Publicado por Javier Calderón Castillo y Taroa
Zúñiga
El protagonismo político
de las iglesias neopentecostales (carismáticas) en los procesos electorales
latinoamericanos, obliga ampliar el conocimiento que existe sobre éstas para
explicar las razones de su inusitada fuerza electoral. En ese propósito, se
formulan tres ejes de análisis: “la ideología de la prosperidad” como rasgo
distintivo neopentecostal en el vasto espectro de las iglesias evangélicas; el
uso profesional del marketing (de la fe y la política) centrado en la idea de
consumo religioso cercano al consumo show -al estilo Factor
X-; y la utilización de la “idea del mal” como una lucha terrenal en contra
de demonios:
feminismos, derechos sexuales y reproductivos, entre muchos otros temas de
discusión no religiosa -como la lucha contra el demonio político del “castrochavismo”-
que avivaron la disputa por derechos civiles, contrarios a los preceptos
neopentecostales.
Más allá del bautismo, la importancia del nombre
Frecuentemente, las
diversas ramas derivadas de la religión Yoruba son unificadas bajo el término
“santería”. De la misma forma, se suele unificar bajo el término “evangélicos”
a diversas ramas derivadas del protestantismo. Aunque el debate sobre la exactitud
de los términos a utilizar cuando nos referimos a las ramas de corrientes
religiosas populares o masivas del mundo podría, en primera instancia,
considerarse una suerte de quisquilleo metodológico, la importancia de
diferenciar tendencias tiene dos bases fundamentales: por un lado, conocer las
diferencias de cultos, que parte por reconocer variaciones que constituyen y
delimitan la construcción de la identidad religiosa y, por otro lado, desde una
perspectiva que abona a nuestro análisis, entender las razones del “éxito
político de estos cultos”, esto es, interpretar como operan en la
estructuración del control social del poder en las dimensiones micro cotidianas
y las del Estado, que responderá a intereses determinados e influirá de forma
particular en el cuerpo social que agrupa bajo su credo.
En vista de la remontada
que ha tenido el discurso neopentecostal en las campañas electorales de América
Latina y la capacidad de movilizar a grupos sociales cada vez más amplios,
consideramos pertinente presentar un breve desglose del cuerpo religioso que
solemos bautizar como “evangélicos” o “evangelistas”. Vale la pena acotar que
quienes integran este cuerpo religioso suelen autoidetificarse bajo esas
nomenclaturas generalizantes, aun perteneciendo a iglesias que predican credos
diferentes. Este no es un detalle menor. La fe no analiza estructuras, se
entrega a las creencias que las sostienen. Pero estas estructuras obviadas por
la fe, son las que edifican y sostienen sistemas económicos y sociales, por lo
que es necesario categorizarlas analíticamente.
Bajo el paraguas de la
denominación genérica “evangélico” coexisten varias corrientes, entre ellas las
clásicas iglesias luteranas y calvinistas que datan de la época de la Reforma
Protestante, ligadas al clima de época que impulsó el capitalismo desde el
siglo XVI, que se extendieron por Europa y Estados Unidos. También existen
iglesias surgidas a finales del siglo XIX en los Estados Unidos, llamadas
pentecostales, cuyas bases doctrinarias se pueden encontrar en la Iglesia de la
Ciencia de Cristo y la Iglesia Mormona (Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los Últimos Días), ambas surgidas en los Estados Unidos en el siglo XIX, y
extendidas en Latinoamérica a partir de la segunda mitad del siglo pasado.
Éstas, al igual que las clásicas iglesias luteranas, tienen como principio la
lectura de los evangelios (por ello el mote de evangélicos) pero, a diferencia
de las luteranas (que creen en las enseñanzas de Jesús escritas en la biblia),
los neopentecostales centran su hito fundacional en la “aparición y revelación
del Espíritu Santo” a sus fundadores: Mary Baker Eddy (Ciencia de Cristo) y
Joseph Smith (Mormones), quienes desde ese momento quedaron ungidos para
profesar en su nombre y redactaron sendas interpretaciones (adaptaciones) de la
biblia, al contexto de un capitalismo ya desarrollado y a éste lado del
Atlántico.
Las iglesias
pentecostales tuvieron su auge a principios del siglo XX, como la Iglesia
Ciencia de Cristo, que llegó a ser de las cuarenta empresas más importantes de
los Estados Unidos, con una riqueza billonaria -aunque tras la muerte de su
“profetiza” empezaron su decadencia-1.
