Jaime Osorio
1
Llamamos
capital a la unidad diferenciada de valor que articula
relaciones sociales de explotación y dominio. En el mundo del capital toda
relación de dominio de clases (para diferenciarlo de formas de opresión o de
poder que no son constitutivamente de clases: padre/hijo; profesor/alumno;
hombre/mujer, médico/paciente, etc.) es simultáneamente relación de explotación
(directa, sobre trabajadores activos, o indirecta, sobre trabajadores
inactivos) y toda relación de explotación es, a su vez, relación de dominio de
clases.
2
El capital no
puede revelarse en el mundo fenoménico como explotación y dominio, porque la
burguesía es portadora de la promesa civilizatoria de conformar un mundo de
hombres libres e iguales. A pesar de violentar esa promesa, sin embargo, debe
reconstituirla. Para ello debe conformar la ficción real de un
mundo de hombres libres e iguales. Ficción, porque encubre y desvirtúa la
esencia de su ser. Real, sin embargo, porque dicho trastocamiento actúa y
alcanza consistencia. Opera de manera efectiva.
Por ello el
capital necesita presentarse de manera distorsionada, al revés de lo que es.
Esto forma parte de su proceso de fetichización, que le posibilita crear un
“mundo encantado, invertido y puesto de cabeza” 1/. Por medio de la
fetichización el ser se manifiesta ocultándose. Aquí nos interesa
develar algunos de los procesos que hacen posible sostener aquella ficción.
3
Un primer paso
del capital en ese proceso de ocultarse y revelarse de manera distorsionada
implica la ruptura de su unidad económico-política, conformando estas
dimensiones como esferas autónomas e independientes, ya no como
diferencias en el seno de una unidad. El desarrollo de esta tendencia
llevará a la conformación de saberes con “objetos” particulares: la ciencia de
la economía o ciencia económica, y la ciencia de la política o ciencia
política. De allí a constituirse en disciplinas, en momentos en que los saberes
sociales se disciplinan, se presentará como un paso normal.
4
Para comprender
en su complejidad la unidad económico/política del capital y el proceso de
ruptura de esa unidad es pertinente considerar la particularidad de la primera
fase de la circulación, en donde se realiza la compra y venta de medios de
producción y de fuerza de trabajo. Allí los portadores de capital y trabajo se
presentan como sujetos libres, que de manera soberana llevan a cabo el proceso
de intercambio. Por ello, dice Marx, el mercado, aparece como el reino de la
libertad 2/. El obrero es dueño de su fuerza de
trabajo y de manera libre, sin coacción visible ni sujeción a
otros sujetos, se presenta a vender su mercancía, al igual que el burgués,
quien también de manera libre llega al mercado con mercancía dinero, dispuesto
a comprar fuerzas de trabajo.
5
En ese proceso
de libre intercambio importa destacar el obscurecimiento de los procesos
políticos que lo hacen posible, y que ponen de manifiesto la coacción y la
ficción de libertad en que se encuentra el vendedor de fuerza de trabajo 3/.
Primero, porque él y su clase han sido objeto de violencia en
los procesos de despojo y expropiación de tierras y herramientas,
quedando desnudos de medios de producción. Segundo, porque el monto de dinero
percibido por la venta de su fuerza de trabajo, sólo le permite al trabajador
su reproducción diaria. Esto implica que necesariamente deba
presentarse un día con otro nuevamente en el mercado a vender su mercancía, ya
que de lo contrario es su propia existencia, como ser vivo, la
que queda en entredicho. Lo que tenemos entonces es una nueva coacción
política imperando en la “libertad” de los trabajadores y su cotidiana
presencia en el mercado. Tercero, porque el trabajador es expropiado de
valor, a lo menos del que excede al valor de su fuerza de trabajo, lo que
implica explotación, y un Estado de derecho (dominio) que hace posible
dicha explotación.
