Gilberto
López y Rivas
La
Jornada
El almirante Kurt W. Tidd, jefe
del Comando Sur de Estados Unidos, compareció el 15 de febrero de este año ante
el Comité Senatorial de Fuerzas Armadas [Senate Armed Service Committee] de ese
país, y para esa reunión elaboró un documento no clasificado [de acceso
público], en el que presenta su posición respecto a condiciones, actores y
variables actuales o posibles que afectan o están relacionadas con la seguridad
y defensa [de Estados Unidos, obviamente] en el área bajo su
responsabilidad que abarca 31 países de América Central, Sudamérica y el
Caribe.
El documento exhibe –detrás de la retórica de la supuesta defensa de la
democracia, la ayuda humanitaria, la lucha contra las drogas y el terrorismo–
las conocidas perspectivas imperialistas enraizadas históricamente en el
Destino Manifiesto y, para el caso de nuestro continente, en la llamada
Doctrina Monroe que, reconstituidas y remozadas, nutren las ideologías y los
imaginarios de los grupos gobernantes actuales que consideran a Estados Unidos
como la única nación indispensable, y se arrogan el derecho de
intervención militar abierta o clandestina en el ámbito planetario para
proteger sus intereses estratégicos y su seguridad nacional; esto es, el papel
de policía del mundo.
El jefe del Comando Sur expone ante el
Comité del Senado: “Todos los días, nuestros hombres y mujeres trabajan para
avalar nuestros enfoques sobre el Sur y construir una red de seguridad regional
a partir de asociaciones inclusivas y basadas en principios. […] Dependemos de
esta red para ayudar a mantener nuestra propia seguridad y defender nuestra
tierra a profundidad”. No obstante, se queja de que son insuficientes los
esfuerzos diplomáticos y en favor del desarrollo para mantener esa
red, y que la percepción de sus aliados y competidores en el área [China,
Rusia, Irán, Corea] es que Estados Unidos no está cumpliendo con sus
compromisos, renunciando a su posición estratégica y sin tomar en cuenta seriamente
los desafíos de la región. Por ello, sostiene que deben considerarse los
riesgos de seguridad para seguir prevaleciendo como poder hegemónico en este
hemisferio y evitar que una crisis disminuya la habilidad de Estados Unidos
para encarar otros cometidos aún más importantes en el ámbito
internacional.
Advierte que no es deseable para su
país abrir nuestro flanco sur a un rango variado de vulnerabilidades.
El almirante descubre que América Latina es una región de tendencias
contrastantes, a la vez positivas y preocupantes, con sociedades democráticas,
modernas, diversas, con clases medias en aumento y con militares capaces y
profesionales. Estas sociedades todavía enfrentan retos de
gobernanza [sic], que incluyen corrupción política, metas de desarrollo no
logradas, y niveles de violencia criminal impactantes, que crean espacios
permisivos para actividades ilícitas de todo tipo: el extremismo global ha
establecido una base reducida entre la población musulmana de América Latina,
reclutando activistas para que realicen ataques; la inseguridad y las
dificultades económicas continúan ocasionando un incremento de la migración y,
claro, destaca Venezuela como un riesgo permanente por su inestabilidad
interna, que puede ocasionar conmociones regionales significativas.
En este contexto, el militar devenido
en científico social de altos vuelos distingue una combinación de pruebas y
amenazas que provienen de actores estatales y no estatales que conforman redes,
como los traficantes de drogas, armas y personas; simpatizantes y militantes
terroristas, así como lavadores de dinero, quienes –se señala– usan rutas
comunes de ingreso a Estados Unidos y conducen todo tipo de operaciones en el
territorio de ese país. Curiosamente, este jefe castrense considera que los cárteles del
crimen organizado actúan como cualquier corporación trasnacional que, sin
fronteras, diversifican, descentralizan y distribuyen franquicias para
perpetrar sus acciones delictivas.
Acorde al almirante, estas redes y sus
efectos acumulativos, juegan un papel cardinal en el fortalecimiento de la
corrupción e inseguridad, y en la erosión de la fe de los ciudadanos en la
democracia y los valores democráticos básicos, especialmente en países con los
niveles de violencia criminal más altos. El almirante Tidd advierte que su país
se enfrenta, asimismo, a los desafíos tradicionales de actores estatales, y se
lamenta de que China, Rusia e Irán están cortejando a los socios
latinoamericanos y caribeños estratégicamente más importantes y apoyando
regímenes antiestadunidenses autoritarios.
De parte de China, preocupa su avance e
influencia económica en la región, así como su tecnología en telecomunicaciones
que puede usarse en la recolección de inteligencia. El papel cada vez más
visible de Rusia en el hemisferio también intranquiliza, dadas sus capacidades
cibernéticas y de inteligencia; molesta a los talantes imperiales, igualmente,
que Moscú intente cambiar falsamente el ámbito informativo de América
Latina mediante sus medios de información en español y, claro, no hace ninguna
gracia a los militares estadunidenses el acceso progresivo a puertos y espacios
logísticos, santuarios, en Cuba y Venezuela y, en suma, causa
alarma una proyección de fuerza visible [de Rusia] en el hemisferio
occidental. Las posibles actividades ilícitas de Corea del Norte en su
región inquieta a los militares, al igual que la expansión de relaciones
diplomáticas y comerciales de Irán.
Pero, las amenazas para
Estados Unidos no sólo provienen de actores estatales extrahemisféricos. Tidd
señala que en campo de la seguridad nacional: Cuba ha demostrado una clara
intención de atacar los intereses de Estados Unidos, mediante actividades de
recolección, vigilancia y contrainteligencia en países de la región. La
planeada transición política en esta primavera [se refiere a la llegada de
Díaz-Canel a la presidencia], no parece que cambiará el punto de vista de Cuba,
en el sentido de disminuir la influencia de los militares [en el gobierno] o
alterar la cooperación continua con Rusia, China y Corea del Norte, en materia
de seguridad, política y economía. Naturalmente, no podía faltar en el rango de
las amenazas, la influencia negativa de Cuba en Venezuela, de manera
notable, según el almirante, en los servicios de inteligencia y las fuerzas
armadas.
Los pueblos quedan fuera de esta visión
imperial del mundo, ausentes sus luchas y utopías; no existen como actores
protagónicos que forjan su historia, marcada por las innumerables invasiones y
agresiones militares de los defensores del mundo libre y la democracia.