Por
Nelson Villagra G.
Vivimos
en un mundo en que la información masiva ha sido monopolizada por quienes
difunden los presuntos valores del neoliberalismo y la economía de mercado como
un nuevo dios repartidor de bienes.
El
mensaje que segundo a segundo recibimos no es siquiera el que entregan los
medios formales de comunicación y los supuestos “ideólogos” del neoliberalismo.
La
constante reafirmación de ese mensaje de un mundo pleno de oportunidades para
el más “apto”, hoy llega a través de un mensaje indirecto y por ende más
efectivo.
Se
trata del campo entretenido -y en apariencia inocente- de los videojuegos,
donde aquel mensaje no encuentra ninguna respuesta que lo confronte.
Millones
de niños y adultos ocupan su tiempo libre en los videojuegos de la red hasta
tal punto que ese quehacer se convierte en una adicción.
Numerosos
juegos interactivos nos permiten “competir” - incluso con nosotros mismos –.
Ganamos puntos según los enemigos que logremos eliminar con ametralladoras
virtuales, naves espaciales y temibles robots.
Son
sumamente entretenidos esos juegos virtuales que permiten apoderarnos de un
banco, de una ciudad o de una región entera. Lo mismo sucede con aquellos
mediante los cuales crece nuestra fortuna virtual hasta convertirnos en
millonarios. Una ilusión que llevada al paroxismo puede enloquecer a los
“empresarios” del ciberespacio.
En
apariencias, los videojuegos no hablan de reivindicaciones sociales, ideologías
u otras pamplinas. Aparentan ser por completo inocentes. El contrabando está
bien disfrazado.
Sin
embargo, diversos estudios concluyen que detrás de estos juegos hay una
gigantesca industria ideológico-cultural que el gran capital pone en marcha
cada día. El mensaje ideológico encubierto lo inunda todo: medios de
comunicación, redes sociales, ciberespacio. La vida cotidiana de la humanidad
la manejan titánicas fuerzas conservadoras, rayanas en el neofascismo, que
actúan como efectivos mecanismos de control social.
Al
menos desde hace 40 años, la tecnología ha invadido nuestra vida. La
televisión, internet o el móvil, nos han convertido en tributarios de su
dominación. La tecnología y las ciencias de la comunicación están cambiando el
mundo con tanta profundidad y rapidez que hasta el liberalismo probablemente
será convertido a la larga en un deshecho.
Quienes
aún intentamos denunciar la falacia de la democracia neoliberal, quienes
conservamos la convicción que otro mundo es posible y necesario, ya no lo
podemos hacer solamente con una pancarta, una manifestación callejera o un
discurso bien intencionado. El tiempo corre en contra nuestra.
Se
avecina “...una nueva bomba atómica científica con la potencia suficiente como
para manipular pensamientos, dirigir sentimientos, adulterar recuerdos o
falsear emociones”, afirma Rafael Yuste, profesor de ciencias biológicas y
neurociencia, director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de
Columbia, que dirige el Proyecto Brain, creado por el ex presidente Barak Obama
con un presupuesto de ¡6.000 millones de dólares!
El
Proyecto Brain, explica el profesor Yuste, consiste en “desarrollar las
técnicas, que no existen ahora, para registrar la actividad completa del
cerebro y poder manipularla de manera precisa. Es un proyecto de desarrollo de
técnicas. Un primer paso para poder abordar el gran problema de saber cómo
funciona el cerebro”.
A
continuación él explica qué se podrá hacer dentro de algunas décadas:
“Es
muy simple. El cerebro genera la mente. Si entendemos el cerebro, entendemos la
mente. Si podemos leer la actividad del cerebro, podemos leer la mente.
Imagínate que podemos leer la mente y podemos manipular la actividad del
cerebro, entonces podemos manipular la mente. Esto es de regla de tres, es de
cajón. Podremos manipular la mente de las personas” (1).
Noblesse
oblige: el profesor Yuste (español, 56 años) también tiene preocupaciones
éticas: “las ciencias –advierte- siempre han sido utilizadas para bien o para
mal”, señala.
Aunque
la pancarta sea todavía un símbolo de protesta, ¿habrá algunos jóvenes
contestatarios que exploren las posibilidades de expresar en la red un mensaje
de cooperación social tan entretenido e indirecto como aquellos que sacralizan
al individuo “más apto”? ¿Podremos contar con especialistas que se introduzcan
seriamente en la Inteligencia Artificial para fomentar la respuesta ideológica
al neoliberalismo? No se trata de difundir El Capital u otras teorías sociales
liberadoras de una manera literal sino artística. Tal como hacen los
innumerables “juegos” que existen la red y con los cuales alucinan niños,
jóvenes y viejos.
Por
el momento, tengo claro que el profesor Yuste camina con decisión hacia el
“rediseño de la especie humana”, cumpliéndose lo que se ha pronosticado:
“Dentro de 30 años no importa lo que pase con Marte, sino lo que pasará con
nuestra mente...” Y esto no ocurrirá mediante un acuerdo plebiscitario
democrático, sino a traición utilizando mecanismos tales como los videojuegos.
Nota: