Por: Jesús Alberto Rondón

Continuamos
en una situación de suma cero, donde los actores del juego político, frente a
la incapacidad de llegar a acuerdos (sobre todo de los relacionados con la
oposición), parece que se dejan seducir por la idea o ilusión de ganar sobre la
pérdida total del contrincante.
En
este contexto las oposiciones tienen la desventaja en lo político, pues a pesar
que el control en lo económico funciona, ello no se traduce en la fuerza
necesaria para afectar la correlación de fuerzas en lo político-institucional.
Teniendo el gobierno bolivariano el control en lo político, le es impostergable
desactivar el campo minado que se ha convertido nuestra economía, donde operan
actores invisibilizados a favor de su oposición.
Hoy
es válido plantearse si es posible una salida, asumiendo que estamos en una situación
típica, frente a lo cual considero que no es posible, por lo que es necesario
entrar en un periodo especial que tenga por objeto construir las condiciones
necesarias y sostenibles para que la población venezolana puede tener acceso a
una vida digna.
La
Asamblea Nacional Constituyente tiene un papel estelar en el diseño, ejecución
y evaluación de los parámetros de un periodo especial, que debe al menos
promover la democracia participativa y protagónica, garantizar efectivamente
los derechos humanos y regularizar la actividad económica en términos
sostenibles. En este último aspecto es clave afectar todas las formas de
especulación (pechando enriquecimientos súbitos, levantando el secreto
comercial, eliminando cualquier expresión de impunidad) e insistir en la
promoción de gestiones alternativas de los medios producción.
Un
camino de esta naturaleza tiene pocos amigos dentro fuera de gobierno
bolivariano, pues son muchos los que se levantado o fortalecido sus fortunas
con facilidades dentro del Estado venezolano en la cuarta y en la quinta
república. De Cuba podemos tener lecciones importantes para que un periodo
especial funcione, pues este debe contar al menos condiciones claves: un pueblo
organizado y alineado con los objetivos, un Estado disciplinado y una dirección
o liderazgo articulador, coherente y estadista.