El grupo alemán Bayer se convirtió este jueves en un gigante
mundial de los pesticidas y las semillas al cerrar la compra de la compañía
estadounidense Monsanto, con la intención de ofrecer una agricultura cada vez
más estimulada por la biotecnología.
La
empresa farmacéutica alemana Bayer compró por 63 mil millones de dólares a
Monsanto, el gigante estadounidense de los pesticidas, odiado por la opinión
pública debido al impacto de sus productos agroquímicos, en especial el
glifosato, sobre la salud y el medio ambiente. ¿Qué le espera a este matrimonio
comercial?
El grupo alemán
Bayer se convirtió este jueves en un gigante mundial de los pesticidas y las
semillas al cerrar la compra de la compañía estadounidense Monsanto, con la
intención de ofrecer una agricultura cada vez más estimulada por la
biotecnología.
La adquisición
por 63.000 millones de
dólares (54.000 millones de euros), la mayor jamás realizada
por Bayer en el extranjero, “conlleva un alto riesgo para la reputación, pero
también enormes oportunidades de mercado“
resume el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Bayer trató de
disipar la polémica que rodea a la empresa estadounidense al anunciar el lunes
la supresión de la marca “Monsanto”, sinónimo para sus detractores de las peores facetas de la agroquímica y
asociada a una serie de acciones judiciales.
Sobre este
aspecto, Gabriela Vázquez, coordinadora de agroecología de la ONG española
“Ecologistas en acción” explicó a RFI:
Pero la
operación es meramente cosmética: las marcas pertenecientes a Monsanto
conservarán sus nombres, como Dekalb
(semillas de maíz y colza), De Ruiter (semillas hortícolas) o Round Up, un controvertido
herbicida acusado de ser nocivo para la salud.
Bayer, que
insistió durante tiempo para convencer a Monsanto antes de lograr su visto
bueno en septiembre de 2016, quiere aprovechar las enormes oportunidades
generadas por la necesidad de producir
más en superficies limitadas.
Concentración
“Alimentar a
una creciente población mundial es un desafío a largo plazo al que queremos
contribuir”, anunció el martes el consejero delegado de Bayer, Werner Baumann,
en el diario Handelsblatt.
Bayer apuesta
por la complementariedad entre sus productos fitosanitarios y el dominio de
Monsanto en “las biotecnologías de las plantas”, según Werner Baumann, dos
ámbitos que necesitan enormes esfuerzos de investigación y desarrollo.
Pero muchas
asociaciones ecologistas temen que Bayer y sus dos competidores, DowDupont y
ChemChina-Syngenta, impongan
los productos, los precios y los estándares de calidad, mientras influyen en
las decisiones políticas entre bambalinas.
Desde el futuro
del glifosato, un herbicida muy cuestionado en Europa, hasta el de los OGM, el
porvenir del sector depende en gran medida de las futuras políticas
medioambientales y de seguridad alimentaria, con importantes diferencias
geográficas.
“Los
continentes en pleno auge son África y América Latina”, mientras que Estados
Unidos y Asia “siguen desarrollando su agricultura con preocupaciones
medioambientales”, y Europa se distingue por su hostilidad ante los OGM,
resumía el lunes el presidente de Bayer Francia, Frank Garnier.
Preocupaciones comerciales en México
Hace unos días,
el regulador antimonopolio de México informó que ordenó a la alemana Bayer desprenderse de
negocios de semillas y herbicidas, sobre todo las semillas
de algodón transgénico, como condición para aprobar la concentración de su
operación en el país.
“Sin las
condiciones impuestas, la operación reduciría de manera importante las alternativas que tienen los agricultores
mexicanos en una amplia gama de semillas y en herbicidas
no selectivos, lo que podría ocasionar mayores precios y menor innovación,
investigación y desarrollo de nuevos productos”, declaró la Comisión Federal de
Competencia Económica (Cofece).
Al
igual que en Estados Unidos y en la Unión Europea, Bayer propuso vender estos
negocios a su rival alemán BASF, empresa que a juicio del regulador mexicano
“cuenta con la capacidad e incentivos para competir de manera vigorosa en los
mercados involucrados”. BASF
va a adquirir actividades valoradas en 7.700 millones de euros.