Pablo Heller*
Tomado de: Topía
Incertidumbre es un término muy
difundido y utilizado en planos muy variados. La física moderna, por ejemplo,
ha apelado a él para interpretar ciertos fenómenos que no encontraban una
respuesta en la física clásica.1
La incertidumbre es un rasgo que se
constata, con especial fuerza, en las sociedades humanas. El ser humano, en su
largo y accidentado recorrido evolutivo, estuvo -y sigue estando- surcado por
situaciones que a los ojos de él eran impredecibles, que escapaban a su
control, provocadas por factores exteriores, ajenos a su voluntad y que
condicionaban su destino. Esta circunstancia crea, obviamente una sensación de
inseguridad, en la existencia presente y futura, tanto en el plano individual
como colectivo.
La incertidumbre tiene un contenido diferente según
el momento histórico
Una vez establecido este marco
general común, la incertidumbre, sin embargo, tiene un contenido diferente
según el momento histórico. Esto se advierte claramente a la hora de abordar
los fenómenos de la vida económica. El proceso de trabajo y producción, a
partir del cual la humanidad fue creando los cimientos y bases materiales para
su desarrollo, está lejos de ser lineal e indoloro. Está plagado de crisis y
convulsiones, que nutren los miedos, la inseguridad y las dudas sobre el
porvenir. Pero dichas crisis, en los modos de producción anteriores al
capitalismo obedecían preponderantemente a causas naturales. Una helada o una
sequía, para tomar un ejemplo, condenaban al hambre y a la muerte a una
población. Distintos fenómenos de la naturaleza condicionaban la existencia
humana. La escasez o ausencia de productos imprescindibles para la subsistencia
terminaban diezmando a la población y sellando su futuro.
Las cosas toman un cariz enteramente
distinto apenas volvemos nuestra atención a cualquiera de los fenómenos de la
vida económica contemporánea.
Todos sabemos cómo aterroriza el
estallido de la crisis económica y financiera a cualquier país moderno. Las
fases de prosperidad son seguidas por crisis violentas, que abren paso a
recesiones y a una depresión. Esto va de la mano de la caída de los precios
(deflación), caída de la actividad económica y de la demanda, quiebras y
cierres de empresas, desocupación y caída abrupta del poder adquisitivo de la
población.
La manera de anunciarse el
advenimiento de dicha crisis es, de por sí, sugestiva. El lenguaje que suelen
utilizar los periódicos especializados al referirse a la crisis está lleno de
frases tales como: “el mundo de los negocios, hasta ahora sereno, se está
empezando a cubrir de negros nubarrones”. Este estilo periodístico revela algo
más que una moda literaria y preferencia por las metáforas de los analistas de
la página financiera; es típico de la actitud hacia la crisis, como si ésta
fuera el resultado de una ley natural.
Así esperaban los pueblos de la Antigüedad
y la Edad Media las plagas y hambrunas; la misma consternación e impotencia
ante una prueba severa. Una tormenta eléctrica es un acontecimiento provocado
por elementos físicos. Pero ¿qué es una crisis moderna? Consiste en la
producción de demasiadas mercancías. No hay compradores, y por lo tanto se
detienen la industria y el comercio. La crisis moderna no proviene de una
fuerza o factor externo, sino que es intrínseca, inherente a la propia
organización social. “Al mismo tiempo sabemos que la crisis es un verdadero
azote de la sociedad moderna, esperada con horror, soportada con desesperación
y que nadie desea (incluido los propios capitalistas); sin embargo, ésta se
produce.”2
La crisis moderna no proviene de una fuerza o
factor externo, sino que es intrínseca, inherente a la propia organización
social
Sintetizando, la crisis bajo el
capitalismo obedece a causas enteramente sociales. Al lado de esto, hay otro
hecho paradójico: en lugar de ser originadas por escasez de productos, se
producen por su abundancia. Estamos frente a una crisis de sobreproducción y
sobreacumulación de capitales. Hay un exceso de alimentos y productos básicos
invendibles que se abarrotan en depósitos y en comercios mientras sectores de
la población se mueren de hambre. Esta paradoja, naturalmente, violenta el
sentido común, pues es fácil explicar que alguien se muera de hambre cuando
tenemos la alacena vacía, pero es incomprensible cuando la alacena está llena.
