Por José Matamala
Pizarro, Alba Barrera Lagos y Claudia Peña Miranda
La acción efectiva del trauma psíquico del acoso o
abuso sexual y la seducción perversa ha sido ampliamente estudiada en el campo
del psicoanálisis. Tempranamente Sigmund Freud en sus estudios sobre el papel
de la herencia y la sexualidad en la etiología de la neurosis (1896) comentó
que la seducción adulta puede tener consecuencias negativas en el normal
desarrollo de la sexualidad infantil, hasta el punto de desembocar en neurosis
histéricas, obsesivas y psicosis. Aún más, en desarrollos posteriores, el mismo
Freud sostiene que ni siquiera es necesario que ocurra un evento fáctico de
transgresión sexual para que se presente una afección psicopatológica. Basta
una teorización imaginaria del niño realizada sobre su sexualidad y la de los
adultos para que aquella actúe como desencadenante de las más profundas
decepciones y desencantos con la sexualidad posterior.
Las situaciones de acoso sexual en el trabajo se
afincan en tácticas de dominación y sojuzgamiento que se promueven en la
organización del trabajo y que implican la violencia y el hostigamiento por
motivos de género y que terminan por desarticular y menoscabar la integridad de
las trabajadoras
Tanto en la traumatización fáctica -como en el caso
del acoso o abuso sexual- como en la imaginaria -con el drama del Edipo- en
ocasiones solo se puede comprender lo traumático o la vivencia lesional a
posteriori (Nachträglichkeit), momento temporal donde la
experiencia abusiva o imaginaria encuentra los caminos anímicos para irradiar
todo su potencial desarticulador del psiquismo con una fuerza y representación
que solo logró ser demorada o reprimida.
En materia de las situaciones de traumatización
fáctica sexual, que es lo que preocupa mayormente en este escrito, aquellas
tienen un correlato nosológico diferenciado que debe ser descrito para
comprender la acción efectiva del trauma en la vida psíquica.
Respecto a la traumatización por acoso sexual en
trabajadoras, a los clínicos y las clínicas del trabajo les interesa analizar,
comprender e intervenir en el impacto o malestar subjetivo de la violencia
sexual que experimentan las mujeres en sus trabajos; además de promover medidas
que permitan proyectar su erradicación.
Es que los clínicos y las
clínicas del trabajo comprenden que las situaciones de acoso sexual en el
trabajo se afincan en tácticas de dominación y sojuzgamiento que se promueven
en la organización del trabajo y que implican la violencia y el hostigamiento
por motivos de género (harassment gender in workplace o assédio de gênero) y que terminan por desarticular y
menoscabar la integridad de las trabajadoras. En un pasaje de la obra Los Lazos de amor: psicoanálisis, feminismo y el problema de la
dominación (1998) la célebre psicoanalista y feminista
norteamericana Jessica Benjamin sostiene que el hombre que realiza una acción
violenta hacia la mujer elige la ruta de reafirmación de su poder creyendo que
ella no existe, que es más débil o amenazante que él y que, por tanto, la debe
objetivar como una cosa adscrita a su control y castigo masculino. Todo este
fenómeno de deshumanización femenina en el trabajo no siempre logra ser
pesquisado en procesos investigativos y judiciales. Las trabajadoras terminan
enfrentándose a la crudeza y desidia del entramado judicial que tiende a dejar
en la impunidad o a negar la legitimidad de sus denuncias.
En ese escenario, los clínicos y las clínicas del
trabajo consideran que las vivencias de acoso y abuso sexual en el trabajo
asumen en gran medida un criterio de realidad fáctica, esto es, que
efectivamente ocurrieron y fueron significados como tal por las trabajadoras
que lo padecieron y denunciaron, más allá si la investigación judicial pudo
comprobar o no su emergencia. Las declaraciones de acoso sexual y hostigamiento
de género merecen un lugar en el abordaje clínico y en las actividades que se
realicen en las instituciones para la promoción de la erradicación de la
violencia sexual.