6
La fuerza de
trabajo reposa en la corporeidad viva del trabajador, (músculos, cerebro,
sistema nervioso, esqueleto, corazón, pulmones, etc.). No hay forma de separar
a una del otro. Por tanto, cuando el trabajador vende su fuerza de trabajo, el
capital no sólo se lleva aquella mercancía, sino también la corporeidad viva
total del trabajador. Y todo lo que le suceda a esa fuerza de trabajo,
trabajando, en términos de extenuantes jornadas, intenso trabajo, para no
hablar de agotadoras horas de traslado de la vivienda al trabajo y viceversa,
es al trabajador y a su cuerpo al que le sucede. Aquí radica el punto central
del poder del capital sobre la vida, o biopoder. Y es por
desconocer o relegar este proceso por lo que las formulaciones de Michel
Foucault y Giorgio Agamben 4/,
en su radicalidad, terminan dejando de lado el proceso fundamental y
generalizado que explica la capacidad del poder (del capital) sobre la vida, y
de ponerla de manera permanente en entredicho en nuestro tiempo 5/.
7
Es la presencia
de una violencia institucional (consagrada por leyes en un
Estado de derecho), de una coacción encubierta, lo que explica que
no tengan que presentarse policías a sacar de sus camas a los trabajadores a
altas horas de la mañana, ni a golpearlos para que se dirijan a los centros de
transporte público y de allí a sus trabajos. Aquella violencia de
despojo ancestral, a la cual se añade ahora la violencia
cotidiana (expropiación diaria de plusvalía), los obligan a buscar un
salario para sobrevivir. Este es el cuadro de la libertad del vendedor de
fuerza de trabajo. Lo que se presenta como operaciones simplemente económicas
son también operaciones políticas de sometimiento, violencia y coacción
encubiertas.
8
Históricamente
la ruptura entre economía y política toma forma en las últimas décadas del
siglo XIX, con la llamada revolución marginalista. Para la economía política
clásica, que cristaliza en la segunda mitad del siglo XVIII y primera del siglo
XIX, la reflexión de la economía remitía de manera directa hacia las clases
sociales y las formas de apropiación de la riqueza social. Así ocurría en el
fisiócrata Francois Quesnay con su Cuadro económico (1758); en
el primer libro, de los cinco que conforman La riqueza de la naciones (1776),
de Adam Smith, o en David Ricardo, con su teoría de la distribución del ingreso
en Principios de Economía Política (1817) 6/. Con el inglés William Stanley
Jevons, el francés León Walras y el austríaco Anton Menger, antecedidos por el
francés Antoine Augustin Cournot, la política explícita de la economía es
definitivamente abandonada, para dar paso a una economía cada vez más
circunscrita a asuntos de la circulación y del mercado, alejándose de los
problemas de la producción y despolitizada en su apariencia, y que se plantea
como sustento de cientificidad la sofisticación matemática y estadística 7/ .
9
La
despolitización de la economía (que no es sino otra forma de operación
política) tiene como uno de sus efectos abandonar la mirada sobre el conjunto
de las fases del proceso económico para concentrar su atención en la
circulación y particularmente en la segunda fase, allí en donde las mercancías
valorizadas son lanzadas al mercado para su realización. Problema nada
irrelevante para un capitalismo que hace crecer considerablemente la masa de
valores de uso como resultado de las elevaciones de la productividad (y de la
intensidad) y con ello propiciando la tendencia recurrente a las crisis. Las
condiciones de equilibrio entre oferta y demanda, competencia perfecta,
precios, utilidad marginal, entre otros temas, pasarán a constituirse en temas
privilegiados de la nueva ciencia económica y su mirada reduccionista.
10
No es ocioso
señalar que como resultado del quiebre antes señalado en el seno de la economía
(que implica el paso de la economía política a manos del marxismo) y frente al
incremento de las luchas sociales que acompañan el paso del capitalismo
manufacturero al industrial, resultado a su vez de la constitución de un
proletariado cada vez más extenso y organizado, surge la necesidad de una nueva
disciplina en las ciencias sociales, ahora la sociología, que se hará cargo de
explicar los problemas sociales, pero desde una perspectiva donde prevalece
impedir el desorden social (o la anomia), bajo la impronta empírico/positivista
de analizar los hechos sociales como cosas, al decir de Durkheim, en manos de
quien cristaliza la nueva disciplina 8/.
