Por Martín Pastor
Las elecciones legislativas del 6 de noviembre en Estados Unidos
son consideradas de las más importantes de las últimas décadas. Analistas
estadounidenses e internacionales advierten un panorama de grandes cambios para
la administración de Donald Trump, ya que luego de ocho años (2011-2019) la
Cámara de Representantes vuelve a tener una mayoría demócrata. Sin embargo,
para América Latina, la relación y políticas neocoloniales no cambiarán.
La historia sugiere que independientemente de que exista una mayoría
demócrata o republicana en el Congreso, los Estados Unidos mantienen una misma
política exterior para la región; después de todo para ellos es y seguirá
siendo su ‘patio trasero’.
Tal como lo indicó en 2013 el demócrata y en ese
entonces, Secretario de Estado de Barack Obama, John Kerry, a su compañero de
partido y congresista, Gregory Meeks, en una interpelación ante el Comité de
Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes.
Meeks preguntó con preocupación sobre la
política norteamericana en la región y la respuesta ante la creciente
integración regional. El jefe de la diplomacia estadounidense dijo que “el
hemisferio occidental es nuestro patio trasero. Haremos lo posible para tratar
de cambiar la actitud de un número de naciones, donde obviamente hemos tenido
una especie de ruptura en los últimos años”, refiriéndose a los gobiernos
progresistas de la región.
Algo que no sorprende ya que los Estados Unidos no manejan una
política exterior partidista o estacional en la región sino una de subyugación
y neocolonialismo, iniciada en 1823 con la Doctrina Monroe.
Este concepto, resumido como ‘América para los americanos’,
sentaría las bases para la política exterior regional. Su objetivo era justificar
un tutelaje de los Estados Unidos sobre el hemisferio occidental para así
separarlo de la esfera de influencia de Europa. Pero fue con el Corolario de
Theodore Roosevelt en 1904, que tomaría su forma más imperialista.
Influenciado por el Destino Manifiesto, idea de que Estados Unidos
tiene un llamado divino para expandirse por el territorio, Roosevelt implementó
su ‘política del garrote’. La misma justificaba la intervención unilateral de
Estados Unidos en la región si consideraban que sus intereses o ‘seguridad’ se
veían afectados. Para el presidente norteamericano, EE.UU era una sociedad
“civilizada” y por ende, estaban llamados a “a ejercer un poder de policía
internacional”.
Es así que con esta política imperialista, la región ha sido
intervenida, invadida y manipulada por más de un siglo, justificando actoscomo la
guerra contra México (1846); bombardeos de Nicaragua (1854) y México (1914);
invasión y colonización de Nicaragua, Salvador y Honduras (1855); segregación
de Panamá (1903); invasiones de Cuba (1898, 1906 y 1961), República Dominicana
(1904), Panamá (1908 y 1989), Honduras (1924), Granada (1983); ocupaciones e
intervenciones militares en Nicaragua (1910-1933 y 1981), Haití (1915),
Republica Dominicana (1916-1924 y 1965), Panamá (1925), Guatemala (1966),
Bolivia (1967), El Salvador (1980); la imposición del Tratado Interamericano de
Asistencia Recíproca (1947); intentos o exitosos golpes de Estado en Guatemala
(1954), Cuba desde 1960, Ecuador (1963), Brasil (1964), Chile (1973), Venezuela
(2002), apoyo a dictaduras pro EE.UU. en Brasil (1964), Uruguay y Chile (1973),
Argentina (1976); Plan Colombia (2000) y el retorno de las bases militares y
programas de asistencia militar en gran parte del siglo XXI.
Si bien es una lista larga, esta ignora acusaciones y otro tipo de
intervenciones en la política local, economía y rumbo de los países, comúnmente
realizadas a través de la misión diplomática y organizaciones no gubernamentales.
Lo importante es que al comparar la conformación del legislativo estadounidense
desde 1903 hasta 2021 (Ver Gráfico) con las injerencias mencionadas
anteriormente, todas las acciones han sido ejecutadas indeterminadamente por
presidencias y congresos demócratas o republicanos. El partido y su mayoría en
el Senado o Cámara de Representantes nunca ha sido un indicador diferencial
para la región.