Las palabras, quejas y sufrimiento de las
trabajadoras víctimas de este tipo de violencia en el trabajo son consideradas
en la clínica del trabajo como parte de un “relato honesto” (Valverde, Ruiz,
Llor, 2013) y que cumplen criterios de credibilidad y validez discursiva al
apartarse de la fabulación y la mentira.
Las trabajadoras terminan enfrentándose a la crudeza y desidia del
entramado judicial que tiende a dejar en la impunidad o a negar la legitimidad
de sus denuncias
A pesar que las investigaciones
sobre validez y credibilidad de relatos de acoso o abuso sexual en mujeres
adultas son escasas (Maffioletti y Huerta, 2004), más aún lo son los estudios
de aquellas vivencias en el contexto laboral, otros estudios tienden a prestar fuerza
a la credibilidad y la validez al relato honesto entregado por las mujeres
trabajadoras que denuncian o declaran experimentar o haber experimentado ese
tipo de violencia. En una publicación realizada el año 2017 por el Centro
Regional de Derechos humanos y justicia de género “Humanas” respecto a la
percepción de las mujeres sobre su situación y condiciones de vida en Chile
2017, el 88, 2% de las participantes señaló sentirse mayormente discriminadas
en su trabajo y que la discriminación les causaba al 71,7% de ellas un malestar
cotidiano significativo. La percepción sobre el aumento de la violencia hacia
ellas se elevó al 77.4%, mientras que un 88.9% de las participantes declaró
haber vivido algún tipo de acoso sexual, lo que pudiera explicar su percepción
desfavorable sobre la reducción de la violencia hacia la mujer en el País. Por
otro lado, los indicadores reportados por la Dirección Nacional del Trabajo
(DT) sobre las cifras de denuncia de acoso sexual en el trabajo han ido en
incremento desde el año 2016, ubicándose en la actualidad en una cifra cercana
al 300% (La Nación, 2018)
Las estadísticas muestran el gris panorama que
sortean las mujeres y que algunas orientaciones teóricas y técnicas
porfiadamente intentan disimular o negar. Cobra en este contexto mayor seriedad
que los clínicos y las clínicas del trabajo asuman que los relatos aportados
por las mujeres víctimas de acoso y abuso sexual, al momento de develar la
situación y en su proceso terapéutico, son mayormente honestos y ciertos. En la
clínica del trabajo pierden fuerza aquellas creencias que sugieren que las
mujeres que denuncian acoso sexual buscan engañar al clínico del trabajo o
perjudicar al entorno laboral. Lo que en realidad buscan las mujeres es
terminar con su vivencia de sufrimiento y malestar a causa de la experiencia de
violencia y hostigamiento sexual. Están hastiadas de soportar los efectos
desagradables de una organización del trabajo que promueve y facilita su
traumatización sexual.
La clínica del trabajo enseña que en algunos casos de acoso o abuso
sexual en el trabajo los efectos de la traumatización pueden presentarse
desbordantes y/o silentes
La clínica del trabajo enseña que en algunos casos
de acoso o abuso sexual en el trabajo los efectos de la traumatización pueden
presentarse desbordantes y/o silentes.
Entendemos en nuestro grupo por
efectos desbordantes a las respuestas al estrés agudo y su
correspondencia con toda una serie de irrupciones vegetativas y psicosomáticas
que denuncian la presencia de un malestar que desborda la capacidad del aparato
psíquico. Este es el caso de los conocidos ataques de pánico.
Las reacciones silentes no necesariamente implican una irrupción
que desborda al aparato psíquico, sino más bien que refuerza un pacto de
tolerancia y de normalidad en el sufrimiento (Dejours, 2009). Existe una
transacción entre el sufrimiento y la búsqueda de la normalidad. En muchos
casos, se tiende a ocultar el dolor en beneficio de aparentar normalidad. Tales
son los casos de las afecciones psicosomáticas y los conocidos Trastornos por
estrés post-traumáticos. Toda la serie de reacciones quid pro quo se ubica bajo la denominación de lo
que nuestro grupo ha definido como el “malestar mudo”, que
corresponde a un sufrimiento que se siente, pero que se reniega, hasta al punto
que se le obstruye el acceso a la palabra.
