Antes que las grandes multinacionales sean nuestros
amos
Federico E. Cavada Kuhlmann
Desde
hace ya varios años los alimentos transgénicos son una realidad, están en los
escaparates de los supermercados y en los puestos de vendedores ambulantes de
cualquier latitud del planeta. Quienes tenemos acceso a los medios masivos de
comunicación somos testigos de una polémica que divide a sus partidarios y a
sus detractores.
Frente a ello creemos que es
necesario que la Sociedad Civil -la comunidad, todos nosotros-, debe estar
informada verídicamente de la forma más completa que sea posible y con la mayor
precisión sobre los AGM, Alimentos Genéticamente Modificados, de manera de
fomentar el debate sobre el tema conociendo y entendiendo las consecuencias que
pueden tener para todos y cada uno las nuevas biotecnologías. Por ello
comenzaremos por este artículo con el que buscamos producir el diálogo
comunitario necesario para la sensibilización de todos frente a este tema.
Pretendemos que se converse sobre ello en la Junta de Vecinos, en el Sindicato,
en el Club Deportivo, en el Centro de Mujeres, en el Colegio, en la calle, los
cafés y los medios de movilización. Esta posible reflexión sobre los alimentos
transgénicos deberá producir conmoción en productores, desarrolladores de AGM,
políticos, organizaciones empresariales, educadores, medios de comunicación y
otros sectores de la sociedad.
Hace poco menos de cincuenta
años atrás el conjunto folclórico chileno Los Quilapayún hacían famosa "La
Batea" y con ella aquel verso que decía "... que culpa tiene el
tomate que está tranquilo en la mata, que venga un gringo hijo de p... lo meta
en una lata y lo mande pa..."
Así es, ¿Qué culpa tiene el
tomate?
Nació andino cuando apareció
hace miles de años en la cordillera Los Andes. Sí, es originario de la
cordillera andina del Perú, lugar donde aún se encuentra en estado silvestre y
tiene una larga historia. Trabajos arqueológicos han encontrado pruebas en
tumbas peruanas de hace unos nueve mil años, lo que demuestra que ya era parte
de la alimentación de los seres humanos. Esto no significa que fuera cultivado,
se consumía desde su estado silvestre. Después de la conquista de América y
durante mucho tiempo -hasta no hace mucho- algunos lo consideraron venenoso.
Por eso hace un par de siglos atrás -en 1820- hubo un gringo que se hizo famoso
gracias al tomate. Robert Gibbson Jhonson como un intrépido se atrevió a
comerse uno frente al Palacio de Justicia de Nueva Jersey.
Otro par de siglos antes, en
algún momento alguien lo "metió en una lata" y lo mando para el
Norte: Llegó a México donde fue domesticado, cultivado y "bautizado".
Su nombre tomate es un
vocablo náhuatl. En el Estado de Michoacán hay un pueblo -cercano al Golfo de
México- que se llama Buenavista pero cuyo nombre original es Tomatlán
Buenavista. Tomatlán es una palabra de origen náhuatl y quiere decir
"lugar de tomates". En el Escudo de esta ciudad, en el campo donde
está representada la cultura náhuatl, se muestra una yácata, el tomate
silvestre, y de fondo está el cerro Tomatán. Como ustedes ven el tomate es todo
un personaje.
Las características del
tomate que conocemos, son su tamaño, color y sabor que representa el cinco por
ciento del fruto ya que el resto es solo agua. Se consume por lo sabroso y
fresco. Usado en ensaladas, sopas, salsa, guisos, bebidas, es de fácil
conservación convertido en puré, jugo, salsa ketchup, en polvo, enlatado o
secado al sol. Eso ha permitido que desde los antiguos frascos conserveros de
la abuela, haya recorrido un largo camino hasta convertirse en uno de los
principales cultivos alimenticios del siglo XX y que deberá aumentar en este
nuevo milenio.
Esta historia comienza con su
llegada a México -en donde ya había un buen nivel de técnicas agrícolas- para
ser domesticado y diferenciado claramente de sus parientes la belladona y la
mandrágora que si son venenosos. Sometido de su expresión silvestre el tomate
comenzó a ser habitual en los mercados y las cocinas, fue trasformado por los
agricultores de una planta producida por cruzamiento a una plante autógama.
