Eduardo Camín-CLAE
En épocas de
crisis, el hombre tiende a crear puentes entre una realidad ingrata y hostil en
algo ideal. Sin duda forma parte de ese equilibro social que trasciende la
razón, en esa necesidad de disminuir los factores negativos y aumentar los
positivos. Tal vez, será por eso, que en la vida diaria aceptamos como ciertas
muchas cosas que, después de un análisis mas riguroso, nos parecen tan llenas
de evidentes contradicciones, que solo un gran esfuerzo de pensamiento nos
permite saber lo que verdaderamente no es lícito creer. Al menos así me sucede
al leer este Informe de la OIT; entre el poder creer y querer creer; Perspectivas sociales y del empleo en el mundo 2018:
Sostenibilidad medioambiental con empleo.
El lado sabroso de la noticia es la
creación a nivel mundial, de 24 millones de nuevos empleos de aquí a 2030 “si
se ponen en práctica las políticas adecuadas para promover una economía más
verde”. Según el Informe los nuevos empleos serán creados a través de la
adopción de prácticas sostenibles en el sector de la energía, incluyendo
cambios en la combinación de fuentes de energía, la promoción del uso de
vehículos eléctricos y la mejora de la eficiencia energética de los edificios.
Los servicios ecosistémicos, que
incluyen la purificación del agua y el aire – la renovación de los suelos y la
fertilización, el control de las plagas, la polinización y la protección contra
las condiciones climáticas extremas – apoyan, entre otros, la agricultura, la
pesca, la silvicultura y el turismo, que emplean a 1.200 millones de
trabajadores. La OIT sostiene que el incremento previsto de la temperatura hará
que el estrés térmico sea más común, sobre todo en la agricultura.
Esto puede causar
problemas de salud como el agotamiento o el golpe por calor. El informe estima
que, a nivel mundial, el estrés térmico causará una pérdida de dos por ciento
de horas trabajadas de aquí a 2030 debido a las enfermedades. “Las conclusiones de nuestro informe ponen de manifiesto que los
empleos dependen en gran medida de un ambiente saludable y de los servicios que
proporciona. La economía verde puede permitir que millones de personas más
superen la pobreza, y proporcione mejores medios de subsistencia para esta
generación y las futuras. Este es un mensaje muy positivo, una oportunidad en
un mundo de opciones tan complejas”, declaró Deborah Greenfield,
Directora General Adjunta de la OIT, durante la presentación.
A nivel regional, habrá una creación
neta de puestos de trabajo en las Américas, Asia y el Pacífico y Europa
representando unos 3 millones, 14 millones y 2 millones de empleos
respectivamente, gracias a las medidas adoptadas en la producción y uso de
energía. El Informe indica que la mayoría de los sectores de la economía se
beneficiarán de la creación neta de empleos: de los 163 sectores económicos
analizados, sólo 14 experimentarán pérdidas de empleo de más de 10.000 puestos
de trabajo a nivel mundial. 2,5 millones de empleos serán creados en la
electricidad basada en fuentes de energía renovable, compensando la pérdida de
unos 400.000 puestos de trabajo en la generación de electricidad basada en
combustibles fósiles.
Seis millones de empleos pueden ser
creados gracias a la transición hacia una ‘economía circular’, la cual incluye
actividades como reciclar, reparar, alquilar y refabricar, sustituyendo el
modelo económico tradicional de “extraer, fabricar, usar y desechar”.
Si bien, en algunos casos, las
medidas para hacer frente al cambio climático pueden producir pérdidas de
puestos de trabajo a corto plazo, sus consecuencias negativas pueden ser
reducidas gracias a la adopción de medidas apropiadas. El informe insta a crear
sinergias entre las políticas de protección social y las medioambientales que
apoyan tanto los ingresos de los trabajadores como la transición hacia una
economía más verde. Una combinación de políticas, que comprendan las
transferencias en efectivo, una seguridad social más sólida y límites en el uso
de los combustibles fósiles, daría lugar a un crecimiento económico más rápido,
mayor creación de empleo y una distribución del ingreso más justa, así como a
menores emisiones de gases de efecto invernadero.
Los países deberían adoptar medidas
urgentes a fin de anticipar las competencias necesarias para la transición
hacia economías más verdes y ofrecer nuevos programas de formación. La
transición hacia sistemas agrícolas más sostenibles creará empleos en las granjas
orgánicas, medianas y grandes, y permitirá a los pequeños productores
diversificar sus fuentes de ingresos, en particular si los agricultores poseen
las competencias adecuadas.
La otra cara del
informe
Sin lugar a duda lo verde vende, pero
está inmerso en una economía que, contrariamente a lo que su nombre indica, no
tiene nada de “verde”, más allá de los dólares que esperan ganar con la misma
aquellos que la promueven.
