Cómo se las
ingenia el capital para convencernos de que el capital por encima de lo humano
es lindo
Por Fernando Buen Abad
Tan amplio es, y tan concreto, el repertorio
ideológico desarrollado por la “clase dominante” que las mejores definiciones
han requerido métodos, dinámicos e instrumentales, muy precisos para
caracterizar sus raíces, efectos y perspectivas. En lo objetivo y en lo
subjetivo. Decía Marx: “Las ideas de la clase dominante son las ideas
dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el
poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder
espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la
producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la
producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por
término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para
producir espiritualmente.” Feuerbach, Oposición entre las concepciones
materialista e idealista (Primer Capítulo de La Ideología Alemana).
Con
el capitalismo la “dominación” desarrolló novedades que no se limitaron al
campo de lo instrumental tecnológico sino que avanzaron en los territorios del
control de conductas, grupales e individuales, más allá del poder del “opio del
pueblo”. La doble moral refrescada. A la clase dominante le hacía falta un ser
humano dominado, vaciado de fuerzas (políticas y físicas) pero también
agradecido. Un ser humano dominado que reconociera (de pensamiento, palabra y
obra) la superioridad de su dominador y le confiriera toda la razón por su ser
y modo de ser. Hacía falta una dominado, además, que considerase su condición
como un tesoro y lo cuidara con esmero para heredárselo a su prole como valor
moral conquistado durante generaciones. Todo eso celebrándolo entre aplausos y
festividades mercantiles y ritos consumistas. La ideología de la clase
dominante deja tatuados en el cerebro todos sus anti valores individualistas.
«¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un
prejuicio.» Albert Einstein (1879-1955) El paraíso de la alienación.
La
clase dominante, adoradora del capital, enseñó a sus subordinados la misma
adoración pero vaciada de posesión. Hizo invisibles todas las triquiñuelas
ideadas para robar al trabajador el producto de su trabajo, mientras lo
convencía de que los recursos naturales deberían estar en manos privadas; que
el Gobierno es cosa corrupta que deben manejar los técnicos y que se debe
respetar un orden porque los pueblos, maleducados, son un peligro para ellos
mismos. Y los pueblos pagan (algunos hasta con orgullo) policías y ejércitos
para que los repriman; bancos y financistas para que se lleven las ganancias
disfrazadas de “créditos”; empresarios y mercados para que secuestren sus
salarios; universidades y academias para que secuestren los saberes; industrias
“mass media” para que anestesien la conciencia del saqueo; iglesias y cultos
para que sublimen la mansedumbre; leyes y leguleyos para legalizar el hurto… un
aparato enorme de instituciones y valores fabricados para mantener a raya todo
intento de sentirse con derechos o propietario del trabajo y de las materias
primas. La alienación y la enajenación como protagonistas estelares en el drama
del despojo.
En
su conjunto, las ideas dominantes (con su doble moral) son expresión de las
relaciones materiales dominantes. Lo que vale para los sometidos no vale para
los sometedores. La ideología del que domina es un repertorio amplísimo de
“falsa conciencia”, de chatarra intelectual para esconder, bajo la alfombra,
los muertos de fábrica y las miserias que genera. Doble moral en la que todo lo
que se prohíbe para el sometido se permite para el que somete. Quienes forman
la clase dominante saben bien qué, cómo y cuánto dominan en una época histórica
específica y cómo deben actualizar sus “mecanismos” materiales y simbólicos
para perpetuar esa dominación. Esa clase dominante actúa como productora de
ideas permanentemente, aunque sean ideas repetitivas e irracionales, porque las
necesitan para regular la producción y la distribución de las ideas dominantes
de la época. Y desde luego, que en el repertorio de las luchas inter-burguesas
cada facción organiza sus cadenas de producción de ideas para competir en el
mercado de los pensamientos subordinados.
