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EL DERECHO AL TRABAJO Y EL SÍNDROME DE BURNOUT

EL DERECHO AL EMPLEO

EMIR SADER

Las constituciones suelen ser, todas o casi todas, de carácter liberal. Empiezan por el tradicional “Todos son iguales frente a la ley”, antes de todos los otros preceptos tradicionales.

Entre estos, el derecho a la propiedad tiene un lugar especial. Si, originariamente, siguiendo a Locke, ese derecho estaba limitado al uso propio de la propiedad, después se ha trasformado en el derecho a la propiedad lisa y llanamente. Ni la limitación del uso social suele estar presente. El derecho a la propiedad se ha vuelto un fetiche, sin que importen las consecuencias de su existencia.

Se trata de un derecho que tiene sus dispositivos concretos de garantía. Si una tierra improductiva es ocupada por trabajadores rurales sin tierra, aunque la vuelven productiva trabajando en ella, el propietario “legal” llama a la policía, que rápidamente manda tropas para desalojar a los trabajadores y hacer respetar el derecho a la propiedad privada. Y, en caso de que haya resistencia, se usará de la fuerza, se tomarán presos a los trabajadores, para hacer valer el derecho a la propiedad privada. Se someterá a esos trabajadores a procesos y a condenas, “garantizando el derecho constitucional a la propiedad privada.

Un derecho de una ínfima minoría de propietarios privados de medios de producción importantes, que tiene formas de garantizar sus privilegios. Porque el derecho de pocos no es derecho, es privilegio.

Por otra parte, una actividad desarrollada por la mayoría aplastante de la población, el trabajo y el empleo correspondiente, no tiene destaque, a veces ni siquiera referencias en las constituciones y, menos todavía, garantías de su respeto. Si alguien pierde el empleo, no tiene a quien apelar. A lo sumo recibirá un seguro desempleo por algún tempo. Pero la sociedad lo condena al abandono.

Si, en la concepción liberal, el mercado define el valor de cada caso, cuando alguien se queda sin empleo, el mercado le está diciendo que, aun con los bajos salarios que podría recibir, nadie está dispuesto a contratarlo porque él no vale nada.

Un derecho que corresponde a la gran mayoría o a la casi totalidad de la población, la clase trabajadora, como es el derecho al empleo, para que una persona pueda vivir de manera mínimamente digna, manteniéndose y manteniendo a su familia, con un contrato formal de trabajo que le dé garantías básicas, de ninguna manera está garantizado para parte de la sociedad.

Si el trabajador pierde el empleo, tiene que arreglárselas solo, salir tempranito para buscar cualquier actividad, volviendo desmoralizado por la noche cuando no lo logra. Una sociedad justa requiere que el derecho al empleo sea considerado como un derecho humano inalienable, junto a los otros derechos, porque sin él, el ser humano no puede sobrevivir con un mínimo de dignidad.

No se trata de ningún favor que la sociedad le hace al trabajador, porque es él quien produce todas las riquezas de la sociedad, sin poder, tantas veces, siquiera compartir los bienes que produce. El derecho al empleo y al trabajo debe ser incorporado a los derechos humanos esenciales de nuestro tiempo.



Este artículo de Emir Sader tiene una vigencia descomunal. Pero tratemos de extrapolarlo a los  trabajadores  de  la  administración  pública,  los cuales tienen  los  mismos  derechos a trabajar en condiciones adecuadas y dignas que cualquier otro.

Sabemos que los trabajadores de la administración pública son empleados cuyos salarios son literalmente pagados por los impuestos y la producción del resto de la fuerza de trabajo, es decir, es la clase trabajadora fuera de la administración pública la que genera esto.

Los que están al servicio de esta administración tienen una labor que va más allá del interés personal o individual y estos deben tener una moral y una ética firme en cuanto al papel de servicio que deben prestar. Esta tarea no es sencilla ya que estos trabajadores de la administración pública tienen las mismas necesidades del resto de la población trabajadora, es muy complicado que un trabajador de una inspectoría, por ejemplo, entienda las necesidades de la clase trabajadora que viene a ampararse para que se les defiendan sus derechos violados por el empresario, más cuando las condiciones en que labora son realmente deprimentes, agregando a esto los bajos salarios y las condiciones de salud y seguridad en que se encuentran.

Tratar de romper esos esquemas cuando nuestra formación por años ha sido la individualista, la de sálvese quien pueda, la de no me den pónganme donde hay y así el mismo ritmo de trabajo los ha transformado en sujetos indolentes y desinteresados por el dolor ajeno; la mayoría de los servidores públicos padecen del síndrome de burnout o síndrome del quemado y no lo saben.

Esta aseveración no es a la ligera, si nos fijamos con atención el trato que se le da a las personas que acuden a las instituciones nos daremos cuenta. ¿Qué causa esto?

El principal detonante del síndrome de burnout es el entorno laboral y las condiciones de trabajo.

El empleado que está expuesto de manera continua a, entre otros, altos niveles de estrés, carga de trabajo excesiva, poca autonomía, malas relaciones en el trabajo y ausencia de apoyo en su entorno, falta de formación para desempeñar las tareas, condiciones inadecuadas de trabajo, bajos salarios, entre otros, puede llegar a padecer un estrés crónico que acabe provocando el burnout. Por ese motivo, el vínculo entre el estrés y el burnout es muy fuerte.

Las causas suelen ser exigencias excesivas que originan tensiones. Sin embargo, existen una serie de factores de riesgo, una es La organización, situaciones como el exceso de burocratización sin apoyo específico, falta de tiempo para organizar las tareas (que llevan a que el trabajador nunca salga a su hora y tenga que llevarse trabajo a casa), así como no contemplar las sustituciones por bajas temporales pueden elevar los niveles de estrés y, a la larga, propiciar el burnout. La no consulta para la toma de decisiones, los bajos salarios, las malas condiciones de trabajo, la falta de herramientas para desarrollar el trabajo, la supervisión rígida, el maltrato por parte de los superiores, entre muchas otras.

Acá hay que agregar los permanentes cambios en las políticas de la administración lo que no permite desarrollar los planes de trabajo, los permanentes y seguidos cambios de gestión, la falta de planificación, la dispersión en la unidad de criterios, entre otras.

La solución a esto forma parte de la solución del cambio de Estado que tan necesario es hoy, pero esta es una tarea titánica que requiere del concurso de muchas personas con consciencia clara de hacia donde debemos avanzar, no es una tarea de hoy para mañana, es una tarea de años en un proceso revolucionario permanente bajo el control de la clase trabajadora.