Si bien la
abstención registrada en la elección presidencial que acaba de realizarse
en Venezuela no permitiría validar formalmente el carácter
democrático de la victoria de Nicolás Maduro, el índice de participación,
en plena guerra económica, es de hecho más que suficiente para
demostrar el apoyo popular a las instituciones de la República
Bolivariana. Porque es importante entender que, más que
el mantenimiento o no de los chavistas en el poder, lo que
realmente estaba en juego era el futuro mismo de Venezuela
como nación ante la agresión en marcha contra ella
por Thierry Meyssan
RED VOLTAIRE
La elección presidencial en Venezuela debía dar paso
al inicio de una nueva etapa en la preparación de la destrucción de
la «Cuenca del Caribe». Al menos eso esperaba el
Comando Sur estadounidense (SouthCom) [1].
Existen varias lecturas de la
crisis que Venezuela enfrenta. Para los países occidentales, es resultado de la
mala gestión del presidente Maduro y de su obsesión socialista. Para el
ejército, que observa los preparativos militares de Panamá, Colombia, Brasil y
Guyana, esa crisis es –por el contrario– resultado de una terrible guerra
–por el momento solamente económica– iniciada contra Venezuela
por orden de Estados Unidos. En todo caso, el Producto
Interno Bruto (PIB) disminuye en un 15% anual y la inflación alcanza cifras
enormes (18 000% desde el inicio del año 2018). El gobierno del
presidente Maduro ha logrado organizar la distribución de alimentos, alejando
así el peligro del hambre, pero no ha podido –al menos
por ahora– evitar que la situación siga empeorando.
Sin exponer ninguna razón
válida, los 14 países del Grupo de Lima habían cuestionado
por adelantado la legitimidad de la elección [2].
Como hicieron Francia y Alemania ante la elección presidencial
convocada en Siria, uno de esos países prohibió a la embajada de Venezuela
la realización del voto en sus oficinas consulares. El país que violó así
deliberadamente la Convención de Viena fue Canadá –miembro del ya
mencionado Grupo de Lima [3].
También como en el caso
de Siria, la oposición respaldada por Estados Unidos llamó a
boicotear la elección. Peor aún, organizó una huelga de
transportistas para impedir así que los electores de los suburbios y las zonas
rurales pudieran contar con los medios de transporte colectivo para acudir a
las urnas.
Si se tiene además
en cuenta el hecho que la situación de crisis económica inducida
y las carencias que esta conlleva han empujado un millón y medio de
venezolanos a salir del país, y que esos electores no han tenido tiempo de
inscribirse en las embajadas de Venezuela para votar en el exterior,
es evidente que el índice de abstención tenía que ser anormalmente alto.
A pesar de todo eso, 46% de
los 20 millones de electores inscritos acudieron a las urnas. Y el
67% de esos votantes aportaron su apoyo al candidato chavista, Nicolás
Maduro.
Los estudios sobre los
resultados de esta elección demuestran que los índices de participación son
elevados principalmente en las circunscripciones correspondientes a los electores
más pobres.
Esos mismos estudios muestran
que sólo los electores de más de 40 años acudieron a las urnas,
mientras que los electores jóvenes estuvieron prácticamente ausentes.
O sea, los jóvenes mostraron su desinterés por la política
o siguieron las consignas de la oposición apoyada por Estados Unidos,
pero las personas que conocieron la Venezuela anterior a la Revolución
Bolivariana se esforzaron por votar.
Todo eso demuestra que para
votar en la presidencial venezolana del 20 de mayo había que estar
verdaderamente deseoso de acudir a las urnas, ¡y para votar además por Nicolás
Maduro, a quien se atribuye la crisis general de la economía! Los más
desfavorecidos, los trabajadores cuyo salario mensual ya no alcanza para
comprar un kilo de carne, han sido proporcionalmente más numerosos
en votar. Eso quiere decir que, al contrario de lo que
esperaba Estados Unidos, los venezolanos no consideran al
gobierno de Maduro responsable de la catástrofe económica… y prosiguen
la lucha iniciada por Hugo Chávez para liberar su país del
imperialismo estadounidense.
