Por Luis Romero
Fue la conciliación de clases y
subsiguiente desmoralización de las masas brasileñas la que le abrió las
puertas a Bolsonaro. Su demagogia anti-corrupción y de “mano dura contra la
delincuencia” anidó en un porcentaje importante de Brasileños, ante el vacío
dejado por una “izquierda” (reformista) que abandonó la idea de luchar mejoras
en los niveles de vida de la gente y por el socialismo, para entregarse a la
“defensa de la democracia”, misma democracia que ante los ojos de la gente no
garantiza el pan y mejor calidad de vida, sino una orgia de enriquecimiento
para los ricos de siempre a la par del crecimiento de la desigualdad.
Más allá de las apariencias
–consistentes en la creencia de que el pueblo brasileño viró al fascismo– el
apoyo recibido por Bolsonaro es una expresión deformada de las ansias de las
masas de buscar una salida, que el reformismo ya no es capaz de ofrecer.
No todo el que voto por este
espécimen es racista, misógino y reaccionario. ¡No!.
Muchos hombres y mujeres sienten un
honesto deseo de justicia ante la corrupción desatada por aquellos que en
otrora los embaucaron. La demagogia que apela a la “limpieza y combate contra
la corrupción” de Bolsonaro conectó con sus aspiraciones. Cuando un habitante
de una favela escucha a un Bolsonaro decir: “hay que armar a la gente para que
se defienda”, en seguida piensa que finalmente podrá disponer de un medio para
combatir a los delincuentes que lo acechan y para defenderse de la violencia
policial (que en Brasil es enorme). Cuando Bolsonaro dice que hará que “Brasil
recupere su grandeza”, muchos compañeros deducen (lamentablemente) que llegó el
“hombre fuerte” que “limpiará la casa”, pondrá “mano dura”. y “nos devolverá a
los días de gloria”
La cristalización de este apoyo solo
es posible por la ausencia de una autentica representación obrera y popular que
refleje las aspiraciones de cambio y mejoría, enraizadas en lo más profundo de
los barrios y sectores pobres. El universo repele el vacío. Si la izquierda
renuncia a su base obrera y popular, ese vacío será llenado por la burguesía,
que con distintos revestimientos, capitalizará para si la situación.
Más allá de lo ocurrido, no hay que
afligirse. Nos encontramos en el marco de una crisis orgánica del capitalismo a
escala planetaria, lo que mantiene intactas las contradicciones que dieron paso
a este episodio. Bolsonaro no podrá solucionar los problemas del pueblo
brasileño, lo que le garantiza inestabilidad política en su mandato.