Por
Juan Manaure
Luego
de las declaraciones del Presidente Nicolás Maduro, trasmitidas el domingo 17
de noviembre de 2019 en el programa de José Vicente Rangel, donde señaló que la
dolarización parcial de la economía es por un lado una “válvula de escape”, y
por el otro que “aporta al despliegue y recuperación de las fuerzas
productivas”, no nos queda sino preguntarnos, ¿quién ganó las elecciones
presidenciales en 2018? Cuando recordamos cómo, con toda razón despotricaban
desde el PSUV sobre Henry Falcón y su demagógica y pro imperialista propuesta
de dolarización, sorprende ver cómo, cuando apenas ha transcurrido poco más de
un año desde la última elección presidencial, el candidato vencedor aplica,
aunque de manera implícita, el plan económico del derrotado.
Antecedentes
La profundización de la
política de conciliación de clases y el viraje hacia una política abierta de
liberalización económica, son hechos que veníamos denunciando desde Lucha
de Clases durante los últimos años, sin embargo, cuando el 28
de diciembre del 2017 la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) aprobó la ley de
promoción a la inversión extranjera, y cuando posteriormente derogó la ley
sobre el régimen de ilícitos cambiarios, se hizo más que evidente la tendencia
pro burguesa que imperaba en el gobierno del PSUV.
Dicha perspectiva fue la
base política para el llamado que realizamos a la izquierda en general,
particularmente al PCV y el PPT, a sumarse al planteamiento de construir una
alternativa revolucionaria que permitiera a al movimiento obrero y popular,
disputar el poder en las elecciones presidenciales de mayo del 2018, partiendo
de la defensa de un programa revolucionario alineado con los intereses de los
trabajadores/as, jóvenes y demás sectores populares. Lamentablemente, por
diversas razones estas organizaciones subestimaron la magnitud de la bancarrota
política del gobierno y los riesgos de la profundización de la misma, y
acompañaron la candidatura para la reelección del actual Presidente Nicolás
Maduro, en lugar de plantear un candidato alternativo.
Es así
como, viviendo el peor año en materia económica, política y social de nuestra
historia, algunos partidos siguieron tomados de la mano de un gobierno gestor
de dicha crisis. Un gobierno que además ya había dado señales de bonapartismo,
al irrespetar hasta las más elementales reglas de la democracia burguesa, como
por ejemplo, el desconocer las victorias de Ángel Prado y Régulo Reina en los
municipios Simón Planas (Lara) y Libertador (Monagas) respectivamente, a pesar
de haber contado con el respaldo de la mayoría de los votos.
Luego de un quinquenio
que deja como saldo una catastrófica caída de casi el 50% del PIB, con una
hiperinflación de más de 130.000% en el año 2018, el candidato vencedor
prometió “lealtad y futuro”, recuperación, crecimiento y prosperidad económica,
sin embargo, ha aplicado en los hechos un plan de ajuste fiscal en
correspondencia con las indicaciones de los asesores burgueses chinos y rusos.
El
ajuste no decretado
Después de que el
gobierno negó durante meses a través de sus voceros oficiales el papel de la
inyección de liquidez sobre la aceleración de la inflación, y luego de tratar
de ratificar o de explicar mediante sus opinadores, expertos, analistas y
otros, que la llamada inflación inducida era consecuencia únicamente del
llamado ataque a la moneda, el mismo presidente Maduro admitió que la excesiva
liquidez monetaria, consecuencia a su vez de la emisión de dinero inorgánico
por parte del gobierno, tuvo un impacto inflacionario. Esta declaración la
realizó para tristeza de algunos expertos, como Juan Carlos Valdez o Pasculiana
Curcio. Hablando claro y raspao, la maquinita de imprimir billetes del BCV, sin
ningún respaldo en un crecimiento real de la economía y de las reservas
internacionales, fue como gasolina para la ya incediada inflación rampante.
