Ante el llamado
“Acuerdo del siglo” de Trump
Por David Hearst
Ahora
debe comenzar una nueva ola de lucha por la igualdad de derechos en un único
Estado que ocupe todo el territorio histórico de Palestina
Hace
años que un obstáculo interfiere en los planes mesiánicos del primer ministro
israelí Benjamin Netanyahu para establecer el Estado de Israel en todo el
territorio comprendido entre el río Jordán y el mar Mediterráneo.
El
obstáculo es la realidad demográfica de que en dicho espacio viven más
palestinos que judíos. Según las cifras proporcionadas por la Oficina de
Estadística Israelí al comité de asuntos exteriores y defensa del Knéset
(parlamento israelí), entre el río Jordán y el mar Mediterráneo viven 6,5
millones de musulmanes y 6,44 millones de judíos, aunque esas cifras están
desfasadas. El comité hablaba de musulmanes, en lugar de palestinos, excluyendo
así a los palestinos cristianos.
Esto
significa que el plan de anexión de Netanyahu no
puede funcionar por sí solo. Las inmensas infraestructuras de hormigón con las
que Israel ha consolidado su ocupación de Cisjordania –asentamientos, muros,
carreteras y túneles– y su Estado de apartheid, tan cruel y absoluto como el de
Sudáfrica, son solo paliativos, que mitigan el dolor de un Estado de mayoría
judía, pero no logran sus fines.
Una
nueva Nakba
Se
puede anunciar tantas veces como se quiera (y el presidente estadounidense
Donald Trump lo hizo el pasado martes) que Israel se apoderará del valle del
Jordán y con él del 30 por ciento de Cisjordania y que impondrá la ley israelí
en los asentamientos. Pero si no deporta físicamente a miles y miles de
palestinos fuera del Estado ampliado de Israel, nada cambiará. La anexión se
convierte simplemente en otra forma de ocupación.
El
traslado masivo de población (es decir, una nueva Nakba, o Catástrofe) es parte
fundamental de la supuesta propuesta de “paz” de Trump y Netanyahu.
Nuevas fronteras proyectadas para
Israel según el plan de Trump
Si
es que se puede llamar paz al silencio que se escuchaba en las aldeas
palestinas en 1948, en Beit Hanoun en 2014, cuando
Israel bombardeó una escuela de la ONU en el norte de Gaza repleta de civiles
matando a 15 personas e hiriendo a otras 200, o en Alepo o Mosul, después de
que hubieran sido reducidas a escombros por los bombardeos. Es la paz creada
mediante la derrota total y absoluta de la lucha palestina por conseguir un
Estado en la tierra que les pertenece.
El
plan oculto
Así
que, en mi opinión, el meollo de la visión apocalíptica no reside en los
discursos supremacistas de Trump o Netanyahu, en los que dan la misión por
cumplida y proclaman la victoria absoluta del movimiento sionista sobre el
pueblo palestino. Reside concretamente en un párrafo oculto en el interior del
prolijo documento de 180 páginas, del que Trump alardea de ser el más detallado
de los producidos sobre el conflicto.
Se
trata del párrafo que menciona que las permutas de tierras que realice Israel
pueden incluir “zonas pobladas o no pobladas”. El documento es preciso en
cuanto a qué población hace referencia: la población palestina de 1948 del llamado
triángulo septentrional de Israel: Kafr Qara, Baqa-al-Gharbiyye, Umm al-Fahm,
Qalansawe, Tayibe, Kafr Qasim, Tira, Kafr Bara y Jaljulia
El
documento continúa: “La visión contempla la posibilidad, sujeta al acuerdo
entre las partes, de redibujar las fronteras de Israel para que las comunidades
incluidas en el Triángulo se conviertan en parte del Estado palestino. En dicho
acuerdo, los derechos civiles de los residentes en las comunidades del
triángulo estarían sometidos a las leyes y resoluciones judiciales de las
autoridades relevantes”.
Esta
es la parte oculta y más peligrosa del plan. Ese triángulo es el hogar de unos
350.000 palestinos –todos ellos ciudadanos de Israel– situados junto a la
frontera noroccidental de Cisjordania. Umm al Fahm, su ciudad más importante,
es el hogar de algunos de los defensores más activos de Al Aqsa.
Yusef
Jabareen, parlamentario árabe del Knéset, me dijo en una ocasión: “Umm al-Fahm
es mi ciudad natal, Wadi Ara es mi alma. El Triángulo es el hogar de cientos de
miles de ciudadanos árabe-palestinos que viven donde han nacido. El programa de
anexión y reubicación de Trump y Netanyahu nos expulsa del lugar donde hemos nacido
y revoca nuestra ciudadanía; es un peligro para la existencia de todos los
ciudadanos de la minoría árabe. Ahora es el momento de que árabes y judíos que
valoran la democracia y la igualdad se alcen y trabajen juntos contra este
peligroso plan”.
Una
“limpieza étnica” oficial
Durante
años, dirigentes del centro y la derecha israelíes han estado jugando con la
idea de esta “transferencia” de población e intercambio de tierras, que ya fue
mencionada por los antiguos primeros ministros Ehud Barak y Ariel Sharon. Pero
fue Avigdor Lieberman quien convirtió en
causa la expulsión de los palestinos.
Su
propuesta era despojar de su nacionalidad israelí a 350.000 palestinos
residentes en el Triángulo y obligar al 20 por ciento restante de población
israelí no judía a prestar un “juramento de lealtad” a Israel como “Estado
judío sionista”, o afrontar su expulsión a un Estado palestino.
