Para el Fondo, la solución al estancamiento de la economía es recuperar
la globalización comercial. Confunde, sin embargo, el multilateralismo
keynesiano de Bretton Woods con la agenda neoliberal
Por Andy Robinson
La preocupación
se palpaba en la asamblea del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial
que terminó este domingo en Washington ante lo que algunos economistas
consideran un gradual estancamiento de la economía mundial –ya se suma China a
la desaceleración; su crecimiento ha bajado del 9% al 6% en los últimos cinco
años y no hay indicios de que Pekín pueda frenar la ralentización–.
Además,
con tipos de interés cero o negativos y niveles record de endeudamiento (la
deuda privada y pública iguala ya al 221% del PIB mundial), se agotan las
herramientas monetarias y fiscales para prevenir una recesión y, tal vez, una
segunda crisis financiera. Crece también la zozobra por las consecuencias
políticas de esta impotencia macroeconómica.
Mervyn
King, el exgobernador del Banco de Inglaterra se sumó a las alertas sobre el
futuro en un lúgubre discurso pronunciado en el cierre de la asamblea. “El
mundo se ha puesto al revés; ya es un lugar turbulento”, dijo. “La economía
está atrapada en una trampa de bajo crecimiento (...) estamos caminando
dormidos hacia una crisis financiera”, anunció ante un público de hombres
trajeados con cara de póquer. King insiste en los temores acerca de un
estancamiento estructural provocado por una falta de demanda en la economía mundial
que Larry Summers, el exsecretario del Tesoro de Bill Clinton y asesor
económico de Barack Obama, viene resaltando desde hace dos o tres años. King
acaba de escribir, junto con John Kay, el libro Radical uncertainty, un
concepto de John Maynard Keynes que
plantea que los modelos de previsión son de uso muy limitado en un mundo
complejo e imprevisible.
Esta
inquietud coincide con una preocupación, también palpable en la cumbre del FMI
y el G20, respecto a la turbulencia política, manifestada en el auge de partidos
que el FMI suele calificar como populistas e inward looking (nacionalista tal vez sería
la traducción más amena) y rebeliones nacionalistas como el brexit. Se han
comentado también las manifestaciones violentas y los disturbios que se
producen en diversas ciudades desde Santiago de Chile y Quito a París y
Barcelona, algunas de las cuales han sido la respuesta a las políticas del FMI.
Aunque
cada disturbio en las calles de ciudades de países ricos y pobres tiene raíces
distintas, todo puede estar relacionado en un mundo inseguro y traumatizado por
una tóxica frustración social.
Es
lo que ha dejado entrever Nadia Calviño, la ministra de Economía de España,
esta semana durante su visita a Washington. Destacó en una rueda de prensa al
final de la asamblea las “interesantes similitudes entre los diferentes
tumultos violentos en la calle en contextos políticos y económicos
absolutamente heterogéneos”. Calviño ya había comentado en un discurso
pronunciado en el Atlantic Council en Washington el viernes que “las escenas de
violencia en Barcelona me recuerdan a las protestas de los ‘chalecos amarillos’
en París. Denotan una rabia y una tensión subyacentes que no son propias de una
sola zona del mundo”.
Incluso
en Hong Kong, el blanco de algunos ataques de los manifestantes eran los bancos
chinos y la percepción de que existe una élite china (cada vez más enriquecida)
que controla de forma férrea un Estado cada día más autoritario. King destacó
los disturbios en Hong Kong como ejemplo del “estado precario del mundo”.
SERÍA ABSURDO PENSAR QUE LA RADICALIZACIÓN DEL
NACIONALISMO CATALÁN, ESCOCÉS E INGLÉS NO TIENE NADA QUE VER CON LA RABIA
DESATADA POR LA RESOLUCIÓN INJUSTA DE LA CRISIS DEL 2008
La
rebelión en las calles se manifiesta de mil formas, muchas de ellas
equivocadas. Pero sería absurdo pensar que la radicalización del nacionalismo
catalán, escocés e inglés (manifestado en el brexit) no tiene nada que ver con
la rabia desatada por la resolución injusta de la crisis del 2008-2012 y la
recesión. King recordó en su discurso que la factura para el contribuyente de
los rescates bancarios en 37 países tras la crisis fue de 3,5 billones de
dólares. “No nos debe sorprender que estos rescates fueran extremadamente
impopulares”, dijo. Esto contribuye a una cultura política cada vez menos
tolerante. En el caso del Reino Unido “puedes estar a favor o en contra del
brexit pero lo que es un peligro para nuestra democracia es la falta de
tolerancia en ambos bandos”, dijo King, que apoya el brexit.