En 1930 los norteamericanos
introdujeron una serie de mejoras para intensificar el cultivo, entre ellas la
más significativa que fue la hibridación. Desde entonces el cultivo dejó de
pertenecer a los agricultores y quedó en manos de las empresas productoras de
semillas. Todo esto hace que el tomate que nosotros conocemos sea bastante
homogéneo genéticamente. La especie es menos diversa al silvestre de los
contrafuertes andinos del Perú. Está probado que gran parte de la diversidad
del tomate ya se perdió definitivamente. Un estudio de la Fundación
Internacional para el Progreso Rural dejó en claro que del 80% de las
variedades comerciales -no estamos hablando de silvestres- que se producían en
1903 ya no se encuentra semillas en USA, lo que significa que están
extinguidas. Pero hay redes guardadoras de semillas, de las cuales después les
contare.
California -al finalizar el
siglo pasado- alcanzaba casi el 90% de la producción de tomate industrial en
los EE.UU. Los países del Hemisferio Sur son los mayores productores de
tomates, pero el control lo ejercen los del Norte. Estos países tenían -hace
unos años- una participación del 72% en un mercado de exportaciones que llegaba
a muchos miles millones de dólares y además eran los importadores del 95% de la
producción. A del siglo XX el mercado internacional había tenido un incremento
de más del 12% solo en el primer quinquenio de la última década.
¿A qué viene esta historia
del tomate?, ...el Solanum lycopersicum o Lycopersicum esculentum.
Esta historia la traigo a
colación porque vamos a dialogar sobre los alimentos transgénicos y el tomate
es el primer transgénico introducido en el mercado mundial. En esta líneas
trataré de examinar cuánto debemos preocuparnos del tema y cuál es el problema
que debe preocuparnos respecto a ellos, para evitar no caer en discusiones y
debates estériles que solo distraen la atención de la comunidad del problema de
fondo que es la apropiación de la agricultura por las empresas comerciales.
Hambre
en el mundo
"La
Primera Conferencia de las Naciones Unidas congregó en Hot Springs, Virginia,
entre el 18 de mayo y el 3 de Junio de 1943, a los delegados de cuarenta y
cuatro naciones invitadas por el Presidente Roosevelt. Tenía la misión de
analizar las posibilidades de la iniciativa internacional concertada, para la
mejora de los regímenes alimentarios, la buena orientación de la producción
agrícola y una mejor distribución de los productos de la tierra entre los
pueblos y los hombres".
Así iniciaba su artículo
sobre la alimentación humana -escrito desde la clandestinidad cuando era
militante de la Resistencia y publicado en Les Cahiers Politiques de noviembre
de 1943-, el historiador francés Marc Bloch, asesinado por la Gestapo el 16 de
junio de 1944.
Recurrimos a la historia porque
es bueno refrescar la memoria y porque el problema que visualizaremos tiene una
profunda raigambre en lo que sostiene Bloch, quien escribía: "... la
conferencia ha constatado una vez más la existencia, en la humanidad actual, de
grandes grupos en situación crónica de desnutrición. Se trata, por una parte,
de pueblos enteros, en particular en Asia y, por otra, en el seno de las
propias naciones de la civilización occidental, de grandes grupos sociales. Más
numerosos son todavía, entre nosotros, los grupos "vulnerables",
víctimas con demasiada frecuencia de la "malnutrición": los niños,
los adolescentes, las mujeres embarazadas". Instaba Bloch a crear
políticas alimentarias nacionales y -pocas líneas más adelante-, sentenciaba "Estas
políticas pueden concretarse en diferentes medidas, pero ante todo exigen una
organización metódica de la producción y la distribución de alimentos y, por lo
tanto, una adaptación de la agricultura a las necesidades reales de los
consumidores, más que de su poder adquisitivo".
Lo primero que constatamos en
lo recordado del historiador francés es que al igual que en 1943 el problema
alimentario mundial persiste a pesar de los años transcurridos. Lo segundo es
lo que sentenciaba Bloch que tiene que ver profundamente con la problemática de
la producción de alimentos transgénicos en el mundo de hoy.
