por CELAG
¿Qué juventud?
Las sociedades latinoamericanas
tienen un perfil acentuadamente joven: en América Latina y el Caribe, la
población juvenil suma alrededor de 109 millones de personas entre los 15 y 24
años, sobre una población total de 617 millones de habitantes –es decir el
17,66%- en los 22 países del subcontinente. Esta cifra conlleva una diversidad
que es absurdo englobar bajo el artículo de “una” juventud latinoamericana. El
concepto de juventud que manejamos en la
sociedad occidental-moderna es una construcción socio-cultural nacida a
mediados del siglo pasado, originalmente amarrada a esquemas de clasificación
vinculados a las capacidades productivas de cada grupo social y, por tanto,
sujeta a los vaivenes de correlación de fuerzas de la historia, siempre
cambiante y dinámica. Ser joven no es
un constructo monolítico, por el contrario, hay diversas formas de serlo. Y
ser joven a comienzos del siglo XXI es
cualitativamente distinto con respecto a décadas anteriores.
El vertiginoso ritmo de las
nuevas tecnologías y el acceso a la información -la globalización 2.0- generaron
lo que algunos autores llaman “mutación cultural”, un cambio cultural profundo
de la sociedad en todos sus niveles, que tiene una expresión clara en las
nuevas “formas” de ser joven. Imposible
unificar. En todo caso, podríamos hablar de juventudes condicionadas por hechos
materiales: existiría una juventud urbana, una rural, de clase alta, pobre,
marginalizada, de varones, de mujeres, estudiantil, de trabajadores, de
desocupados, indígena, afrodescendiente, etc.
Juventudes de hoy vs. juventudes de ayer. Una
lectura sobre la despolitización
El discurso construido sobre las
nuevas juventudes ha de contextualizarse desde sus emisores: ex-jóvenes de la
década de los ochenta, setenta, sesenta. ¿Desde dónde evalúan estas
generaciones el deber ser de la juventud? Desde el conocimiento contextualizado
en la propia vivencia. Asumiendo esto, podríamos exponenciar al espacio social
la retahíla casera que, como eco, resuena y entreteje el vínculo entre
generaciones: “yo a tu edad”. Desde el “yo a tu edad” se puede percibir
el cambio generacional de los roles de la juventud: yo a tu edad ya trabajaba, yo a tu edad ya tenía hijos, yo a tuedad ya vivía solo, etc. reclamos que se
sostienen sobre los tiempos establecidos para la inserción al ciclo productivo
capitalista y, especialmente, sobre el rol individual a cumplir. El creciente
discurso sobre la despolitización o la apolitización de las nuevas juventudes
nos interpela: ¿realmente no se hace política o se hace política de otras
formas?
Durante el año 2006 una serie de manifestaciones
callejeras que se iniciaron como expresión del malestar por la privatización de
la educación, en Chile, derivaron en lo que se conoce como “la revolución de
los pingüinos”: dos paros nacionales a los que se sumaron, además de
estudiantes y docentes, transportistas, partidos políticos, sindicatos
laborales, etc. A doce años de las primeras manifestaciones, han regresado las
tomas en colegios y universidades, esta vez agrupadas en torno a las demandas
feministas a partir de las denuncias de acoso sexual en espacios educativos.
En Perú, fueron los jóvenes quienes se manifestaron
masivamente contra la Ley de régimen laboral juvenil, más conocida como ¨Ley
Pulpín¨ o ¨Ley del esclavo juvenil¨, en la que se proponía un régimen especial
que beneficiaba a las grandes empresas que contraten a jóvenes de entre 18 y 24
años en su primer empleo. Convocados por colectivos y asociaciones civiles, las
manifestaciones lograron su derogación a comienzos de 2016.
En Argentina, el movimiento de mujeres logró que se
sancione, a nivel nacional, la ley de reparación de familiares de víctimas de
feminicidio y media sanción de ley –aprobada en la Cámara baja, actualmente el
proyecto está siendo tratado en el Senado- para el proyecto de interrupción
voluntaria del embarazo. Mientras, en Colombia se manifiestan en contra de las
fiestas taurinas y del maltrato animal.
