A propósito
del libro de Thomas Coutrot
Por Juan
Sebastian Carbonell
[En el
discurso patronal y gubernamental, a menudo, liberar el trabajo,
quiere decir liberar el capital de las obligaciones del derecho laboral y
favorecer la autorregulación de las empresas. A diferencia de este discurso,
Thomas Coutrot sostiene que la liberación del trabajo puede ser un futuro
deseable del que la izquierda debería apropiarse. CT]
La
organización capitalista del trabajo transforma las actividades productivas en
un trabajo molesto, es decir, peligroso para los cuerpos y los espíritus. Los
testimonios sobre el sufrimiento en el trabajo son legión. De alguna manera, la
ola de suicidios en las empresas solo es la expresión más extrema de este
fenómeno. Para el autor, no hay nada que esperar del Estado:
“La estrategia
del Estado emancipador fracasó. En su versión socialdemócrata se hundió en el
acompañamiento al neoliberalismo. Su visión leninista engendró una pesadilla
peor que el capitalismo”.
Mejor aún:
para cambiar la sociedad, hay que cambiar el trabajo: “No es suficiente
producir más riqueza: es necesario determinar cuál y producirla de otra forma”.
Es un criterio inapelable: ninguna corriente del movimiento obrero del siglo XX
pensó formas verdaderamente emancipadoras del trabajo y, paradójicamente, es la
patronal la que habría obtenido el monopolio del discurso sobre la organización
del trabajo.
No se producirá el fin del trabajo
En la primera
parte del libro, Thomas Coutrot traza una retrato de la situación del trabajo y
de las personas asalariadas hoy en Francia apoyándose en sus propios trabajos
en la Dares 1/ y también en los trabajos más
recientes de economía y sociología del trabajo.
Lo propio del
trabajo es su inventiva: incluso en los contextos obligatorios en los que está
prescrita, cuyo ejemplo paradigmático es el trabajo industrial, hay
improvisación y creación de reglas autónomas e informales. En esto, el trabajo
puede ser una actividad satisfactoria o como dice Marx, desarrollar plenamente
las capacidades humanas. Pero las estadísticas de Ministerio de Trabajo citadas
por el autor dicen que que el trabajo solamente contribuye al bienestar de un
tercio de las personas activas en Francia, mientras que contribuye al malestar
para la mitad.
Además los
accidentes laborales y los problemas de salud -mental o física, contribuyen a
que el trabajo se vea como una actividad penosa. Finalmente, la empresa
neoliberal habría desplazado, inclinando las reformas gubernamentales a su
favor, el eje de las relaciones profesionales desde la sección a la propia
empresa, favoreciendo la autoridad de la patronal en las opciones
organizativas. Uno de los ejemplos es la introducción de nuevas tecnologías que
degradan las condiciones de trabajo y de salud de las personas trabajadoras
como sucede con el reconocimiento de voz en los almacenes de logística, bien
documentado en los medias y en la sociología del trabajo.
¿Qué lugar
ocupa el trabajo en una economía en la que una de sus tendencias es la
automatización del trabajo? En contra de los lugares comunes mediáticos y
políticos -desgraciadamente compartidos por una parte de la izquierda 2/ - Thomas Coutrot realiza un
cuadro exacto de la extensión y de las consecuencias de la automatización del
trabajo. Da un ejemplo esclarecedor: los cajeros automáticos y el desarrollo
del comercio en línea hicieron temer la desaparición de miles de empleos; sin
embargo, el empleo en el sector del comercio aumentó más del 20%.
En realidad,
en el plano macroeconómico, “en general, las fases de aceleración de la
productividad coinciden con un crecimiento aún más rápido de la producción; por
tanto, del crecimiento del empleo”. Sin duda, con ello no quiere decir que
algunos oficios no estén en peligro de extinción debido a la automatización de
ciertas tareas; simplemente quiere decir que no se producirá el fin del
trabajo.
Desde la
izquierda que se reclama de Marx, el “fragmento sobre las máquinas” de sus
Gründrisse, ha alimentado su discurso sobre el fin del trabajo. Recordemos con
Thomas Coutrot que se trata de un manuscrito de Marx que no tenía un enfoque
demostrativo (al contrario que El Capital), en el que buscaba poner sobre el
papel sus propias reflexiones. Michael Heinrich invita con razón a una lectura
prudente del “fragmento” e incluso ve este texto como un manuscrito en el que
Marx comete varios errores que, finalmente, corregirá en El Capital 3/.
