Bicentenario de Marx
Por Joseba Permach Martin
El
próximo 15 de setiembre se cumplirán diez años desde el inicio de la última
gran crisis económica. Nos dijeron que un tsunami financiero
había provocado un gran terremoto en el panorama bursátil
internacional. El gigante financiero Lehman Brothers se derrumbaba y el mercado
libre, pieza fundamental del capitalismo, llegó incluso a ponerse en cuestión.
El propio Nicolas Sarkozy, entre otros dirigentes mundiales, habló de la
necesidad de refundar el capitalismo. Una década después, esa supuesta
refundación del capitalismo se ha limitado a profundizar en sus orígenes y
Sarkozy bastante tiene con hacer frente a las acusaciones de corrupción que le
rodean.
Karl Marx nos explicó, hace
ya tiempo y de forma magistral, que el capitalismo genera crisis de forma
periódica y que, en definitiva, son parte del propio sistema. En la fase de
crecimiento, a los defensores del capitalismo les resulta relativamente fácil
defender el mismo y nos recuerdan que éste genera empleo, riqueza y bienestar
social. ¿Pero cómo puede decirse de un sistema que genera crisis periódicas con
drásticas consecuencias que es eficiente y que es el único que realmente funciona?
¿Cómo puede una opinión de esa índole estar tan extendida y formar parte del
sentido común de la mayoría de los economistas o analistas sociales?
Obviamente, no hay una
respuesta única a dichas preguntas, pero, ciertamente, resulta decisivo
presentar los hechos económicos como fenómenos naturales, con dinámica propia
y, por tanto, sin margen de incidir en ellos o hacer variar su desarrollo. Las
metáforas mencionadas anteriormente son un buen ejemplo de lo que estamos
comentando. Los llamados expertos económicos nos presentaron la crisis
como tsunami, terremoto o turbulencia financiera,
esto es, como un fenómeno natural o meteorológico y, por tanto, ocultando y
negando toda responsabilidad personal en los mismos. La utilización de estos
términos va más allá de criterios periodísticos o pretensiones sensacionalistas
de los medios. De hecho, estos conceptos pueden encontrarse, fácilmente, en los
diferentes informes económicos de las entidades económicas más importantes del
planeta.
Karl Marx en el primer tomo
de su obra cumbre, El Capital, nos habla del papel que cumple la
fetichización de la mercancía en el marco del sistema capitalista. Las mercancías,
decía, como productos de la mente humana semejan seres dotados de vida propia,
de existencia independiente, y relacionados entre sí y con los hombres. Cuando
se cumplen doscientos años del nacimiento de Marx, la mayoría de los
acontecimientos de la realidad económica se nos presentan fetichizados y con
vida propia en las explicaciones que se vierten en la prensa, en los debates
públicos o en las explicaciones que sobre ellos se dan en las facultades de
economía. Seguimos ocultando que la economía es una ciencia social y que las
supuestas leyes de la misma no tienen, absolutamente, nada que ver con las leyes
de las ciencias naturales. El mercado, por ejemplo, se nos presenta como
fenómeno o ser con vida propia y, por tanto, poco se puede hacer para hacer
variar el desarrollo del mismo. Como mucho, lo único que podemos hacer es
cumplir las recetas exigidas por la Troika o el FMI para
ayudar en la recuperación de una economía débil y
con problemas de salud. Más metáforas para esconder las
deficiencias del mercado o legitimar políticas antisociales.
Ni el mercado ni el sistema
funcionan. Ni antes, ni ahora. El capitalismo es un sistema que genera crisis
de forma periódica. En tiempos de crecimiento, el capital obtiene su beneficio
a costa del sudor de los y las trabajadoras (plusvalía en palabras
de Marx) y, visto lo visto, en tiempos de crisis costear las pérdidas también
corre por nuestra cuenta. Claro que siempre se puede vender en forma de rescate
o de inyección de liquidez.
La explicación del establishment en
torno el funcionamiento del sistema, obviamente, es muy diferente. También
sobre esto nos advirtió Karl Marx en su otra obra La Ideología
Alemana. En ella explicaba con detalle la función que cumple la
ideología y cómo, mediante ella, las relaciones humanas se presentan de forma
invertida a la situación que realmente se produce en el marco del sistema
capitalista. Aunque nos pueda parecer increible, el mercado o la mano invisible
que nos arrastra de una crisis a otra ha de ser quien conduzca la economía. Y,
también supuestamente, es la única capaz de generar riqueza y bienestar común.
