Los “mil marxismos”
críticos que evocan, en pleno siglo XXI, dos consignas ético-políticas
centrales: la praxis política y el locus del marxismo situado en Nuestra
América.
Por Oscar Soto
El
vigor del pensamiento marxista en los señalamientos de la estructura económica
del capital y su metabolismo histórico, diseminado por ejemplo en la división
jerárquica del trabajo1 que subordina sus funciones vitales a sí
mismo, se contornea en el borde de las sentencias de muerte que le propinan sus
esbirros y opositores, al tiempo que se agiganta incluso a pesar de su propia
genealogía histórica, que las más de las veces acude presurosa a proponer un
marxismo hermético, doctrinario y temperado.
Transitamos ya 151 años de
las elaboraciones teórico-políticas que dan cuerpo a parte de la textualidad
marxista. No poca agua recorre los canales de tinta y militancia que
estructuran el corpus de rebelión pronunciado a través de las insurgencias
marxianas. Desde el periodo de su escritura (1861 a 1867) “El Capital”, como
producto inacabado de una vasta denuncia ético-política, se mantiene vigoroso
en su tino de reagrupar los elementos candentes de su época y hacer de ello una
porfiada pretensión libertaria. Tal como lo afirma Omar Acha, el marxismo posee
un rasgo esencial: la “crítica revolucionaria del capitalismo”, detracción
fundamental que lo constituye ni en más ni en menos que “la única impugnación
radical de los fundamentos del orden social existente y abre el juego para una
superación dialéctica -es decir, no utópica o puramente imaginaria- de la
“realidad” prevaleciente”.2
Los mil y un marxismos,
tal como lo propone Miguel Mazzeo3 -en un ensayo fecundo por fuerza de
claridad militante y consistencia- recorren el sendero que va desde los
racionalismos, economicismos, teoricismos, culturalismos, pasando por el
des-historicismo hasta las exegesis teológicas del tratamiento propuesto por el
teórico de Tréveris. Hay de todo y para todxs en las lecturas de la herencia
marxista, por lo tanto la efectividad de un trabajo artesanal de impensar y desaprender el marxismo
hoy parece redundar en una necesidad, antes que una consigna. Es decir que, si
se pudiera exorcizar cierta vulgata marxista o ciertos marxismos oficiales
(incluso los más acabados dogmatismos de Marx en occidente), podríamos comenzar
por situar la fortaleza de la “praxis” que rodea el potencial de la reinvención
dialéctica sugerida en el marxismo de
Marx, como el elemento de comprensión de esta tradición insurgente.
Néstor Kohan apunta así lo
que aquí venimos pensando:
…rescatar
de su filtro ontologizante la médula profundamente crítica y revolucionaria que
caracteriza y define a la obra de Marx, su método, su concepción del mundo y de
la vida. Para acometer esa tarea hoy resulta absolutamente imprescindible
destacar el opacado -y vilipendiado como “idealista subjetivo”- lugar central
que en el pensamiento y la obra de Marx ocupa la categoría de praxis. Praxis
que no significa nada más que la acción y la actividad práctica humana de
transformación del mundo objetual. Si el marxismo no apostara todas sus fichas
en función de la práctica dejaría de ser revolucionario y se transformaría en
algo completamente distinto. Si acaso ello ocurriese, como solía repetir José
Carlos Mariátegui, el marxismo ya no sería marxismo.4
He
ahí dos elementos emergentes del dispositivo marxiano que reconocemos como la
más clara reminiscencia de ese pensamiento radical que apunta sus cañones al
capital: la praxis y la vigorosidad del marxismo hecho
latinoamericano.
Praxis y marxismos
En el núcleo del armazón
teórico-político del marxismo, la centralidad de la actividad humana se coloca
por encima de cualquier especulación, remitiendo a su vez a un “humanismo” que
se autopercibe inexorablemente en un tipo de historicismo: la historia se hace
carne en el conocimiento de la realidad que oprime y se ata a una acción
sociopolítica (emancipatoria) concreta. Tal vez, la mejor forma de discutirle
al “materialismo histórico” su sentido sea repensarlo/ampliarlo y embarrarlo
con nuestras penurias nacionales, populares y bien latinoamericanas
En
lugar de consagrarlas por medio de una naturalización atemporal, Marx subrayó
la datación histórica de tales categorías y, por ende, su finitud. Entonces, el
alcance de su foco analítico no fue la historia humana, ni siquiera la historia
de las sociedades de clase, sino la sociedad capitalista. A diferencia de
la generación “especulativa” o “filosófica” de los conceptos, para Marx estos
surgen de lo real transpuesto nacionalmente…5
Lo
que intentamos colocar aquí, es que frente a una vertiente marxista
tradicional objetivista,
estructural y teleológica se erige una virtud subjetivista y política, relacional y
situacional6 en cuyo seno anida la lectura
latinoamericana de un materialismo
praxiológico que concibe la relación del ser humano con el
mundo como una relación
activa, práctica y transformadora7.
