Alan Woods
Hace doscientos años, el 5 de mayo de 1818, en la ciudad
alemana de Tréveris, nació una de las más grandes figuras de la historia de la
humanidad. Doscientos años más tarde, a pesar de todos los furiosos ataques,
las distorsiones maliciosas y los rencorosos intentos de socavar su imagen como
hombre y pensador, Karl Marx ha consolidado su lugar en la historia como un
destacado genio en el ámbito de la teoría.
Los filósofos se han
limitado a interpretar el mundo de diferentes maneras. De lo que se trata, sin
embargo, es de transformarlo.
(K. Marx, Tesis sobre Feuerbach)
Tanto si se está de acuerdo o en desacuerdo con él, no hay duda de
que Karl Marx llevó a cabo una grandiosa revolución en el pensamiento humano y
que cambió por completo el curso de la historia. De hecho, pertenece al gran
panteón de pensadores destacados. Su nombre puede estar junto al de los grandes
héroes del pasado: Heráclito y Aristóteles, Hegel y Charles Darwin.
Los
descubrimientos de Marx en el campo de la filosofía, la historia y la economía
política pueden considerarse un monumento colosal por derecho propio. Incluso
si el trabajo de su vida hubiese comenzado y terminado con el primer volumen de El
Capital, ya hubiese sido en sí mismo un logro lo suficientemente
grande. Pero Marx no sólo fue un pensador; fue un hombre de acción, un
revolucionario que dedicó por entero su vida a la lucha por la causa de la
clase obrera y del socialismo. Una vida tan rica y variada no puede ser
descrita adecuadamente en unas pocas líneas. Sin embargo, con motivo del
bicentenario de Marx, se hace necesario aportar un boceto conciso, e
inevitablemente incompleto, de su vida.
La vida de Marx
Marx nació hace 200 años en Alemania, en lo que entonces era parte
de Prusia. Sin embargo, las provincias de Renania a la que la ciudad de
Tréveris pertenecía, diferían en muchos aspectos de las atrasadas, semifeudales
y reaccionarias tierras prusianas más al este.
Anexionadas por
Francia en las Guerras Napoleónicas, sus habitantes habían sido expuestos a nuevas
ideas como la libertad de prensa, el derecho constitucional y la tolerancia
religiosa. Aunque Renania fue reincorporada a la Prusia imperial en el Congreso
de Viena tres años antes del nacimiento de Marx, la huella de aquellos años
dejó su marca en el pensamiento progresista de la mayoría de las capas más
liberales de la sociedad.
Karl Heinrich fue uno de los nueve hijos de la familia de Heinrich
y Henrietta Marx. El padre de Marx era un abogado con una relativa actitud
progresista, que leía a Kant y a Voltaire, y abogaba por la reforma del Estado
prusiano. La vida familiar era razonablemente próspera. Marx nunca padeció
pobreza o privación durante su niñez, ni en los primeros años de su juventud,
aunque sí las sufrió en gran medida durante su vida posterior.
Sus padres eran
judíos, pero en 1816 a la edad de 35 años, el padre de Karl se convirtió al
cristianismo, probablemente como respuesta a la ley de 1815 que prohibía a los
judíos el acceso a la alta sociedad. Es significativo que aunque la mayoría de
la gente en Tréveris era católica romana, eligió las creencias luteranas, ya
que él “equiparaba el protestantismo con la libertad intelectual”. Sin embargo,
Heinrich Marx estuvo muy lejos de ser un revolucionario y sin duda se hubiera
horrorizado si hubiera tenido conocimiento de la futura trayectoria de su amado
hijo Karl.
Al dejar la
escuela, Marx se fue a la universidad, donde estudió derecho, y más tarde
historia y filosofía. Mientras estudiaba en Berlín, cayó bajo la influencia del
gran filósofo Hegel. Vio que, debajo de la corteza superficial de idealismo, la
dialéctica de Hegel tenía las más profundas implicaciones revolucionarias. Esta
filosofía dialéctica debía formar la base de todo su posterior desarrollo
ideológico.