Luego se empezaron a sentar las bases de las iglesias neopentecostales, tal y
como las conocemos hoy. En los años 60 surgieron iglesias carismáticas donde se
cantaba y se hacían rituales de sanación, que al parecer no fueron muy
atractivos para la población. Ese estancamiento empezó a ser superado en los
años 80 (en un proceso ligado al auge del neoliberalismo), por una ola de
renovadores de esa doctrina, quienes escribieron unas nuevas orientaciones del
método para atraer feligreses, entre ellos un libro llamado “Fundamentos de la
Teoría Pentecostal” escrito por Guy P. Duffield y Nathaniel M. Van Cleave (que
es un manual que guía paso a paso cómo debe pensar y actuar cualquier persona
que quiera iniciar su emprendimiento casrismático)2.
Con ese libro como guía (que algunos consideran el primero de muchos textos de
autoayuda) se dan a la tarea de fundar nuevas iglesias o de revalorizar las ya
existentes, como la Iglesia Mormona (que también reedita el Libro de Joseph
Smith: el Mormon, una versión de la biblia adaptada a las costumbres y mitos
del continente americano). Esas nuevas o renovadas iglesias son las conocidas
como neopentecostales, que están basadas en el mismo hito fundacional del
pentecostal: la unción de sus pastores por el espíritu santo, y dotadas de una
orientación medieval de lucha contra el “demonio”; estridentes, con una
estética show, un discurso de la prosperidad, el emprendedurismo
(neoliberal), y una manera de atracción con un profesional marketing.
La ideología de la prosperidad
Estos “desarrollos” han
venido marcados por la incorporación progresiva de beneficios para los miembros
del culto -especialmente para los pastores- hasta el punto de sostener la
teología de la prosperidad, que afirma la existencia de una relación entre la
comunión con dios y los beneficios materiales obtenidos en la labor religiosa,
que justifica la prosperidad material de los pastores que, en ese relato, son
“elegidos por el Espíritu Santo”. Todo ello en una práctica característica de
lo neopentecostal: la independencia o individualización de las iglesias, ya que
ninguna responde a una suerte de ente centralizador, nadie limita la apertura de
centros religiosos o espacios en los que se difunde el credo y de definición de
estrategias de crecimiento. Este último punto es fundamental para entender el
proceso de penetración que el neopentecostalismo ha tenido en la región.
Todas las iglesias neopentecostales,
como la Misión Carismática Internacional, La Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días, El Avivamiento, Alcance Victoria, Ríos de Vida, y
sus más de 19 mil versiones en todo el continente, profesan esa fe del
emprendedurismo en forma de actividades emocionales o de autoayuda, con la idea
de que es posible prosperar si la gente se lo propone, pues rezan que la
pobreza es producto de la desidia individual, de la pereza o de cualquier otro
defecto de carácter individual. Esto es muy congruente con la cultura del
neoliberalismo, aquélla que se basa en un “pensamiento global que tiene que ver
con la fe en que una sociedad puede fundarse en la desigualdad. Hay un odio a
la igualdad, un desprecio, como si la igualdad fuese algo infame”3,
utilizando las palabras del filósofo francés Jacques Rancière para definir las
características de las fuerzas conservadoras que están hoy operando en la
globalización4.
Esa idea de la
prosperidad utilizada para capturar fieles se transmite con facilidad al
discurso hegemónico del poder en Latinoamérica que, sin ser neopentecostal
(aún), está de acuerdo con el principio de esas iglesias, convirtiéndolas en
aliadas de la estructuración de una cultura individual que no pretende exigir
al Estado la distribución de la riqueza, la justicia social o la
democratización. Esa dialéctica de la conveniencia, que otrora ocupaba la
iglesia católica, puede estar siendo corta para los intereses y aspiraciones de
estas iglesias, que tienen un pensamiento integrista: en la medida que tienen
algo de poder, ven con mayor posibilidad construir en Latinoamérica Estados
confesionales, es decir destituyentes de los avances democráticos conseguidos
en las últimas décadas.
La ideología de la
prosperidad es entonces una marca que distingue a los neopentecostales y que a
su vez los ubica como aliados del neoliberalismo. Sus feligreses son los más
pobres de las sociedades latinoamericanas, los trabajadores precarizados, los
más golpeados por la economía, a quienes el relato de una vida prospera les
convence, aunque sólo lo logren los que llegan a ser pastores, o a fundar sus
propios emprendimientos religiosos.