11
La conformación
de la economía y la política como disciplinas independientes, deja sin embargo
a cada una bajo el espectro de las relaciones sociales que las constituyen, de
explotación a una y de dominio a la otra. Esto implica un problema demasiado
serio aún para el proceso del capital de revelar-ocultando. Por ello es
necesario llevar a cabo una segunda ruptura, ahora en el seno de cada esfera, a
fin de romper con las relaciones sociales que las constituyen.
12
Romper
relaciones y asumir “cosas” como objeto de reflexión es una característica de
los saberes que pone en marcha el mundo del capital 9/.
Este paso, relegar relaciones y asumir cosas, se encuentra en la base del individualismo
metodológico que prevalece en las ciencias sociales. El individuo cumple
con todas las exigencias de la ciencia empírica y experimental que caracteriza
en lo fundamental a los saberes en la modernidad capitalista. Por ello no tiene
nada de extraño que se le asuma como la unidad básica desde la cual los saberes
actuales piensan los procesos de la sociedad.
13
Fracturadas las
relaciones sociales y establecido el privilegio de las cosas como objeto de las
ciencias, en la esfera económica el mercado se conforma en la
entidad fundamental de una economía ya no-política. Es allí en donde
interactúan los individuos, llevando a cabo operaciones de compra y venta. Pero
en el mercado tenemos además a individuos libres: nadie los coacciona, que no
sean las razones del propio mercado, en sus procesos de intercambios. La
ficción de un mundo de hombres libres gana posiciones en las rupturas que
realiza el capital.
14
En la esfera
política, autonomizada de la economía y abandonadas las relaciones sociales,
suceden operaciones semejantes. En los relatos prevalecientes son individuos
-que reclaman pasar del estado de naturaleza (allí donde el hombre es un lobo
para los demás hombres) al estado político- los que establecen un contrato
social y los que darán vida al Estado. Ninguno de ellos tiene la capacidad de
imponerse sobre los otros. Por ello el Estado podrá erigirse en la autoridad de
todos. La igualdad política de los que acuerdan es fundamental para sostener el
imaginario de un Estado de todos. El relato contractualista juega así un papel
central en la fetichización del capital en torno al imaginario de una sociedad
de hombres iguales.
15
Con la
constitución del ciudadano y más tarde con el sufragio universal aquel proceso
alcanza una nueva vuelta de tuercas. Cada cabeza es un voto y un voto es igual
a cualquier otro voto. La democracia liberal termina por
consagrar la igualdad política de los individuos.
16
El doble
proceso de fractura señalado -entre economía y política, inicialmente, y luego
de las relaciones sociales que las constituyen- le permiten al valor que se
valoriza (capital) reforzar la ficción-realidad de un mundo de hombres libres e
iguales. Y que lo que acontece en una esfera no tiene relaciones con lo que
sucede en la otra. En pocas palabras, la doble fractura permite que la
economía se manifieste como no-política, para que a su vez la
política se manifieste como no-económica 10
/. Esto implica asumir que nada de lo que acontece en la economía (y más
particularmente en el mercado) es resultado de decisiones políticas (lo que
sería muy gravoso). Y que nada de lo que acontece en la política es resultado
de la acción de poderes económicos (lo que rompería la ficción de iguales).
17
En el plano
económico, el capital no puede ocultar sin embargo que el mundo que construye
está conformado por notables desigualdades sociales. La riqueza y la pobreza
son visibles, como visible es su desigual reparto. El problema inicial
será naturalizar estos procesos. En pocas palabras, presentar
que no existen relaciones sociales que los generan. Así se dirá que el mercado,
en tanto mecanismo neutro socialmente, se encarga de distribuir la riqueza a
través de criterios puramente técnicos, en función de las diferencias en
materia de esfuerzo, talento y capacidades de los individuos. De este modo la
desigualdad social imperante en la esfera económica se presenta como
no-política: no hay nada de dominio y de poder -en tanto relaciones entre
agrupamientos clasistas-, sino sólo operaciones técnicas, las presentes en la
generación de riqueza y pobreza en el capitalismo. Las responsabilidades por la
presencia de una y de otra reposan a su vez en razones puramente individuales:
cada individuo, según sus esfuerzos, capacidades y talentos, es el dueño de su
suerte social.