Esta anomalía es consecuencia
del sentimiento nacional que se ha desarrollado durante los 18 últimos años de
la Revolución Bolivariana y hace difícil toda intervención militar extranjera
en Venezuela.
Por otra parte, el hecho que
un candidato inicialmente serio, Henri Falcón –ex gobernador del Estado de
Lara–, declarara al principio de la jornada electoral que el escrutinio
estaba “arreglado”, que por ende él no podía ganarlo y que no valía
la pena ir a votar, no impidió que casi 2 millones de electores
se tomaran de todas maneras el trabajo de ir a votar por él.
El comportamiento de esos electores sólo puede interpretarse como un doble
deseo de defender el país y de llamar al conjunto de la clase
política venezolana a la reconciliación ante la agresión en marcha
contra el país.
Otro síntoma de
desorientación es que cerca de un millón de electores votó por el pastor
evangélico Javier Bertucci, que para salvar el país no ve otra
solución que un arrepentimiento colectivo y una intervención divina.
Sin conocer aún el resultado
del escrutinio, Washington anunció la promulgación de una «Orden Ejecutiva
de prohibición de ciertas transacciones adicionales con Venezuela» [4]
y el G7 [5]
tenía preparada una declaración para «rechazar el proceso electoral» [6].
Ante la realidad del
resultado… se ha producido un gran silencio. ¿Qué hacer ahora con el plan
de destrucción de los Estados y sociedades en los países de la región?
¿No será quizás demasiado peligroso lanzarse al ataque
contra Venezuela –como se hizo en Siria– con el riesgo de
tener que enfrentar una dura resistencia? En pocas palabras,
¿es aconsejable atacar ahora o quizás sería mejor tratar de seguir
empobreciendo a los venezolanos y dividiéndolos más antes de atacarlos?
Además, el hecho,
contradiciendo las costumbres en materia de diplomacia, Rusia haya
reaccionado por adelantado a las declaraciones del Grupo de Lima,
subrayando que constituyen una injerencia en los asuntos internos
de Venezuela [7],
hace pensar que Moscú no se deja engañar. Ante una intervención de
la OTAN, ¿adoptaría Rusia una actitud de oposición, como en el Medio
Oriente?
Parece aún demasiado pronto
para que el SouthCom pueda decidirse. Durante este periodo de “evaluación” de
la situación es probable que el Pentágono siga “trabajando” a la juventud
venezolana, prácticamente ausente en la elección del 20 de mayo. También
podría acentuar su presión sobre otros países de la «Cuenca del Caribe»,
principalmente contra Nicaragua.
________________________________
[1]
«Plan to overthrow the Venezuelan Dictatorship –
“Masterstroke”», Almirante Kurt W. Tidd, Voltaire
Network, 23 de febrero de 2018. «El “Golpe
Maestro” de Estados Unidos contra Venezuela (Documento del
Comando Sur)», por Stella Calloni, Red Voltaire,
9 de mayo de 2018.
[2]
“Declaration on Venezuela on the sidelines of the Summit of
the Americas”, Voltaire
Network, 14 de abril de 2018.
[3]
«Canadá impide
el voto a los venezolanos presentes en suelo canadiense», Red Voltaire,
19 de mayo de 2018.
[4]
«Orden
Ejecutiva de Prohibición de ciertas transacciones adicionales con Venezuela»,
por Donald Trump, Red Voltaire, 21 de mayo de 2018.
[5]
El G7 se compone de Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido,
Italia y Canadá.
[6]
«Déclaration
des dirigeants du G7 concernant le Venezuela», Réseau
Voltaire, 23 de mayo de 2018.
[7]
“Comentario
del ministerio de Exteriores de Rusia en relación con la situación
en Venezuela”, Red Voltaire, 16 de mayo
de 2018.