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Un objetivo, tres estrategias: Crisis y pasos en falso en la oposición

Venezuela



Resumen Latinoamericano / Misión Verdad
El autonombrado “Tribunal Supremo de Justicia legítimo” de Venezuela, que actúa sin asidero legal y usurpando funciones desde su sede accidental en Bogotá, ha fraguado la decisión de que hay elementos para detonar un “juicio” contra el presidente Nicolás Maduro. Esta decisión ha repercutido negativamente en una dividida oposición venezolana, dejando en segundo plano el propio origen de la maniobra: golpear la legitimidad internacional del Estado venezolano.

En decisión exprés y sin el uso al derecho legítimo de la defensa del presidente en una pantomima de “antejuicio” que se desarrolló en apenas dos sesiones, un grupo de juristas venezolanos autodenominados “magistrados en el exilio”, resolvieron que el “antejuicio” planteado contra Maduro tiene lugar, y con ello el “inmediato” encarcelamiento del jefe del Estado.
Además, han delegado el devenir de la decisión en la Asamblea Nacional venezolana, en manos del antichavismo pero inhabilitada por desacato, para que efectúe su pronunciamiento sobre el “dictámen” emitido desde Colombia.
El parlamento omite -de momento- debatir el tema

Son sabidas las severas fracturas tácticas del antichavismo venezolano. No obstante, las incongruencias se aprecian a niveles inéditos. Justo ahora coinciden en simultáneo como actos políticos consecuentes de estrategias erradas, un candidato presidencial acusado por otros opositores de “colaboracionista” del chavismo (Henri Falcón), partidos como Primero Justicia, Voluntad Popular y Acción Democrática llamando a la abstención, un “presidente” de la transición en el exilio que es Antonio Ledezma (prófugo de la justicia venezolana) y un “Tribunal Supremo en el exilio” al margen de toda legalidad.

Las incongruencias que meses antes colocaron a la Mesa de Unidad Democrática (MUD) en el desarrollo de agendas improvisadas y decisiones para complacer intereses de facciones y grupos de presión interna y externa, se traducen hoy en el terreno en un conjunto de artilugios desperdigados sin ninguna conexión táctica, empujando en diversas direcciones claramente incongruentes.
La decisión de enjuiciar al presidente Maduro desde Bogotá, una acción claramente aupada por sectores de la ultra, promovidos por Antonio Ledezma, Diego Arria y María Corina Machado, ha colocado a la actual directiva de Un Nuevo Tiempo en el parlamento en la posición incómoda de tener que violar la Constitución venezolana para dar cuerpo a decisiones, que, si bien no son efectivas o vinculantes, pueden ser en efecto actos de sedición institucional.
Declarar la remoción del cargo del presidente y “ordenar” su encarcelamiento por un “juicio” realizado en el extranjero por “magistrados” sin facultades, pasaría a la historia de la República como un adefesio con el que pocos quieren lidiar y que además puede devenir en responsabilidades penales para los parlamentarios ejecutores.
Es por ello que este 10 de abril en la sesión parlamentaria no se debatió el tema. Por el contrario, se debatieron en la agenda temas relacionados al Día del Agua. Un muy mal mensaje para los promotores del “juicio” a Maduro.
La decisión del parlamento -por ahora- de desestimar el debate del “juicio” al presidente, según el presidente de la Asamblea, obedece a la ausencia de formalidades, al declarar que de acuerdo a la Constitución, el parlamento debe ser debidamente notificado por el “Tribunal” y esto no ha ocurrido, según Barboza, quien insistió en “apegarse” a la Constitución. Es probable que la presión sobre Barboza hará el suficiente efecto para que el tema, aun con sus inconsistencias, entre en la agenda del parlamento en desacato.
La componenda efectuada en Bogotá tiene un claro matiz de ser elaborada con fines de presión externa a Venezuela y el elemento distintivo de ello es resolver que se proceda a solicitar a Interpol la captura del presidente. A lo interno de Venezuela el propósito es propiciar una nueva etapa de confrontación de poderes y los sectores que hoy dirigen el parlamento deben estar considerándolo aún.
La fracción antichavista del “16 de julio” (en referencia a la fractura de la MUD en esa fecha del año 2017), dominada por María Corina Machado y Antonio Ledezma, parece hoy claramente posicionada junto a factores externos que ejercen mecanismos de sanciones y presiones a Venezuela. Ahora esa sinergia parece ir en contra de los responsables del parlamento para que procedan. En la fallida sesión del parlamento el 10 de abril, Richard Blanco fue uno de los diputados más caldeados, fustigó a Barboza por no poner el “juicio” a Maduro como punto de orden.
Previo a la fallida sesión, el diputado de Primero Justicia Marco Bozo declaró el “juicio” como inconstitucional, ante el medio PanAmPost: “Si nosotros queremos restablecer la institucionalidad del país debemos actuar en consecuencia y debemos actuar en lo que se debe al marco jurídico y constitucional (…) Nosotros no podemos ser cómplices de esto”. A lo cual agregó: “Nosotros no podemos actuar rompiendo las reglas pasando por encima de la Constitución”.
Bozo, por otro lado, se refirió a las condiciones del “juicio” a Maduro: “En ese proceso, ¿dónde está la representación de la otra parte que defendiera a Maduro? Es que ni siquiera se está cumpliendo con el debido proceso”.
Las fragmentaciones antichavistas son apreciables, si consideramos que del llamado G-4 (Primero Justicia, Voluntad popular, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo) sólo Voluntad Popular ha sido proclive hasta ahora a avalar públicamente la maniobra. Los dirigentes de los demás partidos han guardado sumo silencio.
Algunas claves de fondo

