Por Vijay Prashad
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Medea Benjamin (CodePink) irrumpe en la reunión de la Organización de Estados Americanos |
El 15
de septiembre de 1970 el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon y el
Asesor de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, autorizaron al gobierno
estadounidense a hacer todo lo posible para socavar al gobierno entrante del
presidente socialista de Chile, Salvador Allende. Nixon y Kissinger, según las
notas del director de la CIA, Richard Helms, querían «hacer que la economía
gritara en Chile» y «no estaban preocupados [por los] riesgos involucrados». La
guerra era aceptable para ellos siempre y cuando el gobierno de Allende fuera
derrocado. La CIA comenzó el proyecto FUBELT, con 10 millones de dólares como
primera cuota para iniciar la desestabilización encubierta del país.
Las
empresas estadounidenses, tales como el gigante de las telecomunicaciones ITT,
la fabricante de refrescos Pepsi Cola y monopolios del cobre como Anaconda y
Kennecott, presionaron al gobierno estadounidense cuando Allende nacionalizó
el cobre el 11 de julio de 1971. Los chilenos celebraron ese día como el Día
de la Dignidad Nacional. La CIA comenzó a contactar a sectores de las Fuerzas
Armadas que parecían en contra de Allende. Tres años después, el 11 de
septiembre de 1973, estos militares se movilizaron contra Allende, quien murió
en la operación de cambio de régimen. Los Estados Unidos «crearon las
condiciones» dijo el Asesor de Seguridad Nacional de ese país, Henry
Kissinger, ante lo cual, el presidente estadounidense Richard Nixon respondió
«así es como se va a jugar». Este es el estado de ánimo del hampa
internacional.
Llamada entre Richard Nixon (P) y
Henry Kissinger (K) el 16 Septiembre de 1973.
Chile entró en la noche oscura
de una dictadura militar que entregó el país a empresas monopolistas de los
Estados Unidos. Asesores estadounidenses se apresuraron a reforzar el temple
del gabinete del General Augusto Pinochet.
Lo que sucedió en Chile en 1973 es precisamente lo que Estados Unidos ha intentado hacer en muchos otros países del Sur Global. El objetivo más reciente del gobierno estadounidense y de las empresas monopolistas occidentales es Venezuela. Pero lo que está sucediendo en Venezuela no es nada único. Se enfrenta a un ataque de Estados Unidos y sus aliados que es familiar para países tan lejanos como Indonesia y la República Democrática del Congo. La formula es un cliché, un lugar común, un plan de 12 pasos para producir un clima de golpe; para crear un mundo sometido a Occidente y a las empresas monopolistas occidentales.
Primer paso: Las trampas del
colonialismo. La mayor
parte del Sur Global sigue atrapada por las estructuras establecidas por el
colonialismo. Las fronteras coloniales rodeaban a los Estados que tenían la
desgracia de ser productores de un solo producto básico, sea el azúcar en el
caso de Cuba o el petróleo en el de Venezuela. La incapacidad para
diversificar sus economías significa que estos países obtienen la mayor parte
de su ingreso público de la exportación de productos básicos únicos (98% de
los ingresos por exportaciones de Venezuela provienen del petróleo). Mientras
los precios de los productos básicos se mantuvieran altos, los ingresos por
exportaciones estarían asegurados. Cuando los precios cayeron, los ingresos se
vieron afectados. Este es un legado del colonialismo. Los precios del petróleo
cayeron de 160,72 dólares por barril (junio 2008) a 51,99 dólares (enero
2019). Los ingresos por exportaciones de Venezuela colapsaron en esta década.
Segundo paso: La derrota del
Nuevo Orden Económico Internacional. En 1974, los países del Sur Global intentaron
rehacer la arquitectura de la economía mundial. Llamaron a la creación de un
Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) que les permitiera alejarse de la
dependencia colonial en un solo producto básico y diversificar sus economías.
Cárteles de materias primas – como el petróleo y la bauxita – debían
construirse de modo que cada país que dependía de un solo producto básico
pudiera tener cierto control sobre los precios de los productos de los que
dependían. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP),
fundada en 1960, fue una pionera de estos cárteles de productos básicos. No
se permitió la formación de otros. Con la derrota de la OPEP en las últimas
tres décadas, sus miembros, como Venezuela que tiene una de las mayores
reservas probadas de petróleo del mundo, no han sido capaces de controlar los
precios del petróleo. Están a merced de las potencias mundiales.
