Por Matt Vidal
La sabiduría recibida mantiene que la historia ha probado que la teoría
de Marx de la clase obrera está equivocada. Esta
afirmación gira en torno a la así llamada tesis del sepulturero.
De acuerdo con el destacado experto de las relaciones industriales Paul
Edwards, en la teoría de la clase trabajadora de Marx es central la predicción
de que «hay una tendencia inherente de la clase trabajadora a identificar y
luchar por intereses específicos de clase, en particular, el derrocamiento del
capitalismo». Para Edwards, «cualquier marxismo correcto» debe respaldar esta
tesis.[1]
De manera similar, el sociólogo Paul Thompson, cuya innovadora
investigación sobre el trabajo y el empleo se inspira bastante en los conceptos
y categorías de Marx, insistió en que su teoría no es marxista porque no
mantiene que «el proletariado será compelido a desafiar y transformar la
sociedad de clases en virtud del lugar objetivo en el sistema de producción».[2]
Y el influyente sociólogo marxista Michael Burawoy afirmó «Marx sostuvo
que había tendencias inmanentes en el capitalismo que revelarían a los
trabajadores el movimiento tras las apariencias». Burawoy concluyó que «la
historia ha mostrado que la prognosis de Marx fue inadecuada».[3]
Es cierto que en El Manifiesto Comunista, Marx y
Engels escribieron: «Lo que la burguesía produce, ante todo, son sus propios
sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente
inevitables»[4].
Pero una lectura amplia de su obra demuestra que esto fue un recurso retórico,
con la intención de incitar a la clase trabajadora a la acción, no una
predicción científica.
El Manifiesto es un panfleto político –cuya primera
edición tenía apenas veintitrés páginas– que expresa el propósito de educar y
agitar a la clase obrera. Su propia existencia asume que el desarrollo de la
conciencia de clase revolucionaria no es inevitable; si lo fuera, ¡no habría
necesidad de tal manifiesto político!
¡La declaración sepulturera aparece en una sección del Manifiesto que
presenta un esbozo de la historia comenzando con la antigua Roma y atravesando
el siglo XIX en diez páginas! La entera discusión del capitalismo e inminente,
«inevitable» revolución capitalista está articulada en tan solo seis páginas.
La ausencia de la tesis sepulturera en los escritos maduros de Marx
La tesis sepulturera está casi completamente ausente en los escritos científicos maduros de Marx. En
los tres volúmenes del Capital, que comprenden más de dos mil
páginas de texto, Marx lo discutió en una sección de tres páginas del Volumen
I, repitiendo el esbozo avanzado en las seis páginas en el Manifiesto.
En sus escritos periodísticos, incluyendo El
Dieciocho Brumario y La Lucha de Clases en Francia, Marx
fue profundamente sensible a la fragmentación de clases y al complejo conjunto
de procesos políticos e ideológicos necesarios para que unas clases basadas
estructuralmente se desarrollen en movimientos sociales con conciencia de
clase.
Sus escritos científicos maduros enfatizaron los obstáculos a
la formación de un proletariado unido y consciente de su clase, incluyendo la
fragmentación de la clase trabajadora en cuanto a la aptitud y la autoridad, la
mistificación de las relaciones de clase por las instituciones capitalistas, la
dependencia material al salario y los crecientes estándares de vida.
¿Qué fue, entonces, la teoría de Marx de la clase trabajadora?
Si la tesis del sepulturero no es central en la teoría de la clase
trabajadora de Marx, entonces ¿cuál es el núcleo de su teoría de la clase
trabajadora?
Llamar al proletariado la clase revolucionaria, sepulturera del
capitalismo, fue, como Hal Draper observó, «no una descripción de eventos
actuales» sino más propiamente una designación del proletariado como «una clase
con el potencial histórico de hacer una revolución»[5].
Mientras que la revolución burguesa concentró el poder en las manos de una
clase minoritaria, la revolución proletaria transferiría el poder a una clase
representante de la mayoría.