En Brasil, el asesinato de Marielle Franco
visibilizó y movilizó a los colectivos feministas, especialmente de mujeres
afrodescendientes moradoras de las favelas. Sus denuncias sobre los
avasallamientos y abusos de poder en la intervención federal en Río de Janeiro,
le costaron la vida en circunstancias que aún no fueron esclarecidas. Sin
embargo, continúa vigente y el movimiento juvenil negro al que adscribió ha
logrado crear un anclaje académico y de producción cultural que denuncia el
proyecto genocida de exterminio de cuerpos racializados[1].
Todas estas movilizaciones comparten un factor
común: las juventudes manifiestan el descontento y demandan soluciones, pero no
necesariamente desde los espacios tradicionales de la política. El elemento
coagulante –mayoritario- no es la afiliación a un partido político o la
manifestación electoral. Leer estas nuevas formas como un proceso de
despolitización o apolitización parece sesgado. No se trata de una nueva
juventud que no encaja en la política, sino en viejas formas de hacer política
cuyos marcos no son lo suficientemente amplios para el volumen de la novedad:
política 2.0 y nuevos movimientos sociales.
De tomar colegios a hacer yoga en casa. Entre la
politización colectiva y la “politización” individual
Estas nuevas formas de agrupación política manifiestan
un accionar colectivo ante malestares determinados. Reclaman una acción
concreta en términos de política de Estado, que remueve las bases de la
estructura social. Es la manifestación social de nuevas formas de hacer
política.
Las juventudes surgen de su propio contexto, al
fragor de una nueva subjetividad global reproducida gracias a la masividad de
internet y los nuevos consumos culturales (como series, Netflix y otras
plataformas claves para la reproducción de la industria cultural hegemónica). Asimismo,
la influencia de las filosofías orientales aporta un nuevo tipo de acción, ya
no centrífuga sino centrípeta. La búsqueda de la espiritualidad no es con la
comunidad, sino interna e individual. La influencia de estas cosmovisiones como
el taoísmo, el confucionismo, el budismo y el New Age permean la cultura
mediante prácticas concretas sobre uno mismo: meditación, relajación, comida
saludable, recreación y esparcimiento. Este conjunto de prácticas, discursos y
consumos contribuyen a un nuevo sentido común de la vida donde la política no
es la excepción. Manifestaciones en otro momento contraculturales se
simplifican y traducen en modas militantes: vegetarianismo, veganismo,
ecologismo, etc. son algunos de los discursos que permean con facilidad en la construcción
de la juventud.
La participación juvenil no
escapa a la ideología neoliberal con su alabanza a la gestión empresarial
tecnocrática, al consenso sobre el libre mercado, la democracia liberal y el
multiculturalismo. Para quienes crecieron en el horizonte de la pospolítica,
los límites son difusos. La lucha entre gobiernos pretorianos, autoritarios y
la juventud no se disolvió, pero sí mutó sus formas. De la lucha descarnada se
pasó a lo que Silvina María Romano e Ibán Díaz Parra[2] denominan ¨antipolítica
blanda¨, es decir, un cambio en el modo de operar del Estado hacia la juventud,
que muda de receta pero no de objetivo. El fin dejó de ser la eliminación
física del adversario para focalizarse en el vaciamiento de las instituciones políticas,
enfatizando los aspectos policiales y judiciales. Sin embargo, el objetivo
permanece inalterable: la despolitización de la economía. En este marco
destacan la “oenegización”, la espectacularización y la judicialización de la
política.
El compromiso resiste, pero bajo
nuevas modalidades, ¨más light¨, en un
contexto cultural dominante: globalización neoliberal, individualismo, ética
del “sálvese quien pueda”, fin de las ideologías, pragmatismo y anglicismo.
Hablamos de una juventud comprometida en actividades
de voluntariado social, ayudando a sus congéneres en servicios que, si bien no
son autodenominados ¨caridad¨, no están muy lejos de ello. Valores que son
fácilmente descubiertos en sondeos y utilizados por las derechas para atraer al
electorado joven sin proponer ningún cambio estructural en los problemas claves
de la juventud: educación, empleo formal o natalidad.