Hace
dos años, Netanyahu propuso a Trump que Israel debería deshacerse del
Triángulo. Hoy esos planes de limpieza étnica han quedado sellados en un
documento oficial de la Casa Blanca.
Según
un tuit del miembro palestino de la Knéset, Ayman Odeh, el anuncio de Trump
“permitiría despojar de su nacionalidad a cientos de miles de árabes palestinos
que viven en el norte de Israel”.
Apoyo
a Trump
La
presencia de los embajadores de los Emiratos Árabes, Bahréin y Omán en la Casa
Blanca cuando se realizó el anuncio el pasado martes fue otro hecho relevante.
Arabia Saudí, Egipto y los Emiratos Árabes acogieron sin reservas el plan. Lo
mismo hizo Qatar, si bien añadió que el Estado palestino debería negociarse a
partir de las fronteras de 1967 y que los palestinos deberían conservar su
derecho al retorno.
Trump
dijo estar asombrado por la cantidad de llamadas de líderes mundiales apoyando
su plan, incluyendo la del primer ministro británico Boris Johnson.
Deshaciéndose
de cuatro décadas de política exterior basada en la solución justa y equitativa
de dos estados, Johnson apoyó con todo el poder de Reino Unido el plan de
Trump. El secretario de Estado para asuntos exteriores británico, Dominic Raab
emitió a su vez un comunicado dando la bienvenida al plan: “Se trata claramente
de una propuesta seria, que refleja una gran cantidad de esfuerzos y tiempo
dedicados”.
“No
puedo creer todo el apoyo que he recibido esta mañana”, alardeó Trump. “He
recibido llamadas de líderes, Boris [Johnson] llamó, y muchos otros. Todos se
ofrecen para `hacer lo que esté en su mano´”.
No
obstante, otros son conscientes del peligro de este plan. El senador Chris
Murphy es uno de ellos. En un tuit, afirmaba: “La anexión unilateral del valle
del río Jordán y de los asentamientos existentes, considerados ilegales según
la legislación estadounidense y el derecho internacional, entorpecerá décadas
de proceso de paz. Y corre el riesgo de provocar violencia y una
desestabilización masiva en lugares como el Jordán”.
En
absoluta soledad
Nadie
debería subestimar la naturaleza histórica de la declaración que acaba de tener
lugar. La solución de los dos estados o la idea de que es factible la creación
de un Estado palestino junto a otro de mayoría judía está muerta. En realidad,
estaba muerta antes de los Acuerdos de Oslo.
Ya
los soviéticos (Yevgeny Primakov) y el entonces secretario de Estado de EE.UU.,
James Baker, habían afirmado al rey Hussein de Jordania, que actuó como
mediador en los acuerdos de paz, que los palestinos nunca lograrían tener un
Estado independiente. Esto incluso antes de que se celebrara la Conferencia de
Madrid que precedió a los Acuerdos de Oslo. El rey no tuvo que asistir al
funeral de su amigo Yitzhak Rabin, asesinado en 1995, para darse cuenta de
ello. Ya lo sabía. Pero ahora el proceso de paz ha fenecido realmente.
Estados
Unidos ha dado su visto bueno oficial a la frontera oriental del Estado de
Israel. El mapa publicado por Middle East Eye ya
lo dice todo. El Estado Palestino previsto por el plan parece una resonancia
magnética del cerebro de una víctima de Alzheimer. El Estado Palestino ha sido
devorado por completo
Es
evidente el mensaje que dicho mapa envía a los palestinos de cualquier facción.
Olvidad vuestras divisiones, olvidad lo ocurrido entre Fatah y Hamás en
Gaza en 2007, desechad acusaciones de golpe de
Estado y uníos. Uníos frente a una amenaza existencial.
Los
palestinos están verdaderamente solos. Todas las bases de su posición
negociadora han desaparecido. No mantienen Jerusalén, ni el derecho al retorno,
ni refugiados para regresar, ni los Altos del Golán y ahora se han quedado
también sin el valle del Jordán. No les quedan aliados árabes. Siria está destrozada;
Irak, dividido; Egipto y Arabia Saudí son ahora juguetes de Israel. Los
palestinos han perdido el respaldo de las naciones árabes más pobladas y de la
más rica.
No
tienen ningún lugar a donde ir. Europa está cerrada ante cualquier gran
migración futura. Solo tienen una opción: quedarse y pelear. Unidos pueden
deshacer los planes supremacistas de limpieza étnica de Israel. Lo han hecho
anteriormente y pueden volver a hacerlo.
Una
nueva lucha
Los
palestinos deben hacer frente a esta realidad. El reconocimiento de Israel que
realizó en 1993 la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ha
llegado al callejón sin salida al que se dirigió desde el primer momento. Ni
Estados Unidos, ni el derecho internacional, ni las resoluciones de la ONU iban
a acudir en su ayuda y, solo en ese aspecto, el brutal plan de Trump ha hecho
un favor a los palestinos. Ha desintegrado décadas de fantasías.
Ahora
debe comenzar una nueva ola de luchas por la igualdad de derechos en un único
Estado que ocupe todo el territorio histórico de Palestina. Esto supondrá un
enorme combate. Nadie debería subestimar lo que puede ocurrir si el pueblo
palestino vuelve a levantarse. Pero tampoco debería haber ninguna duda de las
consecuencias de consentir las pretensiones israelíes.
Es
la primera vez desde 1948 que todos los palestinos pueden unirse con un mismo
objetivo. Tienen que aprovechar la oportunidad si no desean marchitarse como
una nota al pie de la historia.
David
Hearst es editor jefe de Middle
East Eye y anteriormente fue redactor jefe de internacional en The
Guardian.