Para quienes
sostienen el fin del trabajo, Marx defendería en este texto que con el
desarrollo de los medios de producción, el tiempo de trabajo ya no sería la
medida del valor y que habría una desconexión entre trabajo y riqueza social.
Sin embargo, a pesar del desarrollo de los medios de producción, hay una
permanencia inmediata del trabajo. El trabajo podrá ser reducido al mínimo en
ciertas industrias -como en las industrias manufacturera-, pero siempre está
presente de una forma u otra:
“Nada se produce sin trabajo humano: incluso en las
fábricas más automatizadas, es necesario personal para poner en marcha,
supervisar y reparar las máquinas” .
En las
industrias de producción en serie, el trabajo también está presente en la
medida en la que automatización, a menudo, solo redistribuye el trabajo
concreto.
Se constata
también una extraña convergencia entre los discursos de la patronal sobre la
innovación tecnológica de las Gafam (acrónimo de Google, Amazon, Facebook,
Apple y Microsoft) y los discursos de algunos marxistas sobre el capitalismo
cognitivo y el trabajo digital 4/. Ambos están de acuerdo en decir que
estas empresas extraen sus beneficios del trabajo gratuito suministrado
por quienes los usan. Sin embargo, el autor recuerda que la mayor parte de los
beneficios de grupos como Google o Facebook no provienen del trabajo digital gratuito
de quien los usa sino de la renta pagada por las empresas anunciantes.
Como lo recuerda
Nick Srnicek, la mano de obra gratuita que serían las y los
usuarios de las plataformas digitales solo es una fuente, entre muchas otras,
de la producción de datos 5/. Además, se pregunta Srnicek, si las
interacciones sociales en Internet pueden ser asimiladas a una forma de
trabajo, ¿dónde están los encargados? ¿Cómo se mide el tiempo de ese trabajo?
¿Cuáles son las formas de racionalización del proceso de producción?
Los debates
más o menos metafísicos alrededor del trabajo de las y los usuarios de
Internet, paradójicamente, enmascaran el verdadero trabajo detrás de las
plataformas: el de los micro-trabajadores y trabajadoras, documentado
recientemente por Antonio Casilli, con una remuneración de algunos céntimos por
esas micro-tareas, sin embargo, necesarias para el buen funcionamiento de los
algoritmos 6/.
Estas críticas
dirigidas a quienes sostienen el fin del trabajo, sean de izquierdas o de
derechas, son beneficiosas. No obstante, no compartimos sus palabras cuando
afirma que algunas plataformas podrían desempeñar un “papel social y ecológico
útil” como AirBnb o BlaBlaCar.
Por una parte,
favorecen la extensión de la mercantilización de algunos aspectos de la vida
cotidiana como compartir trayectos de viaje o la vivienda y más recientemente,
“experiencias” como una velada compartida entre amistades o rituales religiosos
indígenas. Por otra parte, lejos de estar en un posición de compartir, quienes
vendes estos servicios a través de plataformas buscan encontrar una fuente de
ingresos para paliar los bajos salarios 7/. En resumen, las plataformas pueden
tener efectos nefastos, como es el caso de AirBnb que contribuye a vaciar los
centros de las ciudades de sus habitantes 8/.
Los errores de la izquierda sobre el trabajo
Dos corrientes
de la izquierda se reparten el discurso sobre el trabajo: una corriente
productivista y partidaria de la organización científica del trabajo y una
corriente cooperativista-autogestionaria preocupada por la democracia en el
trabajo.
Para Thomas
Coutrot, esta división remite a la tensión presente en Marx entre un enfoque
emancipador y un enfoque crítico con el trabajo. Para el primer Marx, libre de
la división del trabajo, el trabajo permitía el desarrollo de las facultades
humanas, mientras que para el segundo Marx, el trabajo sería lo que caracteriza
al dominio de la necesidad, lo que hace de la lucha por la reducción del tiempo
de trabajo el corazón de la lucha de los trabajadores y trabajadoras. Es
especialmente este último Marx el que ha sido leído por la izquierda del siglo
XX.