18
La desigualdad
social no sólo es un resultado puramente técnico para el relato del capital.
Constituye, además –para ese relato- un gran motor en el desarrollo de la
sociedad. Aquellos individuos que perciben menores proporciones de la riqueza
social -y teniendo a la vista la riqueza y el bienestar de otros-, se verán
impulsados a realizar mayores esfuerzos y a buscar mejores capacitaciones con
el fin de acceder a escalones superiores de bienestar. De esta forma las
acciones individuales en favor del ascenso social traen consigo mejoras para la
sociedad en su conjunto.
19
Las preguntas
clásicas de la economía: ¿qué se produce? ¿cómo se produce? ¿Para quién (es) se
produce?, ponen de manifiesto que en momentos históricos determinados son los
proyectos de determinados capitales los que prevalecen y organizan la vida en
común. Porque cuando decimos capital, en el fondo decimos muchos capitales,
inscritos unos en la producción, otros en la circulación, terceros en la banca
y las finanzas, y además de tamaños y peso diferenciado y, lo más relevante,
orientados a mercados sociales distintos. No es lo mismo valorizar el capital
produciendo automóviles, que produciendo pan. En otras palabras, no existe un
proyecto de reproducción que permita a todos los capitales resolver sus necesidades
por igual. El capitalismo es un sistema de competencia entre capitales y son
algunos -en momentos históricos determinados- los que logran sacar adelante sus
proyectos, en desmedro de los intereses de otros capitales. Esto se expresa a
su vez hacia los sectores dominados, donde los proyectos del capital tienen
consecuencias diferenciadas en sus condiciones de existencia 11/.
20
El hecho que
sean determinados proyectos del capital los que prevalezcan en momentos
determinados (que significa decir: los intereses de determinadas clases,
fracciones o sectores dominantes son los que prevalecen) nos traslada de manera
inmediata al terreno de la política y del Estado. Quiere decir que los
proyectos de determinadas clases, fracciones y sectores dominantes se han hecho
hegemónicos y que en ese proceso han subordinado a otros proyectos de
agrupamientos dominantes, que con mayor o menor fuerza, ventajas y desventajas,
se articularán en torno a los proyectos hegemónicos, dando forma a una
articulación particular del bloque en el poder. Con ello nos
acercamos a responder uno de los interrogantes claves del análisis político:
¿quién(es) detentan el poder? 12/
Desde esta perspectiva, la noción de hegemonía asume necesariamente una connotación económica/política, expresando dimensiones diferenciadas de la unidad del capital.
Desde esta perspectiva, la noción de hegemonía asume necesariamente una connotación económica/política, expresando dimensiones diferenciadas de la unidad del capital.
21
Que la política
aparezca como no-económica es una dimensión fundamental para mantener el
imaginario de una sociedad en donde la política, esto es, la capacidad de los
sujetos de decidir sobre el curso de la vida en común es un asunto de todos en
condiciones de igualdad política. Este imaginario se rompería si las
desigualdades sociales imperantes en la economía se expresaran sin mediaciones
como fuerza diferenciada en lo político, con lo que la mayor riqueza de algunos
se manifestaría como mayor poder político. Todas las fracturas que realiza el
capital en su despliegue impiden que se erijan esos puentes y se establezcan
esas ecuaciones.
22
El sufragio
universal apunta a resanar las fisuras que tienden de manera permanente a
producirse en esa realidad. Cada cabeza es un voto y sólo un voto. Por tanto, a
la hora de decidir sobre los asuntos de la vida en común, el dueño de Teléfonos
de México (Telmex), Carlos Sl 13/, sólo deposita un voto y con ello
el grado de decisión proporcional correspondiente, igual que acontece con el
voto que deposita el portero de aquella empresa. Al final, uno y otro sólo
dispusieron de un átomo de poder en la decisión general. El recuento final
mostrará la correspondencia entre votos y ciudadanos participantes. Y para
disipar dudas se pueden poner urnas transparentes en donde vía medios
electrónicos todos pueden ser testigos que Carlos Slim sólo introduce una
papeleta en la urna, igual que cualquier otro ciudadano.