En 2019 una mayoría demócrata en la
Cámara de Representantes, basados en aproximadamente 100 años de historia, no
cambiará significativamente la política y trato a América Latina.
Entonces, ¿qué puede esperar la región del nuevo Congreso
estadounidense?
Como algunos analistas concluyen, los
cambios son más de forma que de fondo, uno de ellos es la probable designación del congresista demócrata,
Eliot Engel, como presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara
de Representantes.
El congresista de Nueva York ya trabajó
como miembro de alto rango en el Subcomité de la Cámara de Representantes del
Hemisferio Occidental, cuando los demócratas tenían mayoría en 2007-2010. Pero
su afiliación partidista no significa que no se aplicarán políticas
beligerantes contra la región.
Entre sus últimas acciones en contra de
la soberanía regional se destaca haber sido el proponente del proyecto de ‘Ley
de Asistencia Humanitaria y Defensa de la Gobernabilidad Democrática en
Venezuela de 2017’, una camuflada acción para intervenir en el país. Además de
ser un férvido crítico del gobierno venezolano, llegando en 2011 ha asegurar que Hugo Chávez era una “amenaza
para la región”.
Por lo tanto continuará apoyando las
sanciones en contra del pueblo venezolano y, consecuentemente, el embargo a
Cuba. Su posición hará eco al discurso del Director de Seguridad Nacional, John
Bolton, de acusar de ‘dictaduras’ a los gobiernos nicaragüense, cubano y
venezolano, denominados la 'Troika de la Tiranía'.
En el caso de Ecuador, la presión en
contra del asilo de Julián Assange en la Embajada ecuatoriana en Londres
continuará. Fue Engels, junto a la congresista Ileana Ros-Retinen, quienes
criticaron en una carta al gobierno ecuatoriano por
restablecer el acceso a Internet al fundador de WikiLeaks. Y en la misma
condicionaron a Lenin Moreno que la cooperación económica y asistencia
antinarcóticos, incluso el retorno de la Agencia de los EEUU para el Desarrollo
Internacional (USAID), que el presidente ecuatoriano tanto busca, no se logrará
sin antes “resolver el problema” de Assange.
En el caso de los "aliados"
estratégicos como Brasil, Colombia, Chile y Argentina; como ya sucedió durante
las dictaduras, se ignorará los abusos a los derechos humanos y persecuciones
políticas. Para mitigar mediáticamente, lo más probable es que se enfoquen en
‘reprender’ aquellas violaciones cometidas en contra de las minorías
sexo-genéricas. Con el nuevo gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador,
la presión para detener la migración centroamericana incrementará o estará
atada a condicionamientos en el orden económico.
Tampoco influenciarán los casos
puntuales e históricos de mujeres, grupos etarios y minorías
étnicas/religiosas que han obtenido escaños en el Congreso. Los autodenominados
‘progresistas’ estadounidenses no afectarán la política exterior ya que son más
un triunfo para las políticas de identidad de una izquierda liberal que una
muestra de una renovada ‘ola’ de democratización en el ámbito político
estadounidense.
Además el hecho que la administración
de Donald Trump haya ‘perdido’ la Cámara de Representantes no es una señal de
un cambio importante en la política norte. Nuevamente la historia muestra que
en las elecciones seccionales la ciudadanía tiende a expresar su descontento
con el presidente y su partido, votando por el contrario.
Según el American Presidencia Project,
desde 1934 el partido de un nuevo presidente electo ha sufrido una pérdida
promedio de 23 escaños en la Cámara de Representantes en las siguientes
elecciones legislativas de mitad de periodo. En el 2010, durante la
administración de Obama, los demócratas perdieron 63 congresistas ante los
republicanos.
Mientras muchos esperaban una ‘ola
azul’ en las votaciones legislativas de noviembre, esperanzados en un cambio en
la política de Donald Trump, para la región existe una política exterior
independiente de partidos y atemporal. Esta continúa aplicando doctrinas
imperialistas para dictaminar y dirigir las acciones en contra de América
Latina socavando la soberanía y porvenir de nuestros pueblos.
https://www.alainet.org/es/articulo/196751