Las negociaciones en
torno a la península de Corea y la retirada estadounidense del acuerdo
sobre el programa nuclear iraní (JCPOA o Acuerdo 5+1) no deben
interpretarse como un reposicionamiento de las fuerzas armadas de
Estados Unidos. Sin importar la administración que esté en el poder
en Washington, el Pentágono sigue adelante con su plan de dominación
a escala mundial. Stella Calloni revela que el SouthCom (el tristemente
célebre “Comando Sur”) tiene planificada una operación militar
contra Venezuela, antes de la elección presidencial del 20 de mayo.
Basándose en un documento interno del Pentágono, Stella Calloni pone al
desnudo la implicación de Argentina, Colombia, Brasil, Guyana y Panamá
en ese proyecto de derrocamiento de un poder democrático, nacido del voto
popular. Es un plan de destrucción de toda una sociedad. Las fuerzas
armadas de Estados Unidos están de regreso contra los pueblos en
Latinoamérica.
Almirante Kurt W. Tidd Comandante en jefe del Comando Sur estadounidense (SouthCom) |
Stella Calloni
Estados Unidos y sus socios
preparan en silencio un brutal «Plan para acabar con la dictadura de
Venezuela»: el «Golpe Maestro» «Masterstroke» [1],
que ya está en marcha y cuya primera parte comenzaría antes de las
próximas elecciones venezolanas y, si no tienen éxito en derrocar al presidente
Nicolás Maduro con la nueva ofensiva, que utilizará todo el aparato
propagandístico y mediático más acciones violentas en «defensa de la
democracia», accionarán el Plan B, que incluirá a varios países
imponiendo una «fuerza multilateral» para intervenir militarmente.
Panamá, Colombia, Brasil, Guyana
son puntos claves de la operación militar, con el apoyo de Argentina y de «otros
amigos», bajo control del Pentágono. Ya tienen preparadas desde las
bases que ocuparán, los países de apoyo directo (fronterizos) hasta hospitales
y centros de acopio de víveres para sus soldados.
Todo esto aparece especificado en
un documento real, de 11 páginas, que lleva la firma del almirante Kurt
Walter Tidd, actual comandante en jefe del Comando Sur [SouthCom]
estadounidense, documento aún no divulgado.
El documento analiza la situación
actual ratificando la Guerra que se libra contra Venezuela, pero
también el perverso esquema de la guerra psicológica que permite entender
la persecución, el acoso, el desprestigio, la mentira criminal que se utilizan
para acabar no sólo con las dirigencias populares sino contra los pueblos de la
región.
Al referirse a la situación
actual de Venezuela, el Plan menciona que se tambalea la «dictadura
venezolana chavista como resultado de sus problemas internos, la gran escasez
de alimentos, el agotamiento de ingreso de fuentes de dinero externo y una
corrupción desenfrenada, que ha mermado el apoyo internacional, ganado con
petrodólares, y que el poder de la moneda nacional llega con escaso tiempo y el
poder adquisitivo de la moneda nacional está en constante picada».
Asumen que este escenario, que
admiten haber creado ellos mismos, con una impunidad que aterra,
no cambiará. En este caso justifican sus acciones afirmando que el
gobierno venezolano acudirá a nuevas medidas «populistas» para conservar
el poder.
Asombra en qué lugar colocan a la
oposición que el mismo Estados Unidos maneja, asesora y paga, al
entender que «el corrupto régimen de Maduro colapsará, pero lamentablemente
las fuerzas opositoras defensoras de la democracia y del bienestar a su pueblo,
no tienen poder suficiente para poner fin a la pesadilla de Venezuela»
por las disputas internas e incluso por «la corrupción similar a la de sus
rivales, así como la escasez de raíces» que no les permite sacar «el
máximo provecho de esta situación y dar el paso necesario para sobrevolar el
estado de penuria y la precariedad en la que el grupo de presión que ejerce
la dictadura de izquierda ha sumergido al país».