Tal
vez pasa lo mismo en España. Calviño destacó los elogios a la economía española
que siempre se repiten en las asambleas del FMI donde España se exhibe
como el alumno estrella de la devaluación
interna (léase salarios descendientes) desde hace cinco o seis
años. Pero ella sabe –más que los economistas del equipo europeo del FMI– que
rebasar la media de crecimiento del PIB en la raquítica zona euro no bastará
para garantizar la paz social. La desigualdad por renta y por territorio se
dispara en España, el campo se vacía y la convergencia de las regiones con la
media europea ya se ha convertido en divergencia. De modo que la ministra
acertaba al decir en Washington: “El crecimiento económico por sí solo no
es un buen indicador del bienestar social”.
Asimismo,
la nueva directora gerente del fondo, Kristalina Georgieva, alertó sobre la
probabilidad de que el estancamiento del comercio mundial y la recesión
manufacturera que afecta a países como Alemania y Corea del Sur incidan pronto
en el consumo. “Hay una cadena de costes y consecuencias que conecta las
tensiones comerciales, la inversión, y la erosión de puestos de trabajo”, dijo
al cierre de la asamblea. Tras provocar la crisis manufacturera, “la próxima
ficha en caer será el consumo”, afirmó. Georgieva advirtió de que el comercio
mundial en estos momentos “está más o menos paralizado”. El FMI prevé este año
el crecimiento más bajo desde la crisis financiera.
Por
si las imágenes de Barcelona no bastaran para confirmar la tesis de King de que
estamos en un “mundo al revés” inestable y peligroso, llegaron las imágenes de
la violencia callejera contra las políticas apoyadas por el FMI en América
Latina, en Santiago de Chile, ya sumadas a las de Ecuador y Argentina. Todo
esto ha complicado el rediseño de la imagen del fondo y la recuperada agenda
neoliberal en la región. Al inicio de la asamblea la economista jefa del fondo
Gota Gopinath tuvo que expresar públicamente su tristeza “por los heridos
y los muertos en Ecuador”.
“América
Latina está ardiendo”, me comentó Richard Kozul-Wright, economista de la UNCTAD
que propone un new deal verde
para reactivar la economía mundial, igualar la renta y combatir el cambio climático.
No solo en América Latina.
Georgieva
–la economista búlgara de 66 años que asumió el máximo cargo de la poderosa
institución multilateral hace tres meses– insistió en que todo se
arreglará si se recupera la agenda de globalización comercial. “Un sistema
abierto y transparente de comercio multilateral” es necesario para “impulsar el
crecimiento y garantizar la paz”, dijo, evocando en su 75 aniversario el
espíritu de Bretton Woods, la cumbre multilateral de 1944 que, bajo la
tutela de Harry Dexter y John Maynard Keynes, sentó las bases para un nuevo
orden económico global que, para muchos economistas, fue la clave del
crecimiento económico y la paz relativa de la posguerra.
Pero
Georgieva confunde el multilateralismo keynesiano de Bretton Woods con la
agenda neoliberal instalada desde los años ochenta. “La idea de Bretton
Woods fue exportar el new
deal al resto del mundo; ahora necesitamos un new deal verde global
con políticas reflacionistas para impulsar la demanda y nuevas instituciones”,
afirma Kozul-Wright. Esto supondría también “proteger las economías nacionales
frente a los mercados financieros”. El modelo del Consenso de Washington de
liberalización comercial y financiera que Georgieva defiende “generó enormes
desigualdades dentro de las economías avanzadas y desequilibrios entre países”,
añade Michael Pettis de la Universidad de Pekín. Para Dani Rodrik, de Harvard,
“la coexistencia pacífica” entre China y EE.UU. requiere abandonar para siempre
y no recuperar el modelo de “hiperglobalización” en boga desde los años
ochenta.