Federico E. Cavada Kuhlmann
Falta menos de cuarenta días para que
comience a rodar el balón sobre el césped del Gran Estadio Deportivo del
Complejo Olímpico Luzhnikí, que durante la época comunista era el estadio
Central Lenin de Moscú. Ochenta mil hinchas espectadores estarán presentes en
la inauguración del primer Campeonato organizado por un país de Europa
Oriental.
Desde México en 1970, las imágenes de
lo que ocurre en las canchas donde se disputa, llegan al resto del
planeta. Seguramente más de mil millones de personas estarán frente a los
televisores en los más recónditos lugares del mundo para ver lo que muchos
comentaristas deportivos llaman “El máximo evento deportivo del universo”
Pero en realidad deberíamos
preguntarnos ¿Qué es este evento que se realiza cada cuatro años
desde 1930, con la excepción de los años de 1942 y 1946, en
los que se suspendió debido a la Segunda Guerra Mundial?
En verdad es muy fácil definirlo. Es un
acontecimiento POLÍTICO Y COMERCIAL.
El fútbol profesional es un espectáculo
de primer orden que supera en audiencia y seguidores a cualquier otro, sean
estos musicales, teatrales o de otra disciplina artística. Este espectáculo
basado en una disciplina deportiva supera a todos los demás en materia de
asistencia y de espectadores.
Es lo que llega a convertirlo en el “El
máximo evento político y comercial del Universo”, y les voy a dar los
argumentos que lo demuestran.
Vamos a comenzar con una pequeña
muestra que no alcanza las dimensiones “Mundiales”, pero nos servirá para
mostrar los dos aspectos.
Hace no muchos años la notoriedad de
Colombia estaba centrada en la existencia de las FARC, la dura lucha militar
contra ella, los raptos de políticos y militares y la producción de cocaína.
¿Quién conocía a James Rodríguez? Los aficionados locales y los argentinos,
donde se había iniciado futbolísticamente y donde había dejado claramente
establecido que se llamaba James, para que nadie le dijere “Yeims”.
Entonces se hizo una clara maniobra
político-comercial. El jugador fue vendido entre bombos y platillos a un
importante club europeo y el presidente de ese club obtuvo importantes
contratos de construcción de carreteras en el país sudamericano.
El camino político comercial de este
Campeonato lo marcó Jules Rimet desde el Congreso de la FIFA de 1928, cuando se
programó el Primer Campeonato, donde el francés se manifestó partidario de que
fuera en Sudamérica y propuso a Uruguay por sus triunfos olímpicos y porque ese
país celebraba el Centenario de su Constitución. Por eso el más importante
estadio uruguayo se llama Centenario al que Rimet llamó el "templo del
fútbol". Los europeos boicotearon ese Campeonato y sólo asistieron a él
Francia, Bélgica, Yugoslavia y Rumania.
Esta Copa, que hoy lleva el nombre del
fundador de la competencia, completa su edición número 21. En ellas Brasil es
el que más veces la conquistó, con cinco victorias, los italianos y los
alemanes la consiguieron 4 veces cada uno, Argentina y Uruguay dos veces, en
cambio Inglaterra, cuna del fútbol, Francia, donde nació Rimet y España, solo
la alcanzaron una vez.
Después de la inicial realizada en
Uruguay, la Segunda Copa Mundial la organizó Italia en 1934 y es quizás, el
máximo exponente del objetivo político que tiene. A este campeonato “deportivo”
no asistieron Uruguay, junto a él otros países sudamericanos que apoyaron el
boicot, respondiendo a los europeos. Solo Argentina, Brasil y Estados
Unidos fueron desde esta parte del mundo.
Eran momentos políticos de grandes
expectativas internacionales. Los fascistas habían conquistado Italia y
Alemania, se estaban extendiendo a Austria y daban una fuerte lucha por su
expansión mundial. Henry Ford, Charles Augustus Lindembergh, en Estados Unidos,
el Duque de Windsor –ex Rey de Inglaterra-, eran algunos de los personajes
internacionales que apoyaban esas ideas.
Cuando los italianos consiguieron que
Suecia retirara su postulación y fueron declarados la sede del Campeonato del
Mundo de Fútbol, Il Duce, Benito Mussolini llamó a su despacho a Giorgio
Vaccaro que era el presidente de la Federación Italiana de Fútbol y también
dirigía el Comité Olímpico de ese país y simplemente le dijo:
—No sé cómo hará, pero Italia debe
ganar este campeonato.
Cuando el dirigente le respondió con su
máxima buena disposición, “Duce, haremos todo los posible”.
Mussolini, con rostro muy serio le dijo
“General, usted no me entiende bien, no me comprende. Italia debe ganar este
Mundial. Es una orden”
Italia había iniciado las tareas para
ser Campeón muchos años antes. Habían traído a los argentinos Luís Monti,
Atilio Demaría, Enrique Guaita y Raimundo Orsi, quienes fueron “naturalizados”
convenientemente. También al brasilero Anfhiloquio Marqués Filo, al que “naturalizaron”
como Anfilogino Guarisi. A Monti lo trajeron al Juventus con cinco mil dólares
mensuales, una casa y un automóvil, eso en 1930. ¿Cuánto pagarían hoy?