Lo que resulta aterrador es que
mientras consideran que se está ante «una acción criminal sin
precedentes en América Latina», refiriéndose al gobierno de Venezuela
–un gobierno que nunca ha actuado contra ninguno de sus vecinos y que
ha sido de una intensa solidaridad regional y mundial–, el Plan
estadounidense sostiene que la «democracia se extiende en América,
continente en el cual el populismo radical estaba destinado a tomar el control».
Argentina, Ecuador y Brasil son ejemplo de ello. «Este renacimiento de
la democracia (así le llaman) está soportado sobre
las determinaciones más valiosas y las condiciones de la región corren a su
favor. Este es el momento para que Estados Unidos pruebe, con
acciones concretas que está implicado en ese proceso en el que derrocar a la
dictadura venezolana seguramente representará un punto de inflexión continental».
Por otra parte, alientan al
presidente estadounidense Donald Trump a actuar considerando que «esta es la
primera oportunidad de la administración Trump para demostrar y llevar adelante
su visión sobre democracia y seguridad», y convencerlo de que «su
participación activa es crucial, no sólo para la administración sino para
el continente y el mundo. El momento ha llegado».
Esto significa «intensificar
el derrocamiento definitivo del chavismo y la expulsión de su representante,
socavar el apoyo popular» al gobierno y
“alentar la insatisfacción popular aumentando el
proceso de desestabilización y el desabastecimiento” [para] “asegurar el
deterioro irreversible de su actual dictador”.
Si uno quiere entender a fondo el
arte de la perversión contrainsurgente basta leer la parte en que el documento
se refiere al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, alentando a «sitiarlo,
ridiculizarlo y mostrarlo como un símbolo de torpeza e incompetencia, exponerlo
como una marioneta de Cuba».
Pero también sugieren:
“exacerbar la división entre los miembros del grupo
de gobierno, revelando las diferencias de sus condiciones de vida y las de sus
seguidores y al mismo tiempo incitándolos a mantener en aumento esas
divergencias”.
El plan está destinado a
ejecutarse en forma rápida y furiosa, como las medidas tomadas por los
mayordomos de Washington, Mauricio Macri (Argentina) y Michel Temer (Brasil),
ambos con una escandalosa historia de corrupción pero transformados por el
Imperio en «líderes de la transparencia» que tomaron medidas en horas
para la destrucción de los Estados nacionales con la certeza del disparo de un
misil.
El documento firmado por el jefe
del Comando Sur estadounidense demanda hacer insostenible el gobierno de Maduro
forzándolo a claudicar, negociar o escapar. Este Plan para acabar en plazos muy
cortos con la llamada «dictadura» de Venezuela llama a:
“Incrementar la inestabilidad interna a niveles críticos,
intensificando la descapitalización del país, la fuga de capital extranjero y
el deterioro de la moneda nacional, mediante la aplicación de nuevas medidas
inflacionarias que incrementen ese deterioro.”
Otro objetivo es
“obstruir todas las importaciones y al mismo tiempo
desmotivar a los posibles inversores foráneos”
para –y vean ustedes la bondad
del Imperio–
“contribuir a hacer más crítica la situación de la
población”.
También abarca el Plan en sus 11
páginas
“apelar a aliados domésticos como a otras personas
insertadas en el escenario nacional con el objetivo de generar protestas,
disturbios e inseguridad, pillaje, saqueos, robos, asaltos y secuestros de
buques y de otros medios de transportes, con la intención de desabastecer
el país, a través de todas las fronteras y otras posibles maneras,
poniendo en peligro la seguridad nacional de sus vecinos”.
Consideran importante «causar
víctimas» y señalar como responsable al gobierno de Venezuela «magnificando,
frente al mundo, la crisis humanitaria, a la que está sometida el país»,
usando la mentira de una corrupción generalizada de los gobernantes y «ligar
el gobierno al narcotráfico para desacreditar su imagen ante al mundo y
sus seguidores domésticos», además promover «la fatiga entre los
miembros del PSUV» [Partido Socialista Unificado de Venezuela] «incitando
a la inconformidad entre ellos mismos, para que rompan ruidosamente las
relaciones con el gobierno y para que rechacen las medidas y restricciones que
también los afectan» y hacerlos «tan débiles como es la oposición,
creando fricciones entre el PSUV y Somos Venezuela».