Por lo visto anteriormente, tanto
los efectos desbordantes y silentes de las experiencias de traumatización en
lo sexual tienen consecuencias negativas en la vida anímica de las mujeres
trabajadoras. En las situaciones de traumatización sexual en el trabajo las
consecuencias pueden observarse en inhibición del deseo sexual, desvalorización
personal, interrupción de la menstruación, anorgasmia, disminución de la
motivación laboral, aumento de las sensaciones de persecución, fobias e
inclusive episodios de micro-psicosis, trastornos del sueño, ideaciones
suicidas, interés en terminar anticipadamente el contrato de trabajo, miedo a
retomar las funciones de trabajo, dolores somáticos como cefaleas, síndrome del
colon irritable, agotamiento crónico, entre otros.
Desde la clínica del trabajo resulta necesario
procurar los respaldos atingentes a las mujeres que han sido afectadas por el
acoso sexual en sus trabajos, sean estas dolencias desbordantes o silentes.
En el primer caso, la labor de los clínicos y las
clínicas del trabajo se deben enfocar en la prestación de Auxilios Psicológicos
Contingentes -orientados a las necesidades de apoyo, guía y contención
inmediata de las mujeres sufrientes-, mientras que en el segundo caso la labor
debe orientarse a la producción narrativa y la representación del malestar y su
denuncia -orientadas a vencer el malestar mudo y subjetivar la acción defensiva
de las víctimas hacia la denuncia y la interrupción de la violencia-.
Aquella actuación bivariada en los casos de acoso
sexual en el trabajo, permite que los clínicos y las clínicas del trabajo
ayuden a dirigir la potencia de la vivencia traumática hacia los caminos
anímicos y de interacción social que les faciliten a las mujeres victimizadas
irradiar toda su fuerza en la representación de la experiencia -pasar del
silencio tortuoso a una especie de malestar declarado- y terminen por articular
acciones que tiendan a la erradicación del acoso sexual en sus trabajos. En esa
tarea la clínica del trabajo debe fomentar la acción solidaria de sus
compañeras y compañeros de trabajo en beneficio de la protección y el cuidado;
velando porque las consecuencias del acoso sexual que sufren individualmente
las mujeres se resuelvan colectivamente. Las acciones preventivas del colectivo
de trabajores y trabajadoras pueden evitar que se cronifiquen y naturalicen
estas prácticas de violencia laboral.
Referencias
Centro Regional de Derechos humanos y justicia de
género “Humanas” (2017), “Percepciones de las Mujeres sobre su situación y
condiciones de vida en Chile 2017. Duodécima encuesta nacional”, pp. 1-63.
Benjamin, J (1998), Los lazos de amor. Psicoanálisis, feminismo y el problema de la
dominación, Buenos Aires, Paidós.
Dejours, C (2009), Trabajo y sufrimiento. Cuando la injusticia se hace banal, Modus
Laborandi.
Freud, S (1896), “La herencia y
la etiología de las neurosis” en Obras completas,Vol.
III, Buenos Aires, Amorrortu.
Diario La Nación (2018), “Dirección del
trabajo: aumentan denuncias de acoso sexual y laboral”, Santiago, Chile.
Valverde, M; Ruiz, J; Llor, B
(2013), “Valoración de la credibilidad del testimonio: Aplicación del modelo
Reality Monetering”, Rev. Internacional de
Psicología, Vol.12, N° 2, pp. 1-29.
Maffioletti, F; Huerta, S (2004),
“Aportes a la evaluación pericial de víctimas en delitos sexuales”, Rev. Unidad especializada en delitos sexuales y violentos N°
43, Santiago, pp.169-186.