Marx se unió a la tendencia conocida como 'hegelianos de
izquierda', que sacó conclusiones radicales y ateas de la filosofía hegeliana.
Sin embargo, pronto se sintió descontento con el interminable desguace de
palabras y malabarismo dialéctico de estos académicos radicales que pronto
degeneraron en una mera sociedad de debate.Marx quedó muy impresionado con las
ideas de Ludwig Feuerbach, quien, a partir de una crítica a la religión, se
movió en la dirección del materialismo. Pero criticó a Feuerbach por su rechazo
radical de la dialéctica hegeliana. Marx logró combinar de manera brillante el
materialismo filosófico con la dialéctica para producir una filosofía
completamente diferente y revolucionaria.
Armado con estas
ideas revolucionarias, el joven Marx colaboró con un grupo de hegelianos de
izquierda en Renania que había fundado un periódico radical, la Rheinische
Zeitung, Gaceta Renana. Como editor del periódico, Marx escribió
varios artículos revolucionarios brillantes. El periódico fue un éxito
instantáneo, pero pronto atrajo la atención de las autoridades prusianas que lo
sometieron a una censura estricta. Sin embargo, el joven Marx, con ingenio
brillante, logró evadir el círculo de hierro de los censores. Al final, no
tuvieron más remedio que cerrarlo.
En 1836, mientras se volvía más activo políticamente, Marx se
comprometió secretamente con Jenny von Westphalen, una hermosa joven de una
familia aristocrática que era conocida como la "chica más bella de
Tréveris". Ella era cuatro años mayor que él y de una clase decididamente
más alta. Pero ella y Marx habían sido novios desde la infancia y todo lo que
sabemos es que se dedicaron totalmente el uno al otro.
El padre de
Jenny, el barón Ludwig von Westphalen, alto funcionario del Real Gobierno
Prusiano Provincial, era un hombre de linaje doblemente aristocrático: su padre
había sido jefe del Estado Mayor durante la Guerra de los Siete Años y su madre
escocesa, Anne Wishart, descendía de los condes de Argyll. Por lo tanto, no es
de extrañar que mantuvieran su relación en silencio durante tanto tiempo. Tres
meses después del cierre de la Rheinische Zeitung, en junio
de 1843, se casó finalmente con Jenny von Westphalen, y en octubre se mudaron a
París.
Creo que no se le ha prestado suficiente atención a esta notable
mujer, que hizo sacrificios colosales para apoyar a su esposo en su trabajo
revolucionario. Ella debió sufrir mucho al separarse de su familia, viajar de
un país a otro, compartir todas las privaciones de Marx y vivir en las
condiciones más difíciles. Ella vio a sus hijos sufrir dificultades, enfermar y
morir. Cuando su hijo Edgar murió en Londres, ella y Marx ni siquiera tenían
dinero suficiente para pagar el ataúd.
El hermano mayor
de Jenny, Ferdinand, más tarde se convirtió en un Ministro del Interior
celosamente opresivo en el gobierno prusiano entre 1850 y 1858, es decir
durante el apogeo de la reacción europea. Nos enfrentamos así a la paradoja de
un hombre comprometido en la obra revolucionaria para subvertir al Estado
prusiano desde su exilio londinense, mientras que su cuñado en Berlín estaba a
cargo de perseguir a los revolucionarios dentro y fuera de las fronteras de
Prusia ¡La historia no conoce situación más irónica que ésta!
En París
En el otoño de 1843, Marx se mudó a París para publicar un
periódico radical en el extranjero, junto con Arnold Ruge. En la atmósfera
caldeada de París en ese momento, Marx pronto entró en contacto con grupos
organizados de trabajadores alemanes emigrados y con varias sectas de
socialistas franceses. En este momento, los vientos de la revolución soplaban
con fuerza en toda Europa, especialmente en París. No fue la primera vez, ni la
última, que París era el corazón político de Europa.