Fe y política en la era del marketing
El auge del
neopentecostalismo en la década de los ´70 se da, nada más y nada menos, que en
EE.UU. Como mencionábamos anteriormente, una de las características de este
movimiento es la incorporación de nuevas estrategias de crecimiento. Hasta ese
momento, los pentecostales se concentraban en las iglesias o sedes en las que
se realizaba el culto y a esos espacios a los que se aproximaban los futuros
creyentes. Los carismáticos incorporan una suerte de células familiares5 que
ya empiezan a incorporar ámbitos laborales y otros espacios de sociabilización
de los creyentes para la cooptación de nuevos miembros. Los neopentecostales
van más allá. Congresos, marchas, programas radiales y hasta televisivos, para
alcanzar el punto actual del neopentecostalismo 2.0: canales youtube, redes
sociales ylivestream. Ahora bien, luego de este paso a paso ¿A través de qué
trochas pasaron las iglesias evangélicas para recorrer América Latina?
Pasaron por las trochas
abandonadas por el propio modelo neoliberal y por las expectativas de una vida
mejor. En las épocas de crisis económicas y en las crisis de representación
política (como muchos catalogan el problema que viven hoy los partidos políticos
tradicionales) la desesperanza es el humor social por excelencia. En un estudio
de Alejandro Fierro y Oscar Navarro6,
sobre las elecciones en Colombia, relatan cómo, en los focus
group realizados como metodología, la mayoría de los entrevistados
describía la situación personal respecto del país como de desesperanza. En ese
mismo tono se expresaron este año los salvadoreños en las elecciones
parlamentarias (4 de marzo), los chilenos en noviembre del 2017 en las
elecciones presidenciales, y, en general, en toda la región. El humor social
producto de la situación nacional de los países latinoamericanos es de
desesperanza.
Esas trochas pasaron a
través de sus canales de televisión -que se emiten en 158 países del mundo7-,
de las redes de emisoras radiales nacionales y transnacionales, a través de la
industria editorial con libros de autoayuda neopentecostales- como: “Jesús
Nunca Fue Pobre” o “Dios Quiere Que seas Rico”-, charlas de motivación,
iglesias en cada barrio y una puesta en escena en todos esos escenarios dignos
de comparar a los shows como Voice o Factor
X. Luces, cantantes de música juvenil, colores y decoraciones con un
despliegue que atrae a multitudes. Un marketing profesional que se
relaciona con los gustos, las creencias y las expectativas de los sujetos
abandonados por el Estado neoliberal y por las poco creíbles promesas de los
partidos políticos. Una estrategia que les resultó favorable para dar el salto
a la vida política, pues el camino de análisis de segmentos poblacionales ya
los tenían hechos, con nichos de seguidores y un despliegue de conexión con el
sentido común basado en la desigualdad y los valores medievales de la fe,
atornillados con un despliegue de consumo cultural de entretenimiento religioso.
La lucha contra la “idea del mal”
Como se ha ido explicando
en el texto, las iglesias neopentecostales, que reúnen variadas características
(algunas ya explicadas en artículos anteriores)8,
han personificado la idea del mal (tan conveniente y utilizada por todas las
religiones) en forma de enfermedades que padecen las personas: en el desempleo,
el alcohol, las drogas y, por supuesto, en sus enemigos políticos.
Enemigos políticos serían todos aquellos
que reclaman por los derechos civiles plenos: en las enseñanzas dadas por el
“Espíritu Santo” a sus pastores, el feminismo, y la salud sexual y
reproductiva, son pecados demoníacos. Entran en el grupo indeseable, también,
todos los que quieren hacer Estados fuertes en la economía y distribuir de la
riqueza, ampliar la educación, generar bienestar y cambiar el paradigma de la
desigualdad individual neoliberal.
La personificación del
“demonio”, en ese caso, sería para ellos los gobiernos progresistas, cualquier
tendencia de izquierda. En el ambiente político actual, se han subido al
macartismo de lucha contra el “castrochavismo”, neologismo de connotación
negativa que pretende describir lo que ocurre en los países gobernados por
partidos y liderazgos no neoliberales. A ese “demonio” no lo pueden tolerar,
pues disputa con ellos las bases populares que les hacen fuertes, y les puede
quitar parte del argumentario de la ideología de la prosperidad, además de ser
fuente de maldad por la perspectiva de derechos que les ha caracterizado.