Por último, estas subjetividades -si bien se
encuentran localizadas especialmente en las mega ciudades es decir en el
universo urbano- tienen un intercambio internacional constante, con lo que
desarrollan un pensamiento liberal, cosmopolita e individual, cuya simpatía se
encuentra más en el centro y la moderación, y las correctas formas.
Nuevas juventudes, nuevos mecanismos de exclusión:
¿jóvenes pobres o pobres jóvenes?
El momento de la inserción
laboral se presenta como una suerte de rito de iniciación fundamental para
sostener el sistema capitalista. Es el punto exacto en el que el individuo pasa
a formar parte útil en el ciclo de producción y consumo. Se vuelve, entonces,
un punto fundamental para la captación de nuevos ¨ciudadanos¨ y electores: es
notable como cada vez más los programas neoliberales incluyen políticas de
empleo joven híper flexibilizando las condiciones laborales para este sector de
la sociedad, desde programas de primer empleo o pasantías para estudiantes con
salarios irrisorios. Al mismo tiempo, la oferta laboral desde el sector privado
apunta a la individualización permanente del espacio productivo: ofertas de trabajo
¨desde la comodidad del hogar¨ y los ¨claros beneficios¨ del freelance y part time. Así, se
incluye rápidamente en el sistema a quienes han accedido al privilegio de la
capacitación laboral y, al mismo tiempo, se difumina la agrupación gremial.
Mientras tanto, sus propuestas
para la juventud pobre se vuelven cada vez más punitivistas. La idea de
prevención del delito augura prevenir que los jóvenes delincan, sin embargo
obvian las causas económicas y sociales que lo originan. Lo que al sistema le
preocupa es la incomodidad, la fealdad que va de la mano de lo marginal:
ser un pandillero, ser un asocial, no entrar en los circuitos de la buena
integración, no consumir. Este pensamiento es una sumatoria de valores
discriminatorios: el color de piel, portar tatuajes y utilizar determinada
indumentaria tiene un estigma, intensificado según el espacio que se transita.
No tiene el mismo efecto sobre los cuerpos represivos un joven portador de
determinada estética transitando una zona de clase media o alta que una zona
popular. ¿Por qué tanta policía de “gatillo fácil” ensañada con cierta
juventud? ¿Qué es lo que se busca prevenir, entonces, cuando se hace
“prevención” con los jóvenes?[3]
Las causas de las conductas delincuenciales no se
tocan; la prevención, en esa lógica, se convierte en un mecanismo aséptico que
apunta a los síntomas, a lo visible, lo superficial. En Perú, el congresista
Edwin Donayre impulsa un controversial proyecto popularizado como ´toque
de queda´ para que los adolescentes menores de 17 años no puedan salir a las
calles a partir de las diez de la noche, alegando “proteger” a los jóvenes. De
esta manera, se busca cosméticamente esconder el problema o actuar sobre sus
consecuencias más obvias.
Los “ni ni” (ni estudia ni trabaja)[4] son
satanizados y, desde autoritarios criterios adulto-céntricos, son identificados
con la violencia, con el consumo de droga, con el alcoholismo y la vagancia. Si
años atrás la policía podía detener a un joven por sospechoso de subversivo,
hoy día puede hacerlo por joven portador de un fenotipo y una estética
determinada. En Argentina, con el retorno conservador volvieron a proliferar
los proyectos de baja de edad de imputabilidad, mientras que Santiago
Maldonado, Rafael Nahuel, y muchos jóvenes engrosaban la lista de los
homicidios a manos de las fuerzas de seguridad, celebrados por el presidente
como una nueva doctrina de seguridad.
En definitiva, la juventud latinoamericana, que ha
sido considerada como un ¨dividendo demográfico¨, oscila entre el
individualismo más extremo y los nuevos movimientos sociales. En el primer
caso, signada por un estilo de vida global que, sin romper con la hegemonía
cultural, busca una salvación individual. En el segundo, ensayando nuevas
formas de incidir en las decisiones políticas, fomentando el desarrollo y la
innovación, con un estilo sui generis.