Sin embargo, sólo
se publicó un número de esta revista, Deutsch-Französische Jahrbücher, los
Anales Franco-Alemanes. La publicación fue interrumpida debido principalmente a
la dificultad de distribuirla secretamente en Alemania, y a las diferencias
filosóficas entre Marx y Ruge. Marx comenzó entonces a escribir para otro
periódico radical, Vorwärts! (¡Adelante!),
que estaba vinculado a una organización que más tarde se convertiría en la Liga
Comunista.
Por esta época
comenzó una de las colaboraciones más extraordinarias de la historia. En
septiembre de 1844, un joven llamado Friedrich Engels vino a París por unos
días para trabajar como colaborador de la revista. A partir de ese momento, se
convirtió en el mejor amigo y colaborador de Marx. Hoy los nombres Marx y
Engels son tan completamente inseparables que casi se fusionan en una sola
persona.
Durante su tiempo en París, desde octubre de 1843 hasta enero de 1845,
Marx vivió en el número 38 de la Rue Vanneau en París. Aquí, Marx participó en
un estudio intensivo de la economía política, devorando las obras de Adam
Smith, David Ricardo, James Stuart Mill, e incluso de los socialistas utópicos
franceses Saint-Simon y Fourier. Contemplamos, pues, el embrión de sus futuros
descubrimientos en el campo de la economía.
Bruselas
Las actividades
revolucionarias de Marx pronto atrajeron la atención de las autoridades de
Berlín. El gobierno prusiano exigió que las autoridades francesas actuaran, lo
que a estos últimos les agradó mucho. Expulsado de París a fines de 1844, Marx
se mudó a Bruselas, donde se unió a la sociedad de propaganda secreta, la Liga
Comunista. A pesar de su traslado, Marx todavía tenía restricciones severas en
su actividad. Se había comprometido a no publicar nada sobre asuntos de
política contemporánea.
Marx y Engels
formaron inmediatamente una estrecha relación en la que los dos hombres
reunieron diferentes experiencias y temperamentos para elaborar un conjunto de
ideas completamente nuevo y original. Como hijo de un rico fabricante alemán,
Engels pudo combinar sus experiencias concretas en la producción capitalista
con el trabajo pionero de Marx en el campo de la filosofía. Engels le mostró a
Marx su libro recientemente publicado, La situación de la clase obrera en
Inglaterra. Ya había llegado a la conclusión de que la clase obrera sería el
agente más importante del cambio social.
También fue
Engels quien comenzó primero a elaborar los principios fundamentales que luego
se llevarían a buen término en los tres volúmenes de El Capital de
Marx. Pero con la modestia que lo caracterizaba, siempre aceptó la primacía de
Marx en el campo de la ideología, reservándose para sí el papel de discípulo
humilde y leal, aunque, de hecho, su contribución a la teoría marxista debe
estar hombro con hombro con la del propio Marx.
En abril de 1845, Engels se mudó de Alemania a Bruselas para
unirse a Marx. Juntos, los dos comenzaron a escribir una crítica a la filosofía
de Bruno Bauer, un joven hegeliano con quien Marx había estado antes en
relaciones cercanas. El resultado de la primera colaboración de Marx y Engels, La
Sagrada Familia, se publicó en 1845. Marcó el comienzo de una
ruptura con la tendencia hegeliana de izquierda y el punto de partida para una
divergencia completamente nueva.
En 1846, Marx y
Engels escribieron La ideología alemana, en la
que desde el principio desarrollaron la teoría del materialismo histórico. Esto
marcó la ruptura final e irrevocable con los Jóvenes Hegelianos. Marx
finalmente abrazó la idea del socialismo como la única solución a los problemas
de la humanidad. Lamentablemente, ningún editor estuvo dispuesto a correr el
riesgo de publicar La ideología alemana, que,
junto con las Tesis sobre Feuerbach, no vieron la luz hasta después de la
muerte de Marx.
Marx y Engels
emprendieron juntos una lucha implacable contra las ideas confusas del
socialismo pequeño-burgués, esforzándose por poner las ideas del socialismo
sobre una base científica. En París, en ese momento, las ideas semianarquistas
de Proudhon estaban en boga entre algunos grupos revolucionarios. Marx las
sometió a una crítica fulminante en 1847 en Miseria de la Filosofía,
respaldada por hechos y citas sustanciales de los escritos del propio Proudhon.
