Por Geraldine Colotti
El
historiador británico Eric Hobsbawm (1917-2012), no ha tenido la oportunidad de
conocer de cerca a Venezuela, pero seguramente le habría dado ideas originales
para sus análisis sobre “el siglo de las utopías en América Latina”. Y por eso,
en el volumen Viva
la Revolución, publicación póstuma, no hay capítulos dedicados a la
patria de Bolívar. Sin embargo, en la introducción, su amigo Leslie Bethell
cuenta del interés del historiador por el proceso bolivariano. Hobsbawm, atento
hasta el último momento de su vida sobre el “potencial revolucionario” de
Latinoamérica, “atosigaba de preguntas” a Richard Gott, autor de un estudio
sobre los movimientos guerrilleros en América Latina, de una historia sobre
Cuba y de una biografía de Hugo Chávez. Luego del golpe del 12 de abril del
2002, Hobsbawm mandó a Richard una postal que decía simplemente: “¿La Bahía de
Cochinos de Chávez?”.
Como se sabe, en ese
entonces, el pueblo hizo retornar a Chávez al cargo de presidente como lo
habían elegido, obligando al jefe de la Fedecamaras, Pedro Carmona Estanga –
desde entonces llamado “Pedro el Breve” - a una apresurada fuga de su dictadura
que duró sólo 48 horas. Pero, no por esto, el imperialismo USA ha disminuido
los ataques a Venezuela, así como no ha dejado de tejer complots contra Cuba.
“¿La Bahía de Cochinos de
Maduro?” Por eso podría preguntarse Hobsbawm mirando hoy a Venezuela, que
aparece como una fortaleza asediada por todos los lados.
Las quintas columnas del
imperialismo, lamentablemente, ya han penetrado, para minar desde adentro las
frágiles instituciones de un país – laboratorio encaminado por los senderos
menos recorridos por el “siglo de las utopías”. Los dos grandes aliados –
Brasil y Argentina – son nuevamente víctimas de voraces y seculares apetitos. Hasta
el círculo más cercano – el de los países del ALBA – no goza de buena salud.
Para desestabilizar Cuba, Venezuela y Nicaragua, el Senado USA ha puesto en el
balance para el 2019 una asignación de 15, 25 y 5 millones de dólares para
“promover la democracia”, respectivamente en los tres países.
Las palabras de Lenin Moreno,
sucesor de Rafael Correa en la presidencia del Ecuador, evocan peligrosamente
aquellas del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, precursor y abre
caminos de los Estados Unidos y de las derechas venezolanas contra el
socialismo bolivariano: ambos piden “nuevas elecciones”, deslegitimando así las
instituciones venezolanas y el gobierno de Maduro.
Los mismos requerimientos han
sido dirigidos a Daniel Ortega en Nicaragua, re-electo a la presidencia con más
del 72% de los votos. El ataque al sandinismo nicaragüense se disfraza de
buenas intenciones, aquellas de las que está notoriamente pavimentado el camino
hacia el infierno. Armar a las “maras” y a los grandes grupos de delincuentes
por las mismas manos que han llevado al país al abismo luego de haber destruido
la última revolución del siglo pasado: un ejemplo insoportable luego de las
elecciones de Ronald Reagan a la presidencia de los Estados Unidos.
La derrota de la revolución sandinista,
como la de la primavera de Allende en Chile, sirven como advertencia a
Venezuela y a aquellas nuevas experiencias que, como la Bolivia de Evo, caminan
en el mismo horizonte. También en 1984, luego de la victoria de Daniel Ortega y
del FSLN, la administración Reagan decidió no reconocer los resultados con
pretextos análogos a aquellos adoptados contra el proceso electoral en
Venezuela: la no participación en las elecciones de Arturo Cruz, candidato de
la Coordinación Democrática (de oposición).
Mientras tanto, los Estados
Unidos continuaron armando a los Contras y, en 1985, un Reagan envalentonado
por un segundo mandato decretó el embargo comercial a Nicaragua. Quien tiene la
edad para hacerlo, recordará también que en ese entonces la CIA dinamitó los
puertos de Nicaragua e incendió los depósitos de petróleo en el puerto de
Corinto. Recordará también que, entonces, los mercenarios Contras fueron
definidos “Combatientes por la libertad”, en una grotesca inversión de sentido
que continúa a caracterizar la propaganda de guerra actual, típica de aquel
“mundo al revés” descrito por Galeano, capaz de presentar a los victimarios
como víctimas y viceversa.
Aquella estrategia de
agresiones llevó a los Estados Unidos a la instalación de nuevas bases militares
en Honduras, Costa Rica y El Salvador. Y continuó avanzando como una aplanadora
no obstante el escándalo del Irangate, que mostraba la implicación de la
administración Reagan en los financiamientos ocultos a los mercenarios Contras.
Pero en ese entonces, existía la Unión Soviética, y los Estados Unidos fueron
condenados por la Corte Internacional de Justicia a indemnizar a Nicaragua por
las violaciones sufridas. De todas maneras, los Estados Unidos se rehusaron a
reconocer el veredicto, renovado una vez más en 1987, y hasta ahora desatendido
no obstante el reclamo de Nicaragua.
