Por Blanche Petrich
Desde su puesto de observación en la
frontera sur de México, fray Tomás González sostiene desde hace años, no de
ahora:
Es todo Centroamérica la que se está moviendo, desplazada por una crisis continuada. Y sobre todo Honduras, que parece que se está vaciando, con sus niveles de miseria y violencia incomparables con cualquier otro país del continente.
El franciscano que dirige el
Hogar-Refugio para Personas Migrantes, conocido como La 72, ubicado en
Tenosique, Tabasco, ha observado que desde 2009, año del golpe de Estado en
contra del presidente Manuel Zelaya, la composición del flujo migrante cambió y
se volvió mayoritariamente hondureño. Ya no únicamente de hombres solos sino
familias, incluso con niños muy pequeños. Y lo es cada vez más.
Es una expresión de hartazgo de los pobres ante condiciones de vida imposibles.
Puntualiza que ahora son las caravanas
masivas, cuatro o cinco, con al menos 15 mil personas, las que transitan por el
territorio mexicano rumbo al norte bajo la atención mediática nacional e internacional,
pero no siempre se entiende qué es lo que las generó. Son poblaciones enteras que vieron en esta corriente un escape, quizá su único escape. Y, agrega,
esto no es coyuntural. Detrás de las que estamos viendo vendrán más.
No es una crisis reciente.
Insiste
que para entender el éxodo actual hay que ubicar con claridad el detonante. “No
es una crisis reciente, es una crisis continuada. Hay que recordar que la
primera oleada de migrantes de Honduras llegó hace 20 años, cuando el
huracán Mitch”, la mayor
catástrofe en la región, que cobró más de 10 mil vidas, la mitad precisamente
en ese país.
Señala
que aunque no se trató de una crisis política sino de un desastre natural,
también es cierto que el Estado nunca estuvo preparado para proteger a la gente, para atenuar el efecto. Ni para reconstruir.
Después
fue el golpe de Estado.
Y luego, como parte de la descomposición y la desaparición de las instituciones democráticas, los dos presidentes que siguieron, Porfirio Lobo, hasta 2006, y Juan Orlando Hernández, hasta la fecha. Ellos han sumido al país en niveles de pobreza y violencia incomparables en el continente.
El fraile del albergue tabasqueño La 72,
llamada así en memoria de los 72 migrantes masacrados en San Fernando,
Tamaulipas, descarta que detrás de este éxodo exista una convocatoria de alguna
organización con un cálculo político.
Yo siento que las caravanas anteriores, tanto las que caminaron por la ruta del Pacífico, como la del Golfo, fueron como una especie de entrenamiento, quizá no intencional o voluntario. Yo diría que el detonante es principalmente el hartazgo, el ya no aguantar más. Quizá sí hubo algo de cálculo político, no fue la coyuntura de las elecciones en Estados Unidos sino la perspectiva de un cambio político en México.
–¿Qué opina de la respuesta que ha dado
el Estado mexicano ante este desafío nunca visto? El gobierno ofrece otorgarles
refugio. ¿Hay capacidad, realmente, de procesar solicitudes de refugio para
todos o es retórica?
–No. Y lo digo con conocimiento de
causa. Desde la casa refugio de Tenosique, donde estoy desde 2013, venimos
trabajando el tema de refugio. Hemos visto que en los procedimientos para
obtener refugio para las personas perseguidas hay que esperar hasta más de un
año. Esas solicitudes deberían tener una respuesta cuando mucho en 45 días. Y
una vez que a una minoría de solicitantes se les otorga el refugio, no hay en
lo absoluto capacidad de respuesta en la cuestión laboral, de salud, de
educación.
Pero por otra parte está la actitud del gobierno. Su forma de responder es: o entran a la opción que les doy o los deportamos. No hay otra opción. Esto no es muy diferente a lo que hace Donald Trump.
–Por otro lado, está la posición del
presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, de hablar de visas de trabajo
para todos…
–Hay que ver desde ya cuáles son las
condiciones que se van a generar, no nada más decirlo. ¿Dónde van a estar los
refugiados? ¿Qué parte del territorio mexicano está preparado para recibir,
digamos, a 100 familias de refugiados? No funcionará si es un trabajo temporal.
El refugiado es ya un residente permanente en el país. Hay que pensar en
soluciones a largo plazo y de manera transversal. Y las condiciones se tendrían
que estar preparando desde ahora.
–¿Qué pasará después? De momento hay
mucha atención mediática por lo insólito del éxodo. Cuando esto pase a segundo
nivel ¿seguirá este flujo?
–La corriente va a seguir. Lo que
siempre hemos dicho es que hay que trabajar en el origen del problema. ¿Cómo
evitar estas oleadas de desplazados si no se mejoran las cosas en las regiones?
Los gobiernos hablan de pactos para el desarrollo en el Triángulo Norte de
Centroamérica, pero yo no he visto uno solo. No hay nada concreto, nada que
esté funcionando. Además, ¿de qué plan de desarrollo se puede estar hablando
con Estados sin democracia, gobiernos represivos, tan poco humanos como el de
Honduras?
Y hay que mencionar a Nicaragua, donde
las cosas se están descomponiendo rápidamente. Ya está repuntando la migración
nicaragüense a raíz del conflicto. En la caravana vienen varios, en el albergue
estoy atendiendo cada vez más a gente de ahí. Y los síntomas indican que esto
no va a terminar pronto. No veo por dónde se van a dar los cambios que puedan
detener este éxodo.
*
Fuente: LA JORNADA SIN FRONTERAS