Por Alejandro Nadal
La
historia del Mago de Oz ha pasado siempre como un divertido cuento para niños
cuyo tema central es que los milagros siempre son posibles, aun en
circunstancias difíciles. Pero pocos saben que la intención del autor, L. Frank
Baum, era escribir una alegoría política en la que los personajes representaban
segmentos de la sociedad estadounidense a principios del siglo XX.
Por ejemplo, en la
metáfora de Baum, el hombre de paja representa al campesinado y a los farmers, cuyo análisis
político es muy poco sofisticado. Por eso anda en busca de un cerebro. Por su
parte, el hombre de hojalata personifica a los obreros industriales, explotados
por políticos y líderes sindicales corruptos. Los demás personajes encarnan
otras figuras de la sociedad estadounidense y el famoso camino amarillo
simboliza el patrón oro que muchos suponían podría resguardar el valor de la
moneda y evitar las arbitrariedades de gobiernos y banqueros.
La
creencia de que el patrón oro permitiría combatir los abusos de la clase
política y de los banqueros es una de las creencias populares más aceptadas aun
en nuestros días. No es la única creencia errónea sobre el funcionamiento de la
política monetaria y casi siempre se acompaña de otro mito clave sobre el
sistema bancario: la idea de que el banco central controla efectivamente la
oferta monetaria.
La
idea básica del patrón oro es que al fijar por ley el valor de la moneda en una
fracción de ese metal precioso, el valor del instrumento monetario queda a
salvo de las manipulaciones del poder político. Supuestamente la degradación
del valor de la moneda se evita al asegurar la convertibilidad en algo
tangible, como el oro, porque las autoridades político-monetarias deben
mantener las reservas adecuadas para garantizar el valor de la moneda para tranquilidad
de todo mundo.
En
realidad un sistema basado en el patrón oro no es garantía contra las crisis y
la pérdida de valor de la moneda. Prueba de lo anterior es que durante la
vigencia de sistemas basados en el metalismo fueron frecuentes los episodios de
hiperinflación y desvalorización de la moneda. Por otra parte, la historia
demuestra que el patrón oro y otras formas de metalismo sí son una atadura para
la política monetaria. Por eso el patrón oro fue una de las principales correas
de transmisión de los efectos de la crisis de 1929 y contribuyó a extender las
consecuencias de la Gran Depresión. Los países que se regían por el patrón oro
hacían todo lo posible (incluso recurrir al proteccionismo) para evitar que el
oro saliera de sus reservas para hacer frente a sus compromisos
internacionales. La alternativa fue el ajuste interno y la deflación, y para
ello se necesitó aplicar las recetas tradicionales de austeridad, con lo que la
recesión se transformó en crisis. El patrón oro se convirtió en una máquina
para transmitir y profundizar las secuelas de la Gran Depresión. No por nada
Keynes lo llamó una bárbara reliquia del pasado.
La
idea clave del patrón oro es que la oferta monetaria debe estar atada a las
reservas del metal precioso. Pero esa idea ignora todo sobre el funcionamiento
del sistema bancario y el papel del banco central. Supone que los bancos
comerciales son simples intermediarios entre ahorradores e inversionistas en un
mítico
mercado de capitales. En ese mundo fantástico los ahorradores depositan sus ahorros en los bancos y estos prestan ese dinero a los inversionistas. El diferencial entre la tasa de interés pagada a los ahorradores y la que se cobra a los inversionistas es la ganancia de los bancos por su labor de intermediación.
Esta
idea ingenua sobre el mercado de
fondos prestablespredomina aún en análisis modernos de una economía con moneda fiduciaria, por ejemplo en economistas como Krugman. Pero esa visión no tiene nada que ver con la realidad. Lo que un banco comercial necesita es encontrar un sujeto de crédito confiable, con buen historial y, si se trata de un inversionista, con un proyecto rentable. Pasada la prueba, el préstamo se autoriza y se abre una cuenta en el banco: por eso los préstamos crean los depósitos. Cuando la actividad de los bancos lo requiere, el banco central genera las reservas necesarias para que el sistema pueda seguir operando. Esta postura acomodaticia del banco central es la clave de la política monetaria en la actualidad. El corolario es que el banco central no controla la oferta monetaria.
Si
el cuento de Baum es una alegoría política, ¿quién es el Mago de Oz? Cuando al
final Dorotea recorre la cortina y descubre a un hombrecito cuya base de poder
son los globos de aire caliente, el Mago de Oz encarna el contubernio entre
políticos y el poder financiero. Dorotea revela que los sueños de la población,
de los campesinos y obreros, pueden hacerse realidad. Sólo se requiere
descubrir la verdad del complejo entramado con el que políticos y el sector
financiero han sometido a la economía para beneficio de los especuladores.
Alejandro
Nadal es economista y miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2018/06/20/opinion/023a1eco