Javier Suazo
Las
ciencias sociales están de luto, murió Samir Amin, el destacado economista y
cientista social franco-egipcio que, más que nadie, luchó por un tercer mundo y
una América Latina independiente, no subordinada a los países hegemónicos
centrales, empresas trasnacionales y elites económicas y financieras.
Aunque no formó parte del
grupo de teóricos latinoamericanos que a finales de los años 60s y principios
de los 70s elaboraron la teoría de la dependencia, caso de Marini, Dos Santos,
Banbirra, Gunder Frank, lo cierto es que muchos de sus aportes complementaron y
a veces superaron los planteamientos de aquellos.
Como se sabe, la teoría de la
dependencia, en su versión marxista, atribuye el subdesarrollo de los países de
la llamada periferia, al carácter histórico y subordinado de dependencia de sus
economías de los países centrales, pero, sobre todo, a la sobreexplotación del
trabajo en estos países, que posibilidad la transferencia de cuotas de
plusvalía más altas. Para Amin, esto se da a escala mundial, como parte de un
sistema de acumulación que reproduce un patrón de dependencia para ciertos
países que los imposibilita aspirar al desarrollo o salir del subdesarrollo.
Un estudio pionero en este
campo, lo es La
Acumulación a Escala Mundial: Critica a la Teoría del Desarrollo,
libro publicado en 1970 (francés) y en 1974 (español), donde Amin caracteriza
la formación y desarrollo subordinado del capitalismo en los países
periféricos, y los mecanismos de transferencia de excedente económico a los
países centrales, incluyendo ajustes particulares de las cuentas externas y rol
de la periferia en la economía mundial. Este trabajo se suma al de Arghiri
Emmanuel “El
Intercambio Desigual”, publicado en 1969 (francés) y en 1972
(español). Estas investigaciones se constituyeron en referencia obligada de
economistas y demás cientistas sociales de países latinoamericanos, buscando
explicar el carácter de la dependencia a escala mundial; de hecho, hoy día este
carácter es global.
En Latinoamérica, un trabajo
destacado de Samir Amin, lo fue la “Cuestión Campesina y el Capitalismo”,
escrito junto a Kostas Vergopoulos, en 1974, que sirvió de base para el
análisis de los problemas que genera el desarrollo del capitalismo en la
agricultura, las tesis sobre las vías del desarrollo propuesto a partir de la
experiencia en Rusia, y las formas de obtención del producto social de las
economías campesinas, caso particular de la renta de la tierra.
Estas aportaciones teóricas e
incluso empíricas ayudaron mucho a conocer mejor la estructura agraria de los
países de tercer mundo y latinoamericanos en particular, y en el diseño de
políticas desde el Estado y movimiento obrero-campesino, para apoyar formas de
producción no capitalistas, que se resistían al embate del capitalismo. Había que
buscan nuevos espacios de desarrollo propios, en contra de patrones de
acumulación tradicionales como el monocultivo y los programas y proyectos de
desarrollo rural, como formas parasitarias de recreación de las economías
campesinas; se necesitaban alianzas entre actores como los campesinos y obreros
para luchas por acceso a tierra y mejores condiciones de vida de las familias.
A finales de los 70s y 80s su
actividad intelectual no paró y son innumerables los libros, revistas y
artículos publicados en revistas africanas, europeas, norteamericanas y
latinoamericanas. Otro trabajo pionero, lo fue la llamada Teoría de la
Desconexión (1989), cuando, por el otro lado, se estaba bendiciendo por el FMI,
Banco Mundial y el Tesoro de los EEUU, el llamado Consenso de Washington, una
especie de décalo del modelo y políticas neoliberales aplicadas en países del
tercer mundo.
La tesis de la desconexión
busca, ante todo, que los países periféricos ejerzan el control del proceso de
acumulación interna, que les permita un desarrollo más autónomo, no sujeto a la
dinámica e intereses económicos, sociales y culturales de los centros; más aún,
al interés de las élites económicas y empresas multinacionales. El esfuerzo
productivo debe orientarse prioritariamente a la producción de medios de
producción y bienes de consumo masivo de la población, no a la producción de
postres (exportaciones no tradicionales) y bienes de lujo para los centros y
sus aliados internos.
Este control de la dinama de
acumulación interna, no debe recaer en las élites nacionales aliadas con el
capital transnacional, sino en una gran alianza de las fuerzas y movimientos
populares, que supere los enfoques tradicionales del desarrollo, donde se
piensa es una clase y movimiento obrero líder del proceso de cambio
revolucionario; por cierto, fuertemente diezmado por las políticas neoliberales
ejecutadas y el control de las organizaciones y sus líderes.
La desconexión implica la
vigencia de un modelo de desarrollo de tipo socialista (visto como un futuro al
construir) pero que abra un amplio espacio de participación política y social,
reconociendo independencias y autonomías ancestrales legìtimas de pueblos y
comunidades; igual, integre esfuerzos supranacionales y regionales de varios
países, gobiernos y pueblos en la búsqueda de la independencia comercial,
financiera, tecnológica y cultural. Las iniciativas de UNASUR, CELAC, Banco del
SUR, ALBA, los BRICS, y el Foro Social Mundial (Amin fue uno de sus promotores
y fundadores junto con el expresidente Lula de Brasil), son parte de estas
iniciativas. A las que se suma, el Foro del Tercer Mundo y el Foro Mundial para
las Alternativas (FMA), del cual era su presidente.
Hay mucho que aprender de
Samir Amin, por tanto, sus aportes a la teoría del desarrollo desde dentro de
un mundo global, deben ser tema de análisis y discusiones en Universidades y
organizaciones sociales y populares diversas. En el caso de los países
latinoamericanos, la defensa de las instituciones y organizaciones creadas es
lo poco que pueden hacer por un pensador que dio mucho a Latinoamérica.
Tegucigalpa, 15 de agosto de
2018.