Francia
fue el primer país que sacó una ley en 2015 contra la obsolescencia
programada. Esta se define como una estrategia de diseño industrial que
obliga al consumidor a comprar un producto nuevo, antes de lo necesario.
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Fender Falconí
Dicen que lo ‘cool’ es tener el último iphone, usando expresiones de los
‘millenials, otro anglicismo. Puede ser que, dentro de poco, sea una mala
inversión. Apple enfrenta demandas en Estados Unidos, Francia e Israel por
obsolescencia programada. Está comprobado que el procesador de los modelos 6,
6S, SE y 7 vienen programados para reducir su desempeño en un tiempo fijado, no
por desgaste normal.
Como dice León Martínez (2018-01-10, El Economista, México)
es como si le vendieran un automóvil con batería solo accesible al fabricante.
Cuando su batería empieza a desgastarse en un tiempo fijo, se activa un
dispositivo que reduce la velocidad. Supuestamente el fabricante hace eso para
alargar la vida de la batería, pero no le avisó eso cuando compró el carro. La
batería, que solo puede cambiar Apple, cuesta 8% del precio de un teléfono
nuevo. Pero eso se entera usted si averigua en internet a los consumidores
insatisfechos. Porque los vendedores le dirán que mejor se compre el último
modelo.
Francia fue el primer país que sacó una ley en 2015 contra la
obsolescencia programada. Esta se define como una estrategia de diseño
industrial que obliga al consumidor a comprar un producto nuevo, antes de lo
necesario. El autor ya citado, en la misma publicación de 2017-12-09, comenta
que la primera vez que se invocó esta ley para demandar a una empresa fue
contra Epson, por el tema de las impresoras y sus cartuchos. Comprobar que
existe obsolescencia programada en muchos productos actuales, nos lleva a tres
conclusiones: 1) el capitalismo entró a una fase en la cual la codicia se
impone al sentido común, 2) eso de que las cosas de antes duraban más, es un
dicho muy vigente y 3) el exacerbado consumismo provoca mayor presión ambiental
debido a la cantidad de residuos (incluso radioactivos) de difícil o imposible
asimilación planetaria, en cortos periodos de tiempo.
Ejemplos de productos con obsolescencia programada abundan. Los ya
nombrados cartuchos de las impresoras cuestan tanto como estas máquinas.
Además, si sacamos impresiones a color, generalmente un color se agota primero.
Entonces se desactiva la impresión, aunque sobren los otros colores. Muchas
personas, aunque los fabricantes adviertan como en una película de terror que
solo usen sus cartuchos nuevos, rellenan los viejos con otras tintas o compran
cartuchos genéricos. Los focos eléctricos duran unas mil horas en promedio.
Nada impide que los fabriquen para durar 10.000 horas como los de hace 100 años
que exhiben algunos museos. Nada lo impide, excepto la codicia.
Los videojuegos tienen por naturaleza obsolescencia programada. El
software de las computadoras también. Todos sabemos que una persona pobre no
puede tener un automóvil viejo. Lo que paga en matrícula y en combustible, la
falta de repuestos, etc., dejan esos carros para los coleccionistas o para
chatarra. De los aparatos electrónicos y de los electrodomésticos ni hablemos.
Ya vimos el caso de los celulares. Recordemos las lavadoras que dan 2.500
lavadas y ahí mueren, sin reparación. La refrigeradora de la abuela todavía
funciona, aunque haga más escarcha que un nevado.
¿Recuerdan los mayores esos tiempos cuando heredábamos el texto escolar
del hermano mayor? Eso era antes. Ahora exigen la última edición, con una que
otra modificación. El teorema de Pitágoras y el binomio de Newton no han cambiado,
pero los textos de geometría y álgebra sí lo han hecho. Es cierto que también
hemos mejorado determinados contenidos y metodologías de aprendizaje, pero
debemos desterrar muchos absurdos de la cultura del descarte. La obsolescencia
programada no solo afecta a la economía familiar, también contamina el planeta.
https://www.rebelion.org/noticia.php?id=236665