Y es que la nueva ofensiva del
capitalismo global por privatizar y mercantilizar masivamente los bienes
comunes tiene en la economía verde a su máximo exponente y principal
socio. Justamente en un contexto de crisis económica, una de las estrategias
del capital para recuperar la tasa de ganancia consiste en privatizar los
ecosistemas y convertir “lo vivo” en mercancía.
En esta coyuntura
es normal en la dinámica del capitalismo que aparezca, una nueva cara de la
moneda fomentada por las investigaciones para el desarrollo de energías “limpias” adjetivadas alternativas o renovables,
como respuesta dentro del marco de una economía social de mercado.
Las elites
políticas y las empresas transnacionales, dueñas de la producción de energía,
buscan trasladar en sus pueblos el siguiente mensaje: somos responsables y debemos comportarnos con un rigor ejemplar
frente a los desafíos del cambio climático. Su nuevo
credo es producir neveras, coches, aerosoles, reciclables y/o poco
contaminantes. Empresarios que apuestan por el futuro de las nuevas
generaciones. Esta nueva visión de empresarios “verdes altruistas”, nos llama la atención, de la noche
a la mañana han dejado de ser capitalistas y buscan un mundo mejor.
Pero este altruismo muestra en su
praxis otra realidad, ya que han instrumentalizado las energías renovables y
transformado una alternativa en mercancía. En estos años no sólo no se ha
conseguido frenar el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, parar la
deforestación… sino que, por el contrario, estos procesos no han hecho sino
agudizarse e intensificarse.
Una crisis medioambiental que
evidencia la incapacidad del sistema económico para sacarnos del “callejón sin
salida” a la que su lógica del crecimiento sin límites, del beneficio a corto
plazo, del consumismo compulsivo… nos ha conducido. Y esta incapacidad para dar
una “salida” real, la hemos visto claramente detrás de cada una de las cumbres
del clima de Copenhague (2009), Cancún (2010), Durban (2011) o en la cumbre
sobre biodiversidad en Nagoya (Japón en 2010), Varsovia (2013) o la COP21 de
Paris (2016) etc., donde se han acabado anteponiendo intereses políticos y
económicos particulares a las necesidades colectivas de la gente y al futuro
del planeta.
En dichas cumbres se han planteado
falsas soluciones al cambio climático, soluciones tecnológicas, desde
nucleares, pasando por los agrocombustibles hasta la captura y almacenamiento
de CO2 bajo tierra, entre otras, medidas que intentan esconder las causas
estructurales que nos han conducido a la crisis ecológica actual,
Los vínculos estrechos entre aquellos
que detentan el poder político y el económico explican esta falta de voluntad
para dar una respuesta efectiva. Una solución real implicaría un cambio
radical en el actual modelo de producción, distribución y consumo, en una
palabra, enfrentarse a la lógica productivista del capital. Tocar el núcleo
duro del sistema capitalista. Y quienes ostentan el poder político y económico
no están dispuestos a ello, a acabar con su “gallina de los huevos de oro”.
La economía verde sólo busca hacer
negocio con la naturaleza y la vida. Se trata de la recolonización de los
recursos naturales, aquellos que aún no están privatizados, y busca transformarlos
en mercancías de compra y venta.
Sus promotores son, precisamente,
aquellos que nos han conducido a la situación de crisis en la que nos
encontramos: grandes empresas transnacionales, con el apoyo activo de gobiernos
e instituciones internacionales. Aquellas compañías que monopolizan el mercado
de la energía (Exxon, BP, Chevron, Shell, Total), de la agroindustria
(Unilever, Cargill, DuPont, Monsanto, Procter&Gamble), de las farmacéuticas
(Roche, Merck, Bayer), de la química (Dow, DuPont, BASF) son las principales
impulsoras de la economía verde.
Su sistema se fundamenta en el
consumo ligado a la rentabilidad. Buscan obtener el máximo provecho de la
energía sea solar, eólica, acuífera o proveniente de la biomasa. Hoy
contamos con múltiples empresas privadas que ven en el calentamiento del
Planeta un gran negocio y por ello impulsan megaproyectos en el campo de estas
energías, en connivencia con el capital financiero y para ello cuentan con la
complicidad de gobiernos.
Las presas hidroeléctricas, los postes
eólíticos y las agroindustrias latifundistas de biocombustibles son las nuevas
oportunidades, ya que de ellas se derivan patentes, innovaciones y
subproductos, utilidades reinvertidas para seguir expoliando y desbastando el
Planeta.
A veces el deseo de creer es tan
poderoso que desplaza los criterios habituales del realismo y la lógica,
independientemente de las fuentes de comunicación, o de su prestigio, asistimos
a un nuevo ataque a los bienes comunes del Planeta, legitimando unas prácticas
de una economía que se tiñe de verde, pero en definitiva se mancha de rojo.
* Periodista
uruguayo, exdirector del semanario Siete sobre Siete. Miembro de la Asociacion
de Coresponsales de prensa de la ONU. Redactor Jefe Internacional del
Hebdolatino en Ginebra. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis
Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)