En términos lógicos, se quiebra la relación entre causa y efecto. Bajo el
capitalismo, los fenómenos económicos se vuelven vidriosos y oscuros, que es lo
que amerita la necesidad de un abordaje especial para comprenderlos. No es
casual que la economía política como ciencia irrumpa como tal, con el
surgimiento y desarrollo del capitalismo.
Inseguridad y mercado
La incertidumbre adquiere un rasgo
peculiar, en la órbita laboral. El capitalismo desarrolla un fenómeno inédito:
el proletariado moderno, es formalmente libre, pero, contradictoriamente, es la
clase productora más insegura en términos laborales. El esclavo tenía
garantizado al menos su sustento. El siervo medieval podía apelar a la tierra
que cultivaba para sí mismo y procurarse los medios de subsistencia.
La clase obrera moderna, en cambio,
no tiene asegurada su subsistencia. El trabajo asalariado entraña una
separación entre el productor y sus medios de trabajo y subsistencia. Lo único
que le queda son sus manos y su capacidad de trabajar. El único derecho que
conserva es el derecho a ser explotado pero el capitalismo, ni siquiera,
asegura ese derecho, sometiéndolo al flagelo de la desocupación. Más aún, el
propio capitalismo fomenta un ejército de reserva. Esto se ha naturalizado
hasta el punto tal que en la economía académica convencional se habla de desempleo
“voluntario”. El desempleo crónico pasa a ser considerado una calamidad
irreversible. Siguiendo esa lógica, se sostiene que el desempleo tiene un
origen tecnológico. La innovación técnica, según esta tesis, sería la
responsable del desplazamiento de cada vez más trabajadores, aumentando los
niveles de desocupación. Salvo que se quiera volver atrás en la historia y
detener el progreso, asistimos, según sus apologistas, a un proceso inevitable.
Sin embargo, no se trata de una
imposición de la naturaleza, ni de un poder sobrenatural, sino de un producto
de relaciones económicas puramente humanas emanadas de la organización social
vigente. Hoy asistimos a otra paradoja: el exceso de trabajo coexiste con la
falta de trabajo. ¿No sería, acaso, más racional que todos trabajaran una
jornada de 8 horas, respetando sus salarios? No estamos frente a una fatalidad.
En lugar de ser una fuente de mayores penurias e infortunios, los avances en
materia científica y tecnológica podrían ser el pasaporte para liberar al
hombre de la esclavitud manual.
La incertidumbre aquí descripta es un
rasgo inherente y a su vez, un resultado de la organización social, sometida a
la acción ciega y anárquica del capital. Todo plan, toda organización de
conjunto a escala nacional y menos a nivel internacional, desaparece. La
planificación meticulosa por parte de la empresa moderna se evapora cuando
traspone el umbral de la misma y se sumerge en el mundo caótico y salvaje de la
competencia. La concentración y monopolización no abole la competencia sino que
la reproduce a escala superior entre las corporaciones y los propios estados y
es el caldo de cultivo de la rivalidad comercial y de las guerras.
Declinación capitalista
Es fácil explicar que alguien se muera de hambre
cuando tenemos la alacena vacía pero es incomprensible cuando la alacena está
llena
La incertidumbre se ha agudizado bajo
el llamado capitalismo tardío. Estamos asistiendo a una sucesión de crisis de
alcance internacional. El punto culminante de este proceso es la crisis
financiera que se inició en 2008, con la caída de Lehman Brothers y que se
prolonga hasta el día de hoy con sus premisas agravadas, pese al gigantesco
rescate puesto en marcha por los estados y sus bancos centrales. Estamos frente
a un impasse capitalista, que se viene expresando en rendimientos y beneficios
declinantes en la esfera productiva. Esta caída de los niveles de rentabilidad
pretende ser contrarrestada con un ataque a fondo a los trabajadores. De allí
el énfasis puesto en la reducción de los costos laborales, y la implementación
de reformas laborales. Dichos cambios apuntan a una mayor precarización
laboral, que tienden a suprimir conquistas y a introducir clausulas de
flexibilización y admitir en mayor medida la tercerización. Las modificaciones
en la legislación tienen como blanco también el salario indirecto, reduciendo
las cargas patronales destinadas a la jubilación y a la obra social. Esta
ofensiva plantea un desmantelamiento del estado de bienestar, arrancado por los
trabajadores en las metrópolis. El capitalismo hace tabla rasa con las
conquistas previas, incluidas las de su etapa de ascenso.