Ingeniería
Genética
Los alimentos transgénicos
son producto de la Ingeniería Genética. Esta es la gran posibilidad que el
siglo XX ha legado a este nuevo milenio. La Ingeniería Genética es la puerta de
ingreso a la ruta que puede permitir a la humanidad mejorar -hasta límites
insospechados- sus condiciones de vida. La enfermedad y el hambre podrán dejar
de ser enemigos de la sociedad con la aplicación de los conocimientos y tecnologías
desarrolladas por los biotecnólogos. Lo que ayer nos asesinaba, el hambre, el
cáncer, el alcoholismo, la diabetes y muchos otros flagelos que por millones de
años han acompañado al ser humano en su trayectoria por la vida, hoy podrán ser
controlados y derrotados. Ese es el tema y es donde los miembros de la
comunidad debemos poner nuestra atención. ¿La Ingeniería Genética está actuando
en beneficio de la humanidad?
Los alimentos transgénicos
hoy incluyen la soja -que es utilizada en el 60% de los alimentos procesados,
como los alimentos infantiles- tomates, levadura, productos lácteos, aceite,
maíz.
Hace algunos años atrás la
empresa norteamericana Calgene Inc., una de las primeras en trabajar en este
sector y hoy subsidiaria de Monsanto, -la más grande de estas multinacionales-
comenzó a comercializar sus tomates Flavr Savr. Esto era el resultado de diez
años de trabajo de investigación y desarrollo que le permitía entregar al
consumo humano los primeros alimentos -en la historia- que habían sido
genéticamente alterados por el hombre, por las nuevas biotecnologías de la
ingeniería genética. Las primeras plantaciones se hicieron en México y en los
estados de California y La Florida. Se les introdujo un primer gen que llamaron
Flavr Savr que era como un antígeno un gen antisentido con relación al gen
normal. No voy a entrar en detalles ahora, El otro gen agregado a ese primer
transgénico fue uno que codifica la síntesis de una proteína dándole
resistencia al antibiótico kanamicina que para el tomate es letal.
Todos los estudios realizados
antes de su lanzamiento al mercado mostraron que el producto era coincidente,
semejante, igual con el tomate "natural" en cuento a sus contenidos
nutricionales y sus características complementarias. La diferencia que este
tomate aportaba en el mercado era que el gen Flavr Savr le acentúo dureza y
viscosidad con lo cual logro retrasar su ablandamiento durante la madurez. Eso
no significa que no siga el proceso normal de maduración, lo que pasa que usted
al comprarlo lo ve menos maduro de lo que en realidad esta.
Así se inició este camino que
esta aun en pleno desarrollo y que es campo de discusión entre ecologistas y
productores de transgénicos sobre los beneficios o los problemas que traerá
para la humanidad su producción.
La
mitología
Una de las más importantes es
aquello que dice que los alimentos transgénicos son solo el fruto de la
manipulación genética con el objeto de llegar a conseguir alimentos -vegetales
y animales- aguantadores de sequías y plagas, mejorados nutritivamente,
mejorados para la salud del consumidor quitando sustancias tóxicas o alérgicas
en los agrícolas, en tanto en los animales una mejora en producción de carne
para rebajar los cosos de producción, algo que también debe ocurrir con los
transgénicos agrícolas. Otro de estos mitos es una tecnología altamente segura
que ya está definitivamente en marcha y que no podrá ser detenida. Las
aparentes ventajas que los AGM tienen son -fundamentalmente- cualidades
nutricionales mejoradas -no se ha probado-, su mayor duración -muchas veces
aparente- y el menor uso de pesticidas que exigen. Desde sus partidarios los
OMG -Organismos Genéticamente Manipulados- están potenciados en términos reales
para mejorar las condiciones de alimentación de la humanidad.
Las corporaciones
multinacionales de agroquímicos -que son las que controlan y dirigen las
innovaciones biotecnológicas- sostienen que esto irá en concreto beneficio de
los agricultores en el mundo, especialmente en el desarrollado. Que será
altamente beneficiosa y favorable para los pequeños agricultores del tercer
mundo haciendo posible con ello la erradicación o al menos la superación del
hambre.
También los partidarios de
los transgénicos sostienen que no hay ninguna forma de agresión a la soberanía
ecológica de ese tercer mundo y que la biotecnología servirá para la
conservación de lo biodiversidad, que la tecnología no es ecológicamente dañina
y que permite el desarrollo de una agricultura sostenible libre de químicos.