Frente a dicho
problema había dos salidas, la revolucionaria y la liberal. O se expropian
todas las palancas de la economía bajo control obrero y se establece el
monopolio del comercio exterior; o se aplica un brutal paquete liberal monetarista;
es decir, se actúa con y a favor de la clase trabajadora o con y a favor de las
transnacionales, empresarios y terratenientes. El tiempo nos dio la razón, el
gobierno, como alertamos, optó por estos últimos.
El plan del gobierno
partía de tres objetivos que eran impracticables de manera conjunta: derrotar
la inflación, controlar el tipo de cambio y fortalecer el ingreso de la clase
trabajadora. Como el gobierno optó por un ajuste monetarista, congeló el
salario de los trabajadores/as por varios meses, redujo la cantidad de bonos y
aumentó el encaje legal bancario, limitando el crédito comercial, recientemente
más utilizado para comprar dólares en el mercado paralelo que para la inversión
productiva, y afectando inclusive los límites de las tarjetas de créditos y
hasta la posibilidad de acceder a un simple credinómina, todo ello para
intentar drenar la liquidez monetaria, es decir, contraer la circulación de
dinero en la calle reduciendo la emisión de dinero inorgánico.
Luego, con la liberación
cambiaria, la devaluación cotidiana se convirtió en una carrera entre los
marcadores paralelos del dólar y el marcador oficial del BCV, que en más de una
ocasión llegó a superar los marcadores no oficiales. Este desastre cambiario
aumentaba la inflación, ya que la mayoría de los productos y servicios que se
consumen en el país son importados, y los que no, igual comenzaron a tasarse en
dólares para protegerse de la devaluación, al punto que hasta los vendedores de
chucherías del metro de Caracas han comenzado a fijar algunas de sus ofertas en
dólares. De hecho, la inflación ha marchado más rápido que las devaluaciones,
lo que ha ocasionado que muchos precios en el país superen los precios
internacionales.
Esta política generó que los
sectores laborales con menor capacidad de negociación y con direcciones
sindicales y obreras más cooptadas, como es el caso del sector público, fuesen
groseramente precarizados, viéndose obligados a renunciar en masa, resultado
que a la luz de los acontecimientos, era el esperado y parte de la política de
ajuste para reducir el déficit fiscal, una de las metas planteadas por el
Presidente en una alocución en la ANC, “déficit fiscal cero”, dijo en aquella
oportunidad. Ahora sabemos cuál ha sido una de las estrategias para lograr dicho
objetivo.
Por lo tanto, la declaración
del domingo pasado no hace sino confirmar, que este gobierno es capaz de
aplicar parcialmente y en “cámara lenta”, el programa de gobierno del candidato
opositor a las elecciones presidenciales en 2018, Henry Falcón, derrotado en
esa contienda, quien planteaba una dolarización total de la economía.
Esta afirmación la podemos sostener
tomando en cuenta que el gobierno ha sido capaz de ejecutar las siguientes
medidas: una velada y parcial privatización de algunos sectores de la industria
petrolera a través de “asociaciones estratégicas”, con transnacionales
como la norteamericana Chevron, la Rusa Rosneft y la China CNPC; otorgar
concesiones en sectores estratégicos como minería, gas y petróleo, con
condiciones desfavorables para la república, a empresas nuevas y sin
experiencia en el sector; la indexación de los créditos comerciales a tasas en
dólares y la autorización del cobro en dólares de los alquileres, entre otras,
sobre las cuales profundizaremos en próximos artículos.
Estas medidas son llevadas adelante por
el gobierno, como una fórmula para intentar paliar el impacto del bloqueo
norteamericano pero, como hemos visto y vivido, las mismas benefician a los
empresarios y de hecho no contribuyen a mejorar la economía nacional ni a la
clase trabajadora y popular.
Este escenario
plantea un gran dilema al resto de la izquierda venezolana. ¿Cuál será su
posición respecto al gobierno de aquí en adelante? No sólo en el plano
electoral, sino también en el plano político. Nuestro llamado sigue en pie.
Debemos construir una alternativa revolucionaria para la clase trabajadora y
los sectores populares con un programa capaz de ganar, entusiasmar y movilizar
a las grandes mayorías de trabajadores/as y jóvenes para defender sus
intereses, disputar el poder y completar la revolución, hoy traicionada.