Tercer paso: La muerte de la
agricultura del Sur. En noviembre de 2001, había alrededor de 3.000 millones de pequeñxs
agricultores y campesinxs sin tierra en el mundo. Ese mes, la Organización
Mundial de Comercio se reunió en Doha (Qatar) para liberar la productividad de
los agronegocios del Norte contra los miles de millones de pequeñxs
agricultores y campesinxs sin tierra del Sur Global. La mecanización a gran
escala y las grandes granjas industriales en América del Norte y en Europa han
elevado la productividad a entre 1 y 2 millones de kilogramos de cereales por
agricultor. Lxs pequeñxs agricultores y campesinado sin tierra en el resto el
mundo, luchan para producir 1.000 kg de cereal por agricultor. Están muy lejos
en términos de productividad. La decisión de Doha, como escribió Samir Amin,
presagia la aniquilación de pequeñxs agricultores y campesinxs sin tierra.
¿Qué van a hacer estas mujeres y hombres? La producción por hectárea es más
alta, pero el asalto corporativo a la agricultura (como muestra el miembro
principal del Instituto Tricontinental de Investigación Social P.
Sainath) conduce a un aumento del hambre, ya que expulsa a los campesinxs fuera
de sus tierras y los deja morir de hambre.
Cuarto paso: La cultura del
saqueo. Envalentonadas
por la dominación occidental, las empresas monopolistas actúan con desprecio
por la ley. Como Kambale Musavuli y yo escribimos, en el caso de la República
Democrática del Congo, de su presupuesto anual de 6.000 millones de dólares,
las empresas mineras monopolistas, sobre todo de Canadá, país que ahora
encabeza la carga contra Venezuela, se roban rutinariamente al menos 500
millones de dólares. Los sistemas de fijación de precios erróneos y esquemas
de evasión de impuestos permiten a estas grandes empresas (Agrium, Barrick y
Suncor) robar sistemáticamente miles de millones de dólares a Estados
empobrecidos.
Quinto paso: La deuda como forma
de vida. Incapaces
de obtener dinero de la venta de productos básicos, cercados por un sistema
agrícola mundial quebrantado y víctimas de una cultura de saqueo, los países
del Sur Global se han visto obligados a recurrir a prestamistas comerciales
para obtener financiación. Durante la década pasada, la deuda de los Estados
del Sur Global ha aumentado y sus pagos de la deuda se han disparadoen un 60%.
Cuando los precios de los productos básicos subieron entre 2000 y 2010 la
deuda del Sur Global disminuyó. Desde que los precios de los productos
básicos comenzaron a caer en 2010, la deuda ha aumentado. El FMI señala que
de los 67 países empobrecidos que monitorea, 30 sufren de problemas de
endeudamiento, cifra que se ha duplicado desde 2013. Angola adeuda más del
55,4% de sus ingresos por exportación en pago de deuda. Y Angola, al igual que
Venezuela es un exportador de petróleo. Otros exportadores de petróleo como
Ghana, Chad y Gabón tienen una alta proporción de deuda con respecto al PIB.
Dos de cada cinco países de bajos ingresos se encuentran en profunda crisis
financiera.
Sexto paso: Las finanzas públicas
se van al diablo. Con
pocos ingresos y bajas tasas de recaudación de impuestos, las finanzas
públicas del Sur Global están en crisis. Como señala la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, «las finanzas públicas han
seguido siendo asfixiadas». Los Estados simplemente no pueden reunir los fondos
necesarios para mantener las funciones básicas del Estado. El equilibrio de
las normas presupuestarias dificulta el endeudamiento, lo que se ve agravado
por el hecho de que los bancos cobran altas tasas de interés por el dinero,
alegando los riesgos de los préstamos a países endeudados.
Séptimo paso: Recortes profundos
en el gasto social.
Imposibilitados de recaudar fondos, atrapados por la inconstancia de las
finanzas internacionales, los gobiernos se ven obligados a hacer profundos
recortes en el gasto social. La educación y la salud, la soberanía
alimentaria y la diversificación económica, todo eso se va por un caño. Las
agencias internacionales, como el FMI, obligan a los países a llevar a cabo
«reformas», una palabra que significa el exterminio de la independencia. Los
países que se resisten se enfrentan a una inmensa presión internacional para
someterse so pena de extinción, como dice el Manifiesto
Comunista (1848).
Octavo paso: La angustia social
conduce a la migración. El numero total de migrantes en el mundo hoy es de al menos 68,5
millones. Esto hace que el país llamado Migración sea el 21o país más
grande del mundo después de Tailandia y por delante del Reino Unido. La
migración se ha vuelto una reacción global al colapso de países de un
extremo a otro del planeta. La emigración de Venezuela no es exclusiva de ese
país, sino que ahora es simplemente la reacción normal a la crisis mundial.
