Homar Garcés
Los capitalistas siempre han sucumbido ante la
incertidumbre que les causaría una eventual bancarrota. Esto los impulsa a
mantener e incrementar su flujo constante de ganancias, de manera que se ven
obligados a multiplicar las fuerzas de producción, reproducir la innovación
tecnológica del momento en sus empresas y aprovechar al máximo la fuerza y la
experiencia acumulada a través del tiempo de los trabajadores; lo mismo que
explotar a un bajo costo los recursos naturales de las naciones periféricas y
transformar sus materias primas en una amplia variedad de mercancías.
Esta situación tiende a incrementarse, aun cuando
existen indicios que hacen prever lo contrario, especialmente al considerarse
el surgimiento de un nuevo tipo de economía que ya muchos comienzan a denominar
la economía digital, en otros casos, comercio electrónico, economía uber o
economía colaborativa; lo que implica un nuevo estadio de estudios respecto a
la vigencia del sistema capitalista a nivel mundial.
En la actualidad, muchas personas en todo el
planeta, sobre todo en los países con economías depauperadas, han comprobado en
carne propia que la alegre y algo irracional presunción existente a finales del
siglo XIX en relación a que el sistema capitalista forjaría las condiciones de
un mundo sin hambre ni penurias de ningún tipo carece de fundamentos sólidos.
No obstante, pocos advertirían durante el último siglo transcurrido que esta
supuesta riqueza de la sociedad en general únicamente conseguiría desarrollarse
destructivamente, como llega a concluir Karl Marx en El Capital, su obra
cumbre: “La producción capitalista sólo desarrolla la técnica y combinación del
proceso de producción social minando a la vez la fuente de toda riqueza: la
tierra y los trabajadores”.
Adentrados en el siglo XXI, nuestro mundo
contemporáneo, de una u otra forma, ha comprobado la veracidad de las
determinaciones hechas por Marx respecto al capitalismo, a pesar de
corresponder a épocas distintas, pero ambas impregnadas por la misma lógica del
capital. Hoy, la alta concentración de capitales en manos de una minoría que
triplica los presupuestos de algunas naciones (lo que conduce generalmente a un
mayor índice de desempleo y a una alta depreciación de los salarios de los
trabajadores), la privatización en auge de las redes de comunicación, la
autoridad global ejercida por las grandes corporaciones transnacionales en
detrimento de las soberanías nacionales, la industrialización de la
agricultura, la devastación creciente, irracional e indetenible de los
ecosistemas existentes, y la dinámica impuesta por la globalización neoliberal
han acabado por instaurar una brecha, al parecer infranqueable, entre la
riqueza obscena que dicha minoría exhibe a diario y la miseria de una población
mayoritaria, son los rasgos más notorios que podrían tomarse en cuenta a la
hora de juzgar si los aportes científicos de Marx resultan obsoletos e
inapropiados para captar y tratar de cambiar lo que ocurre en las distintas
esferas de la vida social.
Se debe entender, comprender y discernir que el
sistema y la lógica del capital implican la puesta en marcha de un proyecto
ilimitado de crecimiento, lo que ha desembocado en el resurgimiento de formas
de explotación del trabajo que, aparente y formalmente, habían desaparecido de
la faz de la tierra, como la esclavitud y la servidumbre de niños, las que
refutan de alguna forma los premisas “democráticas” enarboladas desde siempre
por los apologistas del capitalismo.
Citado por Max Seitz en su análisis “200 años de
Karl Marx: 4 ideas del ideólogo de la Revolución rusa que siguen vigentes a
pesar del fracaso del comunismo”, el pensador marxista Jacques Rancière,
profesor de filosofía de la Universidad de París VIII, concluye que "el
proletariado, lejos de enterrar el capitalismo, lo mantiene con vida.
Trabajadores explotados y mal pagados, liberados de la mayor revolución
socialista de la historia (China), son llevados al borde del suicidio para que
Occidente pueda seguir jugando con sus iPads. Mientras tanto, el dinero chino
financia a un Estados Unidos, que de otra manera estaría en bancarrota".
Con Marx, podríamos adherirnos a la propuesta de lo
que debiera verse y constituirse entre los sectores populares como la
asociación de productores libres e iguales, con arreglo a un plan común
encauzado a transformar de raíz las relaciones sociales de producción y, junto
con éstas, las relaciones de poder que hacen posible la existencia del Estado
burgués liberal y el capitalismo. Todo lo cual tendría que concretarse de un
modo constante -y sin dogmas que encorseten el esfuerzo para conseguirlo- en la
emancipación integral y la autorreproducción democrática de los sectores
sociales.
https://www.alainet.org/es/articulo/193491