Robert Linhart
mostró cómo la joven Rusia soviética abrazó el taylorismo, visto como una forma
de sacar el país del marasmo económico y como un medio para recuperar el
“atraso” económico del país 9/. En Europa del Oeste, el movimiento
comunista se alinea con Moscú y defiende que la organización científica del
trabajo (OCT) es un sistema aprovechable para el movimiento obrero porque
iguala las condiciones de trabajo:
“La abolición
de la libertad en el trabajo anuncia el triunfo de la libertad en la
sociedad...”
Ni la
izquierda productivista, ni la izquierda autogestionaria se plantearon
seriamente la cuestión de la organización del trabajo, de su contenido y de la
democracia en la producción. Sin embargo, Thomas Coutrot recuerda que algunas
corrientes de la patronal quisieron repensar la organización del trabajo de
modo diferente a los principios tayloristas 10/. La escuela de recursos humanos es
uno de sus principales ejemplos. Las experiencias llevadas a cabo por Elton
Mayo muestran que prestar atención al personal trabajador hace aumentar la
productividad. Igualmente, el psicólogo Kurt Lewin demuestra que cuando la plantilla
decide las modalidades de organizar la producción, estas decisiones pueden ser
mejores que las de la dirección. Más recientemente, el discurso sobre la
“empresa liberada” quiso erigirse como una alternativa al leanmanagement (Gestión
de proyectos sin pérdidas. NdT) y a sus nefastas consecuencias sobre las
personas asalariadas.
Reducción de
las prerrogativas de la dirección, más autonomía en el entorno del trabajo y
más responsabilidades para las personas asalariadas son algunas de las
características de estas “empresas liberadas”. Sin embargo, la palabra de las
personas asalariadas solo se “libera” en la medida que converja con los
intereses del accionariado. En realidad, la mayoría de los modelos alternativos
de la empresa chocan con el poder accionarial. En los diferentes ejemplos
estudiados por el autor, “la asimetría entre capital y trabajo se mantiene”.
Sin embargo, estos diferentes modelos de gestión representan para Coutrot “un
avance no insignificante” para pensar en la organización del trabajo.
¿Qué política para el trabajo?
En la última
parte del libro, Thomas Coutrot propone una política del trabajo.
El movimiento obrero (partidos y sindicatos) habrían prestado poca atención a
la cuestión del contenido del trabajo mismo. Habría sido incapaz de pensar un
trabajo que no sea el “trabajo fraccionado”, centrándose, sobre todo, en el
precio de la subordinación salarial y –en el momento de mayor poder– en el
tiempo de trabajo. ¿Cómo se explica esto?
Para el autor,
las razones de la incapacidad de la izquierda para pensar otra forma de trabajo
son, más que nada, teóricas. Apoyándose en la relectura de Marx de Moishe
Postone, dice que la izquierda se habría quedado prisionera de una concepción
del trabajo y del capitalismo en la que los dos están imbricados: el trabajo
depende del crecimiento del capital y la clase trabajadora depende del
capitalismo para sobrevivir. El trabajo, en lugar de estar en la raíz de la
superación del capitalismo, es uno de sus principales engranajes. Además,
volviéndose abstracto, el trabajo domina al personal trabajador de manera
impersonal y objetiva.
Thomas Coutrot
se une a una larga tradición de de trabajos sobre la “crítica del trabajo” 11/, para las que el movimiento obrero,
incluyendo las corrientes revolucionarias, son prisioneroa de la abstracción
del trabajo. Los “estados obreros” del siglo XX, aunque ya no son economías
capitalistas, no habrían abolido la abstracción del trabajo. Al contrario, la
habrían impulsado más lejos.
La democracia
política y la democracia económica (es decir, la democracia en los centros de
trabajo) parecen opuestas en el discurso dominante. La primera se pararía en la
puerta de las empresas en nombre de la eficacia económica. Sin embargo, el
autor recuerda que no solamente la información circula más libremente en una
organización horizontal, sino que cuanto más igualitaria es una organización,
más eficiente resulta . Además, el autoritarismo de la esfera económica se difundiría
en la esfera pública. Cuanto menos autonomía tiene la gente asalariada, menos
participa en la vida pública de su comunidad. Algunos trabajos han comenzado a
mencionar el posible vínculo entre el ascenso de la extrema derecha y las
transformaciones del trabajo 12/. Thomas Coutrot va en la misma
dirección comparando el voto para el Rassemblement national y la autonomía del
trabajo en los ayuntamientos que más votaron a Marine Le Pen. Más que cualquier
“inseguridad cultural”, sería la inseguridad económica y las condiciones de
trabajo degradadas del sector asalariado popular las que favorecen la
abstención y el ascenso de la extrema derecha.