La propuesta va subiendo de tono
como cuando llama a
“estructurar un plan para lograr la deserción de
los profesionales más calificados del país, para dejarlos sin profesionales en
absoluto, lo que agravará más la situación interna y en este sentido culpar al
gobierno”.
Parte 2. La mano militar
Como en una novela de suspenso,
este Plan llama a «utilizar a los oficiales del ejército como una
alternativa de solución definitiva» y
“continuar endureciendo la condición dentro de las
Fuerzas armadas para llevar a cabo un golpe de Estado, antes de que concluya
el 2018, si esta crisis no hace que la dictadura colapse o el
dictador no se decide a hacerse a un lado”.
Entendiendo que todo lo anterior
puede fallar, y con evidente desprecio por la oposición venezolana, el Plan
llama a «continuar el fuego continuo en la frontera con Colombia,
multiplicar el tráfico de combustible y otros bienes, el movimiento de los
paramilitares, incursiones armadas y tráfico de drogas, provocando incidentes
armados con las fuerzas de Seguridad de la Frontera» venezolana y además a
“reclutar paramilitares mayormente de los campos de
refugiados en Cúcuta, la Guajira y del Norte de Santander, áreas ampliamente
pobladas por ciudadanos colombianos que emigraron a Venezuela y que ahora
retornaron, huyendo del régimen que intensificó la desestabilización entre las
fronteras entre los dos países, usando el espacio vacío que dejó la FARC
[Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia], la beligerancia del ELN
[Ejército de Liberación Nacional (Colombia)] y las actividades en el área del
cártel del Golfo (paramilitares)”.
Aquí viene la estructuración del
golpe final cuando se planea
“preparar el involucramiento de fuerzas aliadas en
apoyo a los oficiales del ejército venezolano o para controlar la crisis
interna en caso de que se demore mucho la iniciativa (…) establecer en una
línea de tiempo rápido que prevenga que el dictador continúe ganando el control
del escenario interno. Si fuera necesario actuar antes de las elecciones
estipuladas para el próximo mes de abril”.
En realidad, esas elecciones
serán el 20 de mayo y desde ya Estados Unidos y sus comparsas han hecho
saber que no las reconocen.
El nudo de la cuestión es
“obtener el apoyo de cooperación de las autoridades
aliadas de países amigos (Brasil, Argentina, Colombia, Panamá y Guyana).
Organizar las provisiones de las tropas, apoyo logístico y médico desde Panamá.
Hacer buen uso de las facilidades de la vigilancia electrónica y las señales
inteligentes; de hospitales y dotaciones desplegadas en Darién (selva
panameña), el equipamiento de drones del Plan Colombia, como también las
tierras de las antiguas bases militares de Howard y Albroock (Panamá) así
como las pertenecientes a Río Hato. Además en el Centro regional
Humanitario de Naciones Unidas, diseñado para situaciones de catástrofe y
emergencia humanitarias, que cuenta con un campo de aterrizaje aéreo y sus
propios almacenes”.
Como vemos, ya se trata de un
escenario de intervención donde se propone
“avanzar en la basificación (estacionarse) de
aviones de combate y helicópteros, vehículos blindados, posiciones de
inteligencia y unidades militares de logística especiales (policías, oficiales
militares y prisiones) (…)
“Desarrollar
la operación militar bajo bandera internacional, patrocinada por la Conferencia
de los Ejércitos Latinoamericanos, bajo la protección de la OEA y la supervisión,
en el contexto legal y mediático, del secretario general [de la OEA] Luis
Almagro.
“Declarando la necesidad de que el Comando
Continental fortalezca la acción, usando del instrumento del Capítulo
Democrático Interamericano, con el objetivo de evitar la ruptura democrática”.
Y más aún
“Uniendo a Brasil, Argentina, Colombia y Panamá
para contribuir al mejor número de tropas, hacer uso de su proximidad
geográfica y experiencia en operaciones en regiones boscosas o selváticas.