23
En una esfera
política así conformada se construye además la ficción que en las elecciones
fundamentales (las presidenciales en un régimen presidencial, las
parlamentarias en un régimen parlamentario) se encuentra en juego todo o casi
todo, salvo la democracia misma. En definitiva, que es el curso y la
organización de la vida en común lo que se pone en disputa cuando se elige a
las máximas autoridades. Con ello se fortalece a su vez la ficción del poder de
los ciudadanos: los ciudadanos, en este relato, no pueden ser sino
sujetos empoderados 14/
24
En los hechos
los ciudadanos eligen en un campo de juego que ha sido previamente delimitado y
en donde las opciones a elegir han sido filtradas por las reglas y
procedimientos inscritas en aquella delimitación. El Estado de derecho
imperante expresa los límites del campo de juego y las reglas al interior de
ese campo a las que deben someterse los jugadores-ciudadanos y sus órganos de
representación, los partidos políticos. De esta forma, en tales procesos, sólo
se encuentra en juego lo que aquellas delimitaciones permiten. Ello explica el
enorme peso que alcanzan las exigencias a los contendientes sobre el respeto al
Estado de derecho.
25
Destacar lo
anterior permite poner de manifiesto que todo Estado de derecho expresa el
poder de clases que subyace en -y que establece- un orden social, previo
a cualquier elección. Por tanto, tiene sentido que el dueño de Telmex y
el portero de dicha empresa depositen cada uno solo un voto. En los hechos
Carlos Slim y todos sus iguales ya han votado (o más claro,
decidido) de manera previa, estableciendo las fronteras de lo legal y lo
ilegal, de lo posible y lo imposible, del juego, del campo de juego y de sus
reglas. Y son esas decisiones previas, en tanto poder constituido, las que
organizan el curso de la vida en común y, por supuesto, también las elecciones.
Por ello, tendencialmente, quienes expresan ese poder siempre ganan en las
elecciones, cualquiera sea el resultado. Y el voto de los porteros y sus
iguales contará como la cuenta de los que no-cuentan al decir de Rancière 15/.
Por eso, cualquiera sea el resultado, tendencialmente siempre pierden.
26
En las elecciones de
la democracia liberal no está puesto en juego el poder político del
Estado. No se convoca para dirimir si la vida en común la organizaremos en
torno a la propiedad común o en torno a la propiedad privada de los medios de
producción. En las elecciones sólo se dirime qué fuerzas políticas y/o
personeros asumirán los principales cargos del aparato de Estado, es decir,
quienes encabezarán las instituciones en donde se administra el
poder político, no quienes detentan el poder político. Ese
aparato de Estado no está para servir a intereses sociales cualesquiera, ya que
constituye la cosificación de las relaciones de poder del Estado. Por ello aún
si se diese el caso de que fuerzas y personeros anti-capitalistas ganarán en
elecciones y alcancen las cúspides del aparato, éste operará como un verdadero
pantano político en donde aquellas fuerzas y personeros, mientras más se muevan
en sus límites, más terminarán hundiéndose y desvirtuándose sus proyectos.
27
Dentro del
marco de las relaciones sociales existentes, con el arribo de una clase
reinante con proyectos distintos a los prevalecientes e incluso encontrados u
opuestos, se pueden producir modificaciones en las relaciones de fuerza entre
las clases dominantes y las clases dominadas, sin que se altere el fundamento
del poder y del dominio. También se pueden producir modificaciones en el seno
del bloque en el poder y en el campo de las relaciones de fuerza entre el
bloque de las clases dominadas.
28
La eficacia de
estos procedimientos se puede medir por el enorme número de elecciones
realizadas a lo ancho del planeta, y en cada sociedad, en un periodo que cubre
casi un siglo desde que se estableció el sufragio universal, bajo las reglas de
la democracia liberal, y los pobres resultados alcanzados en materia de
transformaciones políticas para el mundo de los dominados.