Sin embargo,
las propuestas del autor suscitan prudencia en varios puntos. En varias
ocasiones, destaca el hecho de que las organizaciones horizontales son más
eficaces económicamente. Sin embargo, la búsqueda de esta eficacia económica
solo puede ser justificada en el marco de la competencia entre empresas.
¿Precisamente, una verdadera crítica al trabajo abstracto no tendría que
defender más bien la búsqueda de otras finalidades? Si es necesario defender
los efectos cualitativos del trabajo en el mundo social y no en una empresa guiada
exclusivamente por la búsqueda de beneficios, esto únicamente puede entrar en
contradicción con la existencia del accionariado y la propiedad de la empresa.
De la misma forma, Thomas Coutrot no dice nada sobre la forma en que estos
islotes de organizaciones horizontales pueden y podrán sobrevivir en un océano
de trabajo abstracto.
En lugar de
democratizar el trabajo democratizando la sociedad, de entrada, sería necesario
intentar democratizar el trabajo -transformando las fábricas en laboratorios de
participación democrática- para democratizar la sociedad. Sin embargo, las
propuestas del autor parecen claramente insuficientes para poder establecer una
verdadera política del trabajo. Para él, sería necesario que el comité de
empresa (convertidos hoy en comité social y económico) disponga de derecho a
veto sobre las decisiones de la empresa o que negocie con el accionariado una
“acuerdo permanente sobre los objetivos fundamentales de la empresa”.
Sin embargo,
cabe recordar que la historia de la representación de la parte asalariada en la
empresa muestra que nunca hubo un verdadero modelo de “control obrero” en
Francia; aparte de raras excepciones (como los delegados obreros en la
seguridad de las minas a finales del siglo XIX), la patronal 13/ veía con muy malos ojos
cualquier cuestión planteada por el sector obrero sobre la organización del
trabajo. El propio autor dice que “(las instituciones) del capitalismo tienen
como característica fundamental encerrar el trabajo vivo en el puño de hierro
del trabajo abstracto”. La gobernanza democrática de la empresa que menciona el
autor parece incompatible con la existencia misma de patronales y
accionariados.
Democratizar
la sociedad democratizando el trabajo no puede limitarse a reducir el tiempo de
trabajo. También hay que cambiar “la forma cómo el tiempo transcurre en el
trabajo”, como dice Simone Veil citada por Coutrot. Pero el lugar que concede
este último al tiempo de trabajo puede causar asombro. A menudo, la
organización del tiempo de trabajo no se limita a una simple división entre
tiempo en el trabajo y fuera del trabajo, entre un tiempo sometido a la
organización científica del trabajo y un tiempo liberado del trabajo. Más bien,
las transformaciones del tiempo del trabajo hacen que este debe ser pensado
como un marco temporal más amplio que incluya el tiempo fuera del trabajo y
otras temporalidades sociales.
Para muchas
personas asalariadas la jornada de trabajo ya no tiene sentido. Las
modificaciones del tiempo de trabajo estos últimos años van hacia la
flexibilidad y una disponibilidad temporal mayor, convirtiendo el tiempo fuera
del trabajo en un tiempo potencialmente trabajado según las necesidades de las
empresas. En este sentido, las reivindicaciones sobre el tiempo de trabajo no
se reducen a pedir reducir el tiempo durante el que estás sometido a la
autoridad patronal, sino también a pedir que el trabajo no se apropie
libremente de los cuerpos y los espíritus.
En fin, para
Thomas Coutrot, existen resistencias a la abstracción del trabajo;
especialmente, el trabajo colaborativo y el care (www.care.com/es). El
trabajo colaborativo usado por las comunidades de hackers han producido
experimentos interesantes de organización horizontal del trabajo. Algunas
experiencias de trabajo colaborativo pueden ser origen de comunes, es decir, de
experiencias colectivas a compartir alrededor de reglas más o menos explícitas 14/.