No importa que la cruda realidad refute permanentemente dichos supuestos, la
ideología del sistema y los economistas a su servicio seguirán repitiendo esos
principios hasta que queden petrificados en nuestras mentes.
El actual sistema económico,
y más concretamente su versión neoliberal 3.0, está generando y cronificando la
pobreza, el paro y la precariedad para millones de personas a lo largo de todo
el mundo; este sistema capitalista y patriarcal condena a las mujeres a labores
reproductivas no retribuidas y trabajos precarios pésimamente pagados. Al igual
que la mano invisible del mercado, la mujer y su trabajo, sea productivo o
reproductivo, resulta también invisible para este sistema y sus defensores. El
problema no es sólo el techo de cristal, sino la falta de
un suelo para una vida mínimamente digna.
La dualización de la sociedad
y la brecha social entre unos pocos que siguen acumulando riqueza y capital y
una mayoría condenada a sobrevivir, es cada vez más grande, más hiriente y más
vergonzosa. Todo ello se hace a costa de las clases populares, pero también a
costa de construir el desarrollo del norte a expensas
del subdesarrollo del sur y, cómo no, gracias a la explotación
de unos recursos naturales que nos arrastran al caos ecológico.
Así ha sido durante siglos,
pero el neoliberalismo y la globalización económica que cierra fronteras a las
personas y las abre para los capitales, no ha hecho otra cosa que multiplicar
precipitadamente todos esos procesos en estas últimas décadas. Las crisis ya no
son sólo económicas. Ahora también son políticas y de legitimidad, son de los
cuidados, son humanitarias, son ecológicas... En definitiva, el sistema,
repetimos, no funciona y no lo hace mírese desde donde se mire.
Y no, todo ello no es
natural. Digan lo que digan, no tiene porque ocurrir, no es una realidad per
se. Y vestirlo de catástrofe natural, de economía
enferma o de correciones del mercado no es más que la
versión actual de la realidad invertida denunciada por Marx en su análisis
sobre la ideología. Una vez más, Marx acierta de pleno en su analisis del
sistema capitalista.
Lo mismo ocurre cuando en
el Manifiesto Comunista nos recuerda que el ejecutivo del
estado moderno no es otra cosa que una comisión que gestiona los intereses
comunes de la burgesía. Hoy en día, en plena privatización de la democracia
(Goikoetxea, 2017), cuando la Unión Europea y los estados cumplen a pies
juntillas los mandatos de las grandes transnacionales y entidades financieras,
los mandatarios de la mayoría de los estados no son otra cosa que marionetas guiadas
por la mano invisible del capital. Y la corrupción no es la excepción, sino el
necesario y triste precio de dicha relación al servicio de los poderosos. Por
cierto, poderosos que corrompen, pero que jamás son juzgados y mucho menos
condenados por ello. Para ello también están las mencionadas marionetas que,
además, ayudan a extender la idea de que lo público, además de ineficaz, es
también corrupto.
Han pasado 200 años desde el
nacimiento de Marx. Las publicaciones, actos y congresos sobre su obra se multiplican
y este artículo también pretende ser parte de dicho homenaje colectivo que
hombres y mujeres de todo el mundo estamos realizando para recordar la validez
de su obra.
Marx realizó aportaciones de
un inmenso valor. Las explicaciones, teorías y conceptos utilizados por él y su
compañero de batalla, Friedrich Engels, para comprender el sistema capitalista
resultan hoy en día de rabiosa actualidad. El desarrollo actual del sistema
capitalista puede seguir siendo interpretado gracias a la mirada de Marx y
Engels. La función que ha tenido y tiene la lucha de clases a lo largo de la
historia, la ya mencionada fetichización, la plusvalía, la realidad invertida o
el sometimiento de la política a la economía, todo ello, nos siguen resultando
de gran utilidad para analizar la actual realidad económica y social.
En todo caso, también hay
entre los seguidores de Marx y ciertos sectores de la izquierda una
incomprensible actitud que, desde luego, no podemos compartir. No es sólo que
no tiene ningún sentido perderse en inzanjables debates sobre la interpretación
de algunos textos de Marx, no, el problema va más allá, es más grave. El tema
es que hay quien quiere interpretar los textos y las aportaciones de Marx como
si el mundo no hubiera cambiado con el paso de casi dos siglos de
transformaciones sociales, económicas y tecnológicas. Desgraciadamente, esto
tampoco sería novedoso para el propio Marx que, a la vista de algunas
interpretaciones que sobre su obra se estaban haciendo, ya declaró que él no
era marxista. Ayer y hoy, algunos más papistas que el papa y más marxistas que
el propio Marx.
