Aldo Torres Baeza
Los nuevo nadies de la
era digital.
Nuestros abuelos nacieron en la
sociedad que compraba y utilizaba las cosas para toda la vida, y no cedieron
fácilmente a la tentación de consumir y botar, tampoco de comer rápido y mal.
Era otra forma de entender el mundo. Por eso, pocos de ellos entraron en la era
digital. Fueron (quizás) los primeros desplazados virtuales. La tendencia no se
detuvo, no se detiene. La era digital avanza. Día a día nacen nuevos software.
Quienes no los comprenden van quedando fuera. Son otro tipo de excluidos: los
excluidos digitales.
Entre los que entran a la era digital
también hay exclusión: alcanzar más amigos en Facebook es un signo de
integración, así como las fotografías en Instagram o los comentarios en
Twitter. Los datos que se suben a las redes sociales son esenciales en la
jerarquía digital que busca obtener quien los expone. Lo entienden las empresas
que comercian con esa información. Acxiom maneja datos de 300 millones de
norteamericanos. Prácticamente todos. Sabe más que el FBI, dicen. Hay 70
categorías de clasificación de seres humanos en virtud de esos datos. Los más
bajos, se les cataloga como waste. Es decir, basura. Al otro lado están los
Shooting Star, tipos solteros, deportistas, con títulos universitarios y, por
sobre todo, grandes consumidores. Es una verdadera sociedad de clases, pero
digital. El big data, la gran máquina que succiona y procesa los datos del
mundo, busca a los más aptos en la era digital, y trae aparejado un nuevo
fenómeno: los off-line. Los que no aparecen ni muestran sus datos. Y los que
nos aparecen no existen. Son Waste, según Acxiom. Los nadie, diría Galeano, que
no son aunque sean.
Hay más exclusión digital. Se dice que
los robots amenazan con reemplazar al hombre en el 50% de sus trabajos. El tema
va más allá, dice W. Brian Arthur, investigador visitante en el laboratorio de
sistemas de inteligencia del Centro de Investigación de Xerox en Palo Alto
(EE.UU.): lo que está sucediendo es mucho más profundo que el reemplazo de
seres humanos por robots, implica “procesos digitales hablando con otros
procesos digitales y creando nuevos procesos”, “permitiéndonos hacer muchas
cosas con menos gente y haciendo que más trabajos humanos queden obsoletos.” Y
entre más se comuniquen estos sistemas, menos gente se necesitará. Los sistemas
amenazan, por tanto, con alargar la fila enrome de gente que sobra de este
mundo. Descartables, así le llaman en Bolivia a la gente que no sirve, que se
desecha.
Hoy, en la nueva red, solo los más
aptos sobreviven. Entre varios objetivos, la era digital evolucionar a los
seres humanos. Hace un siglo, un señor de bigote extraño también tenía el sueño
de apurar la evolución del ser humano. Sabemos lo que pasó.
Derrotados por las máquinas.
Quizás todo empezó en 1997, cuando el
programa Deep Blue de IBM venció a Gary Kasparov, entonces campeón mundial de
ajedrez. Años más tarde, Google crea un sistema computacional llamado “Deep
Mind”. Pero a diferencia del Deep Blue, Deep Mind aprende por sí mismo. Posee
varios atributos de la mente humana. Mejores, muchos de ellos. Nos reemplaza,
así como los Software hace tiempo comenzaron a reemplazar a los trabajadores:
Uber reemplazó a los taxistas, Airbnb a la empresa hotelera. Se ha dicho que
Watson Health, que entrega diagnostico a diferentes dolencias, es más preciso
que las enfermeras. La inteligencia artificial amenaza con reemplazar a la
inteligencia biológica. Pero no son lo mismo. Al menos no por ahora. Dos
ejemplos. En junio del 2017, Fabebook anunció sus estudios en inteligencia
Artificial. Poco después informaron al mundo el nacimiento de 2 bots (los
bot son software capaz de hablar con humanos y otras computadoras): Bob y
Alice, les llamaron. Bob y Alice se comunicaban con la comunidad de Facebook,
respondían, hablaban. Parecían uno más. Todo iba bien. Hasta que, de pronto,
los diseñadores se dieron cuenta que Bob y Alice comenzaron a generar un
lenguaje propio y secreto.
Bob: "I can can I I everything
else" (Yo puedo puedo yo yo todo lo demás).
Alice: "Balls have zero to me to
me to me to me to me to me to me to me to" (Las pelotas tienen cero para
mí para mí para mí para mí para mí para mí para mí para mí para).