A principios de 1846, Marx intentó vincular a los socialistas de
toda Europa por medio de un Comité de Correspondencia Comunista. Había estado
en contacto con una organización secreta de artesanos de París y Frankfurt
llamada “La Liga de los Justos”. Era un grupo pequeño (alrededor de un centenar
en París y ochenta en Frankfurt) con ideas muy confusas. Marx los persuadió a
abandonar sus métodos clandestinos y operar abiertamente como un partido
político de trabajadores. Finalmente, este partido se fusionó con otros para
formar la Liga Comunista.
En el Segundo
Congreso de la Liga Comunista, celebrado en Londres en noviembre de 1847, Marx
y Engels fueron los encargados de elaborar un documento que se dio a conocer
como El
Manifiesto Comunista. Este documento, el cual marcó una época, fue
publicado en 1848.
El Manifiesto Comunista y la Neue Rheinische Zeitung
Hoy parece
asombroso que El Manifiesto Comunista fuera escrito
cuando Marx y Engels todavía eran jóvenes; Marx aún no tenía 30 años y Engels
tres años menos. Sin embargo, este notable documento representa un punto de
inflexión en la historia. Es tan fresco y relevante ahora como cuando vio la
luz por primera vez. De hecho, su relevancia es aún mayor hoy.
El momento de la publicación de este documento difícilmente podría haber
sido mejor. La tinta apenas estaba seca en sus páginas cuando estalló una
poderosa ola de revoluciones en toda Europa. La Revolución de Febrero en
Francia derrocó a la monarquía de Orleans y condujo a la creación de la Segunda
República.
Se da la anécdota de que, habiendo recibido recientemente una
herencia sustancial de su padre (retenida por su tío), Marx utilizó una gran
parte de ella para comprar armas para los trabajadores belgas que se movían
hacia la acción revolucionaria. Si la historia es verdadera o falsa, no lo
sabemos, pero el Ministerio de Justicia belga ciertamente la creyó. La usaron
como una excusa para arrestarlo.
Marx se vio
obligado a huir de regreso a Francia, donde creía que estaría a salvo bajo el
nuevo gobierno republicano. Pero esa fue una vana esperanza. Los republicanos
burgueses franceses estaban aterrados de los obreros, que comenzaban a avanzar
en sus demandas de clase independientes que amenazaban la propiedad privada. En
estas circunstancias, lo último que la burguesía francesa necesitaba era la
presencia en París de un hombre como Marx.
Marx estaba convencido de que, después de Francia, Alemania estaba
en vísperas de una revolución. Se mudó a Colonia, donde fundó un nuevo
periódico, la Neue Rheinische Zeitung, Nueva Gaceta Renana,
que comenzó a publicarse el 1 de junio de 1848. El periódico presentó una línea
democrática radical extrema contra la autocracia prusiana y Marx dedicó sus
principales energías a su dirección editorial (la Liga Comunista había sido
prácticamente disuelta). Continuó en este puesto desde junio de 1848 hasta el
19 de mayo de 1849, cuando el periódico fue suprimido.
La Neue
Rheinische Zeitung fue un modelo de periodismo revolucionario
y jugó un papel activo en los acontecimientos revolucionarios de 1848-49. Pero
la victoria de la contrarrevolución puso fin a esta actividad. Marx fue llevado
a juicio por su actividad revolucionaria. Fue absuelto el 9 de febrero de 1849,
pero fue expulsado posteriormente de Alemania el 16 de mayo de 1849.
Marx volvió a
París. Sin embargo, fue desterrado de Francia después de la manifestación
del 13 de junio de 1849. Como Prusia se negó a darle un pasaporte, Marx era
ahora un exiliado apátrida y sin dinero. Se trasladó a Londres, que en aquellos
días era más tolerante y acogedor con los exiliados políticos de lo que es hoy.
Aunque Gran Bretaña también le negó la ciudadanía, permaneció en Londres hasta
su muerte. En mayo de 1849 comenzó la "larga e insomne noche de
exilio" que duraría el resto de su vida.
