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2019: La bancarrota política de la izquierda respecto a la migración venezolana y la necesidad de una campaña contra la intervención imperialista




Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario"
Ernesto Che Guevara

Por César Zelada
Rebelión

¿Quién no ha bailado con la canción Llorarás, Melao de caña o Detalles de Oscar de León? Pues bien, hoy tenemos entre 3 mil y 5 mil compatriotas suyos que migran al día a territorio nacional y que en total están bordeando los 600 mil en lo que va del año, según la Superintendencia de Migraciones de Perú.

Algunos analistas pronostican que para el 2019 podemos llegar a más del millón de migrantes caribeños. Según la misma Superintendencia, 70 mil tienen permiso laboral temporal y el resto están en el trabajo informal. Y según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), “…la población venezolana que ha llegado al país en los últimos meses está conformada mayoritariamente por hombres de entre 18 y 39 años, con estudios técnicos y universitarios…”, (diario El Comercio, 25/04/18).

Es por esta cuestión que ahora es natural ver a venezolanas o venezolanos subir a los buses para vender bebidas, chocolates, empanadas, etc. O por las calles de Jirón de la Unión ofreciendo arepas o tizana, con una tendencia a desplazar, en cierta medida, a peruanos de sus puestos de trabajo en este rubro de la economía informal (el 70% de la PEA).

Esta cuestión fue utilizada por políticos de derecha o de centro como Ricardo Belmont para jalar agua para su molino exacerbando el chovinismo pequeño burgués peruano contra los migrantes (usando casos aislados de algunos maleantes), y ganar las reñidas elecciones locales de octubre.

Pero lo que en realidad llama la atención (por decir lo menos), es que políticos que se reclaman “anarquistas”, “nacionalistas bolivarianos”, “indigenistas”, “progresistas” o de izquierda que se reclaman socialistas acusen a los migrantes de ser parte de una conspiración imperialista para derrocar al gobierno de Maduro. Incluso hay congresistas como Justiniano Apaza del FA que llegaron a plantear la restricción del ingreso de venezolanos. Y al igual que el FA, Nuevo Perú, tampoco tiene una política hacia este drama humano.

Vayamos por partes.

Primero, en cierta medida, es verdad que la migración se debe a una dramática crisis económica causada por el boicot económico norteamericano en su intento de apoderarse de las maravillosas reservas petroleras venezolanas del Orinoco (que son parte de un acuerdo de explotación entre Maduro y la rusa Rosneft con aproximadamente $ 17.000 millones en préstamos y líneas de crédito a Caracas desde 2006 ). Es más, en la historia, las migraciones son un fenómeno de descomposición social originado por la división del trabajo del sistema capitalista que para los pueblos latinoamericanos y africanos depararon el de ser tan solo abastecedores de materia prima (mientras que la mano de obra barata la reservaron para China y el Asia), causando desempleo, desigualdad y pobreza.

Por su lado, las guerras interimperialistas también han sido un factor de migración (I y II guerra mundiales con alemanes, austriacos, japoneses, italianos, etc. Que migraron a Latinoamérica y otras partes del mundo), así como la actual guerra imperialista norteamericana en Medio Oriente está generando no solo más masacres, votalidad y desorden sino el desplazamiento de decenas de miles de trabajador@s árabes y sirios a Europa muriendo unos tantos cientos (entre mujeres, ancianos y niños) en el camino a su refugio griego, en el Mediterráneo, en el mar Egeo o en la ruta de los Balcanes. Esto en un nuevo contexto de crisis recesiva e histórica de la económica mundial, de Estados endeudados (por salvar a los banqueros), y de países quebrados industrial y socialmente como Grecia.

Pero la migración también es producto de los errores políticos del nacionalismo de Maduro para enfrentar la crisis, por un lado, con un “socialismo petrolero” que dio resultados cuando el barril del petróleo estaba arriba de los $100 pero que luego se vino al suelo cuando éste bajo a $40 en promedio ( la producción de petróleo de PDVSA que estaba en 3 millones de barriles diarios antes que falleciera Chávez, bajo a 2 millones y luego a 1,6 millones de barriles diarios; y con una parte importante de la exportación venezolana que se encuentra hipotecada al pago de una elevada deuda con China) .

Y por otro, con un pago serial de la usurera deuda externa (y con Trump que bloqueó la posibilidad de Venezuela de refinanciar el pago de la misma, a pesar que éste último pagaba tasas usurarias) , que Maduro trato de revertir con la devaluación del Bolívar en febrero pasado para aumentar los ingresos de PDVSA y frenar el default (pero que no le resultó), y subvenciones a una boliburguesía que usufructúa del poder político y que no llega a un acuerdo con la oposición de derecha venezolana porque está dividida (entre la vieja y nueva vanguardia, y entre Capriles y Leopoldo), y porque ésta tampoco le puede ofrecer una transición ordenada y pacífica que salvaguarde sus beneficios económicos y políticos como burocracia político-militar bolivariana ya que la última palabra la tienen los yanquis, lo cual tiende a polarizar más la situación.

