extenderse desde que surgió con la manufactura. La mayor división del trabajo
hace más interdependiente cada trabajo parcial, y por lo tanto éste es cada vez
más social. El proceso de maquinización también hizo su aporte. La
incorporación de tecnología ha aumentado la productividad y la división del
trabajo hasta límites extremos simplificando las tareas. Este desarrollo de las
fuerzas productivas de la humanidad no ha redundado en un proceso de trabajo
menos penoso sino que ha traído como consecuencia -a raíz de su carácter
capitalista- tareas más repetitivas, monótonas y sistemáticas. Este proceso
tampoco ha aportado al aumento del nivel de vida de los trabajadores en
términos relativos al aumento de la productividad.
En
crisis como las actuales estas tendencias actúan violentamente asumiendo formas
de pauperización absoluta de grandes contingentes. La apropiación privada del
producto del trabajo social hace que el desarrollo tecnológico y el aumento de
la productividad se conviertan en herramientas de mayor explotación y
disciplinamiento. El alto desarrollo de la división social del trabajo, de la
maquinización, de la planificación del trabajo, de la cooperación, etc. que han
aumentado la capacidad material de superar la escasez y la vida dedicada al
trabajo y brindan la posibilidad de una expansión mayor de las capacidades
humanas chocan contra la mezquina forma de atributo del capital. Si de lo
que trata es de pensar cómo eliminar definitivamente los problemas
fundamentales que se derivan de la sociedad capitalista (empobrecimiento
generalizado, explotación, embrutecimiento, etc.) tenemos que apuntar al nudo
de la cuestión: la propiedad bajo su forma capitalista. Se hace necesario
transformar este tipo de propiedad. El programa que se deriva de esto se funda
en la transformación de la forma capitalista de las fuerzas productivas para
que cobren una forma colectiva. Y esto es lo constitutivo del proyecto
marxista.
Referencias
Adolfo
Gilly (1980): Sacerdotes y Burócratas, Era México
Karl
Marx (1991): El capital, Libro Primero, Vol. II, Siglo XXI, México
Marx
y F. Engels (1973): Manifiesto del partido comunista, Anteo, Bs. As.
Raniero
Panzieri (1980): “Sobre el uso capitalista de las máquinas, en AA. VV. La
división capitalista del trabajo, Cuadernos de Pasado y Presente nº 32, México
Fuente: https://kmarx.wordpress.com/2018/07/17/el-manifiesto-el-trabajo-y-la-revolucion/