Por Jerry
White

La junta corporativa de GM
inició la masacre de trabajos dos días antes de la publicación de su reporte
financiero, el cual mostró una caída de 8 por ciento en las ganancias desde el
año pasado. El objetivo es reasegurarle a Wall Street que GM no se doblegará
ante la indignación popular por los cierres de planta y despidos masivos.
El lunes, los primeros 4.000
ingenieros, técnicos, administradores y trabajadores oficinistas, incluyendo
1.300 trabajadores del Centro Técnico de GM en el suburbio de Warren en
Detroit, fueron despedidos y escoltados de sus lugares de trabajo. Está
programado que la planta de ensamblaje de medio siglo en Lordstown, Ohio se
cierre el próximo mes. La planta de ensamblaje de Detroit-Hamtramck tiene
previsto su cierre el 1 de junio, y la planta canadiense en Oshawa, Ontario, el
cuarto trimestre del 2019. La empresa también planea cerrar las plantas de
transmisiones en Baltimore y Warren el 1 de abril y el 1 de agosto,
respectivamente.
En 1979, durante la primera
bancarrota de Chrysler, las corporaciones y el sindicato United Auto Workers
(UAW) afirmaron que las enormes concesiones salariales y de prestaciones por
parte de los trabajadores eran necesarias para “salvar” la industria
automotriz. Después de tres décadas de entregas interminables, el UAW alegó lo
mismo mientras colaboraba con el Gobierno de Obama para recortar salarios
durante la reestructuración de GM y Chrysler en 2009.
Ahora, incluso cuando las
empresas automotrices tienen enormes cantidades de efectivo, las corporaciones
están exigiendo más sacrificios a los trabajadores para entregarle miles de
millones a Wall Street.
Desde 2015, GM ha derrochado
$10,6 mil millones en recompras de acciones para inflar artificialmente los
valores de la empresa. Esto es más del doble de los $4,5 mil millones que GM
espera ahorrar el próximo año con los recortes de empleos.
Miles de millones más han
sido entregados como dividendos a sus acaudalados accionistas. Esto ha
significado rellenar las fortunas personales de los mayores inversores de GM
como Warren Buffet, el tercer hombre más rico del mundo (patrimonio de $84,4
mil millones). Su firma Berkshire Hathaway es dueña de 52,4 millones de
acciones de GM. La firma BlackRock de multimillonario Laurence Fink controla 79
millones acciones de GM.
En una llamada de conferencia
el miércoles, la CEO de General Motors, Mary Barra, les dijo a los
representantes de Goldman Sachs, Morgan Stanley, Citibank, Barclays, Deutsche
Bank y otras firmas de inversión que los ejecutivos empresariales “seguiremos
cumpliendo con nuestros compromisos hacia ustedes, nuestros propietarios” de
“crear valor a corto y largo plazo para nuestros accionistas”.
Los trabajadores en Estados
Unidos, Canadá, Corea y Brasil están siendo tirados a las calles, destruyendo
sus comunidades, mientras que las ganancias que produjeron son entregadas a la
aristocracia financiera que controla la sociedad.
La clase obrera está
recibiendo una lección objetiva de la naturaleza del capitalismo. Mientras la
clase obrera produce toda la riqueza de la sociedad, el producto de su labor es
propiedad de la clase gobernante, la cual transfiere enormes sumas de riqueza a
las manos de una minoría superrica, mientras condena a los obreros a la
pobreza, la servidumbre y la miseria social.
Predeciblemente, ninguno de
los inversionistas en la llamada objetó a la devastación que acompañaría los
cierres de planta y despidos masivos. Sin embargo, un analista del banco UBS
con sede en Suiza, expresó preocupación sobre “la enorme resistencia” contra
los cierres. Le preguntó a Barra, “¿Cuánto de los $4,5 mil millones en ahorros
están en riesgo si los sindicatos no permiten los cierres o concesiones?”.
“No veo ningún riesgo”, le
aseguró inmediatamente la CEO de GM, dejando en claro que el UAW ya había
aprobado el cierre de lo que llamó plantas subutilizadas. Mientras que la
condición de las plantas se decidiría en las negociaciones con UAW sobre los
nuevos convenios este verano, dijo, “es una transición que tenemos que hacer… y
resolver junto a UAW”.