En cuanto a la
ética del cuidado, desde el punto de vista del autor, esta es una forma de
resistencia a la abstracción del trabajo. Llama al reconocimiento y a su
democratización. Sin embargo, ¿cómo el cuidado va a poder resistir su puesta en
venta en el marco del mercado laboral bajo la forma de nuevos empleos
feminizados del sector terciario, y por tanto a su dominación por el trabajo
abstracto, sin que eso implique una vuelta delcuidado a la esfera doméstica?
El libro de
Thomas Coutrot es una aportación importante a los debates sobre el lugar del
trabajo en la sociedad. Las reformas gubernamentales de los últimos años van
hacia una autorregulación de la empresa, reforzando las prerrogativas de la
patronal en la organización del trabajo. Con la idea de democratizar el
trabajo, transformando lo lugares de trabajo en laboratorios de democracia,
rehabilita una una tradición injustamente olvidada por el movimiento obrero.
Además, a
contracorriente de las fuerzas políticas que anuncian de forma ritual el fin
del trabajo, Coutrot sitúa el trabajo en el centro de la sociedad. Esta
centralidad es para él de orden antropológico. “El trabajo está en el origen
del vínculo social” porque es la cooperación en el trabajo la que crea ese
vínculo. A pesar del malestar que provoca hoy (despidos, paro, enfermedad
profesional, etc.), el trabajo sigue creando sociedad. Quizás hay que agarrarse
a esta centralidad para convertirla en una palanca hacia la transformación de
la sociedad.
Thomas Coutrot, 2018, Libérer le travail. Pourquoi la gauche s’en moque et pourquoi ça doit changer, Paris, Seuil, 2018.
Notas
2/ Juan Sebastian Carbonell, 2018, “La sociologie implicite du Comité
invisible”, L’Homme & la Société, n° 208, p. 249-268.
3Michael Heinrich, 2013, “The ‘Fragment on Machines’
: A Marxian Misconception in the Grundrisse and its Overcoming
in Capital”, en Bellofiore Riccardo, Starosta
Guido et Thomas Peter D. (dir.), In Marx’s Laboratory. Critical
Interpretations of Grundrisse, Leiden, Brill, p. 197-212.
4/ Kylie Jarrett, 2018, “Des salaires pour
facebooker” : del feminismo a la cyber-explotación -entrevista con Kylie
Jarrett”, Période : URL : http://revueperiode.net/des-salaires-pour-facebooker-du-feminisme-a-la-cyber-exploitation-entretien-avec-kylie-jarrett/
6/ Antonio A. Casilli, 2019, En attendant les robots. Enquête sur le travail du clic, Éditions du Seuil.
7/ Alexandrea J. Ravenelle, 2017, “Sharing
economy workers: selling, not sharing”, Cambridge Journal of Regions,
Economy and Society, Volume 10, Issue 2, p. 281-295, https://doi.org/10.1093/cjres/rsw043
8/ Johanna Dagorn, Matthieu Rouveyre, 2018, “La mixité sociale en
prise avec la réalité AirBnb”, Fondation Jean Jaurès.
10/ El autor recuerda también que no es ningún “altruismo lo que
motiva la “humanización” del taylorismo , sino que las huelgas obreras obligan
a la patronal a actuar o o porque busca nuevos métodos de aumentar la
productividad del trabajo.
11/ / Alastair Hemmens, 2019, The
Critique of Work in Modern French Thought. From Charles Fourier to Guy Debord,
Palgrave Macmillan.
12/ /Violaine Girard, 2013, “Au-delà du vote FN. Quels rapports à la politique parmi les classes populaires
périurbaines?”, Savoir/Agir, vol. 26, no. 4, p. 23-27.
13/ / Jean-Pierre Le Crom, 2003, L’introuvable démocratie
salariale : le droit de la représentation du personnel dans l’entreprise, 1890-2002,
Paris Syllepse.
14/ / Esta teoría aunque seductora está mal ilustrada por el autor.
Toma la gestión de la alcaldía de Barcelona por Ada Colau como un ejemplo de
defensa de los comunes, gestión criticada por los movimientos sociales a la
izquierda de Podemos.