En este marco de la crisis, Maduro lanzó la criptomoneda Petro, respaldada en las reservas petroleras, cuya cotización fluctúa con el precio del barril del petróleo. Esta reconversión monetaria supone acompañar la mega-devaluación del 96% con una apertura cambiaria. “…Este programa podría ser la condición que han puesto China y Rusia para dar un respaldo financiero que evite trajinar los pasillos del FMI. Un operativo de “estabilización monetaria”, sin embargo, encierra el peligro de un ajuste brutal de precios y una explosión social…”, redactó el analista Jorge Altamira.

Y en efecto, el Petro surgió valiendo $60, el actual valor del precio del barril de crudo. Es decir que el tipo de cambio da un salto de 2,48 a 60 bolívares soberanos, que implicó el aumento del salario mínimo a 1.600 bolívares soberanos, que es igual a $45, que no alcanza para cubrir lo básico. “… La estabilización de la nueva moneda plantea respaldar al bolívar con las reservas petroleras -o sea, privatizar o subastar la cuenca petrolera del Orinoco. Sería el plan que estarían dispuestos a respaldar Putin y Xi Jinping, para seguir apoyando al chavismo venezolano en ruinas y sortear las presiones de Trump…”, escribió el analista y catedrático argentino, Pablo Heller (Maduronazo, 23/08/18).

Segundo, en este marco de descomposición de los Estados capitalistas, hay que señalar que en los 70s y 80s, producto además del servilismo y la corrupción de los “partidos militares” y de otros, catastróficos económicamente, como el APRA, etc. miles de peruanos migraron a la tierra de Franco De Vita. Esto también explica porque hoy existen más de tres millones de trabajador@s peruan@s migrantes entre Europa, América y Asia, y donde, en varios casos, reciben los mismos beneficios sociales que los trabajadores nativos (como en Argentina, Italia, España, Francia, etc.).

¿Cómo pedir entonces al Estado capitalista que los expulsen o le recorten sus derechos de ciudadanos extranjeros si también pagan sus impuestos y es el mismo sistema vasallo de las potencias mundiales el responsable de esta injusticia social?

Tercero, como los yanquis con los mexicanos (y ahora contra los centroamericanos y la caravana migrante dirigida al propio EE.UU.), la burguesía peruana, con PPK a la cabeza, vio en esta migración la oportunidad de lucro incentivando la misma para poder tener mano de obra más barata (sin pago de trabajo en feriados, tercerizados, etc.), desplazando a l@strabajador@s nativos de sus puestos de trabajo en fábricas, restaurantes como La Trastienda (del congresista gay Carlos Bruce), centros como Unicachi, Gamarra, etc. Esta cuestión enmarcada en un Plan de intervención militar yanqui a Venezuela, a través de la ONU, talvez ha pedido del grupo de Lima, argumentando “Crisis Humanitaria” (cuestión que ya planteó a principios de año el presidente saliente colombiano Manuel Santos).

El movimiento migrante venezolano tiene una composición heterogénea. Pero como señala la Superintendencia al principio de esta nota, la mayoría son jóvenes entre 18 y 39 años. Y son gente renegada del gobierno bolivariano (aunque hay los que se reclaman chavistas, pero antimaduristas), no porque estén locos sino por la hiperinflación, la especulación, el desabastecimiento (por la convivencia con el capitalismo que el gobierno de Maduro no logró superar a pesar del apoyo mayoritario de la población en el 90% de las elecciones desde 1989), y la inseguridad ciudadana ( en 2016, la tasa de homicidios se ubicó en 70 cada 100.000 habitantes).

Frente a este fenómeno, la izquierda, dice “son la contrarrevolución” e inmediatamente denosta de los migrantes. Los mismos que son tratados peor que l@s trabajador@s peruanos y que, por tanto, tienen los mismos intereses de clase explotada. No obstante, en vez de aplicar una política realmente tupacamarista, leninista o mariateguista, para hacer una alianza política y derrotar al enemigo patronal, la izquierda reformista, una vez más se comporta como furgón de cola del sistema no solo mostrando su falta de sensibilidad humana (a la que siempre alude el Che), sino inmutable frente a la amenaza de intervención militar yanqui (más por el contrario apoyaron el envío de tropas militares de la ONU para invadir Haití).