Lejos de luchar contra los
cierres de planta, UAW y el sindicato Unifor en Canadá han apoyado activamente
la destrucción de los empleos y niveles de vida de los trabajadores
automotores. Una porción sustancial de los salarios y beneficios robados por
los trabajadores ha encontrado su camino hacia las cuentas bancarias y
portafolios de inversión de los ejecutivos sindicales. Cuando GM anunció los
cierres de planta en noviembre, el valor de las acciones de GM controladas por
el UAW aumentó más de $200 millones.
Ante la creciente militancia
obrera, los sindicatos, los cuales se han visto desacreditados por décadas de
traiciones y sobornos, están culpando a los trabajadores mexicanos por los
cierres de planta, alegando que roban los trabajos de los trabajadores
estadounidenses y mexicanos y haciendo eco de las bravuconerías nacionalistas
del Gobierno de Trump.
Tal mentira ha quedado hecha
trizas por la valiente y continua lucha de os trabajadores de las maquiladoras
en Matamoros, México. Los trabajadores han librado una batalla de tres semanas
después de rebelarse contra los sindicatos, formando comités independientes de
huelga y convocando asambleas populares para luchar por mejoras tanto
salariales como en sus condiciones laborales.
Libres de la camisa de fuerza
de los sindicatos, estos trabajadores marcharon a la frontera con Brownsville,
Texas, y apelaron a sus hermanos y hermanas estadounidenses a que se unieran a
la lucha contra estas corporaciones globales. La lucha ya se propagó a los
trabajadores de supermercados, de servicios públicos y otras secciones de la
clase obrera matamorense, con las publicaciones empresariales advirtiendo sobre
el “contagio” de la lucha de clases.
El resurgimiento de la lucha
de clases y de la radicalización política de la clase obrera ha sembrado terror
en el corazón de la clase gobernante. Espantada por el pensamiento que el auge las
luchas de la clase obrera adquiera una perspectiva consciente y
anticapitalista, el presidente Trump declaró en su discurso del “Estado de la
Unión” el martes por la noche, “Estamos alarmados por los nuevos llamados a
adoptar el socialismo en nuestro país”. Su advertencia fue aprobada por los
legisladores de la burguesía, tanto demócratas como republicanos, quienes
esperaron que con aplaudir sus manos se detenga la ola de malestar de la clase
obrera extendiéndose por todo el país e internacionalmente.
La
respuesta a la aniquilación de empleos por parte de GM es la manifestación del
sábado 9 de febrero, convocada por el Comité Directivo de la Coalición de
Comités de Base y el Boletín
de los Trabajadores Automotores del WSWS. Su objetivo es movilizar
la oposición de la clase obrera a los cierres de planta y despidos masivos de
GM. La marcha se opondrá al supuesto “derecho” de GM de cerrar plantas.
La manifestación no es
súplica a GM ni a sus ejecutivos fieles a Wall Street, sino un llamado a la
clase obrera a expresar su fuerza independiente y su determinación para luchar.
Tampoco es una súplica al UAW, que no es más que un contratista de mano de obra
barata y una fuerza policial para la industria, sino que es un llamado a los
trabajadores automotores y de todos los sectores a formar comités de base e
independientes para organizar y unir sus luchas.
La manifestación exigirá un
freno a todos los cierres de planta, la abolición de los sistemas de salarios y
prestaciones de dos escalas, la transformación de todas las plazas temporales a
tiempo completo y la recontratación de todos los trabajadores despedidos y
victimizados. En oposición a la dictadura que ejerce la gerencia corporativa en
las plantas, luchará por una democracia industria, es decir, el control obrero
sobre la producción y la transformación de GM, Ford y todos los gigantes del
sector automotriz en entidades públicas, administradas democráticamente y
controladas bajo propiedad colectiva de la misma clase obrera.
Este programa es una parte
crítica de la transformación socialista de la economía mundial: que atender las
necesidades sociales y conquistar la igualdad, no la acumulación de niveles
grotescos de riqueza personal, sean el principio elemental de la vida económica,
política y social.