Muchos de sus partidarios
sostienen que si no se inicia ya -de inmediato-, el proceso de producción de
estos alimentos, el que no lo haga quedara fuera del futuro agropecuario de la
tierra.
Hay quienes sostienen que los
ecologistas y los tradicionalistas en materia alimentaria deberían dejar en
manos de los biotecnólogos la solución porque ellos tienen las herramientas
para solucionar el hambre de la humanidad.
En algún documento preparado
por uno de ellos llegue a leer que decía "... pero no le quiten la comida
a los necesitados, que para luchar contra su hambre estamos nosotros los
científicos".
Por
los caminos de la realidad
Por parte de los detractores,
de sus enemigos -que son muchos y muy diversos- estos alimentos son
perjudiciales para el ser humano y para los animales. Alteran gravemente el
medio ambiente, producen un profundo desequilibrio entre las especies,
contribuyen al fin de los antibióticos y generan nuevas alergias.
Sostienen que la mayoría de
las novedades en biotecnología agrícola está sustentada en criterios económicos
y no en las necesidades del ser humano. El objetivo de las grandes empresas
tras esto es la industrialización de la agricultura y profundizar la
dependencia que los productores tienen de los insumos industriales que ellos
proporcionan, amparados en las patentes al controlar el germoplasma desde la
semilla hasta la venta.
Con relación a los pequeños
productores, especialmente los de los países en desarrollo, se prevé que estos
verán seriamente afectadas sus posibilidades de desarrollo porque las nuevas
tecnologías -protegidas por patentes y dependientes de corporaciones
multinacionales- son de muy alto costo para comunidades postergadas o pobres e
indígenas. Los objetivos de quienes realizan las investigaciones y el
desarrollo biotecnológico es económico no filantrópico por lo tanto los
pequeños y los pobres de la agricultura no deben esperar nada de ellos,
aseguran los opositores.
Miguel Altieri, de la
Universidad de California, dice que "Desde que el Norte se dio cuenta de
los servicios ecológicos que proporciona la biodiversidad, de los cuales el sur
es el mayor repositorio, el tercer mundo ha sido testigo de una "fiebre
genética", en la medida que las corporaciones multinacionales exploran los
bosques, los campos de cultivos y costas en busca del oro genético del sur.
Protegidas por el GATT, estas corporaciones practica libremente la
"biopiratería", la cual cuesta a las naciones en desarrollo, según la
Fundación de Avance Rural -RAFI- unos 4.500 millones de dólares al año por la
pérdida de regalías de las compañías productoras de alimentos y productos
farmacéuticos, las cuales usan el germoplasma y las plantas medicinales de los campesinos
e indígenas".
Por otra parte también se
sostiene que la problemática que dejaron planteadas en el campo agrícola las
tecnologías con agroquímicos aplicadas en un pasado reciente -el DDT y otros
hoy prohibidos en los países del Primer Mundo y en algunos de los nuestros-,
que produjeron contaminación ambiental degradación de los suelos y resistencia
a los pesticidas por parte de malezas, bacterias e insectos ha hecho que las
multinacionales desarrollen la biotecnología en este campo con el objeto de
recuperar el espacio que estaban perdiendo y que lo han hecho siempre en un
solo sentido. Risller y Melion aseguran que los cultivos de alimentos
transgénicos incrementan la evolución de las malezas llevándolas a convertirse
en supermalezas y que producen plagas de insectos resistentes, produciendo con
esos fenómenos el desequilibrio ambiental del agro.
También los detractores
sostienen que es falso que la biotecnología per se vaya a mejorar el uso de la
biología molecular para beneficio de todos. Las áreas como la del control
biológico y la agroecología que mencionamos antes, no están siendo favorecidas
por las grandes corporaciones multinacionales y ello es contrario al interesa
social de la comunidad.
El
momento de pensar
Con estos pocos antecedentes
que hemos entregado ha llegado el momento de proponer los temas de discusión,
diálogo y reflexión.