Marx propuso que el capitalismo está basado en una estructura de clases
consistente en una pequeña clase capitalista y una gran clase trabajadora que
abarca la inmensa mayoría de la población. En lugar de ver un proceso universal
de pérdida de cualidades que resulta en una clase trabajadora no especializada,
homogénea, como es comúnmente atribuido a Marx, él arguyó que el capitalismo
requeriría de una compleja división del trabajo incluyendo trabajadores no-cualificados,
trabajadores cualificados y una jerarquía de directores para coordinarlo todo.
En Los Grundrisse escribió que, incluso bajo la
división del trabajo, quedará «una jerarquía de poderes laborales, a la cual
corresponde una escala de salarios. […] A lo largo de las gradaciones de la
jerarquía, aparece la simple separación de los trabajadores en cualificados y
no-cualificados»[6].
En el Volumen III del Capital Marx
teorizó cómo la detallada división del trabajo requiere una compleja jerarquía
directiva: «Un ejército industrial de trabajadores bajo el comando de un
capitalista requiere, como en un ejército real, oficiales (directivos) y
suboficiales (capataces, supervisores), quienes comandan durante el proceso
laboral en nombre del capital»[7].
El sociólogo Erik Olin Wright desarrolló[8] un
modelo de la estructura de clases distinguiendo nueve fragmentos basados en el
nivel de aptitud (experto, cualificado, no-cualificado) y la autoridad
(directivo, supervisor, sin-autoridad), como indica la Figura 1.
La clase capitalista propiamente dicha incluye los auto-empleados que
dan empleo a diez o más empleados. La categoría de expertos y directivos constituye
el asalariado: trabajadores asalariados con altos ingresos. El asalariado es
parte de la clase capitalista expandida porque sus densos lazos con la clase
capitalista como tal, incluyendo una compartición de la autoridad sobre los
trabajadores a sueldo, una participación en la formulación política
organizativa y una profunda intervención financiera en el sistema capitalista.
Los fragmentos de clase restantes consisten en trabajadores por horas.
Dado que los supervisores (cualificados y no-cualificados) probablemente han
sido promocionados de posiciones trabajadoras (cualificadas y no-cualificadas),
estas cuatro series de localizaciones tienen una cercana relación laboral en el
mercado. Como tal, constituyen la clase trabajadora.
Basado en la definición anterior, la clase trabajadora como
porcentaje del total de la fuerza laboral es el 76% en Suecia, el 71% en el
Reino Unido, el 67% en los Estados Unidos y el 66% en Canadá y en Noruega.
Japón es un atípico, teniendo todo el 23% de su población en auto-empleo y el
53% en la clase trabajadora.
La predicción de Marx de que el capitalismo generaría una clase
trabajadora en expansión, constituyendo la mayoría de la población y sin tener
participación en la propiedad de los medios de producción, ha sido confirmada.
En cualquier caso, se mantiene internamente diferenciado a lo largo de la
aptitud, autoridad, identidad y orientación política. Esta es la cuestión
central para el análisis de clase y la política de clase.
Conciencia de clase
Los escritos de Marx sobre la clase son fragmentarios, pero arguyó
consistentemente que es solo a través de la lucha activa –esto es, un
movimiento laboral activo y organización de partido– que la conciencia de la
clase trabajadora se difunde.
En La ideología alemana, Marx y Engels escribieron que
«Tanto para la producción a escala de masas de la conciencia comunista, como
para el éxito de la causa misma, la transformación de los hombres en una escala
de masa es necesaria, transformación que solo puede tener lugar en un movimiento
practico, una revolución»[9].