Hay
“grandes maestros” en el arte del engaño, capaces de garantiza la invisibilidad
de la explotación del trabajo, división del trabajo espiritual y material, para
crear la ilusión de que se es muy activo en el desarrollo de la fuerza
productiva mientras en realidad se es un subordinado con poco tiempo para
educarse y percatarse de los engaños y amasar ideas acerca de sí mismos, para
cambiar una situación de la cual se conoce poco y nada. El colmo es cuando los
dominados creen que las ideas dominantes le pertenecen y que debe defenderlas
con su vida.
Mentiras,
miedo y consumismo, con todos sus derivados y concomitantes, son los nodos
neurálgicos en las ideas y la práctica de la clase dominante sobre las
condiciones de producción impuestas como verdades universales. El sometimiento
como la forma de lo general. La clase dominante impone sus gustos y sus gestos,
sus filias y sus fobias, para sacar adelante los fines que persigue, para
representar como colectivo su propio interés e imprimir a sus ideas a todo.
Cómo alimentar, vestir, entretener y educar a los niños desde la cuna; cómo
besarse, amarse y reproducirse… desde la cama; cómo caminar, saludar, sonreír,
abrazar e incluso insultar; cómo soñar, cómo entender, cómo disfrutar… cómo
creer y confiar. Minuto a minuto, bajo una andanada permanente de estereotipos
exhibidos por la dictadura cultural y comunicacional dominantes, a título de
modelos exitosos que, de no seguirlos, vendrá la maldición de ser inadaptado,
vulgar… pobre.
Dilucidar,
desmontar, desactivar y superar el frado descomunal de la “ideología de la
clase dominante”, (es decir que el capital no predomine sobre los seres
humanos) es un trabajo que debe asumirse de manera científica y, por ello,
sistemática. El debate contra la ideología de la clase dominante no es un “deporte”
escolástico ni un desplante rebelde sólo para contraponerse, por la
contraposición misma, a una clase que representa a la parte más odiosa de la
sociedad: su miseria. Y hay que refutarla desde el corazón de sus
contradicciones realmente existentes, para que los pueblos propicien
condiciones para elevarse hasta liberarse de la clase dominante. Y no
derrotarla para imitarla. La dominación de la clase no es sólo la dominación
con las (sus) ideas, hay que derrotar sus métodos de explotación del trabajo y el
saqueo de los recursos naturales. Una lucha sin la otra (económica e
ideológica) es una historia renga que conduce a frustraciones y retrocesos
enormes Ya hemos visto es muchas veces.
Una
vez que las ideas dominantes se combaten junto con las relaciones de
producción, lo que emerge de manera perfectamente natural son las ideas para
cambiar las relaciones existentes, proliferan en la reflexión sobre los seres
humanos, la esencia de la humanidad, su filosofía, su desarrollo en la historia
la verdadera que llegará a la conclusión de que no debemos contentarnos sólo
con el análisis de las ideas dominantes o las ilusiones inducidas por la clase
dominante. Que no debemos contentarnos con reducir el imperio de las ideas
hegemónicas a su sustancia mística o a caprichos del propio pensamiento. No
contentarnos con explicaciones mecanicistas ni lineales, puramente
economicistas ni puramente religiosas, que nos llevaría el error de eliminar de
la historia las condiciones materiales y repetir el modelo escapista especulativo.
Ilusiones, ensueños e ideas retorcidas para mentir, asustar y vender mientras
se esconde el andamiaje de los negocios y la explotación del trabajo existente.
Nuestra
batalla por la supremacía de los seres humanos por sobre el capital, contra la
ideología de la clase dominante, debe servir para aprender a distinguir y
actuar, con toda claridad, a la hora de explicar y derrotar las trampas entre
lo que perece ser y lo que realmente es. Es urgente contar con un instrumental
de lucha que logre penetrar en todo plano de la inteligencia humana que hasta
hoy se ha camuflado como problema intrascendente o inexistente. Es urgente.