Muchas
prácticas latinoamericanas
Ahora bien, el recorrido del
pensamiento crítico inscripto en el itinerario marxista opera como una
estampida de interrogantes y acciones tributarias a la predica de Marx y
Engels, de manera tal que a nuestros fines -siguiendo la pluma de Mazzeo-
podemos desgranar lo segundo que marcamos en el análisis: a la prepotencia de
la praxis, hay que sumar la congregación de prácticas en los márgenes, en las
periferias. Es allí donde se pluralizan los marxismos y se latinoamericanizan
las miradas. José Carlos Mariátegui bien puede ser una referencia de ello:
Mariátegui propuso una
traducción fecunda del marxismo a la realidad de Nuestra América: un “marxismo
mestizo”. El Amauta hizo del marxismo latinoamericano una “denominación de
origen”, un producto singular que reivindica una particular herencia cultural.
Años más tarde, la Revolución Cubana, Fidel Castro y el Che, se encargaron de ratificar
las garantías de ese producto. En las últimas décadas la Revolución
Bolivariana, con sus claroscuros, se ha erigido en baluarte de esta tradición,
y el chavismo plebeyo y comunero ha realizado aportes sustanciales. Ha generado
un proceso de fermentación donde el marxismo y la trilogía compuesta por Simón
Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora se intercalan en la función de
enzimas8.
La multiplicidad de marxismos
en América Latina es inagotable. La lista de prácticas liberadoras en nuestra
Patria Grande es lo suficientemente amplia como para reincidir en la angostura
de viejos rigores políticos o académicos; a su vez esa tradición es perenne y
diversa. Digamos, junto Mazzeo, que al menos desde los “Luis Emilio Recabarren,
Julio Antonio Mella, John William Cooke, Agustín Cueva, Enrique Dussel, Orlando
Fals Borda, Bolívar Echeverría, Florestán Fernándes, Alberto Flores Galindo,
Silvio Frondizi, Michel Löwy, Ruy Mauro Marini, Fernando Martínez Heredia, Caio
Prado Junior, Aníbal Quijano, Adolfo Sánchez Vázquez, Ludovico Silva, Renán
Vega Cantor, Luis Vitale, Rene Zavaleta Mercado”9, hasta las Vania Bambirra, Haydeé Santamaría
Cuadrado, Ivone Gebara, Raquel Gutiérrez Aguilar, Alejandra Ciriza, Claudia
Korol y tantxs más, hay una constancia de este legado crítico que aun surca y
desanda caminos en la actualidad.
Los “mil marxismos” críticos
que evocan, en pleno siglo XXI, dos consignas ético-políticas centrales: la
praxis política y el locus del marxismo situado en Nuestra América, tal vez
ayuden en este presente oscuro a lograr que desde la militancia política, las
ciencias sociales y los movimientos populares estemos a tiempo de ensayar un
marxismo latinoamericano que se reinvente en la praxis.
Notas
i Mészáros, Ivàn (1995) Más
allá del capital. Hacia una teoría de la transición. Vicepresidencia del Estado
Plurinacional de Bolivia, La Paz.
ii Acha, Omar (2013) E. P.
Thompson, un marxista contra el marxismo como “materialismo histórico”. En Rey Desnudo,
Año II, No. 3, Buenos Aires. ISSN: 2314-1204. (p.314)
iii Mazzeo,
Miguel (2018) Marx Populi. Collage para repensar el marxismo / Ilustrado por
Martín Malamud. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: El Colectivo.
(p.12)
Licenciado
en Ciencia Política y Administración Pública de la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales-Universidad Nacional de Cuyo (FCPyS-UNCuyo). Especialista
en Epistemologías del Sur (CLACSO).
Estudiante de la Maestría en
Estudios Latinoamericanos, investigador y docente en la FCPyS-UNCuyo. Mendoza,
Argentina.