Por Gustavo Duch Guillot
Como
se ha informado masivamente, Bayer, recién compradora de la firma
estadounidense Monsanto, ha recibido un fuerte revés. Solo un par de días
después que un tribunal de San Francisco ordenara a Monsanto pagar 290 millones
de dólares a un encargado de mantenimiento de un establecimiento educativo que
argumentó que contrajo cáncer por culpa de su producto estrella, el glifosato,
las acciones de Bayer retrocedieron un 10,8% y la corporación perdió más de
11.000 millones de euros de su capitalización.
Ante esta situación es
evidente que Bayer no se quedara inmóvil. Las demandas que acumula Monsanto son
muchísimas más (solo en referencia al glifosato, en Estados Unidos, Monsanto
debe hacer frente a más de cinco mil demandas) y el precedente de San Francisco
puede acarrear nuevas multas y más desprestigio asociados a una marca tan
devaluada y despreciada como Monsanto, que llevarán a nuevas pérdidas a la
multinacional alemana. La compra (y beneficios) que le representará Monsanto,
por si sola, no sé hasta qué punto podrá permitirle a Bayer soportar estos
nuevos escenarios. Más cuando el sector agrícola donde se mueve Monsanto con
sus semillas, genética y pesticidas, como bien se sabe, ha llegado a un
estancamiento. Es difícil crecer más en productividad, difícilmente habrán
tendencias de crecimiento. Explotar la estabilidad, aunque sea mucha, es poco e
impensable para cualquier empresa capitalista.
Entonces, ¿qué estrategia
puede estar pensando Bayer? Me aventuro a pensar que sea más de lo mismo, hacer
la bola de nieve más grande, es decir seguir creciendo y creciendo hasta el
infinito y más allá, en este caso, a base de nuevas adquisiciones. Pero eso sí,
mucho más seguras. Sin dejar el campo de la alimentación, no hay duda que la
gallina de los huevos de oro, nunca mejor dicho, está en el sector de la
proteína animal, tanto carne como leche y sus derivados. Mientras otros
sectores no tienen grandes perspectiva, si tenemos en cuenta las cifras que
maneja la compañía más grande de carne del mundo, la brasileña JBS, el consumo
de carne en el 2030 habrá aumentado un 30%, lo que equivaldrá al consumo de
unos 48 kg. de carne por persona en el 2030.
El patrón neoliberal y
globalizador es el escenario perfecto para esta fórmula de crecimiento. Hemos
visto como los tribunales de la competencia están permitiendo las megafusiones
sin grandes problemas. Los múltiples tratados de libre comercio en marcha y por
venir, como el recientemente aprobado entre la UE y Japón, ofrecen suficientes
garantías para el negocio de producir carne y leche en los lugares más
eficientes y distribuirlo libremente (sin aranceles) por todo el mundo. Y los
cambios culturales alimentarios de nuestra sociedad, contagiados por el modelo
de vida occidental o macdonaldiano, a nivel global, nadie los va a detener,
están pensando los directivos de Bayer, aunque ellos mismos procuren para ellos
y sus familias, dietas menos cárnicas, más vegetarianas y saludables.
De hecho todas las empresas
del sector aspiran y proyectan crecimientos. El reciente informe “Emisiones
imposibles. Cómo están calentando el planeta las grandes empresas de carne y
lácteos” de la organización internacional GRAIN y el Institute for Agriculture
and Trade Policy, ofrece datos concretos de 3 de las 20 empresas más grandes
del sector. La estadounidense Tyson espera un crecimiento anual de 3 a 4% en
las ventas de carne de vacuno y aves de corral. Arla, la gigante danesa de los
lácteos, proyecta aumentar 2 millones de kg. de leche a su cadena de suministro
europea entre 2015 y 2020, un incremento de 14%. Y Fonterra, de Nueva Zelanda y
quinto gigante en este sector, proyecta un impresionante aumento del 40% en su
volumen de leche procesada para el periodo 2015-2025.
La distopía de dos o tres empresas
controlando todo el sector alimentario de la carne y la leche, sea Bayer
comprando a JBS y Danone, sea Nestlé comprando a Bayer y Cargill, o finalmente
Amazon comiéndoselas a todas, es, a mi entender, perfectamente posible. Verlas
así, todas ellas convertidas en una sola tiene una gran virtud. Es una buena
fotografía del drama. Es un aplauso a la capacidad profética de Huxley, Orwell
o Harry Harrinson con su libro ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio! que inspiró la
película Cuando el Destino Nos Alcance, donde toda la comida (galletas) las
producía la empresa Soylent. Es una fórmula que, como explica el informe
mencionado de Grain y el IATP, asusta climatológicamente hablando. A día de
hoy, las emisiones combinadas de las cinco principales compañías de proteína
animal son responsables de un número de emisiones anuales de gases con efecto
de invernadero igual al de la supercontaminante Exxon, y superiores a otras
petroleras como Shell o BP. Si el cálculo lo hacemos sumando las emisiones de
las 20 principales empresas de industria cárnica y de lácteos (donde está la
española Coren Group con casi 7 mil millones de toneladas de CO2 equivalentes),
entonces vemos que ellas solas producen más emisiones que potencias como
Alemania, Canadá, Australia, Reino Unido o Francia.
Lo terrible será que, si no
hacemos nada, ese destino sí nos alcanzará. Todas las ficciones se quedaran
cortas. Si volvemos al informe, éste hace otra extrapolación estremecedora. El
consenso científico dice con rotundidad que para evitar un cambio climático
“peligroso” – evitar el cambio ya es imposible – tenemos que mantenerlo por
debajo de dos grados centígrados, por lo que los “Acuerdos de París” del 2015
fijaron limitar el objetivo en 1’5 grados. Pero si el crecimiento que desean
estas empresas cárnicas y lecheras se cumple, en el año 2030, ellas solas [o
ella sola si las profecías se cumplen] generarían unas emisiones que
representarían aproximadamente el 30% del total de gases permisibles para
mantenernos por debajo del adjetivo “peligroso”. Y en el año 2050, este
porcentaje sumaría el 81% del total. Por lo que bien podemos decir que, si no
hay cambios positivos, el beneficioso negocio de una o dos empresas de
alimentar mundialmente a la población con galletitas de carne de pollo, de
ternera o de cerdo hará que sea imposible impedir que el destino sea morir
grasos y obesos en cualquiera de las ya constantes oleadas de calor.
22 de agosto de 2018
- Gustavo
Duch Guillot es
autor de Alimentos
bajo sospecha y coordinador de la revista Soberanía Alimentaria,
Biodiversidad y Culturas.