Indudablemente Marx realizó
aportaciones fundamentates en el campo de la economía, sociología y la
filosofía. Todas ellas son válidas para seguir comprendiendo y transformando el
mundo, pero afortunadamente no son las únicas.
En las últimas décadas desde
la economía feminista, por ejemplo, se ha puesto de manifiesto la importancia
de los cuidados y el papel que cumple lo reproductivo como pieza clave del
engranaje del sistema. Se nos ha recordado que si bien es cierto que la
plusvalía se debe gracias al sudor de los trabajadores, no podemos olvidar
tampoco el sudor de todas las mujeres que garantizan la reproducción del
sistema y que, normalmente, pasa inadvertido, sin contabilizarse y sin
reconocimiento social y económico alguno. E, incluso, hay quien ya pone en
cuestión los propios conceptos de productivo y reproductivo para poner en el
centro de la economía el buen convivir (Pérez Orozco, 2018) y
no la producción y la generación de una riqueza que jamás es repartida. En
definitiva, a la aguda mirada de Marx hay quien acertamente añade gafas moradas
para ver todo aquello que no habíamos visto o que, casi, había pasado
inadvertido.
Lo mismo ocurre con las gafas
verdes que desde el ecosocialismo nos permiten detener la mirada en la
esquilmación de los recursos naturales, en la exterminación sistemática de la
biodiversidad o en el embate al que están siendo sometidos el conjunto de los
bienes comunes por parte de las grandes transnacionales. Todo ello desaparece
de nuestro entorno físico y natural, mientras la mano invisible tampoco lo ve,
ni lo contabiliza en el marco de la economía ortodoxa.
¡Y cómo olvidar las
aportaciones que desde planteamientos decoloniales, de las teorías de centro-periferia
o del sistema-mundo se han hecho y se siguen haciendo para comprender el papel
y las relaciones de dependencia entre los estados y sus respectivas
burguesias!, ¡cómo no vamos a tener en cuenta las reflexiones que desde Europa,
África o Ámerica se han realizado para comprender la opresión política,
económica y cultural a la que son sometidas también las naciones, los pueblos y
sus clases populares! Efectivamente, resultaría largo recordar todas aquellas
aportaciones teoricas y prácticas que desde muy diferentes campos están
ayudando en la critica y deconstrucción del capitalismo y de la ideología
neoilberal que lo sustenta.
Marx realizó una aportación
inprescindible para todas las personas de izquierda y todos los movimientos
políticos, sociales y económicos que queremos no sólo interpretar correctamente
el capitalismo, sino avanzar hacia otro modelo social más justo, más
igualitario y más libre. Sin embargo y afortunadamente, contamos ya con gafas
de diferentes colores para profundizar en nuestra mirada y reflexión crítica
sobre la sociedad que nos rodea. Contamos con nuevas miradas para poder llevar
a cabo, también, nuevas luchas y nuevas transformaciones.
Tan importante es interpretar
correctamente el mundo, como hacer frente a las diferentes desigualdades y
explotaciones que en el mismo se están produciendo. Lo importante es ser
capaces, entre todos, entre todas, de hacer frente a ese sistema cruel y
salvaje tan correctamente descrito por Marx hace ya casi 200 años. Cada cual
desde su pueblo, marco o ámbito de lucha, siendo conscientes de nuestras
contradicciones, pero convencidos de que lo que queremos construir y nos une,
es mucho más importante que lo que nos separa. Además, la teoría es importante,
pero la práctica imprescindible. Sin duda alguna, profundizar en las prácticas
transformadoras es el mejor homenaje que podemos hacer también a Karl Marx.
Joseba Permach
Martin es
economista y sociólogo. Es miembro de Iratzar Fundazioa
Referencias
Goikoetxea, Jule (2017) Demokraziaren
pribatizatzea. Donostia: Elkar.
Lizcano, Emmánuel (2012)
“Investigando cómo se construye/analiza un imaginario. Retórica e ideología en
los discursos expertos sobre la crisis económica”. En Guinea Martín
(Coord.), Trucos del oficio de investigador. Barcelona: Gedisa.
Marx, K. y Engels, F.
(1974) La ideología alemana. México: Ediciones de Cultura Popular.
Marx, K. y Engels, F.
(2010) El capital. Madrid: Siglo XXI.
Marx, K. y Engels, F (2011)
“Manifiesto del Partido Comunista”. México: Centro de Estudios Socialistas
Carlos Marx
Pérez Orozco, Amaia (2017)
"Introducción al debate" en Talaia", 03.
Donostia. Ipar Hegoa