Los migrantes de Honduras que van hacia el norte, a los Estados Unidos o los
migrantes de África Occidental que van hacia Europa atravesando Libia son
parte de este éxodo global.
Noveno paso: ¿Quién controla la
narrativa? Los
medios de comunicación corporativos obedecen a la élite. No hay simpatía por
la crisis estructural que enfrentan los gobiernos desde Afganistán hasta
Venezuela. A los líderes que ceden a la presión occidental se les da pase
libre en los medios de comunicación. Mientras lleven a cabo las «reformas»,
están a salvo. Aquellos países que se oponen a las «reformas» son vulnerables
a ataques. Sus líderes se convierten en «dictadores» y sus pueblos en rehenes.
Unas elecciones disputadas en Bangladesh, en la República Democrática del
Congo o en los Estados Unidos no son motivo para un cambio de régimen. Ese
tratamiento especial es solo para Venezuela.
Décimo paso: ¿Quién es el
verdadero presidente? Las operaciones de cambio de régimen comienzan cuando los imperialistas
cuestionan la legitimidad del gobierno en el poder. Al colocar el peso de los
Estados Unidos detrás de una persona no electa, llamándola el nuevo
presidente y creando una situación donde la autoridad del líder electo es
socavada. El golpe tiene lugar cuando un país poderoso decide, sin elecciones,
ungir a su propio representante. Esa persona, —en el caso de Venezuela, Juan
Guaidó—, tiene que dejar claro rápidamente que se someterá a la autoridad de
los Estados Unidos. Sus colaboradores de alto nivel más próximos, ex funcionarios
del gobierno y con vínculos íntimos con los Estados Unidos (como Ricardo
Hausman, de la Universidad de Harvard y Moisés Naím, de Carnegie), dejarán
claro que quieren privatizarlo todo y vender al pueblo venezolano en
nombre del pueblo venezolano.
Onceavo paso: Hacer sufrir a la
economía. Venezuela
ha enfrentado duras sanciones por parte de los Estados Unidos desde 2014,
cuando el Congreso estadounidense inició este camino. Al año siguiente, el
presidente estadounidense Barack Obama declaró a Venezuela una «amenaza a la
seguridad nacional». La economía empezó a sufrir. En los últimos días, los
Estados Unidos y el Reino Unido robaron descaradamente miles de millones de
dólares del dinero venezolano, colocando trabas en forma de sanciones a su
único sector generador de ingresos (el petróleo) y vieron como la ola de
dolor inundaba el país. Es lo que Estados Unidos le hizo a Irán y lo que le
hizo a Cuba. La ONU dice que las sanciones estadounidenses contra Cuba le han
costado a la pequeña isla 130.000 millones de dólares. Venezuela perdió
6.000 millones de dólares durante el primer año de las sanciones de Trump,
esto es desde que comenzaron en agosto de 2017. Perderá más a medida que
transcurran los días. No es de extrañar que el Relator Especial de las
Naciones Unidas, Idriss Jazairy, diga que «las sanciones que pueden conducir a
la inanición y a la escasez de medicamentos no son la respuesta a la crisis en
Venezuela». Dijo que las sanciones «no son una base para el arreglo pacífico
de controversias”. Además, dijo Jazairy, “me preocupan especialmente los
informes de que estas sanciones están dirigidas a cambiar el gobierno de
Venezuela». Pidió ‘compasión’ por el pueblo de Venezuela.
Doceavo paso: Ir a la
guerra. El Asesor
de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton, sostenía una libreta
amarilla con las palabras «5.000 soldados en Colombia» escritas en ella. Se
trata de tropas estadounidenses, ya desplegadas en el vecino de Venezuela. El
Comando del Sur de Estados Unidos está listo. Están incitando a Colombia y
Brasil a hacer su parte. A medida que se cree el clima de golpe, será
necesario un empujón. Irán a la guerra.
Nada de esto es inevitable. No
era inevitable para Titina Silá, una comandanta del Partido Africano para la
Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC), que fue asesinada el 30 de enero
de 1973. Luchó para liberar a su país. No es inevitable para el pueblo
venezolano, que continúa luchando por defender su revolución. No es inevitable
para nuestras amigas de CodePink: Mujeres por la paz. Una de ellas, Medea
Benjamin irrumpió́ en una reunión de la Organización de Estados Americanos –
OEA y dijo ¡No!
Es hora de decir No. No hay término
medio.
Historiador
y periodista indio, autor de numerosas obras, entre ellas 'The Darker Nations:
A People’s History of the Third World and The Poorer Nations: A Possible
History of the Global South', ha sido profesor del Trinity College y
actualmente es director del Instituto Tricontinental en Delhi.