Lamentablemente, la historia
es conocida. La contrarrevolución produjo sus efectos nefastos en 1990, cuando
Violeta Chamorro ganó las elecciones y abrió las puertas al abismo en el que
cayó el país. Las almas bellas que hoy quieren sacar al gobierno de Ortega por
la fuerza, por lo menos, tienen la memoria corta y la misma gran dosis de
hipocresía, lista a apoyar las “revoluciones” sólo cuando se trata las de
“colores” de los Estados Unidos o de la Unión Europea.
¿El sandinismo no funciona y
Ortega ha cumplido su período? Que se construya una alternativa y se lo
mande a casa con el voto. ¿Por qué en Europa si tiras una piedra te meten a la
cárcel y la “violencia” es perseguida, mientras que se la celebra contra lo
instituido en otros países? Por arrogancia neocolonial: aquella que lleva a
digerir todas las fechorías de los países imperialistas y a buscar la “quinta
pata al gato” a aquellos que resisten, abandonados por el silencio cómplice de
la izquierda “puritana” de los países europeos.
Así, las redes sociales se
inflaman de indignación por el twitt de Nicolás Maduro que, como jefe de
Estado, felicita por las elecciones de Erdogan en Turquía: el verdugo Erdogan,
como saben todos los comunistas turcos, los compañeros kurdos y la oposición
antimperialista digna de este nombre. Esto lo tenemos claro. Pero Italia ha
recibido a Erdogan con todos los honores, así como lo han hecho los países de
la Unión Europea, los mismos que, por el contrario, han sancionado en modo
unánime la “dictadura” en Venezuela. Una “dictadura” en la que cualquiera puede
insultar al presidente, organizarse en modo violento, ir por el mundo pidiendo
la invasión armada del propio país, organizar el sabotaje económico y el
mercado negro...
Los Estados Unidos y la Unión
Europea están imponiendo a Venezuela un bloqueo económico-financiero similar al
que todavía está vigente contra Cuba. Impiden la adquisición de medicinas
fundamentales y alimentos. ¿Dónde están los defensores de los derechos humanos
en esta circunstancia? ¿Por qué la defensa de los “rebeldes libios” o de los
sirios justifica la alianza geopolítica con los Estados Unidos, Francia, Gran
Bretaña y además con el ISIS, mientras regresa a la “pureza de los principios”
cuando los países que se orientan al socialismo tratan de salir del lugar en el
que, también por nuestra impotencia, han sido abandonados?
Por lo menos dos trampas
deberíamos evitar: adoptar sin filtros la lógica geopolítica (que lleva a
confundir la camisa negra de los fascistas con la roja de los comunistas), y
usar el vestido de la abstracción de quien, sin memoria de la historia y de la
lucha de clases, pontifica sin mover una paja.
En Venezuela está en curso un
acalorado enfrentamiento entre diversas instancias del poder constituyente y
algunos componentes del poder constituido, que arriesgan hacer presión a quien
quisiera ponerse las alas hacia el nuevo mundo. Dinámicas que escapan a los
sabiondos de los teclados, incapaces de ver lo que ocurre bajo su propia casa o
en sus propias fronteras.
Desde las fronteras de
Venezuela, se prepara una nueva agresión. Las maniobras se han puesto en marcha
con la operación “América Unida”, con la que el año pasado el Brasil del
golpista Temer ha abierto la puerta a ejercicios conjuntos con las Fuerzas
Armadas de los Estados Unidos. Consentir a fuerzas militares de un país
extranjero penetrar en los propios confines nacionales debería ser considerada
alta traición. Pero, en la retórica que prevalece, se ha tratado de ejercicios
con fines “humanitarios”, dirigidos a la prevención de catástrofes y otras
eventuales emergencias: en este caso, la “emergencia prófugos venezolanos” para
la que el generosísimo Trump y la todavía más generosa Europa de los muros ya
han destinado fondos para apoyarla.
Y desde algunos días – como
han documentado los analistas de la Misión Verdad - ha llegado a la ciudad de
Cúcuta, en la frontera entre Colombia y Venezuela, un contingente de “Cascos
blancos”. Un desembarco que llega luego de la nueva gira cumplida en América
Latina por el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence. Trump ha pedido a
la Colombia de Iván Duque (pupilo de Álvaro Uribe) y al resto de los gobiernos
latinoamericanos, aislar a Venezuela. Colombia ya es peón de la OTAN. Brasil y
USA han firmado un acuerdo que permite a los Estados Unidos poseer la base
militar de Alcántara, al este de las costas venezolanas.
La llegada de los Cascos
Blancos a una zona como la de la Guajira colombiana, en la que desde hace años
está un curso una verdadera catástrofe humanitaria, provocada por las políticas
neoliberales de Bogotá, es fruto de un acuerdo entre el expresidente colombiano
Santos y el argentino Macri que se vale del apoyo criminal de la OEA y de los
gobiernos neoliberales de América Latina y de Europa.
“¿La Bahía de Cochinos de
Nicolás Maduro?”
La historia enseña. En
Venezuela como en Cuba, el árbol obstinado del pueblo está todavía en pie. Y continúa
mirando hacia el horizonte.
Traducción Gabriela
Pereira
Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/193884