Londres
Al llegar a
Londres, Marx se mantuvo igual de optimista sobre la inminencia de un nuevo
brote revolucionario en Europa. Escribió dos extensos folletos sobre la
revolución de 1848 en Francia y sus consecuencias: La lucha de clases en Francia y El
18 Brumario de Luis Bonaparte. Concluyó que "una nueva
revolución es posible sólo como consecuencia de una nueva crisis" y luego
se dedicó al estudio de la economía política para determinar las causas y la naturaleza
de la crisis capitalista.
Durante la mayor
parte del tiempo que pasó en Londres, Marx y su familia vivieron en condiciones
de extrema pobreza. Encontró trabajo como corresponsal para el New
York Daily Tribune, una colaboración que duró diez años desde 1852
hasta 1862. Sin embargo, Marx nunca pudo ganar un salario digno con su trabajo
periodístico. Durante la primera mitad de la década de 1850, la familia Marx
vivió en condiciones miserables en un departamento de tres habitaciones en el
barrio del Soho de Londres. Marx y Jenny ya tenían cuatro hijos y dos más
venían en camino. De éstos, sólo tres sobrevivieron.
"Bienaventurado
el que no tiene familia", escribió Karl Marx con desidia en una carta a
Friedrich Engels en junio de 1854. Tenía treinta y seis años y hacía tiempo que
había perdido todo contacto con sus parientes. Su padre había muerto y las
relaciones con su madre eran malas. Sólo a través de la generosidad
desinteresada de su amigo Friedrich Engels, Marx y su familia pudieron
sobrevivir.
La familia Marx tuvo siete hijos, cuatro de los
cuales murieron en la infancia o la niñez. A pesar de todas las dificultades,
fueron una familia feliz. Marx amaba profundamente a sus hijas, quienes, a su
vez, lo adoraban. En sus momentos libres por las tardes jugaba con ellas y leía
a los clásicos. Don Quijote fue uno de
sus favoritos, pero también interpretaban obras de Shakespeare, con Marx y sus
hijas leyendo diferentes partes. "Era un narrador único,
incomparable", recuerda su hija Eleanor. De las tres hijas
supervivientes, Jenny, Laura y Eleanor, dos de ellas contrajeron matrimonio con
hombres franceses. Uno de estos hombres, Paul Lafargue, jugó un papel activo en
el movimiento marxista y ayudó a establecer el partido socialista en España.
Eleanor Marx estuvo activa en el movimiento obrero británico como organizadora
sindical combativa.El trabajo de Marx no se limitó sólo a la teoría. Todo el
tiempo que estuvo en Londres jugó un papel muy activo en la promoción y el
desarrollo del movimiento obrero internacional. Marx ayudó a fundar la Sociedad
Educativa de los Trabajadores Alemanes, así como una nueva sede para la Liga
Comunista. Pero estaba cada vez más frustrado y alienado por las interminables
disputas sectarias de los emigrados y finalmente rompió todas las relaciones
con ellos, mientras que siempre mantuvo contacto cercano con los miembros
activos del movimiento obrero británico.
Un giro decisivo
en la situación ocurrió en 1864. El 28 de septiembre se fundó la Asociación
Internacional de los Trabajadores, conocida por nosotros como la Primera
Internacional. Desde el principio, Marx fue el corazón y el alma de esta
organización, el autor de su primera alocución y de una serie de resoluciones,
declaraciones y manifiestos. Durante los años siguientes, gran parte de su
tiempo estuvo dedicado a mantener el trabajo de la Internacional. Junto con
Engels mantuvo una vasta correspondencia con trabajadores avanzados y
copensadores de muchos países, incluida Rusia.
Marx se vio obligado a continuar una lucha implacable contra todo
tipo de desviaciones pequeño burguesas dentro de las filas de la Internacional:
el socialismo utópico de Proudhon, el nacionalismo burgués del italiano
Mazzini, el oportunismo de los dirigentes sindicales reformistas británicos y,
sobre todo, las intrigas del anarquista Bakunin y de sus seguidores.
