LA MEJOR GARANTÍA PARA QUE SE RESPETEN NUESTROS DERECHOS ES CON NUESTRA ORGANIZACIÓN, FORMACIÓN Y MOVILIZACIÓN DE MANERA INDEPENDIENTE, DEMOCRÁTICA, SOLIDARIA Y UNITARIA

Colombia: El “velatón” rompió el pacto entre Santos, Uribe y Duque


Movimientos políticos y sociales colombianos realizaron en diferentes localidades de Colombia y en otras ciudades de América un encendido de velas para denunciar ante el mundo que este país no ha logrado contener la violencia contra líderes comunitarios, campesinos, indígenas y de derechos humanos manifestada desde hace varios años.

Los organizadores llamaron a esta jornada “velatón” y fue seguida por multitudes que condenaron la violencia contra líderes sociales, el creciente número de asesinatos, la ausencia de garantías del Estado y la falta de esclarecimiento de la mayoría de ellos.

Durante la principal concentración, en la Plaza Bolívar de Bogotá, la inspectora de derechos humanos Lucía Sotomayor, que estudia casos de crímenes cometidos por las fuerzas estatales, denunció delante de un micrófono que “el Estado colombiano no hace absolutamente nada”.

La investigadora reafirmó que la situación en Colombia es “grave” y lamentó que una parte de la sociedad y las fuerzas del Estado no denuncian estos “crímenes de lesa humanidad”.
Siluetas hechas en cartón recorrían la concentración para recordar a Unión Patriótica, partido político emergente de un proceso de desmovilización guerrillera que en la década de 1980 fue prácticamente exterminado con el asesinato de unos 4.000 militantes a manos de grupos paramilitares.

Las voces recogidas en Bogotá y otras ciudades coincidían en que muchos de los líderes asesinados habían denunciado amenazas a la Unidad Nacional de Protección (UNP) y al presidente Juan Manuel Santos. Hay testimonios periodísticos que sostienen estas denuncias.

En efecto, hace años estos mismos movimientos sociales denuncian la violencia a la que son sometidos. Cifras de la ONU y de organizaciones no gubernamentales confirman que esas acciones se han incrementado en los últimos años, en especial desde que comenzó el proceso de paz con la guerrilla de las Farc.

Las tierras y comunidades que fueron liberadas desde que las Farc se desmovilizaron hace un año fueron ocupadas violentamente por grupos ultraderechistas, paramilitares, narcotráfico, bandas insurgentes e incluso por las propias fuerzas de seguridad.

El presidente Juan Manuel Santos, sucesor de ocho años de paramilitarismo de Álvaro Uribe, prefirió en estos últimos dos períodos de gobierno responsabilizar a bandas criminales en lugar de hablar de paramilitares con el claro objetivo de quitarle la intencionalidad política que persiguen estos crímenes.

Fin del ocultamiento

La situación se volvió inocultable para las élites del Gobierno actual y del uribismo que lo antecedió y que lo sucederá con las cifras de estos últimos días y meses. En apenas una semana fueron identificadas siete víctimas en diferentes poblaciones del país.

En lo que va del año la Fiscalía contabilizó 30 defensores asesinados y 178 desde 2016. Pero organizaciones intermedias manejan cifras superiores. La Defensoría del Pueblo informó que entre el 1 de enero de 2016 y el 30 de junio de 2018 fueron asesinados 311.

Las víctimas más recientes fueron Margarita Estupiñán, asesinada en Tumaco (departamento de Nariño); Ana María Cortés, en Cáceres (Antioquia); Felicinda Santamaría, en Quibdó (Chocó), y Luis Barrios Machado, en Palmar de Varela (Atlántico).

La Organización de Naciones Unidas en Colombia rechazó y condenó de manera “vehemente” esos asesinatos y consideró que “el recrudecimiento de la violencia” dificulta las condiciones para una paz estable y duradera.

Informes de la ONU señalan que los asesinatos han ocurrido principalmente en los departamentos de Antioquia, Arauca, Cauca, Chocó, Córdoba, Nariño, Norte de Santander y Valle del Cauca, aunque alertó que “el resto del territorio también se está viendo gravemente afectado”.

Hipocresía de las élites y los paras

El presidente electo, Iván Duque, condenó la violencia contra líderes sociales y políticos pero omitió que durante la campaña presidencial junto a Álvaro Uribe alimentaba el odio contra los ex guerrilleros de las Farc y contra los movimientos sociales, como lo recuerdan testimonios periodísticos recientes.

Duque habló desde Washington, donde está nuevamente de visita –la segunda en menos de 15 días- ultimando detalles sobre el rol que ocupará para liderar la contrarrevolución venezolana. Precisamente, en nombre de “no parecernos a Venezuela” Duque y Uribe fomentaron la violencia contra grupos de izquierda y movimientos sociales.

Mientras la extrema derecha, la oligarquía y los conservadores colombianos apuntan sus armas contra la República Bolivariana, el movimiento Somos Defensores denunció que la violencia contra los líderes sociales es una “crisis humanitaria”.

“El tema de las agresiones contra personas que se dedican a defender de los derechos humanos en Colombia ya está en otro nivel y el nivel en que está es una crisis humanitaria”, afirmó el coordinador de esta ONG, Carlos Guevara.

Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena de Indias, entre muchas otras ciudades colombianas, sumaron su voz ante esta tragedia anunciada y denunciada. Otras voces se escucharon en capitales de América Latina, como Buenos Aires, o de Europa como Berlín, París y Madrid.
El Comité de Solidaridad con Colombia de la República Argentina se movilizó en la capital de este país y expresó su “más firme repudio a la masacre perpetrada en Argelia, departamento de Cauca en Colombia”.

“El hallazgo de siete cadáveres con signos de tortura luego de la distribución de panfletos en la zona llamando a la “limpieza social” significa un nuevo salto en los incumplimientos por parte del estado colombiano a los Acuerdos de La Habana con las ex FARC – EP (actual Fuerza Revolucionaria del Común)”, señaló un comunicado.

Recordó que “este hecho se produce a menos de un año de la Masacre de Tumaco, en un escenario alarmante de los asesinatos a líderes y lideresas sociales, y a ex combatientes desmovilizados/as”.