Desde la fracción “16 de julio”, los sectores de la ultra opositora han determinado que el acompañamiento a las instancias extranjeras que asedian Venezuela es el mejor portaaviones político. Son factores que respaldan una intervención, pasando por la creación de instancias paralelas en el exilio que, presumen, puedan capitalizarse en un escenario de deposición del chavismo. ¿Son estos recursos algo necesariamente nuevos en la política mundial? No lo son. El ejemplo más reciente viene de Libia, asediada por la intervención de la OTAN y con tres facciones otrora opositoras a Gadaffi autoproclamadas como “gobierno legítimo” en el exilio sobre algunos territorios clave de la nación africana.
Por otro lado, las posiciones públicas de Julio Borges por un lado y por otro del autoproclamado “presidente en el exilio” Ledezma sobre el “juicio”, no clarifican la posición real del planteamiento táctico de EEUU en su ruta de asedio a Venezuela. ¿A quién le apuesta EEUU? Esto es indeterminado. No obstante, para la agenda geopolítica de caos promovida por la Casa Blanca, estos elementos son claramente accesorios. La gendarmería real del asedio a Venezuela recorre los pasillos de la Casa Blanca y ninguno de ellos es venezolano.
Los sectores llamemos “moderados” del antichavismo parecen jugar a varias bandas. Unos coquetean desde la campaña de Henri Falcón con capitalizarse en espacios políticos a los cuales no habrían accedido por designios del G-4. Otros son fervientes de las diatribas electorales. Otros en el parlamento están ahora bajo presiones para legitimar las aventuras de un “juicio” promovido desde el extranjero. Estos diputados se debaten entre romper la ley y con ello quedar sujetos a las agendas de “líderes” en el extranjero.
El silencio de Julio Borges sobre este tema es sumamente curioso. Hasta ahora su espacio de interlocución política se mantiene en el extranjero. Como presidente del parlamento asumió una posición privilegiada junto a lobbys externos que han fraguado las sanciones y asfixia al país y no se ha deslindado de esa función, cuestión que desarrolla ahora de manera ambigua y como operador político y figura mediática. ¿A quién responde Julio Borges? ¿Es ahora Ledezma el articulador del asedio?
Una duda que se cierne en este sentido es la dimensión del apoyo internacional a la medida políticamente incongruente y abiertamente inconstitucional del llamado “Tribunal en el exilio” contra Maduro. Pero las circunstancias políticas en Latinoamérica son inéditas, ahora en una etapa de complicada judicialización de la política en todos los niveles y en varios países en simultáneo, con procesos contra Lula y Rafael Correa.
Esto último infiere que la geopolítica regional de caos, la ausencia de gobernanza efectiva para los factores de la derecha regional y la creación de un marco de inestabilidad política, jurídica e institucional a gran escala, suponen espacios para lo indecible, en otras palabras, para llevar a un nuevo episodio de escalamiento el asedio contra Venezuela.
La posibilidad de enjuiciar a Maduro para proscribirlo y propiciar una eventual orden de cacería en su contra es posible en un mundo donde la política exterior norteamericana está siendo promovida por Donald Trump y sus vasallos, quienes en simultáneo están llevando todos sus frentes internacionales a situaciones de alta peligrosidad. La maniobra contra el presidente venezolano debe considerarse como peligrosa.
En el preámbulo de las elecciones presidenciales venezolanas, este nuevo episodio de incongruencia táctica antichavista desmejora la situación del candidato Henri Falcón, pues lidia contra el chavismo incluso a contracorriente de otras agendas en las fuerzas opositoras, estando además excluido del llamado “Frente Amplio” creado por la oposición y que sigue hasta la fecha sin operar.
El único frente antichavista sólido, en plena actividad y con gran notoriedad y protagonismo, es el frente externo, pues allí coinciden todas las inercias que hoy se articulan rigurosamente para destruir al chavismo. Es de donde deviene el poder fáctico que ha sido efectivo, tanto en lo político y lo económico, como entramados claves de la ruta de asedio a Venezuela.
Aunque el episodio del enjuiciamiento a Maduro tiene un fragmento ahora en el parlamento venezolano, lo que devenga del mismo es irrelevante en términos prácticos. Es en el extranjero donde se resolverá la efectividad política de esta afrenta contra la Constitución venezolana y las instancias legítimas del poder en el país.