29
Sólo asumiéndose
como negación de lo alcanzado, y por tanto como paso posible, pero transitorio
y rupturista, incluso con lo alcanzado, en la ruta de la destrucción de las
relaciones sociales imperantes, es que aquellos triunfos electorales podrán
revestirse de nuevas potencialidades rupturistas. Instalarse en el aparato y
suponer que desde allí pueden llevarse a cabo las transformaciones sociales es
quedar atrapado en la telaraña fetichista construida por el poder político
imperante, que terminará de entrampar y desgastar a los que se suponían
triunfadores.
30
La promulgación
de leyes en favor de los explotados y dominados por gobiernos populares
insertos en el aparato de Estado burgués es algo bueno. Pero ello no puede
hacernos perder de vista que esas leyes se inscriben en un Estado de derecho
que como unidad protege y defiende los intereses de las clases dominantes que
lo establecieron y promulgaron y que crearon un poder para sostenerlo. También
por ello promulgar un nuevo Estado de derecho o una nueva Constitución, sin
crear el poder de los dominados para imponerlo y defenderlo, no deja de ser una
operación bien intencionada, pero condenada al fracaso. Y en esta materia los
fracasos tienen duros costos humanos y políticos y son de larga duración.
31
Discutir sobre
las acciones políticas de gobiernos populares no significa desconocer su
significación, aún para proyectos que se plantean transformar y revolucionar el
orden social existente. Simplemente se trata de establecer sus límites y romper
con el fetichismo que lleva a hacer creer que instalándose en el aparato de
Estado es posible no sólo someter al capital, sino incluso construir un mundo
ajeno al mismo. El Estado burgués y el aparato de ese Estado no son el lugar
para una ni para otra cosa. Sólo desde una política que busque ganar y acumular
fuerzas para destruir las relaciones sociales imperantes tendrá sentido ocupar
posiciones en el aparato de Estado, de manera transitoria, si ello es posible.
Pero desde esta perspectiva, pronto se hará presente la necesidad de romper y
negar aquello que se ha ganado, porque su carga y su condición de obstáculo
para acumular fuerzas será cada día mayor y mayor el desgaste de los sectores
populares.
08/05/2018
Jaime Osorio es
Profesor/investigador, Departamento de Relaciones Sociales, UAM-Xochimilco
2/ .- “La órbita de
la circulación o del cambio de mercancías, dentro de cuyas fronteras
se desarrolla la compra y la venta de la fuerza de trabajo, era, en realidad,
el verdadero paraíso de los derechos del hombre. Dentro de estos
linderos, sólo reinan la libertad, la igualdad, la propiedad…”.
Marx [1973], El Capital, Op. Cit., vol. I, pág. 128. (itálicas en
el original).
3/ .- “El contrato por medio
del cual (el obrero, JO) vendía se fuerza de trabajo al capitalista demostraba
a ojos vistas (…) que disponía libremente de su persona. Cerrado el trato se
descubre que el obrero no es “ningún agente libre”, que el momento en
que se le deja en libertad para vender su fuerza de trabajo es
precisamente el momento en que se ve obligado a venderla…”.
Marx [1973], El Capital, op. Cit., p. 240. (Itálicas en el
original).
4/ .- Del primero puede verse
[1977], Historia de la sexualidad I. La voluntad de poder, México,
Siglo XXI Editores; [2000], Defender la sociedad, Argentina,
Fondo de Cultura Económica, y [2006], Seguridad, territorio, población, México,
Fondo de Cultura Económica. Del segundo, véase [1998], Homo sacer. El
poder soberano y la nuda vida. Valencia, Pre-Textos.
5/ .- Para el desarrollo de
estos problemas, véase de Osorio [2012], Estado, biopoder, exclusión.
Análisis desde la lógica del capital, Barcelona, Anthropos/UAM.
6/ .- Véase de Marx
[1980], Teorías sobre la plusvalía, México, Fondo de Cultura
Económica, tomos I y II.