Cuarto, es por estas razones, que es un escándalo que los partidos que se autoproclaman comunistas (que controlan la CGTP), miren para otro lado indiferentes a la miseria humana, mandando al tacho de basura más de cien años de deliberaciones sobre la migración en el movimiento socialista internacional y más aún cuando fueron, en el caso peruano, dos migrantes extranjeros como el venezolano Simón Bolívar y el argentino José de San Martin, los líderes de la emancipación peruana y los forjadores (con sus contradicciones el uno del otro), de la república criolla.

Así las cosas, la posición política respecto a la migración venezolana, es una expresión de la crisis de la izquierda. Por un lado, ponen el grito en el cielo cuando se trata de defender al régimen Orteguista en Nicaragua que administra un Estado capitalista clásico (con una crisis que se originó por el propio gobierno que reconoció que fue un error aplicar los planes del FMI con respecto a la reforma previsional, que ha conllevado a un fortalecimiento de la oposición con un saldo de más de 300 muertos), y cuando miles de humildes familias de trabajador@svenezolan@s piden solidaridad, miran para otro lado o lo que es peor los acusan de “infiltrados o quintacolumnistas”.

Contradicciones de la vida de los izquierdistas de Yalta.

Pero nunca es tarde para superar estas contradicciones.

EE.UU. prepara su correlación de fuerzas para intervenir Venezuela

La portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Lydia Barraza, declaró, “Trump ha explicado cómo podemos lograr acuerdos y alcanzar la paz y seguridad mundiales respetando al mismo tiempo la soberanía de cada país, pero ha mencionado ciertas excepciones: Irán, Corea del Norte, y Venezuela…Con Corea del Norte hay esperanza de que pueda haber paz en un futuro cercano. Con Venezuela no vemos una voluntad de cambio, de integrarse más en el sistema internacional… (respecto a la consecuencia de Venezuela sobre Colombia) EEUU está comprometido con la seguridad de aliados como Colombia, porque una amenaza a la seguridad nacional colombiana es una amenaza a la seguridad nacional estadounidense”, (El Mundo de España, el 30/11/18).

En esta perspectiva, el nuevo presidente brasileño y admirador de Trump, Jair Bolsonaro, acaba de despedir a ocho mil médicos cubanos que hacían labor de salud humanitaria (como lo hacen en varias partes del mundo pobre), y ha amenazado con enfrentarse al gobierno de Maduro en el marco de “la ley”.

Y el electo presidente colombiano Luque acaba de solicitar que, “Esperamos a que llegue el 10 de enero y que otros países que son defensores de la democracia, ante esta situación de dictadura abrumadora, tendrán también que retirar a sus embajadores y desconocer ese gobierno”, (AFP, 24/12/18).

Y en Perú, al igual que en la reunión de la ONU de 1962 en Punta del Este para aislar a Cuba, la propuesta del canciller Néstor Popolizio es que, “Como nosotros hemos desconocido las elecciones (venezolanas) de mayo pasado, la consecuencia natural es que propongamos como una de las acciones una ruptura de relaciones diplomáticas con Venezuela”, (La República, 08/12/18).

En esta arremetida diplomática para cercar a Venezuela a partir del 10 de enero (cuando Maduro asuma su nuevo mandato), están alineados también los gobiernos de Argentina y Chile, y no será difícil que se sumen Panamá, Guatemala, Paraguay, Honduras, entre otros, con la excepción de México.

Frente a este escenario, aterrizaron en Venezuela aviones de última generación (dos bombarderos Tu-160, un avión de transporte An-124 y un avión de pasajeros Il-62), con el fin de hacer pruebas militares en conjunto. Y Maduro ha llamado a la alarma a las FF.AA. dirigidas por el Gral. Vladimir Padrino, así como a la reserva militar integrada por un sector de la población venezolana que algunos pronostican en más de medio millón.

Al parecer, el nuevo Plan de intervención imperialista (como era el Plan Colombia en su momento), implicaría un cerco diplomático y luego vendría una escaramuza fronteriza con Colombia que de un salto bélico mayor y profundice las reyertas internas alrededor del régimen político-militar (con la diferencia que ahora ya no existen las FARC producto del acuerdo de Paz llevado en La Habana; y que antes jugaba un rol de contrapeso militar a favor de Chávez), para luego, con cerca de tres millones de venezolan@s migrantes en Perú, Brasil, Colombia y Ecuador, demanden la intervención de la ONU generando una correlación en la opinión de los pobladores nativos.

Es la hora de reflexionar y dotarnos de un programa hacia la migración venezolana y, a la vez, organizar la unidad, al calor, de una campaña de “guerra de guerrillas” contra el intento de mayor embargo imperialista yanqui y de invasión a Venezuela, que daría pie para una mayor ofensiva de ajustes y saqueos, contra l@s trabajador@s peruan@s, latinoamericanos y sus recursos naturales, respectivamente.