La OIT advierte ya a mediados de los
90 “de que la incertidumbre laboral predomina en todos los países
industrializados y que los trabajadores con menores ingresos son los más
perjudicados.”3
La precariedad laboral va de la mano
de un salto en la desprotección de los trabajadores. Los contratos prolongados
en el tiempo son sustituidos por contratos basura. La precariedad laboral es
funcional a la transformación de los asalariados en mano de obra barata y
descartable, de la que las patronales se puedan desprender con facilidad en
función de las oscilaciones bruscas que se van produciendo en la economía
capitalista. No es ocioso señalar que la recuperación económica en EEUU (que
agreguemos sigue siendo extremadamente endeble), incluido la creación de nuevos
empleos, ha tendido como base el trabajo precario y flexibilizado.
El capitalismo desarrolla un fenómeno inédito: el
proletariado moderno, es formalmente libre pero, contradictoriamente, es la
clase productora más insegura en términos laborales
La pérdida de estabilidad, la amenaza
de que en cualquier momento se puede venir un despido, hace crecer la zozobra y
la sensación de inseguridad en la existencia de la clase obrera. La franja de
trabajadores que se jubilan en el lugar de trabajo o que lo conservan durante
un prolongado estadio de su vida, es una raza en extinción. Esto vale también
para Japón que se consideró durante mucho tiempo como el más estable de los
países industrializados.
Aunque los más afectados son los
trabajadores menos calificados, la incertidumbre alcanza a los más capacitados.
La educación es cada vez menos una garantía de acceso a un empleo y de
movilidad social. El flagelo de la desocupación impera entre los más
clasificados y cada vez en forma creciente. El otro elemento, por cierto
impactante, es que están “sobreeducados” en relación a los puestos que terminan
consiguiendo y por supuesto, con retribuciones más bajas en relación a sus
posibilidades. Hay demasiados recursos humanos con formación técnica y
universitaria en relación a la capacidad de absorción del mercado capitalista.
Esto es otra de las caras del impasse capitalista, que provoca un freno del PBI
potencial (indicador que toma en cuenta las posibilidades de desarrollo,
absorbiendo todos los recursos a disposición que permanecen ociosos), que se ha
agudizado en el marco de la actual crisis mundial en desarrollo.
Incertidumbre laboral: centro y periferia
La OIT pone de manifiesto que el
desempleo afecta fundamentalmente a los jóvenes. Pero también destaca que los
índices del desempleo de larga duración han aumentado considerablemente, especialmente
entre los trabajadores de edad madura.4
La presión continuada, estresante y extrema en el trabajo puede resultar
muy peligrosa. En los niveles más altos de tensión se encuentra el denominado
síndrome burn out o del quemado (Maslach, Jackson, Litter,
1996), en el que el grado de presión y bloqueo resulta intolerable.
La OIT reconoce que el estrés nocivo
no es un fenómeno aislado. En EEUU, el 27% de los profesores han padecido
problemas crónicos de salud como consecuencia de su profesión y casi el 40%
reconoce tomar medicinas para sobrellevar síntomas de enfermedades ocasionadas
por su trabajo.
En Suecia, estudios recientes llegan
a la conclusión de que el 25 % de los educadores está sujeto a una tensión
psicológica excesiva. El 20% de los docentes del Reino Unido padece problemas
de ansiedad, depresión o estrés, y en Hungría se comprobó que determinadas
patologías como laringitis, faringitis, enfermedades del sistema circulatorio,
neurosis, etc. son más frecuentes entre los educadores que entre la población
en general.
A su turno, más del 20 % de los
españoles considera probable o muy probable quedarse sin empleo en los próximos
12 meses, según un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS),
una situación de incertidumbre que empuja a muchos a replantearse el futuro.