El tema de la peligrosidad o
no que los alimentos transgénicos tienen para la salud humana en forma directa
no ha sido posible aun comprobarlo científicamente, aun cuando se han
comprobado afecciones a personas que muestran algunos problemas, como
predisposición alérgica. Entonces este es un tema sobre el que debemos aprender
y estar alertas, aumentando las exigencias sobre las investigaciones para definir
cada caso en particular. Este es un tema que no puede quedar al resguardo de
los productores agrícolas de transgénicos sino que debe estar en manos de la
autoridad gubernamental y la sociedad civil. Otro aspecto sobre el que debemos
estar alertas es sobre la amenaza a la diversidad genética por la
simplificación de los cultivos y la posibilidad cierta de que se traspasen
genes de CRHs -Cultivos Resistentes a Herbicidas- produciendo las supermalezas.
Pero el más importante tema
-a mi juicio- que debemos considerar es como las multinacionales, mediante la
producción de alimentos transgénicos, sus patentes internacionales y sus
derechos comerciales, en pocos años pueden ser las absolutas propietarias de la
alimentación de todos los seres humanos. Hasta hoy lo único probado en forma
real es el aumento de mercado y ganancia que a las corporaciones les produce la
biotecnología. Las grandes corporaciones incorporadas al capo de los AGM son
casi 30 entre ellas las 8 mayores compañías productoras de pesticidas del
mundo. Ahí están Rhone-Poulenc, Bayer, DuPont, Ciba-Geigy, Dow/Elanco, Hoescht,
Monsanto e ICI. Estas corporaciones buscan el incremento de la rentabilidad de
sus capitales y no la resolución de los problemas agrícolas o el hambre de los
marginales. Es por ello que yo hacía mención a la importancia que tenía la
sentencia de Marc Bloch hecha hace sesenta años.
La Sociedad Civil debe exigir
que las universidades no se asocien con estas corporaciones para los estudios
que necesitan y deben realizar. Hay un problema de ética que los profesionales
deben asumir. La ciencia no puede estar al servicio de la rentabilidad de tal o
cual multinacional, la ciencia -es necesario- que esté al servicio de todos.
Es urgente que la sociedad
civil conquiste por sí misma una participación efectiva en este tema, porque lo
necesita para su propia seguridad, sobrevivencia y calidad de vida. Repetiré
algo que indique más arriba, lo que decía un defensor de los transgénicos: “... pero no
le quiten la comida a los necesitados, que para luchar contra su hambre estamos
nosotros los científicos".
Frente a esto, varias
preguntas, ¿Cuántos de ellos están trabajando con la comunidad? ¿Cuántos de
ellos trabajan para las multinacionales? ¿Cuántos de ellos están objetando la
forma de operación de las corporaciones? Eso solo para plantear una inquietud.
Pero como soy aficionado a la historia quiero recordar que en 1909, Fritz Heber
en colaboración con Carl Bosh, ideó un método de fijación del nitrógeno
atmosférico en gran escala que permite obtener amoniaco a partir de nitrógeno e
hidrógeno gracias al empleo de catalizadores (esencialmente hierro), desarrollo
en la actualidad conocido como el proceso de Haber-Bosch. También fue el
creador junto a Max Born del ciclo de Born - Haber que es un método físico -
matemático de cálculo de la energía reticular de un cristal iónico. En 1918
recibió el Premio Nobel de Química. Después fue víctima del nazismo y en 1930
debió huir de Alemania por su condición de judío-alemán y murió en Suiza el año
1934. Hasta ahí todo está muy bien, pero hay algo que tiene que ver con esto de
lo científico. Fritz Haber fue el creador de los gases -el gas mostaza en
particular- venenosos usados por el ejército alemán durante la guerra del 1914
que causó cientos de miles de muertos en las trincheras. A consecuencia de ello
su propia esposa se suicidó dolorida y avergonzada de lo realizado por su
marido a quien le había rogado, pedido y exigido que no lo hiciera. Los mismos
gases -obra de este científico judío-alemán- sirvieron para asesinar judíos en
los campos de concentración del Tercer Reich. Otra lección que nos da la
historia. Estoy con los científicos y con darles la posibilidad de aplicar la
ciencia que poseen en beneficio de la humanidad, pero para ello es necesaria la
participación de la sociedad civil de manera de equilibrar las necesidades,
posibilidades y ética de su aplicación.
Federico
E. Cavada Kuhlmann
Comunicólogo
y sociólogo