Es una característica muy
útil para hacer política, pues ponen en el mismo rasero problemas de la
sociedad, como el alcoholismo, con discusiones de orden político, como la
orientación del Estado. En las actividades de culto que realizan, mezclan muy
bien ambas dimensiones (bien distintas), a través de la personificación de
ascenso social logrado por los pastores. Ellos y ellas hablan de sí mismos como
fuente de prosperidad, sin que haya mediado el Estado o con el “esfuerzo de
erradicar los demonios de sus vidas”9,
como recientemente afirmaron en la Cumbre Interreligiosa que le entregó el
mandato al secretario de la OEA, Almagro, para salvar de la corrupción a
Latinoamérica10.
El giro neopentecostal de candidatos y campañas
Con esa performance
religioso-política las iglesias neopentecostales vienen conquistando espacios
de poder en Latinoamérica. Los primeros grandes logros de los neopentecostales
fueron el triunfo en Guatemala del presidente-pastor-actor, Jimmy Morales11,
la vicepresidenta de Nicaragua Rosario Murillo y el paso a segunda vuelta en
Costa Rica del pastor Fabricio Alvarado. Fueron fundamentales en la derrota del
Acuerdo de Paz en Colombia, en el 2016, en el golpe parlamentario contra Dilma
Rousseff en Brasil, y hoy están jugando con toda su fuerza en las campañas
electorales que se avecinan: Venezuela (20 de mayo) y Colombia (27 de mayo).
Los pastores y las
pastoras, con permiso para enriquecerse (no olvidemos la teología de la
prosperidad) comienzan a proyectarse como un modelo a seguir o a alcanzar, como
un suerte de empresarios exitosos que cuentan con el “vale” de la integridad
espiritual. Contando con recursos “propios”, años de entrenamiento en la
prédica, redes internacionales y grupos de seguidores, todo parece listo para
dar el salto hacia la vida política. Los neopentecostales venían de no
posicionar candidatos propios en las elecciones de comienzos de este siglo,
pero ello viene cambiando. Cuando las condiciones se los permiten, deciden
presentarse como una garantía que se apoya en lo espiritual, como el caso de
Morales en Guatemala, de Fabricio Alvarado (Costa Rica), de Viviane Morales en
Colombia (que aunque renunció a la candidatura se plegó al uribismo), o Javier
Bertucci en Venezuela.
Estas fuerzas políticas
religiosas neopentecostales, están tratando de imponer un regreso a las
discusiones decimonónicas sobre la separación de la religión y el Estado,
influenciando la agenda política, y permeando facciones de derechas que añoran
el caudal electoral de esas iglesias. Desde nuestra perspectiva, esas
formaciones políticas religiosas no pueden denominarse “nuevas derechas” (si es
que estas existen en Latinoamérica), sino factores de poder retrógrados, que
están colgados de una ola conservadora en la región favorable a sus propósitos
y refractarios a cualquier desarrollo de cambio cultural en Latinoamérica.
Son un actor en la
política que está jugando con todas las fuerzas y que merece seguir siendo
estudiado, entre otros, por todos aquellos que se ubican en la idea del cambio,
pues la disputa de los votos en muchos países pasa por la disputa con
subjetividades relacionadas con la fe de esas iglesias. Una disputa parecida a
la vivida en los años ’70, cuando al poder conservador de la iglesia católica
se le opuso la teología de la liberación -que en algunos países abrió
compuertas de transformación-. Todo ello, porque de la fe a la política parece
que sólo hay un paso.
1 http://operamundi.uol.com.br/dialogosdelsur/los-neopentecostales-origen-ascension-y-tendencia-totalizante/06092014/
3 http://www.theclinic.cl/2016/12/04/jacques-ranciere-la-extrema-derecha-esta-volviendo-a-ser-exitosa-en-su-evocacion-de-simbolos-identitarios-muy-primitivos/
4 http://www.theclinic.cl/2016/12/04/jacques-ranciere-la-extrema-derecha-esta-volviendo-a-ser-exitosa-en-su-evocacion-de-simbolos-identitarios-muy-primitivos/
6 https://www.elespectador.com/elecciones-2018/noticias/politica/el-desinteres-por-las-elecciones-en-colombia-es-dominante-celag-articulo-746966
7 https://www.vice.com/es/article/9b75w7/el-canal-de-television-cristiano-mas-grande-del-mundo-tiene-mucho-que-esconder
9 https://www.noticiasmormonas.org.pe/articulo/iglesia-participa-en-el-foro-interreligioso-de-las-américas