Los límites entre ambos son difusos. Una prueba de
ello ha sido la utilización de la estética de ¨El cuento de la criada¨[5] la
serie producida nada menos que por Netflix en el marco del inicio de las
exposiciones sobre el proyecto de legalización del aborto en el plenario de la
Cámara de Senadores.
El colectivo Periodistas
Argentinas vistió trajes que remiten a los personajes de la ficción
distópica basada en el libro de Margaret Atwood, el cual transcurre en
una sociedad basada en forzar a las mujeres de menor rango a gestar niños para
las familias más acomodadas (y que hace dos años se convirtió en hit mundial de
la mano de una serie de televisión)[6]. El cuento de Atwood se
convirtió en un ícono para el movimiento feminista y traspasó la ficción cuando
la propia escritora increpó -en dos oportunidades- a la presidenta de Senado,
Gabriela Michetti, quien abiertamente manifestó una postura contraria no sólo
al proyecto de Ley, sino también a la reglamentación actual que contempla tres
causales[7].
La iniciativa de asociación a la
iconografía registra otros antecedentes: ya hubo manifestaciones similares
(derechos de las mujeres, entre ellos ley de aborto libre, seguro y gratuito)
en otras latitudes. Fue símbolo en la marcha de junio del año pasado en
Washington DC contra Donald Trump; en septiembre del mismo año en una
marcha por la legalización del aborto en Irlanda; y este año en Madrid el 8 de
marzo (Día Internacional de la Mujer). El timing coincidió
en pocos días con el lanzamiento del último capítulo de la segunda temporada.
La noticia se volvió viral. Muchos creen que el libro escrito en 1985 opera
como un nuevo estilo de resistencia al patriarcado, pero también como una base
para criticar el rebrote del pentecostalismo en la región[8]. ¿Nuevas formas de resistencias
desde la globalización?
[1] En este sentido el movimiento de mujeres en Latinoamérica ha cobrado
mayor importancia presentando nuevas modalidades de visibilización que se
esparcen en el subcontinente. Los países que encabezaron el llamado “ciclo
progresista” de comienzos de siglo han incluido transformaciones normativas
tendientes a ello, especialmente en cuanto a la diversidad sexual, la
ampliación de derechos y el lenguaje inclusivo. La fusión de los movimientos
por la diversidad sexual, refrescaron y dieron un nuevo impulso a los
feminismos locales, aportando una base policlasista y militante que sedujo a
buena parte de la juventud.
[2] http://estadoycomunes.iaen.edu.ec/index.php/EstadoyComunes/article/view/183/93
[3] https://wsimag.com/es/economia-y-politica/37128-juventud-latinoamericana
[4] La Organización Internacional del Trabajo (OIT) reveló que el 40% de la población juvenil no trabaja, el 20 por ciento no estudia ni trabaja, más de 16 millones tienen ocupaciones precarias y 7 millones trabajan como “independientes”.
[5] The Handmaid’s Tale
[6] https://www.pagina12.com.ar/127470-el-cuento-de-la-criada-en-el-congreso
[7] https://www.lanacion.com.ar/2152191-un-estado-esclavista-margaret-atwood-le-responde-a-michetti-y-vuelve-a-meterse-en-el-debate-por-el-aborto-en-argentina
[8] https://elpais.com/elpais/2017/05/01/eps/1493589910_149358.html
[3] https://wsimag.com/es/economia-y-politica/37128-juventud-latinoamericana
[4] La Organización Internacional del Trabajo (OIT) reveló que el 40% de la población juvenil no trabaja, el 20 por ciento no estudia ni trabaja, más de 16 millones tienen ocupaciones precarias y 7 millones trabajan como “independientes”.
[5] The Handmaid’s Tale
[6] https://www.pagina12.com.ar/127470-el-cuento-de-la-criada-en-el-congreso
[7] https://www.lanacion.com.ar/2152191-un-estado-esclavista-margaret-atwood-le-responde-a-michetti-y-vuelve-a-meterse-en-el-debate-por-el-aborto-en-argentina
[8] https://elpais.com/elpais/2017/05/01/eps/1493589910_149358.html