Por segundo día consecutivo
las trabajadoras salieron en su hora de almuerzo a trancar la calle,
protestando contra el mísero salario que reciben a cambio de su trabajo.
Por Ángel Arias
Tomado de: Izquierda Diario
Tal como lo habían anunciado en su manifestación de ayer, hoy
volvieron a salir a las calles las obreras de la planta de la Ovejita ubicada
en Catia, zona popular por excelencia, si la hay, del oeste de la capital. Para
evitar los descuentos que por retaliación les ha hecho el patrón en otras
ocasiones que ha participado de acciones en defensa de sus derechos, han optado
por sacar tiempo de su hora de almuerzo para manifestar en la calle su reclamo,
y volver luego a la máquina.
Una de las trabajadoras
con quienes conversamos es Rosalba Villamizar, delegada de prevención y
costurera, apresuradamente porque ya le tocaba volver a su puesto de trabajo.
Cuenta que lo más urgente que están exigiendo las trabajadoras es un salario
digno, pues su salario actual no les alcanza ni para adquirir lo elemental.
Ganan mínimo más cestatickets, y ya sabemos que en las condiciones actuales un
ingreso así no cubre ni una semana de las necesidades de una familia.
El sindicato, conducido
por dirigentes pro-patronales, firmó el año pasado un contrato colectivo a
espaldas de las trabajadoras y trabajadores, con una vigencia hasta el 2020. ¿A
quién que realmente quiera defender los intereses de los trabajadores se le
puede ocurrir, en medio de la hiperinflación que vive el país, firmar un
contrato en el que los beneficios no se puedan actualizar en tres años? Apenas
la cláusula salarial quedó abierta a discutirse anualmente –¡anualmente, en un
país donde los precios suben todas las semanas!–, y aún así, no se ha cumplido
con esa disposición, pues el 02 de febrero debía discutirse la actualización
salarial y no se ha hecho, llevando ya un mes de mora.
Luego de la protesta del
jueves 1ro el patrón junto a los jefes pasó por los puestos de trabajo
justificando el no aumento del salario y queriendo apaciguar los ánimos
ofreciendo un mísero “bono” de poco más de 100 mil bolívares, y no aplicable a
todas las trabajadoras y trabajadores sino solo a algunas.
Esa cosa
llamada plusvalía
Carlos Marx, el
intelectual y militante revolucionario que desarrolló la crítica más profunda y
completa que ha habido hasta hoy del capitalismo, popularizó su denuncia a la explotación
capitalista sobre los trabajadores con un término sencillo y potente: la
plusvalía, el plus-valor, ese valor adicional que genera el trabajo del obrero
y con el cual se queda el patrón. Es la fuente de la ganancia capitalista, es
el robo legalizado en la sociedad burguesa, la manera en que los dueños de las
empresas le roban a los trabajadores el fruto de su trabajo, dándoles a cambio
solo una pequeña parte del valor que estos generan. Por lo general esta pequeña
parte es un salario suficiente apenas para que se siga reproduciendo esa fuerza
de trabajo que el patrón necesita, es decir, para la manutención básica del
trabajador y su familia… aunque en situaciones de crisis, como hoy, esa parte
en forma de salario no cubre ni siquiera la sobrevivencia elemental de los
trabajadores.
Las obreras de la
Ovejita no son expertas en marxismo, pero no les hace falta para tener bien
claro la relación desigual que tienen con el patrón, la explotación a que son
sometidas. Ellas sacan cuentas: en promedio ganan alrededor de 8 mil Bs. por
día, mientras nada más un mono escolar lo vende la empresa en un millón
seiscientos mil Bs., un solo bóxer puede costar 537 mil Bs., un pijama 800 mil
Bs., y son miles de piezas las que diariamente confeccionan las cientos de obreras
de la planta.
Con todos los descuentos
que les hace la empresa, incluyendo las deducciones por las deudas que los
trabajadores terminan contrayendo con la empresa por los préstamos que se ven
obligados a solicitar, una costurera, como mucho, puede sacar unos 50 o 60 mil
Bs. semanales, sin embargo, cuentan, “ahorita una compañera fue a comprar
cuatro plátanos y le costaron 90 mil Bs.”.
Es un salario de hambre,
sin lugar a dudas, el que perciben en esta empresa privada las 687 trabajadoras
y trabajadores que quedan –entre diciembre de 2017 y enero de este año
renunciaron más de 300.
Las trabajadoras también
se dan cuenta del trato diferenciado del patrón con el personal jerárquico,
esos profesionales y personal de mando cuya función es garantizar día a día la
explotación: mientras las trabajadoras no tienen ni para comer lo elemental,
para traer comida digna elaborada en sus casas, cuando suena el timbre y deben
entrar de nuevo a la fábrica para volver a su faena los ven pasar, “mira, ahí
van los jefes, ellos van a comer en restaurantes”.
Una
lucha en curso
Las trabajadoras de la
Ovejita de Catia no piden, no mendigan, no están rogando “bonos”, ¡exigen lo
que les pertenece!, lo que por derecho es suyo. Parafraseando una canción
del cantautor mexicano León Chávez Teixeiro:
“lo que tiene el patrón, más la limosna que da, lo fabricamos las mujeres que
te invitan luchar”.
La lucha la impulsa una
vanguardia de trabajadoras de base junto a las delegadas de prevención, y un
parte minoritaria del sindicato que llegó allí en las últimas elecciones,
aunque el patrón no reconoce ni se reúne con este sector el sindicato. En cada
departamento las trabajadoras tienen compañeras que cumplen la función de
voceras o delegadas, escogidas por ellas mismas. Es una lucha obrera en plena
capital del país, que debe ser rodeada de la más amplia solidaridad.
La exigencia de un
salario mínimo igual al costo de la canasta básica, no solo aumentos de
salarios nominales que se come la inflación, sino salarios que cubran el costo
real de la vida, e indexados según aumente la inflación, es una demanda
necesaria para responder a la situación de las trabajadoras de la Ovejita y del
conjunto de la clase obrera del país. Es una exigencia que plantean ya algunos
sindicatos, como el Sirtrasalud del Distrito Capital, y también sectores de las
organizaciones de izquierda que se movilizan contra la represión a las luchas.
Un salario que cubra el costo de la canasta básica familia, indexado de
acuerdo a la inflación, y un verdadero control de precios garantizado por los
propios trabajadores y las comunidades, son necesidades urgentes para frenar la
terrible depauperación de las condiciones de vida de los trabajadores y el
pueblo pobre. Así como también resulta urgente la necesidad de un encuentro de trabajadores, que junte las diferentes luchas, que
permita unir las fuerzas y desarrollar planes de lucha y movilización
unificados, venciendo la dispersión y el aislamiento actual de muchas luchas.