Roberto
Carlos Palacios / Cátedra Che Guevara – Venezuela
Correo
Electrónico: revolucionomuerte.info@gmail.com
Twitter:
@catedrache
Empieza a expresarse un
fenómeno digno de mención, la descalificación de la crítica. El Presidente de
la República dice que es una moda y un show, y hay pichones de fascista que
dicen que es traición, tildan de miserables a los que se expresan y sosiegan su
espíritu fascista diciendo que la crítica es un atentado a la unidad
revolucionaria.
El Presidente dice que cree
más en el intelectual colectivo que es el pueblo como si eso negara la
necesidad de la crítica, al contrario, es el intelectual colectivo el principal
crítico, y cada día con más fuerza interpela al gobierno.
¿Acaso alguien puede pensar
que a la señora que no recibió más nunca la quimioterapia le paga la derecha
para que critique? ¿Son traidores y contrarevolucionarios los que critican en
las colas, en los autobuses que no llegan y se abarrotan de gente que deja su
salario sólo en abordarlos diariamente, o aquellos que lo hacen desde familias
fragmentadas por la migración? ¿Le hacen el juego a la derecha y están contra
la unidad los que critican o los que desde los privilegios se distancian de las
necesidades del intelectual colectivo que es el pueblo? La realidad es más
cruda y terrible que mil críticas juntas.
Decimos todo esto porque lo
consideramos un deber, exponemos nuestros argumentos a favor del necesario
proceso de rectificación desde la concepción de José Martí al referirse a la
crítica:
“Críticar es el ejercicio del criterio.
Destruye los ídolos falsos, pero conserva en todo su fulgor a los dioses
verdaderos. Criticar, no es morder, ni tenacear, ni clavar en la áspera picota,
no es consagrarse impíamente a escudriñar con miradas avaras en la obra bella
los lunares y manchas que la afean; es señalar con noble intento el lunar
negro, y desvanecer con mano piadosa la sombra que oscurece la obra bella.
Criticar es amar.”
Este es el espíritu y la
letra de estas palabras, nuestro objetivo. El proceso político que defendemos
es hermoso, no obstante, no todas las acciones que emprendemos para llevarlo a
cabo son las adecuadas, la crítica es enmienda; se impone dejar a un lado la
indiferencia y adoptar una participación activa y comprometida, que incluya la
crítica.
Lo cierto es que mucho se
habla por estos días de la crítica, de los que critican, las supuestas
intenciones de la crítica, pero poco se habla de sus objetivos, contenido o
importancia.
No se puede descalificar una
crítica por la forma o por el autor, se debe analizar además el contenido de la
crítica. Cuando la derecha se hace eco de críticas que se hacen desde el campo
revolucionario al Gobierno Bolivariano, no sólo hay que ver si la crítica se
hizo para consumo y uso de la derecha, se debe analizar si hay asideros en la
crítica, en su contenido. En las actuales circunstancias debemos ser más
agudos, revisar por ejemplo si la falta de crítica profunda no está siendo
usada por la derecha y el imperialismo para profundizar la división en el campo
revolucionario, porque mientras se discute en la superficie si este o aquella
es de la derecha o saltó la talanquera, el contenido de las críticas queda en
segundo plano o en el limbo, y el resultado es que la derecha gana dos veces:
la primera porque distancia y crea división, y la segunda, porque no se
rectifica ni se analiza el contenido de lo criticado.
Ahora bien, algún incauto
pensará que este escribidor está tratando de defenderse por adelantado para
poder criticar, o que más bien está defendiendo a algún traidor saltador de
talanqueras, a esos incautos les respondemos que se trata de ir a la causa
primigenia del problema, que para nosotros es reivindicar el rol que tiene la
crítica como arma revolucionaria. Veamos para más señas un ejemplo.
Margaret Thatcher, en ningún
caso puede ser señalada o sospechosa de comunista, defensora de la revolución
ni nada parecido, al contrario, fue una de las artífices del establecimiento
firme del neoliberalismo, responsable de la nefasta combinación del aumento de
la productividad del trabajo y el descenso del salario real de los
trabajadores, dos aspectos fundamentales en la lucha del modo de producción
capitalista contra la baja tendencial de la tasa de ganancia, ley que
inexorablemente se cumple a pesar de que al unísono se diga que Marx y el
marxismo auténtico son cosas del pasado.
La Dama de Hierro, como le
dicen, reconoció en público que la Unión Soviética era capaz de derrotar al
capitalismo global, cosa que a la luz de lo que estamos planteando sobre la
crítica sería inconcebible para muchos. Thatcher dio un discurso en 1991 en
Estados Unidos, conociendo ya el destino que le esperaba a la primera
Revolución Socialista del mundo, desde Houston-Texas dijo:
“La URSS es un país que supone una seria
amenaza para el mundo occidental. No me estoy refiriendo a la amenaza militar,
en realidad ésta no existía. Nuestros países están lo suficientemente bien
armados, incluyendo el armamento nuclear. Estoy hablando de la amenaza
económica. Gracias a la economía planificada y a esa particular combinación de
estímulos morales y materiales (…) Si añadimos a esto los enormes recursos
naturales de los que dispone la Unión, con una gestión racional de la economía,
son más que reales las posibilidades que tiene de expulsarnos del mercado
mundial.” (1)
A Margaret Thatcher no le
asustó hablar de la economía planificada, de la combinación adecuada de
estímulos morales y materiales, y nosotros todavía seguimos pensando que los
empresarios privados son la respuesta a las distorsiones económicas que ellos
mismos crean. Thatcher habla de las fortalezas de su enemigo estratégico sin
complejos, y nosotros no somos capaces de reconocer nuestras propias
fortalezas.
Esto llevado a nuestra
realidad nos induce a pensar ¿por qué si el Estado Venezolano genera y controla
el 95 % de las divisas de la nación, se las entrega a los empresarios privados
para que distorsionen la economía, generen centrífugas de divisas y sostengan
el mercado ilegal de divisas? ¿Es acaso un disparate que se pretenda planificar
la economía integralmente desde el control que se tiene de las divisas? Hasta
Margaret Thatcher entendería que lo hiciéramos, lo combatiría pero lo
entendería como nuestra fortaleza, entonces por qué no lo hacemos…
Perdonen si estas líneas
parecen jactanciosas, pero el problema no somos los que criticamos, con los
cuales además se justificaría más un acercamiento que con la derecha
responsable de quemar gente por ser humildes, por parecer chavistas (como si se
tratara de una especie animal “inferior”), el problema a fin de cuentas es
tener la profundidad ideológica para dar los pasos necesarios para construir
una sociedad justa, y eso no es posible sin el socialismo, eso no es posible a
partir de híbridos capital-socialistas, no se puede tener contentos al lobo y a
las ovejas, la renta no alcanza para generar empresarios patriotas (la mayoría
no produce y no pasan de ser ensambladores o importadores, o empresarios con
procesos productivos altamente ineficientes y dependientes de las materias
primas e insumos en manos de la nación), que no es más que sustituir unos
empresarios financieros y comerciales por unos supuestamente productivos. No
alcanza para eso y a la vez para aliviar las consecuencias sociales con las
misiones.
Aprendamos de la historia, ya
Alberto Adriani, Uslar Pietri, Medina Angarita intentaron construir una
burguesía nacional capaz de insertarse en el mercado global más allá de la
exportación de divisas, nuestra única posibilidad es el Socialismo, sobre el
cual hay que hablar en extenso, pero que no puede existir sin la propiedad
social que permita el impulso de la conciencia social a través de herramientas
como el trabajo productivo voluntario para recrear en la realidad las nuevas
relaciones de trabajo socialistas, con indicadores concretos de avance, metas
de producción y la participación de los dirigentes dando su ejemplo de
conducta, así toda la patria sería una inmensa escuela creadora de conciencia
contra la cual ninguna guerra, ni económica, ni de la generación que sea
tendría posibilidad de éxito.
En última instancia, cada uno
tomará su decisión, a cada compatriota que lee debemos decirle como Fidel a
Nikita durante la Crisis de los misiles: “Usted
puede convencerme de que estoy equivocado, pero no puede decirme que estoy
equivocado sin convencerme”.
Es Socialismo o la Nada.