Por: Jesús Alberto Rondón

En
los hilos discursivos de los disidentes del gobierno o la revolución
bolivariana, encontramos varios aspectos en comunes, el primero: las razones
que fundamentan su disidencia están relacionadas con la conducción, liderazgo y
desempeño político de Nicolás Maduro. Responsabilizan a Maduro de la situación
que vive el país y por lo tanto hay que marcharse. Otro elemento que se aprecia
en la mayoría de los discursos es la poca referencia o la descalificación
argumentativa de la situación de guerra económica al que está sometido el
pueblo venezolano, promovida por un sector de la burguesía nacional, o a la
agresión del gobierno de los Estados Unidos de América y sus aliados. No se
observa en el discurso los errores que cometieron, los ahora disidentes cuando
ocuparon puestos de responsabilidad (o de sus asociados o subordinados). Dicho
de otro modo, todo estaba bien hasta que llego Maduro.
¿Hacia
dónde van los disidentes? Algunos se han juntado y se organizan con el
propósito de incidir en la opinión pública y desde varias tribunas critican o
dicen que es lo que hay que hacer para superar la crisis. Otros se juntaron con
la derecha opositora (que incluso los torturó) o se convierten en lobos
solitarios que aúllan de cuando en cuando. Se observan a muy pocos participando
en organizaciones políticas o sociales de base, no hay suma orgánica.
Esta
descripción sobre los otros, permite proponer una reflexión: Quienes hemos
participado en la construcción de la revolución bolivariana, tenemos una cuota
de responsabilidad en la situación por acción o por omisión. Esta
responsabilidad es intrínseca e ineludible. Hacernos conscientes de ello es un
acto vital, para movilizarnos y organizarnos. Como muchos no comparto algunas
acciones o discursos de Maduro y el gobierno bolivariano, pero no me uniré a
los actores de derecha y menos a los enemigos de clase.
Hoy
corresponde a quienes nos asumimos en ese espacio amplio que rotulamos como
izquierda, buscar los mecanismos organizados a incidir en la correlación de
fuerzas en la toma de decisiones. Supone promover espacios fecundos y
conflictivos, donde desde una identidad común articulemos y accionemos con
coherencia. En política no deciden los que tienen la razón, sino los que tienen
la fuerza para construir hegemonía.