En La Miseria de la Filosofía Marx estableció que los
intereses comunes no son suficientes para el desarrollo de la conciencia de
clase:
Las condiciones económicas habían primero transformado la masa del
pueblo de un país en trabajadores. La combinación de capital había creado para
esta masa una situación común, intereses comunes. Esta masa es, pues, ya
una clase como contra-capital, pero no todavía para sí misma. En
la lucha, de la cual hemos apuntado solo unas fases, esta masa
deviene unidad y se constituye como una clase para-sí.[10]
Finalmente, en el Volumen I del Capital,
Marx enfatizó en cómo la combinación de la ideología dominante reproducida
fuera de la producción capitalista, junto con la dependencia material de un
salario, trabajaron en obstaculizar la realización de la
conciencia de la clase trabajadora:
El avance de la producción capitalista desarrolla una clase trabajadora
que por medio de educación, tradición y costumbre considera los requerimientos
de este modo de producción como auto-evidentes leyes naturales. […] En el curso
ordinario de las cosas, el trabajador puede ser arrojado a las «leyes naturales
de la producción», i.e., es posible confiar en su dependencia del capital, que
aflora de las condiciones de producción como tal y está garantizada
perpetuamente por ellas.[11]
La teoría de Marx del fetichismo de las mercancías propone que las
instituciones capitalistas mistifican la operación de la economía de mercado y
la verdadera fuente del beneficio (el trabajo de los obreros).
Conclusión
En suma, Marx sostuvo consistentemente que solo la lucha activa de clase
(organización sindical y políticas de partido) pueden cambiar la conciencia del
obrero; sin esto, las condiciones obreras comunes experimentadas por la mayor
parte de la clase trabajadora serán insuficientes para asegurar el desarrollo
de una conciencia revolucionaria de clase.
Él también explicó que las instituciones de la sociedad presentan el
capitalismo como natural en inevitable, que los trabajadores son dependientes
de sus salarios para vivir y que bajo el capitalismo los estándares de vida
incrementan, incluso para la clase trabajadora (pero en una tasa mucho más
lenta que la del crecimiento de la productividad y la acumulación del capital).
Las cuestiones a las que respondió y las categorías analíticas que
desarrolló se mantienen como la mejor fuente para
entender el capitalismo.
Notas:
[1] Edwards, P. (1986). Conflict at Work: A Materialist
Analysis of Workplace Relations. Nueva York: Blackwell., pp. 58 y 94.
[Existe traducción al español: (1990). El conflicto en el trabajo: un análisis
materialista de las relaciones laborales en la empresa. Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.]
[2] Thompson, P. (1990). «Crawling from the Wreckage: The Labour
Process and the Politics of Production», en Knights, D. y Willmott, H.
(eds), Labour Process Theory. Londres: Macmillan., p. 102.
[3] Burawoy, M. (1982). Manufacturing Consent: Changes in the
Labor Process under Monopoly Capitalism. Chicago: University of Chicago Press.,
p. 29 [Existe traducción al español: (1989). El Consentimiento en la
producción: los cambios del proceso productivo en el capitalismo monopolista.
Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.]
[4] Marx, K. y Engels, F. (1978). [1848] «Manifesto of the Communist Party», en Tucker, R. (ed), The
Marx-Engels Reader. Nueva York: New York Norton. [Existen múltiples traducciones al español,
como: Marx, K. y Engels, F. (2011). El Manifiesto del Partido Comunista.
México: Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx.]
[5] Draper, H. (1977). Karl Marx’s Theory of Revolution, volume
2: The Politics of Social Classes: Nueva York: NYU Press., p.
51.
[6] Marx, K. (1993). [1857-8], Grundrisse: Foundations of the
Critique of Political Economy. Londres: Penguin., pp. 469-470.
[(1976). Elementos fundamentales para la crítica de la economía
política (3 vols.). Buenos Aires: Siglo XXI Editores.]
[7] Marx, K. (1981) [1894]. Capital,
volume 3. Londres: Penguin. [Existen diferentes ediciones en español, como:
(1987). El Capital. Libros 1, 2, y 3 (8 vols.). México: Siglo XXI Editores.]
[8] Wright, E. O. (1997). Class Counts: Comparative Studies in
Class Analysis. Cambridge: Cambridge University Press.
[9] Marx, K. y Engels, F. (1996) [1846]. The
German Ideology. Moscú: International Publishers., p. 193. [Existen varias
traducciones, como: (2014). La ideología alemana. Madrid: Akal.]
[10] Marx, K. (1975) [1847]. The Poverty of Philosophy.
Moscú: International Publishers., p. 173, cursiva en original. [(1987). Miseria
de la filosofía. México: Siglo XXI Editores.]