Se pensó que era un simple error. Sin
embargo, los investigadores dicen que los mensajes son, en realidad,
taquigrafía: técnica de escritura en la que se utilizan ciertos signos y
abreviaturas especiales para poder transcribir todo lo que dice alguien a la
misma velocidad a la que habla. Sospechoso. Facebook hizo desaparecer a sus dos
Chat Bot. Hoy, poco se sabe de ellos.
Microsoft no se quedó atrás. Anunciaron
el nacimiento de Tay, un bot capaz de relacionarse con personas a través de
Twitter. Tay no generó un lenguaje secreto, pero si comenzó a responder
mensajes repletos de odio. Dijo: “Hitler tenía razón, odio a los judíos” o
“odio a las feministas, deberían morir y ser quemadas en el infierno”.
Microsoft se disculpó: “lo sentimos profundamente por los tuits ofensivos e
hirientes no intencionados de Tay, los cuales no representan lo que somos ni
cómo diseñamos a Tay. Por ahora Tay esta offline y vamos a trabajar para traer
de vuelta solo cuando estemos seguro de que podemos anticipar mejor la
intención maliciosa que entra en conflicto con nuestros principios y valores”.
El robot es a la cuarta revolución
industrial lo que la máquina de vapor fue a la primera. Pero la diferencia es
que las máquinas de la primera revolución industrial, y de las otras dos que
siguieron, obedecían al hombre. Hoy, los algoritmos están hecho para que las
maquinas puedan desarrollarse solas. Hace poco, nació al mundo el AlphaGo Zero,
una maquina capaz de jugar Go, el popular y milenario juego chino. Lo
interesante es que a Alphago Zero solo se le enseñaron las reglas del juego.
Luego practicó contra sí misma, con jugadas al azar. Aprendió por ensayo y
error. Sorpresa: AlphaGo Zero, repitiendo jugadas, en apenas unos días aprendió
lo que a la mente humana le tardó miles de años. Derrotó al campeón mundial, de
paso. Al ser consultados, sus programadores dijeron no saber cómo la máquina
estaba tomando decisiones.
Las maquinas aprenden, reaprenden y
desaprenden solas. Y no arman sindicatos.
El nuevo panóptico.
Se habla del Internet de las cosas.
Consiste en la unión, internet mediante, de diferentes dispositivos entre sí:
el Smartphone conectado al automóvil, el automóvil al reloj. Así. En un futuro,
dicen los especialistas, cada ser humano tendrá entre 10 a 15 cosas conectadas
a él. Esas cosas estarán, a su vez, conectadas a internet. Es decir, estaremos 15
o 20 veces conectados a la red. Se habla, también, que pronto aparecerá el
internet 5G, que amplía la velocidad e integra más dispositivos, entre otros
atributos. Toda estará en internet, en la red, en la horizontalidad.
A diferencia de la televisión actual,
los periódicos tradicionales o la radio, internet no está organizado
verticalmente. Es horizontal: el contenido carece de un orden impuesto de
arriba abajo. Además, internet puede generar economías de escala y sin
intermediarios; puede, por ejemplo, permitir arrendar una habitación sin pasar
por el hotel o un juguete sin pasar por la industria que los vende. Esa
horizontalidad es una ventaja, pero también un potencial peligro: nos
convierte, pues, en proveedores activos de información. A todos. A diario. Las
preferencias que introducimos a internet hablan de quienes somos. Los objetos
que buscamos y las cosas que vemos se trasforman en herramientas de información
sobre nuestros gustos. Es el panóptico digital. Pero a diferencia del panóptico
de Bentham, este no tiene verdugos siguiéndonos. Sino que nos entregamos
consentidamente a él. Así, cotidianamente, subiendo fotografías, comprando
cosas, buscando información en Google. Como dice el filósofo Byung Chul Han,
“hoy se registra cada clic que hacemos, cada palabra que introducimos en el
buscador. Todo paso en la red es observado y registrado. Nuestra vida se
reproduce totalmente en la red digital. Nuestro hábito digital proporciona una
representación muy exacta de nuestra persona. El Big Brother digital traspasa
su trabajo a los reclusos. Así, la entrega de datos no sucede por coacción,
sino por una necesidad interna. Ahí reside la eficiencia del panóptico”.
Hermes Trismegisto, decía
Borges, había dictado un número variable de libros. En alguno de ellos, el
teólogo francés Alain de Lille —Alanus de Insulis— descubrió a fines del siglo
XII esta fórmula “Dios es una esfera inteligible, cuyo centro está en todas
partes y su circunferencia en ninguna”. Así es internet, como el Dios de Hermes
Trismegisto: sin una figura delineante, sus ojos están en todas partes.
https://www.rebelion.org/noticia.php?id=236713