Al final, Marx
logró vencer en la lucha ideológica, pero las condiciones en que se estaban
formando las fuerzas jóvenes de la Internacional se volvieron en una dirección
desfavorable. La derrota de la Comuna de París fue el golpe de gracia final.
Dada la situación
desfavorable en Europa, Marx propuso la transferencia de la sede del Consejo
General de Londres a Nueva York en 1872 con la esperanza de que la lucha de
clases en desarrollo en el Nuevo Mundo brindara a la Internacional nuevas
oportunidades. Pero nada podría evitar su declive. El logro más importante de
la Primera Internacional fue que proporcionó una firme base ideológica para los
acontecimientos futuros. Pero como organización dejó virtualmente de existir.
La salud de Marx
se vio socavada por el agotador trabajo en la Internacional y sus estudios y
escritos teóricos aún más extenuantes. Continuó trabajando incansablemente en
la cuestión de la economía política y en la finalización de El
Capital, para lo cual reunió una gran cantidad de material nuevo y
estudió varios idiomas, incluido el ruso.
Muerte
Marx nunca cuidó
de su propia salud. Su amor por las comidas fuertemente condimentadas y por el
vino, junto con el consumo excesivo de cigarros, bien pudo haber contribuido al
deterioro de su salud, que fue fatalmente socavada por años de pobreza. En los
últimos doce años de su vida, sus enfermedades recurrentes ya no le permitían
realizar ningún trabajo intelectual de forma continua.
A pesar de los
ataques cada vez más intensos a su mala salud, Marx se lanzó a un estudio
monumental de las leyes y de la historia del capitalismo, desarrollando una
teoría económica completamente nueva. En preparación para la redacción de El
Capital, leyó todos los trabajos disponibles sobre teoría y
práctica económica y financiera. Basta leer las extensas notas a pie de página
de este gran libro para comprender la asombrosa cantidad de investigación
minuciosa que dedicó a su elaboración.
En 1867, publicó
el primer volumen de El Capital. Pasó el resto de
su vida escribiendo y revisando manuscritos para los volúmenes restantes, que
permanecieron incompletos en el momento de su muerte. Los dos volúmenes
restantes fueron minuciosamente ensamblados, editados y publicados póstumamente
por Engels.
El golpe final a la salud de Marx fue la muerte de Jenny von Westphalen,
quien falleció a causa del cáncer el 2 de diciembre de 1881, a la edad de
sesenta y siete años. Junto con la muerte de su hija mayor, esta fue una cruel
tragedia personal de la que Marx nunca se recuperó. Nubló los últimos años de
su vida.
Karl Marx murió de pleuresía en Londres el 14 de marzo de 1883, falleció
plácidamente en su sillón. Fue enterrado junto a su esposa en el Cementerio de
Highgate en Londres. Cuando murió, se encontró una fotografía de daguerrotipo
de su padre en el bolsillo del pecho. Fue colocado en su ataúd y enterrado en
el cementerio de Highgate. Su tumba original sólo tenía una piedra modesta,
ahora tristemente destrozada e ignorada en gran parte por los visitantes que se
congregan en el gigantesco monumento erigido en noviembre de 1954, cuando Marx
y su familia fueron enterrados en un nuevo sitio no lejos del anterior.
La nueva tumba, presentada el 14 de marzo de 1956, lleva la
inscripción: "¡Proletarios de todos los países, uníos!" Y las
célebres palabras de las Tesis sobre Feuerbach: "Los filósofos se han
limitado a interpretar el mundo de diferentes maneras; de lo que se trata, sin
embargo, es de transformarlo".
Pero el verdadero
monumento a Marx no está en el cementerio de Highgate. No está hecho de piedra
ni de bronce, sino de un material mucho más fuerte y duradero: las ideas
inmortales contenidas en los más de cincuenta volúmenes de sus Obras Completas.
Ese es el único monumento que Marx hubiera deseado alguna vez. Es la piedra
angular del movimiento obrero mundial y la garantía de su futura victoria.
23 de marzo de
2018