Fortaleciendo su condición internacional con la presencia de unidades de
combate de Estados Unidos y de las naciones mencionadas; bajo el mando general
del Estado Mayor Conjunto lidereado por Estados Unidos”.
Asombra la impunidad con que todo
se está preparando a espaldas de los pueblos, en la ilegalidad absoluta, y
esto hace comprensibles las recientes maniobras militares de
Estados Unidos en esta región en la frontera de Brasil con Venezuela
(Brasil, Perú Colombia), en el Atlántico Sur (Estados Unidos, Chile, Gran
Bretaña, Argentina), en el caso argentino sin autorización del Congreso
nacional, en octubre-noviembre pasado.
“Usando las facilidades del territorio panameño
para la retaguardia y las capacidades de Argentina para la seguridad de
sus puertos y de las posiciones marítimas (…)
Proponer a Brasil y Guyana para hacer uso de su situación migratoria a la cual tenemos intención de alentar en la frontera con Guyana.
Coordinar el apoyo a Colombia, Brasil, Guyana, Aruba, Curazao, Trinidad y Tobago y otros Estados frente al flujo de migrantes venezolanos debido a los eventos de la crisis”
Proponer a Brasil y Guyana para hacer uso de su situación migratoria a la cual tenemos intención de alentar en la frontera con Guyana.
Coordinar el apoyo a Colombia, Brasil, Guyana, Aruba, Curazao, Trinidad y Tobago y otros Estados frente al flujo de migrantes venezolanos debido a los eventos de la crisis”
Pero además, se prevé
“promover la participación internacional en este
esfuerzo como parte de la Operación Multilateral con contribución de Estados,
organismos no estatales y cuerpos internacionales y abastecer de adecuada
logística, inteligencia, apoyos, anticipando especialmente los puntos más valiosos
en Aruba, Puerto Carreño, Inirida, Maicao, Barranquilla y Sincelejo
en Colombia, y Roraima, Manaos y Boavista en Brasil”.
Increíble mapa de una guerra de
intervención anunciada.
Información
estratégica
Es asombroso el plan de silenciar
«el simbolismo de la presencia de la representatividad de Chávez y el apoyo
popular» y mantener el acoso «al dictador como único responsable de la
crisis en la cual él ha sumergido a la nación» y a sus más cercanos
seguidores, a los que se acusará de la crisis y la imposibilidad de salir de
ésta.
En otro párrafo se llama a
“intensificar el descontento contra el régimen de
Maduro (…) señalar la incompetencia de los mecanismos de integración creados
por los regímenes de Cuba y Venezuela, especialmente el ALBA (Alianza
Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América) y Petrocaribe”.
En cuanto al tema mediático, el
plan diseñado por Estados Unidos llama a incrementar dentro del país, a
través de los medios de comunicación locales y extranjeros, la diseminación de
mensajes diseñados y basados en testimonios y publicaciones originados en el
país mismo, haciendo uso de todas las capacidades posibles, incluidas
las redes sociales, y por otra parte «llamar a través de los medios de
comunicación a la necesidad de poner fin a esa situación porque es en esencia
insostenible».
En uno de los últimos párrafos
del documento se trata de «asegurar» o mostrar el uso de medios
violentos por parte de la “dictadura” para obtener el apoyo internacional,
utilizando
“todas las capacidades de la Guerra Psicológica del
Ejército de Estados Unidos”.
En otras palabras, repitiendo los
mismos escenarios de mentiras, armados de noticias, fotografías y videos
falsos, y todo lo ya utilizado en las guerras coloniales del siglo XXI.
El documento señala igualmente
que «Estados Unidos deberá apoyar internamente a los Estados americanos
que lo apoyan», levantar la imagen de estos y del «orden
multilateral de instituciones del sistema interamericano, como instrumentos
para la solución de los problemas regionales. Promover la necesidad de envío de
la Fuerza Militar de la ONU para la imposición de la paz, una vez que la
dictadura corrupta de Nicolás Maduro sea derrocada».
Tomado de Red Voltaire