Por Isaac Bigio
Ninguno de los 5 últimos grandes imperios
americanos (aztecas, incas, haitiano, mexicano y brasileño) fue liderado por
una reina. Solo varones llegaron a dirigir éstos, así como a los cientos de
puestos de distintas formas de virreyes, dictadores castrenses e integrantes de
juntas militares.
La primera mujer en llegar a una presidencia en las Américas fue
Isabel Perón quien el primero de julio de 1974 llegó a ese cargo pues ella era
la vicepresidenta electa que reemplazó a su marido Juan Domingo Perón quien
falleció tras 8 meses de haber sido electo mandatario argentino. De allí en
adelante ha habido varias damas que han llegado a ser presidentas, pero todas
ellas por la vía constitucional. La mayor parte de estas señoras ganaron
elecciones y unas pocas fueron nominadas por sus respectivos parlamentos.
Sin embargo, desde el 12 de noviembre en Bolivia tenemos a la
primera presidenta de facto que haya tenido el hemisferio occidental. Ella es
Jeanine Añez Chávez, quien se posesionó del palacio de gobierno pasando por
encima de la constitución y basándose en el aparato policial militar. Durante
su breve mandato tiene un promedio de al menos dos muertos de bala por cada día
en el poder.
Ella sencillamente se saltó todas las normas constitucionales y la
cola de la sucesión presidencial. Según la carta magna boliviana mientras la
Asamblea Legislativa no discuta y acepte la renuncia del presidente, éste sigue
en su puesto. En caso de que avale su carta de dimisión la línea de sucesión va
al vicepresidente electo, luego a la presidencia del Senado y finalmente a la
presidencia de los diputados. Añez no ocupaba ninguno de esos puestos, como
tampoco la primera vicepresidencia de la cámara de senadores o de diputados.
Ella simplemente era la segunda vicepresidenta del senado. Sin que
esta cámara o la asamblea legislativa tengan quórum (pues al menos un 70% de
sus integrantes estaban ausentes), ella decidió colocarse la banda presidencial
con el aval de una decena de senadores.
Añez tampoco es una persona popular. Ella no fue reelecta en su
cargo de senadora del departamento del Beni en las elecciones generales del 20
de octubre. Su partido solo recibió el voto de uno de cada 25 electores que
fueron a sufragar en esa fecha. El 96% restante lo hizo por otros candidatos o
votando nulo o blanco.
Añez nunca ha comandado una gran manifestación popular. Cuando ella
llega se proclama presidenta en el balcón presidencial hay apenas pocos
individuos en la Murillo, la plaza mayor de La Paz, que van a respaldar su
ascenso. En cambio, pocas horas antes la policía no dejó acercarse a dicha
plaza a más de 60,000 personas que vinieron marchando más de 15 kilómetros
desde la ciudad de El Alto pidiendo que ella no fuese nominada como presidenta
pues todos ellos la consideran una “racista”.
En los dos días que van entre el domingo 10 en que Evo Morales
presenta su carta de renuncia a la presidencia y el martes 12 en qué Añez se
pone la banda presidencial, Bolivia fue el único país del mundo sin gabinete,
ministros, jefe de Estado y jefe de Gobierno. Todo el poder recae en el alto
mando militar. Ante éste Añez le demandaba en dicho lapso que apoye la
represión policial.
Lo primero que Añez ha hecho es autorizar al ejército y la policía
a reprimir duramente y se ha comprometido a que nadie luego pueda ser procesado
por excesos o violaciones a los derechos humanos. Ha salido a condenar a
quienes están contra su ascensión al poder como “subversivos” y “sediciosos”.
Solamente el viernes 15, a 3 días de llegar al sillón presidencial,
sus fuerzas militares mataron de bala a unos 8 manifestantes. La policía ha
capturado a varios vocales del Tribunal Supremo Electoral y ha maltratado o
gasificado a periodistas, así como a la anterior presidenta del senado y a
varios parlamentarios de la mayoría congresal. Sin embargo, esta
misma fuerza no ha arrestado a ninguno de los paramilitares que incendiaron las
casas del entonces presidente Evo Morales, de su hermana, del presidente de los
diputados, y de varios gobernadores y autoridades.
Añez tampoco ha dado una fecha para las elecciones generales que ha
dicho que ha de convocar y pide que su antecesor Morales vaya a la cárcel.
Ella nunca participó en ninguna elección presidencial y también no
fue reelecta en su curul en los comicios generales del 20 de octubre. Su
partido no llega ni al 2.5% de la asamblea legislativa electa en esa fecha.
Añez no ha obedecido la carta magna. Ella no ha sido electa ni por
el pueblo ni por el parlamento. Es más, el congreso ya ha electo nuevos
presidentes para las cámaras de senadores y de diputados, todos quienes no le
reconocen como presidenta.
Hoy la única fuente de apoyo que Añez tiene son las fuerzas armadas
y policiales, además de grupos empresariales y todo el aparato que le brinda
EEUU.
No sabemos cuánto tiempo alguien podrá durar en esas condiciones en
la silla presidencial. Por el momento a los altos mandos castrenses les
conviene tenerle a ella al frente pues si un general volviese a reclamar la
presidencia ello provocaría un mayor estallido social y una condena
internacional.
Mientras tanto, Añez
podrá garantizar su paso a la historia y al libro Guinness de los récords. Ella
ya tiene un título con el cual va a poder ser recordada durante generaciones:
la primera mujer que llega a ser una dictadora en las Américas.