7/ .- Véase de Meek [1977], “
La revolución marginal y sus consecuencias”, E. K. Hunt y J. G. Schwartz, Crítica
de la teoría económica, México, Lecturas del Fondo de Cultura Económica,
21. También de Dobb [1977], “La tendencia de la economía moderna”, en Hunt y
Schwartz, op. cit.
8/ .- Véase de Marini [1983],
“Razón y sinrazón de la sociología marxista”, Sergio Bagú et. al, Teoría
marxista de las clases sociales, México, Cuadernos de Teoría y Sociedad,
UAM-Iztapalapa. Una lúcida exposición de estos y otros problemas presentes en
los orígenes de la sociología puede verse en el libro de Therborn [1980], Ciencia,
clase y sociedad. Sobre la formación de la sociología y del materialismo
histórico. Madrid, Siglo XXI Editores.
10/ .- Como acertadamente lo
ha señalado Ávalos en el libro de Ávalos y Hirsch [2007], La política
del capital, México, UAM-X.
11/ .- Los problemas
anteriores remiten a la noción Patrón de reproducción del capital. Para su
tratamiento véase de Osorio [2016], Teoría Marxista de la dependencia,
Itaca-UAM, México. También de Osorio [2004b] el capítulo 2 “Patrón de
reproducción del capital: una alternativa en el análisis económico”, Crítica
de la economía vulgar. Reproducción del capital y dependencia. México,
Miguel Ángel Porrúa-UAZ.
12/ .- El otro interrogante
clave es: ¿cómo se ejerce el poder? Véase de Osorio [2004a], El Estado
en el centro de la mundialización. La sociedad civil y el asunto del poder. México,
Fondo de Cultura Económica.
13/ .- Uno de los hombres más
rico del mundo de acuerdo a las clasificaciones de revistas como Forbes.
14/ .- Pero empoderados bajo
formas (de violencia) institucional establecidas. De allí el temor y la
sorpresa cuando los ciudadanos expresan su poder en las calles, por ejemplo, y
además no de manera atomizada, sino bajo formas supra-individuales.
15/ .- Véase Ranciére
[1996], El desacuerdo. Política y filosofía. Buenos Aires,
Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1996.
Bibliografía
Agamben.
[1998], Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Valencia,
Pre-Textos.
Ávalos y Hirsch
[2007], La política del capital, México, UAM-X.
Dobb [1977],
“La tendencia de la economía moderna”, en Hunt y Schwartz, Crítica de
la teoría económica, México, Lecturas del Fondo de Cultura Económica, 21.
Foucault
[1977], Historia de la sexualidad I. La voluntad de poder, México,
Siglo XXI Editores; [2000], Defender la sociedad, Argentina, Fondo
de Cultura Económica, y [2006], Seguridad, territorio, población, México,
Fondo de Cultura Económica.
Marini [1983],
“Razón y sinrazón de la sociología marxista”, Sergio Bagú et. al, Teoría
marxista de las clases sociales, México, Cuadernos de Teoría y Sociedad,
UAM-Iztapalapa.
Marx
[1973], El Capital, México, Fondo de Cultura Económica.
Marx
[1980], Teorías sobre la plusvalía, México, Fondo de Cultura
Económica, tomos I y II.
Meek [1977], “
La revolución marginal y sus consecuencias”, E. K. Hunt y J. G. Schwartz, Crítica
de la teoría económica, México, Lecturas del Fondo de Cultura Económica,
21.
Osorio
[2004a], El Estado en el centro de la mundialización. La sociedad civil
y el asunto del poder. México, Fondo de Cultura Económica.
Osorio [2004b],
“Patrón de reproducción del capital: una alternativa en el análisis económico”,
En Crítica de la economía vulgar. Reproducción del capital y
dependencia. México, Miguel Ángel Porrúa-UAZ.
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capital, Barcelona, Anthropos/UAM.
Ranciére [1996], El
desacuerdo. Política y filosofía. Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión,
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Therborn
[1980], Ciencia, clase y sociedad. Sobre la formación de la sociología
y del materialismo histórico. Madrid, Siglo XXI Editores.