Montar un negocio, cambiar de oficio o emigrar son las principales opciones.
Pero estas iniciativas en muchos casos terminan siendo un salto al vacío. El
cuentapropismo o los microemprendientos concluyen siendo un tránsito pasajero
que tiene como estación terminal engrosar la legión de desocupados.
Hoy asistimos a otra paradoja: el exceso de trabajo
coexiste con la falta de trabajo
La incertidumbre laboral se extiende
hacia la periferia. Tomando nuestro país como botón de muestra, el 58,3% de los
argentinos conoce a alguien que perdió su empleo en los últimos meses. Según el
mismo sondeo reciente de la consultora Ibarómetro, de marzo de 2017, un 46,7%
considera, asimismo, que el desempleo aumentará en los próximos meses. Además, siete
de cada diez argentinos creen tener bajas posibilidades de obtener un buen
trabajo.
En el estudio Monitor Sociolaboral de
Opinión Pública se ratifica la tendencia hacia la incertidumbre señalada en la
medición anterior (noviembre 2016): el 60,5% percibe que las posibilidades de
conseguir un trabajo se han reducido en relación a un año atrás.
En el terreno de la capacidad
adquisitiva, las evaluaciones son aún más negativas: el 67,5% piensa que la
situación de “la mayoría de los trabajadores” empeoró en los últimos tres
meses.
La “inestabilidad laboral” se
ha convertido en un estresor macrocontextual que inunda tanto la vida personal
como profesional. Registrándose aumentos en la frecuencia de enfermedades
cardiorrespiratorias, dermatológicas, o un aumento de la individualidad y que
estos problemas se hacen extensivos a la familia.
La investigación concluye señalando
que “la inseguridad laboral actúa como un estresor crónico, cuyos efectos
negativos se acentúan en función del tiempo a que están expuestos a esta
inestabilidad”.
Final
La incertidumbre que viene creciendo
a un ritmo vertiginoso y que penetra en todos los poros de la vida humana,
tanto individual como colectiva, hunde sus raíces y es inseparable de la
organización social reinante. La descomposición del régimen capitalista viene
provocando un aumento de flagelos como la desocupación, la precariedad laboral,
el retroceso en las condiciones de vida y el estrés, el deterioro de la salud
física y mental, haciendo más insegura la existencia de la población
trabajadora y haciendo estragos en sus hogares. Esta situación reclama a gritos
la necesidad de erradicar el orden establecido y proceder a una reorganización
integral del planeta sobre nuevas bases sociales. El género humano, muy
probablemente, estará frente a otras incertidumbres, pero habrá dejado atrás
las “incertidumbres” (léase lacras) actuales, en momentos en que ya, hace
tiempo, están creadas holgadamente las premisas necesarias para ponerle un fin
y abrir paso a un nuevo rumbo para la humanidad.
*Economista
Docente de la Facultad de Sociales y Filosofía y Letras-UBA*
heller1952@yahoo.com.ar(link sends e-mail)
Dirigente del Partido Obrero. Autor de los libros Capitalismo Zombi(link is external) y Fabricas Ocupadas(link is external). Colaborador permanente de Prensa Obrera(link is external) y la revista En defensa del Marxismo.
Docente de la Facultad de Sociales y Filosofía y Letras-UBA*
heller1952@yahoo.com.ar(link sends e-mail)
Dirigente del Partido Obrero. Autor de los libros Capitalismo Zombi(link is external) y Fabricas Ocupadas(link is external). Colaborador permanente de Prensa Obrera(link is external) y la revista En defensa del Marxismo.
Notas
1. Ver Heisenberg, El principio de incertidumbre. Grandes ideas de la ciencia,
Arcangel Magia, División libros, octubre 2014.
2. Rosa Luxemburgo, Introducción a la Economía política, Edición
Internacional Sedov, pág 78.
3. Combating Unemployment and
Exclusion: Issues and Policy Options. Contribution the G7 Employment Conference.
OIT, Ginebra, 1996.
4. Labour Force Statistics, 1973-1993, Quarterly Labour Force
Statistics(correspondientes a 1994) OCDE, Paris, 1995.