Durante los partidos se hicieron
presentes los “camisas negras”, los saludos Fascistas en la cancha y los
árbitros entregados a los designios de los organizadores. La competición poseía
un formato de eliminatorias a partido único, con prórroga de 30 minutos y
repetición del encuentro en el caso de continuar el empate tras la
prolongación.
En los cuartos de final los dueños de
casa se enfrentaron a España y fue una carnicería según cuentan los españoles.
Debieron ir al partido de desempate, que el inventor de este negocio Jules
Rimet, dijo que «Fue un encuentro espectacular, dramático y jugado con una
intensidad muy pocas veces vista», aunque la voz popular le llamó «La batalla
de Florencia».
Cuenta la historia que España comenzó
ganando con un gol a los 31 minutos, pero cuando terminaba el primer tiempo
mientras Schiavio agarraba al arquero español Zamora, el italiano Ferrari
empataba el partido y el gol era validado por el belga Baert.
No hubo más goles y al día siguiente
debería jugarse un partido de desempate. Los españoles Zamora, con dos
costillas rotas, Ciriano, Lafuente, Iraragorri, Gorostiza y Lángara no podrían
estar en ese lance por las lesiones sufridas fruto de la violencia italiana no
castigada por el arbitraje.
En el partido de desempate continuó la
“batalla” y los españoles Bosh, Chacho, Regueiro y Quincoces fueron los
lesionados. Pero este día se llegó a mayores cuando el árbitro suizo
–posteriormente expulsado de por vida del arbitraje por la federación Suiza-
validó el gol de Giuseppe Meazza cuando Demaría impedía al arquero español
actuar.
La final fue Italia - Checoslovaquia.
Con un arbitraje ya conocido a favor del local Ángelo Schiavio anotó en la
prórroga el gol que les dio en título mundialista. El entrenador del
seleccionado italiano Vittorio Pozzo, recibió un telegrama antes del partido
final en el que solo podía leerse «Vencer o morir».
Luís Felipe Monti, uno de los
“naturalizados”, ex jugador de San Lorenzo de Almagro, el equipo del que es
hincha el papa Francisco, que en el Mundial de 1930 en Montevideo había marcado
el primer gol argentino en uno de estos campeonatos, dijo después «En 1930, en
Uruguay, me querían matar si ganaba, y en Italia, cuatro años más tarde, me
matarían si perdía».
En 1938 fue sede Francia y salvo Brasil
y Cuba, no participaron los equipos americanos en protesta por volver a hacerlo
en Europa. Volvió a ser capeón Italia con sus jugadores vestidos con las “Camicie Nere” símbolo del fascismo.
Otro dato ilustrativo. Cuando estábamos
en plena “Guerra Fría” en 1956 la sede fue asignada a Chile para la séptima
edición en 1962, venciendo a la candidatura de la Argentina. Quienes
encabezaban el grupo chileno para conseguir ese objetivo eran hombres
estrechamente relacionados con la Democracia Cristiana, que era la gran
alternativa al “comunismo internacional” durante ese periodo. En Europa los DC
gobernaban en Alemania y estaban también en el gobierno italiano enfrentados
dramáticamente a los comunistas de Palmiro Togliatti.
Han pasado los años y las Copas
Mundiales. Este año en Rusia, se juega la XXI Copa y este país, que no tiene
ninguna relevancia en el fútbol internacional será el país donde se realizará.
Para ello se han fijado doce sedes, en
Ekaterimburgo, Kaliningrado, Kazán, Moscú, Nizhni Nóvgorod, Rostov del Don, San
Petersburgo, Samara, Saransk, Sochi y Volgogrado, de ellos 10 estadios
construidos especialmente, eligiendo solo ciudades europeas de Rusia para así
facilitar costos y desplazamientos de los participantes y el público. Solo el
de Ekaterimburgo está en Asía.
El objetivo de Putin es claramente
político. Necesita crear una imagen internacional de la Nueva Rusia construida
por él, de su potencial y de su capacidad creadora que solo le está permitido
en términos globales si emplea este vehículo, la Copa del Mundo. Por eso, sus
adversarios cada vez que pueden le recuerdan que pueden boicotear el Mundial de
Rusia.
Ya Vladímir Putin ha sido acusado
por el Reino Unido por el ataque con un agente químico sufrido por el exespía
ruso Sergei Skripal y su hija Yulia en la ciudad británica de Salisbury.
La Primera Ministra británica Theresa May no ha dudado en expulsar a 23
diplomáticos rusos de Gran Bretaña, pero además ha amenazado claramente con
boicotear la Copa, a lo que se han plegado otros países seguidores de los
ingleses. Ya declaró rotundamente que “ningún representante de la familia real
ni ningún mandatario” asistirá al Mundial de Fútbol en Rusia.
Lo comercial es indiscutible. Imaginen
cuánto ganan las cadenas de TV que transmiten los partidos para audiencias de
mil millones de televidentes.
La alemana Adidas será una vez más un
gran patrocinador. Provee del balón oficial del evento y la representan 12 de
las selecciones participantes. Es, junto a Gazprom, la empresa rusa del gas,
uno de los grandes patrocinadores del Mundial, como los son ambos de la
Champions League.